Al menos 10 personas resultaron muertas y otras 83 heridas ayer en Kandahar, al sur de Afganistán, durante una nueva manifestación contra la quema del Corán en una iglesia de EE UU. El día anterior una marcha similar en Mazar i Sharif degeneró en un asalto a las oficinas de la ONU en esa ciudad que dejó 20 muertos, entre ellos 7 empleados extranjeros de dicha organización. No está claro si la violencia, la peor en meses, está inducida por los insurgentes como afirman las autoridades. En cualquier caso, las protestas muestran la extremada sensibilidad de los afganos hacia cualquier insulto contra su religión y su creciente hartazgo con la presencia occidental en su país.
En otro incidente, cuatro terroristas suicidas intentaron sin éxito forzar su entrada en Camp Phoenix, una base militar estadounidense a las afueras de la capital afgana, Kabul. Según un responsable de la policía afgana, dos de ellos iban disfrazados de mujeres, cubiertos con sendos burkas. Uno de estos se hizo estallar ante el portón de acceso, lo que permitió al segundo adentrarse unos metros antes de detonar sus explosivos. Sus dos cómplices resultaron muertos por los disparos de los guardas antes de que pudieran entrar. No hubo otros heridos y un portavoz militar estadounidense, el comandante Michael Jackson, declaró que no había «ninguna indicación» de que el ataque estuviera vinculado a las protestas por la quema del Corán.
En Kandahar, varios miles de jóvenes armados con palos tomaron desde media mañana las calles de diversos barrios de la ciudad, según testimonios recogidos por las agencias de prensa. A los gritos de «Muerte a América», «Muerte al Gobierno de Karzai» y «Han insultado al Corán», la turba quemó neumáticos y en algunos casos también coches. Los comercios cerraron a su paso y la mayoría de la gente optó por mantenerse alejada de las calles. Varios periodistas denunciaron haber sido agredidos cuando intentaban cubrir la protesta.
A media tarde, varios centenares de manifestantes aún mantenían una sentada en la plaza central de Kandahar, pero habían dejado de oírse disparos. No obstante, un enorme despliegue policial bloqueaba el acceso a la zona. Los agentes también impidieron que un grupo de exaltados se dirigiera hacia la misión de la ONU en esa ciudad.
«Al menos nueve personas han resultado muertas y 81 heridas, así como numerosos bienes públicos y privados destruidos, durante una manifestación que se tornó violenta», informó un comunicado oficial. Pero más tarde el responsable del principal hospital de Kandahar, Daud Farhad, dijo a la agencia France Presse que habían recibido «10 muertos y 83 heridos» de bala o por pedradas. Entre estos últimos, había un agente de los servicios secretos y un policía. El resto eran manifestantes.
Como el día anterior en Mazar i Sharif, la policía dijo que algunos manifestantes portaban armas de fuego y reconoció que sus agentes habían usado munición real para acallar los disturbios. El portavoz del gobernador atribuyó las protestas a los insurgentes talibanes que habrían usado la quema del Corán como excusa para incitar a la violencia ahora que su influencia en la sureña Kandahar se ha visto disminuida por la campaña de las fuerzas de la OTAN hace unos meses.
También los responsables de Mazar i Sharif acusaron ayer a los insurgentes de haber utilizado las protestas como una tapadera para atacar el recinto de Naciones Unidas. Sin embargo, un portavoz talibán citado por la agencia Reuters negó que su grupo hubiera tenido algo que ver en los incidentes de Mazar i Sharif o Kandahar. «Ha sido la reacción de los afganos», dijo Zabiulá Mujahid. El Ministerio del Interior anunció que iba a enviar una delegación de alto nivel para investigar la causa del ataque, la posible implicación talibán y por qué la policía no había podido evitar la matanza. De momento, hay 30 sospechosos detenidos.
El presidente afgano, Hamid Karzai, telefoneó al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para expresarle sus condolencias por lo sucedido. Karzai, que calificó el ataque de «cruel», se comprometió a investigar el ataque y llevar a los responsables ante la justicia, según un comunicado.
Pero el presidente de Afganistán también pidió a Ban que «despierte las conciencias sobre (…) el carácter sagrado de la fe y sobre el diálogo de religiones, en especial en los países donde se han perpetrado esas prácticas sacrílegas». El secretario general, por su parte, le agradeció el gesto y le comunicó el envío de dos altos responsables de la ONU para revisar la situación de seguridad. Su representante en Kabul, Staffan de Mistura, dijo anoche que a pesar del ataque, la ONU va a permanecer en Afganistán. El personal internacional de su oficina en Mazar ha sido provisionalmente trasladado a la capital
«Todo el mundo siente lo ocurrido. Ha sido un gran error y no era eso lo que se pretendía», asegura a este diario desde Kabul Aziz Rafiee, director del Afghan Civil Society Forum. Rafiee acepta la explicación oficial de que hombres armados se infiltraron entre los manifestantes. «No puede ser de otra manera porque la gente que se congregó a la salida de las mezquitas no tenía armas», afirma. No obstante, acusa al Gobierno de carecer de las medidas antidisturbios necesarias para hacer frente a una situación así y no haber podido impedir el asalto a la sede de la ONU. En su opinión, «las emociones de la gente [respecto a la quema del Corán] se han mezclado con el juego político afgano con terribles consecuencias».
Thomas Ruttig, codirector del Afghanistan Analysts Network y con una larga experiencia en el país, comparte esa idea. «El nivel de irritación entre los afganos se ha disparado a causa del aumento de las víctimas de las fuerzas occidentales, las últimas en Kunar y Helmand. El incidente del Corán se ha sumado a ese malestar», resume. Ruttig precisa que «eso no justifica lo sucedido, pero es un factor que hay que tener en consideración». Aunque en Kabul, Herat o Tahar las manifestaciones transcurrieron de forma pacífica, ese recelo antioccidental hace que resulte muy fácil manipular los sentimientos.
Mazar i Sharif era una de las ciudades más tranquilas de Afganistán. De hecho, el Gobierno de Kabul la incluyó el mes pasado entre las primeras de cuya seguridad van a hacerse cargo las fuerzas de seguridad afganas. Lo ocurrido el viernes sin embargo puede retrasar ese plan. La violencia de los dos últimos días es la peor sufrida por el país en los últimos meses. Muchas de las organizaciones humanitarias internacionales pidieron a su personal que no saliera de casa.
FUENTE https://selenitaconsciente.com