La fragmentación ilusoria
Nuestra mente, tan bien educada para captar las diferencias, ha quedado a resultas de ese entrenamiento, bastante incapacitada para percibir la unidad subyacente a eso que llamamos realidad. Esta unidad sólo puede trocearse de manera virtual. Con otras palabras, la fragmentación es un producto de la mente, no un atributo de la realidad. Pero la transitoria identificación con el cuerpo-mente y la necesidad, también caduca, de representar y defender los intereses de este cuerpo concreto, nos lleva a tomar por esenciales unas diferencias que sólo son parciales, relativas y circunstanciales. Son puntos de vista creados desde la limitada perspectiva asumida por la conciencia que observa a través del cuerpo. Si la conciencia deja de identificarse con el cuerpo-mente, la unidad se manifiesta sin tapujos. Desaparece entonces el espejismo de que este fragmento aparente es más crucial o más importante que aquel otro, porque todas las fracciones percibidas son necesariamente interdependientes y, por tanto, imprescindibles para la existencia del conjunto, es decir, de la unidad o del todo.