Por Antonio O’Mullony
BlackRock, el principal fondo de inversión del planeta, ha anunciado que se retira del programa Net Zero Asset Managers, la iniciativa patrocinada por la ONU para apoyar el objetivo de reducir a cero las emisiones de carbono antes de 2050.
La decisión de la entidad liderada por Larry Fink, que gestiona activos por un valor que triplica el PIB de España —más de 25.000 millones sólo en empresas del IBEX 35—, se ha hecho pública por medio de una carta a sus clientes. En ella defiende que su participación en iniciativas como Net Zero «expone» a sus gestores a investigaciones legales por parte de funcionarios públicos y afirma que, «tras una revisión rutinaria», han decidido hacer formal su salida.
El presidente de la Comisión de Justicia de la Cámara de Representantes, el republicano Jim Jordan, ha calificado el paso de BlackRock como «una gran victoria para la libertad y la prosperidad estadounidenses. Todas las instituciones financieras de los Estados Unidos deberían hacer lo mismo y abandonar el cartel climático y las políticas woke».
En diciembre, ese mismo órgano solicitó información a BlackRock y otros gestores de activos involucrados en la iniciativa de emisiones cero de la ONU, por su posible daño a la economía del país norteamericano.
Antes, en noviembre, BlackRock y otras entidades financieras similares fueron demandadas por Texas y otros diez estados gobernados por republicanos, por reducir la producción de carbón en los Estados Unidos y contribuir al aumento de los precios de la energía, a causa del activismo medioambiental.
BlackRock no está sola en este cambio de rumbo. JPMorgan, Goldman Sachs y Wells Fargo también han abandonado recientemente iniciativas climáticas de la ONU, en una escenificación orquestada de un cambio en la relación entre gigantes empresariales y políticas woke.
El movimento, antes de que se produzcan más consecuencias políticas, llega tras años de proliferación de consultoras y departamentos empresariales centrados en la «diversidad racial», la «igualdad de género» o la implantación de «energías verdes».
Un cambio nada moral, todo táctico, que tal vez aseste un golpe a las políticas de inversión basadas en criterios ecologistas a los que se han tenido que adherir millones de pequeñas compañías, presionadas por sus inversores y por las propias leyes.