Robert F. Kennedy Jr., quien suspendió su campaña presidencial independiente para respaldar al presidente electo Donald Trump, podría ser el próximo “zar de la salud” o al menos tener un puesto influyente en el sector salud. Kennedy tiene ideas francamente opuestas a las del exzar Anthony Fauci y se espera enorme controversia. .Kennedy ha cuestionado las regulaciones sanitarias establecidas y sus llamados a reformar profundamente las agencias de salud. Sus recientes declaraciones sobre “limpiar” los departamentos de nutrición de la FDA y otros reflejan su disposición a realizar cambios radicales en el sistema de salud en Estados Unidos.
En una entrevista televisada con MSNBC, Kennedy fue tajante sobre la necesidad de una reforma extensiva en la FDA. Dijo que “limpiaría” departamentos que considera “no están haciendo su trabajo” y que no protegen la salud pública. “En algunas categorías, hay departamentos enteros, como el departamento de nutrición de la FDA, que tienen que desaparecer, que no están haciendo su trabajo, que no están protegiendo a nuestros hijos”, enfatizó Kennedy. “Puedo eliminar la corrupción de las agencias, es lo que he estado haciendo durante 40 años”.
La postura de Kennedy busca terminar con lo que describe como la “supresión agresiva” por parte de la FDA de tratamientos alternativos y prácticas de salud natural. En redes sociales, emitió una fuerte crítica a la agencia, escribiendo: “La guerra de la FDA contra la salud pública está a punto de terminar”. Esto incluye “su agresiva supresión de los psicodélicos, los péptidos, las células madre, la leche cruda, las terapias hiperbáricas, los compuestos quelantes, la ivermectina, la hidroxicloroquina, las vitaminas, los alimentos limpios, la luz solar, el ejercicio, los nutracéuticos y cualquier cosa que mejore la salud humana y que no pueda ser patentada por la industria farmacéutica”.
La crítica de Kennedy a la postura de la FDA sobre los psicodélicos y tratamientos alternativos refleja su visión general de una reforma en la salud pública. A lo largo de la última década, se ha convertido en uno de los críticos más abiertos tanto de la supervisión regulatoria en el sistema de salud como de los supuestos vínculos entre las agencias de salud y la industria farmacéutica. Su organización, Children’s Health Defense (CHD), ha estado activa en campañas contra las vacunas obligatorias, especialmente para niños, y se ha posicionado como un vigilante en temas que considera que el gobierno y los medios han malinterpretado.
Sin embargo, su escepticismo también lo ha convertido en una figura polarizante, especialmente en la comunidad científica. Muchos expertos expresan cautela ante la posibilidad de que ocupe un cargo de liderazgo en políticas de salud pública, señalando los riesgos de poner a alguien con posturas anti-establishment al frente del sistema sanitario. Las posiciones de Kennedy sobre las vacunas, los pesticidas y los productos farmacéuticos han generado duras críticas. En 2019, Kennedy y CHD participaron en una campaña anti-vacunas en Samoa, que según algunos contribuyó a una caída en las tasas de vacunación y a un brote mortal de sarampión.
Profesionales de la salud han manifestado su preocupación sobre las implicaciones de un cambio tan radical en el liderazgo de la política sanitaria en EE. UU. “Es muy triste para mí que, como comunidad, hayamos tomado la innovación más magnífica en la salud humana en la historia de la humanidad y la hayamos convertido en un arma política”, dijo la doctora Catherine Ohmstede. Los críticos temen que el mandato de Kennedy como líder en políticas de salud pueda obstaculizar programas de salud pública esenciales y desorganizar prácticas que han sido fundamentales en la prevención de enfermedades.
Incluso dentro de su familia, las opiniones de Kennedy no han quedado sin cuestionamiento. Su primo, el abogado de salud Ted Kennedy Jr., ha expresado públicamente su desaprobación por la decisión de Trump de elevarlo en el sector de la salud. “No podemos poner a nadie a cargo del sistema de salud que no entienda cómo los médicos y científicos desarrollan las mejores prácticas y nos mantienen seguros, y que no tenga formación médica ni conocimientos sobre cómo se organiza, entrega y paga la atención médica”, declaró.
A pesar de estas advertencias, Trump ha reafirmado su confianza en la capacidad de Kennedy para “sacudir las cosas”. Durante un reciente mitin en el Madison Square Garden, Trump insistió en sus intenciones de dejar que Kennedy “se vuelva loco con la salud, con los alimentos, con los medicamentos”, mostrando que ve en el enfoque poco ortodoxo de Kennedy una posible solución a lo que él percibe como inercia burocrática.
Mientras Kennedy se prepara para abordar agencias como la FDA y el HHS, su misión parece clara: desafiar las políticas de larga data que, según él, han inhibido la medicina alternativa y la innovación en salud. Con promesas de renovar cómo el país aborda la salud y el bienestar, el posible nombramiento de Kennedy se perfila como uno de los desarrollos más observados en el ámbito de la salud pública, atrayendo tanto a fervientes seguidores como a críticos acérrimos.