El amanecer de todo: sobre cómo ver la historia humana con un caleidoscopio.

«Nuestra especie, de hecho, no pasó la mayor parte de su historia en pequeñas bandas; la agricultura no marcó un umbral irreversible en la evolución social; las primeras ciudades a menudo eran robustamente igualitarias.»

Jared Diamond, Francis Fukuyama,Yuval Noah Harari… Cada vez que los no especialistas se meten con la historia humana, terminan reproduciendo inevitablemente los viejos mitos con los que crecimos, concepciones que surgieron en el siglo XVIII.

“El amanecer de todo: Una nueva historia de la humanidad”, del antropólogo David Graeber y el arqueólogo David Wengrow, explica que nuestros antepasados más remotos no eran ni tan ingenuos, ni tan violentos. Y que las comunidades eran mucho más cambiantes de lo que se ha pensado. El recorrido de la historia humana fue mucho más diverso, apasionante y divertido de lo que tendemos a pensar, pues en un sentido no fue en absoluto un recorrido, sino una variedad caleidoscópica de formas sociales. «Los humanos tenemos una gran capacidad -como seres morales y sociales que somos- para imaginar y negociar, y solíamos modificar nuestras identidades sociopolíticas con frecuencia, como un modo de evitar los peligros del poder autoritario.»

«El verdadero misterio no es cuándo aparecieron los jefes por primera vez», nos dicen, «sino cuándo dejó de ser posible reírse de ellos sin tener que responder ante la ley.»

Olvídate de lo que nos insisten actualmente.
No. No es «lo que hay».
Esta obra desmonta esas ideas tan arraigadas que tenemos sobre el desarrollo de las ciudades, los orígenes del Estado, la desigualdad o la democracia. Y lo mejor: abre camino para imaginar nuevas formas de organización social.

Pero es que las anteriores obras de Graeber, también. Aquí añado algunos párrafos sueltos y adaptados:

Lo de la variedad caleidoscópica de formas sociales:

La evolución de las organizaciones humanas no es tan lineal y aburrida. Hay sociedades que en una época del año eran autoritarias y en otra, igualitarias, según lo que su entorno les ofrecía.

«Las sociedades de las Grandes Llanuras crearon estructuras de autoridad coercitiva que se mantenían a lo largo de la temporada de caza y los rituales con los que esta concluía, y se disolvían una vez que se dispersaban en grupos más pequeños. (…) Entre los inuit, los padres gobernaban en verano; pero en las congregaciones de invierno la autoridad patriarcal e incluso las normas de propiedad sexual eran desafiadas, subvertidas o sencillamente disueltas. Los kwakiutl eran jerárquicos en ambas épocas del año, pero mantenían diferentes formas de jerarquía, otorgando poderes policiales de facto a los ejecutantes del Ceremonial de Solsticio de Invierno, que solo podían ejercerse durante la ejecución misma del ritual. En otros momentos, los aristócratas controlaban grandes riquezas, pero no podían dar órdenes directas a sus seguidores. Muchas sociedades recolectoras centroafricanas son igualitarias durante todo el año, pero parecen alternar mensualmente entre un orden ritual dominado por los hombres y uno dominado las por mujeres.»

Lo de las pequeñas bandas… que no eran tan pequeñas:

Esas bandas abarcaban, en realidad, miles de kilómetros. «Los aborígenes
australianos, por ejemplo, podían viajar por medio continente, y aunque hablaban lenguas totalmente diferentes, aun así, hallaban campamentos divididos en los mismos tipos totémicos que tenían en casa. Lo que esto significa que la mitad de los residentes les deben hospitalidad, pero se los ha de tratar como «hermanos y hermanas» (de modo que las relaciones sexuales quedan estrictamente prohibidas); mientras que la otra mitad son potenciales enemigos o compañeros de matrimonio. Las sorprendentes uniformidades materiales observadas por los arqueólogos a través de grandes distancias dan fe de la existencia de estos sistemas.»

Es más, creemos que los avances tecnológicos (transportes, navegación marítima…) han hecho de nuestro mundo «un pañuelo». Al contrario, durante gran parte de la historia de la humanidad, proporciones cada vez menores de gente viaja largas distancias. La escala a la que operan las relaciones sociales no deja de disminuir.
«Lo que observamos no es tanto que el mundo se hace más pequeño, como que los mundos sociales de las personas se vuelven más sectarios; sus vidas y pasiones más proclives a verse circunscritas a fronteras culturales, de clase de lengua.»

Lo de la «Revolución agrícola»:

Se creía que la domesticación de plantas y animales condujo al sedentarismo, pero se ha visto que el sedentarismo es muy anterior… casi cuatro milenios antes de que surgiera una aldea agrícola. Y si se piensa bien, es lógico. «La agricultura en serio implicaba un serio trabajo de mantenimiento de suelos y de limpieza de malas hierbas. Implicaba la trilla y el aventado tras la cosecha. Todas estas actividades  se entrometían en la caza, la recolección de alimentos silvestres, la producción artesanal, los matrimonios y muchas otras cosas, por no hablar de contar historias, jugar a juegos de azar, viajar y organizar bailes de máscaras.»

«Y aunque la agricultura permitió la posibilidad de mayores concentraciones de riqueza, en la mayoría de los casos esto no comenzó a darse hasta milenios después de su adopción. En los siglos que pasaron entre tanto, los pueblos probaban la agricultura a pequeña escala, alternando entre modos de producción, de manera muy similar a como alternaban entre estructuras sociales.» Entraban y salían (libremente) de la agricultura para mantener una red de alimentos suficientemente amplia para evitar que el cultivo se convierta en un asunto de vida o muerte.

La agricultura tiene que ver, esencialmente, con la producción de alimentos, algo que era tan solo un aspecto (bastante limitado) de la relación neolítica entre la gente y las plantas (cestería, especias, medicina, pigmentos.. ropa y otras actividades femeninas).

En el Neolítico, les parece preocuparles poco domar la naturaleza salvaje o arrancar la máxima cantidad posible de calorías de un puñado de gramíneas. En lugar de campos fijos, explotaban suelos de aluvión (inundación) en las orillas de lagos y fuentes donde el trabajo de preparación de la tierra lo realiza mayoritariamente la naturaleza, la inundación estacional, cribándola y renovándola. En lugar de cortar madera, labrar campos y transportar agua, hallaban modos de convencer a la naturaleza de hacer gran parte de esas tareas por ellos. «La suya no era una ciencia centrada en dominar y clasificar, sino una que partía de ceder, engatusar, de cuidar y persuadir, incluso de engañar a las fuerzas de la naturaleza para aumentar las probabilidades de obtener un resultado favorable. Su laboratorio era el mundo real de las plantas y los animales, cuyas tendencias innatas explotaban mediante atenta observación y experimentación.»

«Está claro que ya nadie usa frases como Revolución Agrícola. La agricultura, como podemos ver, comenzaba a aparecer como una economía de la privación: tan solo se la inventaba si no había nada más que hacer, razón por la que tendía a aparecer en áreas en las que los recursos de la tierra escaseaban.  Los seres humanos combinaban horticultura, cultivo en tierras de aluvión, gestión agraria a pequeña escala (por ejemplo, con quemas, podas y bancales) y el mantenimiento de animales en estado semisalvaje, con toda una gama de actividades de caza, pesca y recolección. La biodiversidad -no el biopoder- fue la clave inicial para el incremento de producción de alimentos del Neolítico.

 

Lo de que las ciudades significan mayor riqueza, desigualdad y jerarquía:

Hay ciudades que se manejaban bajo principios igualitarios. Las pruebas arqueológicas están demostrando que este ha sido un patrón sorprendentemente común: los megayacimientos ucranianos, la Mesopotamia de Uruk y el valle del Indo. Es decir, el incremento en la escala de los asentamientos humanos no resultó en la concentración de poder ni de riquezas en manos de las élites gobernantes.

Y además, se creía también que el sedentarismo y la agricultura condujeron a la formación de estados, pero los estados aparecen mucho después.

Y los primeros estados no fueron tan ideales: en ellos existían diferentes formas de servidumbre y su población sufría muchas epidemias debido al hacinamiento.

Pero de esto, escribiré en una próxima entrada…

Lo del autor político consciente, y lo que significa:

Pasamos una abrumadora mayoría de nuestro tiempo en piloto automático, pero es que «el pensamiento humano es inherentemente dialógico. Los antiguos filósofos solían ser muy conscientes de esto: es por ello por lo que, ya se encontrasen en China, India o Grecia, tendían a escribir sus libros en forma de diálogos. Los humanos tan solo eran plenamente conscientes de sí mismos cuando dialogaban entre sí, al intentar cambiar los argumentos del contrario, o al enfrentarse junto a él a un problema común.»

«Christopher Boehm, arqueólogo evolutivo especializado en primates, sostiene
que, si bien los humanos poseen una tendencia instintiva a la conducta dominadora-sumisa, sin duda heredada de nuestros ancestros simios, lo que distingue a las sociedades humanas es nuestra capacidad de tomar la decisión consciente de no actuar de esa manera. Mediante un minucioso trabajo realizado a través de narraciones etnográficas de bandas recolectoras igualitarias existentes en África, Sudamérica y el sudeste asiático, Boehm identifica toda una panoplia de tácticas colectivamente usadas para bajar los humos a los posibles abusones y fanfarrones: ridiculizarlos, avergonzarlos, desdeñarlos (y, en el caso de sociópatas reincidentes, a veces el asesinato, sin más), ninguna de las cuales tiene parangón entre otros primates.

Por ejemplo, aunque los gorilas no se mofan unos de otros por ponerse a golpear el pecho, los humanos lo hacen con regularidad. Más sorprendente aún: aunque la conducta agresiva bien puede ser instintiva, la lucha contra ella no lo es. Se trata de una estrategia bien pensada, y las sociedades recolectoras que la emplean muestran lo que Boehm llama «inteligencia actuarial». Es decir, imaginan cómo sería su sociedad si hicieran las cosas de otro modo: si, por ejemplo, no se quitara importancia sistemáticamente a los cazadores más hábiles, o si la carne de elefante no la repartiera alguien escogido al azar (en lugar de, por ejemplo, la persona que lo haya matado). Esto, concluye, es la esencia de la política: la capacidad de reflexionar conscientemente en las distintas direcciones que podría tomar la propia sociedad, y ofrecer argumentaciones explícitas sobre por qué debería tomar un camino y no otro.

Los festivales populares son una prueba de ello. «Mantuvieron viva la vieja chispa de autoconsciencia política. Permitían a la gente imaginar que otras disposiciones eran posibles, incluso para la sociedad como un todo, dado que siempre era posible imaginar que el carnaval excediera sus límites y se convirtiera en la nueva realidad. En la historia popular babilónica de Semiramis, la epónima sirvienta convence al rey de Asiria de nombrarla «reina por un día» durante una festividad anual. Inmediatamente hace que lo arresten, se declara emperatriz y lidera sus nuevos ejércitos a conquistar el mundo.»

Lo de sacrificar la libertad para ser civilizados:

«A lo largo de este libro hemos tenido ocasión de hablar de tres libertades primordiales, aquellas que durante la mayor parte de la historia de la humanidad sencillamente se daban por supuestas:
la libertad de movimiento,
la libertad de desobedecer y
la libertad para crear o transformar relaciones sociales.

Las libertades no son realmente libertades si uno no puede ponerlas en práctica. Hoy en día la mayor parte de la población cree que vive en sociedades libres (a menudo insisten, en efecto, en que, al menos políticamente, esto es lo más importante de sus sociedades), pero son en gran parte libertades formales.»

«Tenemos el derecho a viajar a donde deseemos… siempre que, claro está, tengamos el dinero necesario para el transporte y alojamiento. Somos libres de tener que obedecer las órdenes arbitrarias de superiores… a menos, claro está, que necesitemos un empleo. La mayoría de nosotros tenemos que conformarnos con jefes de verdad y libertades de mentirijillas.»

En este sentido, podemos decir que los que llamamos «sociedades igualitarias» tenían una estructura elaborada de jefes, portavoces y demás cargos, pero eran jefes de mentirijillas. Todos y cada uno se considera a sí mismo tan importante como los demás y los jefes no podían obligar a que se cumplieran sus órdenes. Pero las libertades sí, las libertades eran reales, eran libertades sustanciales. Estaban menos interesados en el derecho a viajar que en la posibilidad de hacerlo realmente (de aquí, la obligación de proporcionar hospitalidad a extranjeros). «La ayuda mutua (aquello a lo que los observadores europeos contemporáneos se referían como «comunismo») se consideraba condición necesaria para la autonomía individual.»

«La voz inglesa «free» procede de un término germánico que significa «amigo», dado que, a diferencia de la gente libre, los esclavos no tienen amigos, porque no pueden comprometerse ni hacer promesas. La libertad para hacer promesas es probablemente el elemento más básico y elemental de nuestra tercera libertad.
Podríamos preguntarnos cómo acabó convertido en su opuesto exacto: peonaje, servidumbre o esclavitud permanente.»

«La libertad de abandonar la propia comunidad sabiendo que se será bienvenido en tierras lejanas; la libertad de pasar de unas estructuras sociales a otras, en función de la época del año; la libertad de desobedecer a las autoridades sin consecuencias… Puede que los humanos comenzasen su andadura con una aversión consciente a que les dijeran qué debían hacer. Si esto es cierto, podemos como mínimo refinar nuestra pregunta inicial: el verdadero rompecabezas no es cuándo aparecieron jefes, o siquiera reyes y reinas, sino más bien cuándo dejó de ser posible reírse de ellos hasta que se fueran.»

Pero aún hay más. Aunque la sociedad sea muy jerárquica, incluso de casta formales… es posible que el gobierno se lleve a cabo de acuerdo con líneas igualitarias. Hay abundancia de pruebas de que este tipo de sociedades ha existido, y además, existe hoy en día. «Quizá la mejor documentada sea el sistema seka de la isla de Bali, cuya población adoptó el hinduismo durante la Edad Media. Los balineses no solo están divididos en castas: su sociedad está concebida como una jerarquía total, en la que no solo cada grupo, sino cada individuo sabe (o, al menos, debería saber) su posición exacta en relación con las de todos los demás. En principio, pues, no hay iguales, y la mayoría de los balineses sostendría que, en el gran esquema cósmico de las cosas, siempre ha de ser así.
Al mismo tiempo, empero, asuntos prácticos como la gestión de comunidades, templos y vida agrícola se organizan de acuerdo con el sistema seka, en el que se espera de todo el mundo que participe en pie de igualdad y llegar a decisiones por consenso. Por ejemplo, si una asociación vecinal se reúne para debatir la reparación de tejados de un edificio público, o qué comida servir durante el próximo concurso de danzas, quienes se consideran demasiado elevados y poderosos, y les ofende la perspectiva de sentarse en círculo, rodeados de vecinos inferiores, pueden escoger no asistir; pero, en tal caso, están obligados a pagar multas por no asistencia, multas que se usarán luego para pagar el banquete o las reparaciones. Actualmente no hay modo de saber si un sistema similar prevaleció en el valle del Indo hace más de 4.000 años. El ejemplo tan solo sirve para subrayar que no existe necesariamente una correspondencia entre conceptos superpuestos de jerarquía social y la mecánica práctica del gobierno local.»

Lo del dinero:

“Si bien el dinero no puede comprar la felicidad, ciertamente te permite elegir tu propia forma de miseria”. Groucho Marx.

El dinero no fue una invención descentralizada y espontánea realizada por los individuos libres con el fin de superar las limitaciones que planteaba el trueque (intercambio de productos). En palabras de la antropóloga Caroline Humphrey: “Nunca se ha hallado un solo ejemplo de economía basada en el trueque, y mucho menos de sociedad donde el dinero haya emergido a partir de él; toda la etnografía disponible sugiere que jamás ha existido tal cosa”. El origen del dinero es un invento de las élites gobernantes para poder medir los pagos y recursos y centralizarlos a través de tributos. Para el conteo y control de los botines de la guerras. Para contar, por ejemplo, los cereales y otros productos agrícolas (los tubérculos y otros vegetales difíciles de contabilizar por dispersarse demasiado, no estaban bien vistos). Y para dejar constancia de todas estas cuentas y acciones, estaba la escritura. El sistema de medida se grababa en tablillas de arcilla, en metales como las monedas, en papeles como billetes, en pagos electrónicos…

(Sí, esto es del libro «La deuda: los primeros cinco mil años» de Graeber.)

Lo de la propiedad privada, uso y abuso:

«Si uno posee un coche, tiene derecho a evitar que toda otra persona, de todo el mundo, entre en él o lo utilice. Si uno lo piensa bien, es el único derecho que uno tiene en su coche que es absoluto: casi todo lo demás que se puede hacer con el coche está estrictamente regulado: dónde y cómo conducirlo, aparcarlo, etcétera.
Pero a diferencia de las sociedades libres (también llamadas igualitarias) nuestras sociedades toman esta cualidad absoluta y sagrada de la propiedad privada como paradigma de todos los derechos y libertades humanos. Es a esto a lo que se refería el politólogo C. B. Macpherson con su «individualismo posesivo». Así como el hogar de todo ser humano es su castillo, de igual modo su derecho a no ser asesinado, torturado o arbitrariamente encerrado reposa en la idea de que uno posee su propio cuerpo, del mismo modo en que uno es dueño de sus bienes muebles y posesiones.

En otras sociedades, los conjuntos sagrados (que comprenden no solo objetos físicos, sino también danzas, rituales y canciones) eran a menudo los únicos objetos que se trataban como propiedad privada: no solo las poseían en exclusiva individuos, sino que también se heredaban, compraban y vendían. Muchas veces se decía que los verdaderos «dueños» de la tierra u otros recursos materiales eran dioses o espíritus. Las personas adoptaban bien una actitud depredadora hacia los recursos -como solían hacer los cazadores, que se apropiaban de lo que pertenecía a los dioses-, bien una actitud cuidadora, en la que una persona es la propietaria o dueña de una franja de territorio o de unos animales, solamente si es la responsable final de cuidarlos y mantenerlos. A veces estas actitudes coexisten, como en la Amazonía, que implica capturar animales salvajes y adoptarlos como mascotas. Y es que estar sin propietario es estar expuesto, desprotegido.

Lo que hace única la concepción de propiedad del derecho romano -base de casi todos los sistemas legales de la actualidad- es que la responsabilidad de cuidar y compartir se reduce al mínimo, si es que no se elimina del todo. En derecho romano hay tres derechos básicos en relación con la posesión: usus (el derecho a usar); fructus (derecho a disfrutar los productos de una propiedad, como, por ejemplo, los frutos de un árbol) y abusus (el derecho a dañar o destruir). A poseer los dos primeros derechos se lo denomina usufructo, y bajo esta concepción de derecho no se considera auténtica posesión. La auténtica propiedad legal es, pues, tener la opción de no cuidar de ello, o incluso de destruirlo a voluntad: abusus.

Lo de la democracia (mayoritaria y directa):

David Graeber, en «Fragmentos de antropología anarquista», explica que:

La democracia mayoritaria solo puede emerger cuando se dan dos condiciones:
1. Una creencia de que las personas deberían tener igual derecho a hablar en las tomas de decisiones colectivas, y
2. un aparato coercitivo capaz de imponer esas decisiones.
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, ha sido extremadamente inusual que se den las dos condiciones simultáneamente:
Donde existen sociedades igualitarias (libres), es también habitual que se considere erróneo imponer la coerción sistemática.
Y donde ha existido una maquinaria de coerción, los que la controlan nunca han pensado que estaban imponiendo algún tipo de voluntad popular.»

«Una y otra vez, a lo largo y ancho del planeta, desde Australia hasta Siberia, comunidades igualitarias han preferido alguna variante del proceso de consenso. ¿Por qué? La explicación que propongo es esta: es mucho más fácil, en una comunidad con relaciones cara a cara, averiguar lo que la mayoría de los miembros de esa comunidad quiere hacer, que averiguar cómo convencer a aquellos que no están de acuerdo.

La toma de decisiones por consenso es típica de sociedades en las que no había ninguna forma de obligar a una minoría a aceptar la decisión de la mayoría, bien porque no había estado con el monopolio de la violencia, o porque el estado no tiene nada que decir sobre las formas locales de tomar decisiones. Si no hay ninguna forma de obligar a aquellos que no comulgan con la decisión de la mayoría a someterse a esta, entonces lo último que uno querría hacer es realizar una votación: una contienda pública en la que alguien será considerado perdedor. La votación sería el medio más adecuado para conseguir humillaciones, resentimientos, odios, en última instancia la destrucción de las comunidades«

«No resulta difícil ver por qué los dominadores odian la democracia directa. Porque su poder de dominación se eclipsaría rápidamente. La afirmación que hace la derecha a veces según la cual la democracia directa es una forma de tiranía es fácil de entender. Les parece una tiranía porque ellos ya no tienen el control y no pueden decirnos qué hay que hacer.
Nuestra libertad es despotismo para ellos.
Su libertad solo puede descansar en nuestra servidumbre.»

Y en El amanecer de todo, lo redondean así:

«La democracia, como la hemos acabado conociendo, es un juego de ganadores y perdedores que se disputa entre individuos de fortísima personalidad, mientras los demás quedamos reducidos básicamente al papel de espectadores.
Si buscamos un precedente en la antigüedad de este aspecto de la moderna democracia, no es en las asambleas de Atenas, Siracusa o Corinto donde debemos buscar, sino, paradójicamente, en los torneos aristocráticos de «eras heroicas», como los descritos en la Ilíada con sus inacabables agones: carreras, duelos, juegos, dones y sacrificios. Como ya hemos señalado, los filósofos políticos de las ciudades griegas no consideraban, en realidad, que las elecciones fuesen un modo democrático de seleccionar candidatos para cargos públicos. El método democrático era el sorteo o lotería, que funcionaba en gran parte como el moderno deber de formar parte de jurados. Se daba por sentado que las elecciones pertenecían al modo aristocrático (aristocracia con el significado de «gobierno de los mejores»), y permitían a los comunes – de un modo muy similar al de los siervos de la antigua aristocracia heroica – decidir quién, de entre los de alta cuna, debería ser considerado el mejor de todos; de alta cuna, en este contexto, eran sencillamente todos aquellos que podían costearse pasar gran parte de su tiempo jugando a hacer política.»

Están hablando de revolución, suena como un susurro:

Escribió David Graeber en Fragmentos de una antropología anarquista:

“Una revolución a escala mundial llevará mucho tiempo. Pero también es posible reconocer que ya está empezando a suceder. La manera más fácil de entenderlo es dejar de pensar en la revolución como una cosa -“la” revolución, el gran estallido catastrófico- y en su lugar preguntarse “¿qué es la acción revolucionaria?” Entonces podríamos sugerir: la acción revolucionaria es cualquier acción colectiva que rechaza, y por lo tanto confronta, alguna forma de poder o dominación y, al hacerlo, reconstituye las relaciones sociales, incluso dentro de la colectividad, bajo esa luz.
La acción revolucionaria no necesariamente tiene que apuntar a derrocar gobiernos. Los intentos de crear comunidades autónomas frente al poder serían, por ejemplo, casi por definición actos revolucionarios. Y la historia nos muestra que la acumulación continua de tales actos puede cambiar (casi) todo”.

«Los tsimihety de Madagascar fueron maestros en el arte de la evasión: bajo los franceses, los administradores se quejaban de que enviaban delegaciones para reclutar trabajadores con el fin de construir una carretera cerca de un pueblo tsimihety, negociando las condiciones con adultos aparentemente dispuestos a colaborar, y que volvían con el equipo al cabo de una semana solo para descubrir que el pueblo había sido completamente abandonado. Todos los habitantes se habían ido a vivir con familiares de otras partes del país.»

«La teoría del éxodo propone que la forma más efectiva de oponerse al capitalismo y al Estado liberal no es a través de la confrontación directa sino de lo que Paolo Virno ha llamado una «retirada emprendedora», una defección de masa protagonizada por quienes desean crear nuevas formas de comunidad.» Se trata de actuar, desconectarse de las pautas del modelo dominante, para forjar nuevas formas de relación y comunidad.

http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2023/05/el-amanecer-de-todo-sobre-como-ver-la.html

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