La falta de aceptación de lo inevitable es fuente de sufrimiento y de desarmonía. Aceptar los límites de la vida y los reveses del destino (la inevitabilidad de lo que no depende de nosotros), sin instalarnos en la rebelión o en la amargura, no nos evita el dolor, pero lo toma sereno, más aún, alquímico, pues antes o después, y por sendas interiores ocultas, el dolor aceptado terminará elevándonos y liberándonos.
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