El temido «Despertar Político Global» de Zbigniew Brzezinski se encuentra en pleno apogeo. Revueltas en Egipto, Yemen, Túnez y otros países representan un llamado a la acción verdaderamente monumental a nivel mundial por la libertad que amenaza con estropear enormemente la agenda por un gobierno mundial, pero sólo si los exitosos revolucionarios pueden evitar que sean cooptados por una paranoica y desesperada élite global.
Durante un discurso del Council on Foreign Relations en Montreal el año pasado, el cofundador de la Comisión Trilateral, junto a David Rockefeller, y asistente regular a Bilderberg, Zbigniew Brzezinski, advirtió de un «despertar político global», que involucraba fundamentalmente a la juventud de los Estados en Desarrollo, amenazando derrocar al orden internacional existente.
Leer en toda su extensión las palabras de Brzezinski, en vista de las revueltas globales que ahora vemos extenderse como reguero de pólvora por todo el planeta, nos otorga un asombroso panorama de qué tan crucialmente importante será el resultado de esta fase de la historia moderna para el futuro curso geopolítico del mundo, y a su vez para la supervivencia y la expansión de la libertad humana en general.
Es importante destacar que Brzezinski no elogia la aparición de este «despertar político global»; lo está criticando. Como uno de los de los principales arquitectos de la «jerarquía global existente» a la que se hace referencia, Brzezinski se encuentra bajo amenaza directa, así como la continua capacidad de la élite global en general de controlar los asuntos mundiales.
Brzezinski se lamenta el hecho de que Internet ha hecho casi imposible para la élite global el controlar el ambiente político, controlar los pensamientos y el comportamiento de un millón de personas, que es precisamente la razón por la que Egipto decidió cerrar la web ayer en un desesperado intento por impedir que los activistas se organizaran contra el Estado.
Como es habitual cada vez que disturbios y revoluciones aparecen repentinamente así como de la nada, la historia nos advierte de no tomar lo que vemos por su valor nominal, y recordar las numerosas «revoluciones de color» artificiales que no sirvieron a otro fin más para permitir que la élite global de FMI y el Banco Mundial derrocara a un gobernante díscolo y saquear el país por la puerta trasera a través de los regímenes títeres que instalan posteriormente.
Sin embargo, el efecto dominó de la revolución global que se ha acelerado en las últimas semanas parece haber nacido de un anhelo de bases, orgánico, por verdadera libertad, y el fin a los regímenes dictatoriales que Estados Unidos y la élite bancaria han ayudado a mantener.
La revuelta global difundiéndose por todo Medio Oriente y África del Norte, que ya ha tocado Europa con disturbios y huelgas en Italia, Francia, Grecia y el Reino Unido el año pasado, se caracteriza por ser una reacción violenta contra la dictadura, la brutalidad policial y represión política. Estos factores han constituido el hirviente trasfondo para el resentimiento por años, pero sólo gracias a una mayor educación y un acceso más fácil a la información y la capacidad de organizarse a través de la Internet consiguieron una nueva generación de activistas que, finalmente, dijo “basta”. La espiral de precios en los alimentos, la inflación, los combustibles, los bajos salarios y el alto desempleo también han desempeñado un papel central.
Como escribe Andrew Gavin Marshall en su excelente artículo, ¿Somos Testigos del Comienzo de una Revolución Global?, «no debemos desestimar las protestas y levantamientos como instigados por Occidente; surgieron de forma orgánica, y Occidente intentó posteriormente cooptar y controlar a los movimientos emergentes.».
En el caso de Egipto, Yemen y Túnez, los tres regímenes han disfrutado de la ayuda de del complejo militar-industrial estadounidense durante décadas. Los tres eran estados vasallos, completamente funcionales al nuevo orden mundial. No hubo necesidad de idear u orquestar «revoluciones de color» para la élite global en estos países.
En efecto, la suerte estaba echada cuando el gobierno de Obama expresó su apoyo al dictador de 30 años, Hosni Mubarak, cuando en una entrevista a PBS ayer, el Vicepresidente Joe Biden dio a entender que las demandas de los manifestantes eran ilegítimas.
«La acción refleja de los poderes imperiales es sustentar y apoyar a regímenes opresivos, como también el potencial de organizar una desestabilización a través de operaciones encubiertas o guerra abierta (como se está haciendo en Yemen).», escribe Marshall. «La alternativa es desarrollar una estrategia de «democratización» donde las ONG, y agencias ayuda y organizaciones de la sociedad civil occidentales establezcan fuertes contactos y relaciones con la sociedad civil nacional en estas regiones y naciones. El objetivo de esta estrategia consiste en organizar, financiar y ayudar a dirigir la sociedad civil nacional para producir un sistema democrático, hecho a la imagen de Occidente, y por tanto, mantener la continuidad de la jerarquía internacional. Esencialmente, el proyecto de «democratización» implica la creación del constructo visible de un Estado democrático (elecciones pluripartidistas, sociedad civil activa, medios de comunicación «independientes», etc.) y sin embargo, mantener la continuidad de la subordinación al Banco Mundial, el FMI, corporaciones multinacionales y potencias occidentales.»
Recuerda – cualquier país que conserva su propia soberanía, actúa principalmente en función de sus propios intereses e intenta constituirse como un estado próspero, y culturalmente fuerte, es un enemigo de los globalistas. La jerarquía internacional, demanda la sumisión, dependencia, debilidad y el deterioro del patrimonio y la cultura a fin de que todas las naciones sean encerradas en la esfera de control del gobierno global.
No se equivoquen en esto, somos testigos de una revolución global, la edad de la furia está cayendo sobre nosotros, alcanzado todos los rincones del planeta como fichas de dominó. Si consigue o no derrumbar a la actual jerarquía global, como teme Zbigniew Brzezinski, queda por ver, pero seguramente dependerá de quién controle los nuevos gobiernos que sustituirán a los gobernantes derrocados – el pueblo que comenzó el proceso de cambio, o el Banco Mundial, el FMI, las ONGs y el resto de las élites globales que se encuentran desesperadas por salvar de desastre a su agenda de gobierno mundial.
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