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Transcribo a continuación esta charla del ya fallecido ecoteólogo Thomas Berry en la que aporta una lúcida e innovadora perspectiva sobre los derechos de los seres vivos y cómo debería el ser humano cambiar su punto de vista para lograr la armonía con el planeta.
La primera cosa que hay que identificar en la relación Tierra-Hombre es que la Tierra es primaria y los humanos son derivados. Los humanos existen como perfeccionamiento de la Tierra, no es que la Tierra esté aquí para el perfeccionamiento de los humanos. Porque el proyecto de la Tierra, como leemos en gente como Aristóteles y otros grandes clásicos, particularmente para periodos álgidos de la historia antigua de occidente, menciona que el planeta Tierra, o el universo, es la perfección última y más notable que hay en las cosas. Y todo lo que hay en el universo es en último término para el perfeccionamiento del universo.
En cierto sentido, la humanidad es el modo en que el universo se crea a sí mismo, porque el humano se puede definir como el ser en que el universo se refleja, y se celebra a sí mismo en una forma especial de autoconciencia. De este modo, esta primera cosa que hay que reconocer es que los humanos están, o deberían estar, integrados en la Tierra. Esta es una vision muy novedosa en el mundo occidental, que ha estado tan obcecado con la gloria de la humanidad y con los derechos de los humanos, qu pasó por alto el hecho de que los humanos estan relacionados con la Tierra.
Se podría resumir la situación actual de la humanidad con una simple afirmación: en el siglo XX, la gloria de la humanidad se ha convertido en la desolación de la tierra y ahora la desolación de la tierra se está convirtiendo en el destino de la humanidad.
De ahora en adelante, la evaluación primordial de todas las instituciones, profesiones, programas y actividades humanas vendrán determinada por el grado en que inhiban, ignoren o promuevan relaciones mutuamente fortalecedoras entre la humanidad y la Tierra.
Al pensar cómo funcionará esto con los propios principios de nuestra existencia humana se podrían seleccionar cuatro áreas principales que tienen autoridad sobre el proyecto humano: el orden político-social, el orden de la educación, el orden económico y el orden de la religión. Estos cuatro proyectos están todos directamente involucrados en la determinación del futuro.
- La religión tiene mucho que ver con esto, si simplemente empezara a ser más consciente de la significancia revelatoria del mundo natural.
- La educación: está claro que los niños deben tener contacto con los sistemas de la vida natural. Se han escrito libros sobre los niños y su necesidad, sencillamente para su desarrollo mental y emocional normal, de tener contacto con la montaña, con el aire, con el mar, con el alba, la puesta de sol, los árboles, los pájaros, el canto de los pájaros… Los niños que no tienen estas experiencias no tienen un conocimiento real del mundo en que vivimos. Empiezan a vivir en una casa, en una escuela, en una ciudad, todo es manufacturado. Y empiezan a aislarse progresivamente de la dinámica básica en que consiste la vida humana. Esta es una situación muy clara, y se ha sugerido que esta falta de contacto lleva a un desorden por ‘déficit de naturaleza’ en los niños. Así, el futuro de los niños depende muy directamente de un mayor equilibrio funcional entre la existencia humana y el mundo natural.
- La economía: debemos recuperar algún sentido de los sistemas de la vida natural y darnos cuenta de que nuestra alteración de la Tierra y nuestros procesos de contaminación están intimamente relacionados con la economía de nuestro mundo.
- Y luego tenemos también el orden político. El aspecto más absurdo del orden político de los tiempos modernos es la idea de que solo los humanos tienen derechos. Eso es lo más absurdo y autodestructivo que se puede imaginar. Porque todos los seres tienen derechos; los derechos vienen de la existencia. El derecho es simplemente dar a cada ser su cometido. Esa es una definición breve de derecho.Todos los seres que existen tienen tres derechos: el derecho a existir, el derecho a un hábitat y el derecho a cumplir su función en la gran comunidad de la existencia.
De esta manera, cualquier persona tiene un modo muy directo e inmediato de pensar sobre el siglo XXI. Porque si no respondemos a esto con un mejor ajuste del impacto mutuo entre la Tierra y la humanidad, entonces tendremos dificultades. En buena medida la nuestra es una dificultad de lenguaje. La gente no llega a darse cuenta de que el lenguaje es polivalente y en particular cuando una persona usa la palabra ‘derecho’ para el mundo no humano se piensa que ‘derecho’ es un continuo único. El derecho es un término análogo a ‘similar y distinto’. Como cuando una persona dice ‘un árbol tiene derechos’, pero un árbol no tiene ‘derechos humanos’ porque los derechos humanos serían inútiles para un árbol. Un árbol necesita ‘derechos del árbol’, los pájaros necesitan ‘derechos del pájaro’, las plantas necesitan ‘derechos de la planta’. Y toda la cuestión de la Ley y el Derecho debe reconocer lo que llamamos ‘diversidad dentro de la continuidad’. Es una diferencia cualitativa, no cuantitativa. Por tanto, no es que los humanos tengan más ni menos. Los humanos no tienen ‘más derechos’ que los pájaros, tienen ‘derechos distintos’. Esta capacidad de reconocer la diferencia impregna una enorme cantidad de asuntos de la humanidad.