En la víspera del Nuevo Año, en todos los templos budistas japoneses se tocan 108 campanadas para despedir en viejo año y abrir un nuevo capítulo en nuestras vidas. Esta tradición budista, llamada «Joya no Kane» es una tradición profundamente venerada en los templos budistas japoneses, tiene un profundo significado histórico, simbólico y espiritual.
Históricamente, Joya no Kane está entrelazada con la comprensión budista del sufrimiento humano y los medios para trascenderlo. El número 108 corresponde a los deseos terrenales o kleshas, que se consideran obstáculos para la Iluminación. Según las enseñanzas budistas, estos deseos surgen de la Ignorancia y el apego, perpetuando el Ciclo del Samsara, la rueda interminable de nacimiento, muerte y renacimiento. El sonido de la campana disipa simbólicamente cada una de estas impurezas, proporcionando un recordatorio tangible de la posibilidad de liberación a través de la práctica espiritual.
Los orígenes de Joya no Kane se remontan a los antiguos rituales budistas, aunque su forma específica en los templos japoneses refleja adaptaciones culturales locales. En el Período Heian (794-1185), el sonido de la campana se había convertido en una característica importante de la vida del templo, utilizada no solo para marcar el tiempo, sino también para señalar ceremonias importantes y guiar las prácticas de meditación. Con el tiempo, el sonido de fin de año se convirtió en un acto simbólico de purificación, en consonancia con el énfasis cultural japonés en la limpieza y la renovación al final del año. Esta síntesis de filosofía budista y tradición japonesa subraya la adaptabilidad y la relevancia duradera del Dharma.
Simbólicamente, cada sonido de la campana está cargado de significado. El sonido de la campana resuena profundamente en los corazones de quienes lo escuchan, evocando una sensación de fugacidad e interconexión. El tono profundo y resonante de la campana se asemeja a la Voz de Buda, que llama a todos los seres a Despertar del letargo del Sueño de la Ignorancia y abrazar el Camino hacia la Iluminación. A medida que las vibraciones de la campana se disipan en la quietud de la noche, recuerdan a los devotos la impermanencia de todas las cosas y la importancia de vivir con conciencia y compasión.
La práctica de Joya no Kane también es profundamente comunitaria. En muchos templos, monjes y practicantes laicos se reúnen para participar o presenciar la ceremonia. En algunas tradiciones, se invita a los miembros de la Sangha a turnarse para tocar la campana, enfatizando la naturaleza compartida tanto del sufrimiento como de la liberación. Este acto colectivo de reflexión y renovación refuerza el principio budista de interdependencia, recordando a los participantes que sus acciones e intenciones se propagan hacia afuera, afectando el bienestar de todos los seres. Además de sus dimensiones espirituales, Joya no Kane sirve como un conmovedor marcador del tiempo y la transformación. A medida que el año viejo se desvanece, la ceremonia ofrece la oportunidad de dejar atrás los errores, los remordimientos y los patrones nocivos del pasado. El toque final de la campana, que coincide con la llegada de la medianoche, significa un nuevo comienzo, imbuido de la esperanza y la posibilidad del nuevo año. Esta dualidad de liberación y renovación encapsula la esencia de la práctica budista: un giro continuo hacia el Despertar.
Con todo esto, podemos ver que el sonido de la campana no es un mero ritual para marcar el paso del tiempo, sino un acto de purificación y renovación. Cuando el primer repique resuena en la noche, se nos recuerda nuestra capacidad de Despertar a la Verdad. Con cada repique sucesivo, las cargas del año pasado (los arrepentimientos, las malas acciones y las palabras desagradables) se van desvaneciendo suavemente, dejando espacio para que la Luz del Buda entre en nuestras vidas. Cuando la campana número 108 se desvanece en el silencio, se nos invita a entrar en el nuevo año como seres renovados, centrados y abiertos al poder transformador del Dharma.
Pero no pensemos que esta ceremonia se trata solo de soltar. El sonido de las campanas es también una invocación, un llamado a abrir nuestros corazones y mentes a las bendiciones y la Gracia del Buda Eterno. Es un recordatorio de que la Compasión del Buda es ilimitada, su Sabiduría infinita y su Presencia omnipresente. Cuando escuchamos el repique bajo y resonante de la campana, recordamos que la Gracia del Buda no es algo distante o inalcanzable; está aquí, ahora, envolviéndonos como un suave abrazo, si tan solo tenemos el coraje de recibirla.
Al amanecer del Nuevo Año, se nos invita a cultivar tres cualidades sagradas dentro de nosotros. La primera es la Atención Plena, ya que es a través de la conciencia del momento presente que podemos ver el surgimiento y la desaparición de los deseos y las ilusiones, y así aflojar su dominio. La segunda es la Gratitud, ya que cada campanada es un regalo, una oportunidad de comenzar de nuevo. Y la tercera es la Resolución, el compromiso de recorrer el Camino del Bodhisattva con sinceridad y devoción, confiando en que cada paso nos acerca a la liberación y la paz.
Recordemos también que este ritual no es meramente personal sino colectivo. Cuando las campanas suenan, sus vibraciones llegan lejos y a lo ancho, tocando los corazones de todos los seres. Mientras la Sangha se reúne para escuchar, cantar y reflexionar, fortalecemos los lazos de interconexión, recordándonos que nuestra liberación está entrelazada con la liberación de todos. El sonido de las campanas se convierte en una oración para que todos los seres puedan Despertar a su Verdadera Naturaleza, encontrar Refugio en el Dharma y experimentar la alegría ilimitada de la liberación.
Por todo esto, al escuchar la campana del templo en esta solemne ceremonia, llevemos estas reflexiones en nuestros corazones. Escuchemos profundamente su llamado, permitiendo que su sonido nos inunde como una ola purificadora. Liberemos todo lo que ya no nos sirve y abrámonos a las infinitas bendiciones y Gracia del Buda. Y cuando la primera luz del Nuevo Año irrumpa en el horizonte, avancemos con coraje y esperanza, listos para encarnar el Dharma y compartir su Luz con todos los que encontremos.
Que el sonido de las 108 campanas sea un Puente hacia el Despertar, un bálsamo para los cansados y un faro de esperanza para el año que viene. Que el sonido de la campana eleven uestras oraciones por la paz y el bienestar y las haga realidad para todos los seres en el mundo. Svaha.
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