«Llamamos o recibimos llamadas precisamente para no estar allí donde estamos. Ese rescoldo tenaz y desazonador que queremos olvidar lo antes posible que es nuestro cuerpo. El ágora capitalista es esta imagen: la de una plaza donde se reúnen miles de personas para darse la espalda unas a otras y declarar por teléfono a miles de ausentes diferentes: “No estoy aquí”, “no estoy en ninguna parte”. Santiago Alba Rico, filósofo.
«La vida nos parece que es la vida dentro de la pantalla. La gente puede pensar que cuando sale en la pantalla, existe. Hay una telerrealidad muy potente. La gente lleva aparatos que la relacionan permanentemente con el exterior: teléfono móvil, iPhone… Y contra esta ilusión sólo se puede luchar con la educación.» Marc Augé, antropólogo.
Alrededor del mundo,
más de 3.000 millones de usuarios se comunican por el
móvil.
Los móviles, según la antropóloga japonesa Mizuko Ito, establecen nuevas maneras de contacto social. «El espacio urbano está altamente personalizado, ya no es un sitio de anonimato. Los jóvenes están en contacto social incluso cuando están solos (…). A pesar de que el entorno urbano está siendo homogeneizado por la afluencia de franquicias, los teléfonos móviles se convierten en dispositivos para personalizar y personalizar hasta el más genérico de los lugares urbanos.«
Pero también genera miedos, como los generados por los primeros teléfonos fijos, como cuenta la socióloga Amparo Lasen «como la creencia a finales del XIX de que los teléfonos podían contagiar enfermedades infecciosas, como la tuberculosis o la gripe. (…) como en el caso del rumor extendido en 1885 en Montreal acerca de una epidemia de viruela que se contagiaba por el aliento humano a través del teléfono.»
«Así, en Estados Unidos y Gran Bretaña a finales del XIX, publicaciones médicas trataban del exceso de presión en los oídos y de la excitación nerviosa producidos por el teléfono, que provocaban mareos, patologías mentales y adicción.
Hoy, «suscitan temores por la fluidez y accesibilidad social que generan, la desaparición de las barreras sociales que distinguen espacios (públicos y privados, laborales y domésticos…), tiempos, relaciones entre individuos de distinto género, edad, raza, clase…»
En cualquier caso, explica la socióloga, la paradoja del móvil es su capacidad de reducir la soledad y aumentar el sentimiento de seguridad psicológica y física incluso, al tiempo que produce angustia, tensión y estrés por la posibilidad de contacto permanente, de verse continuamente interrumpidos. «La compañía de seguros de accidente británica Accident Group despidió enmayo de 2003 a más de 2000 empleados, a muchos de ellos el anunció les llego a través de un SMS enviado por los empleados de recursos humanos a susmóviles de trabajo fuera de las horas de oficina, evitando así una primera reacción colectiva a la noticia dentro de los locales de la empresa.» Los móviles dan mayor flexibilidad, pero causan ansiedad cuando no lo tienen. ¿Habré perdido alguna llamada importante?
Sea como sea «El denominador común entre culturas, independientemente de la edad, el sexo y el contexto es: llaves, dinero y, si tienes uno, el teléfono móvil. ¿Por qué estos tres objetos? Sin querer parecer exagerado, esencialmente se trata de supervivencia.» asegura Jan Chipchase, investigador de diseños de una famosa marca de telefonía móvil.
Antti Kujala, su colega, explica su trabajo: «Nuestro proceso comienza con un
equipo de antropólogos y psicólogos que trabajan en nuestro grupo de diseño. Ellos invierten tiempo en la observación de cómo tipos específicos de personas en todo el mundo se comportan y se comunican. (…)»
«Por años los antropólogos han estado estudiando como hace la gente de las zonas rurales para superar las barreras de la comunicación, para enfrentar su vida diaria. Uno de los factores determinantes fue el costo, lo cual significaba que el uso de los móviles era compartido por varias familias o villorrios.»
En barrios pobres de Nairobi, se forman clubes en los que los miembros aportan un dinero en común para comprar teléfonos móviles para todos los miembros, y realizan sorteos para ver en qué orden los consiguen. La financiación comunitaria nunca ha sido asunto de estas empresas de telefonía móvil, pero saben que tienen que innovar para alcanzar a esos mil millones de clientes emergentes de escasos recursos económicos.
En países emergentes como India o China, la
economía sumergida, es la norma. Existen redes comerciales informales de reparación de móviles y comercialización de
móviles “piratas” que copian diseños de marcas o venta de software también “pirata”. El antropólogo Jaris Mujica hizo un estudio titulado «Mercado Negro: estrategias informales para acceso a la telefonía movil», limitado en Hatary Llacta en El agustino, Lima.
«La construcción de un mercado formal creciente y amplio marcha de la mano con la construcción de un mercado informal (también creciente y amplio) y con prácticas que escapan, rebasan o quiebran la normatividad sobre la telefonía».
La conclusión es que dichos actos de corrupción no son intentos de subvertir el orden del sistema, sino una manera alternativa para poder ingresar en el mismo sistema, mediante mecanismos más asequibles, más fáciles, más baratos y al margen. Para muchos, es la única manera.
Las empresas de telefonía móvil lo saben, y han decidido no dar la espalda a este mercado alegal: saben que estos consumidores constituyen por su número uno de los mercados de mayor volumen. De esta manera, «aprenden» o sacan ventaja de las innovaciones alternativas de estos usuarios para, posteriormente, venderlas en forma de “nuevos” productos y servicios.
Un caso claro es el que cuenta Jan Chipchase sobre los
servicios callejeros de carga de móviles que ha observado en Kampala, Uganda, y en otras zonas donde el acceso a la electricidad es muy limitado. Las empresas, a sabiendas de estos servicios callejeros, sacan ventaja del tiempo de espera de los usuarios en el que sus baterías se recargan, para ofrecerles
una nueva oferta de sus servicios.
Otro ejemplo es la utilización de furgonetas para llegar a sitios donde no existe red comercial y donde muestran sus productos y enseñan como utilizarlos.
“En algunos países hay una cultura de ‘hackers callejeros’ que logran que los teléfonos duren más tiempo de lo que corresponde a su vida natural” cuenta Jan Chipchase.
«Hemos empezado a observar que el teléfono móvil se usa como una forma primaria de proyectar tu identidad. Por ejemplo, en la Uganda rural, si vives en una comunidad que no tiene nombres de calles, la gente escribe el número de su móvil sobre la puerta de la casa.»
El antropólogo Daniel Miller explicaba como, en Jamaica, las personas religiosas consideraban que los tonos de llamadas eran una ofensa secular, por lo que seleccionaban tonos de música religiosa para sus aparatos. De esta manera, utilizaban los aparatos para reafirmar su identidad y como un elemento de cohesión social entre los miembros de grupo.
«En Uganda», continua Chipchase, «la gente usa el teléfono como una especie de sistema de transferencia de dinero. Compran una tarjeta de prepago en la ciudad, llaman a un locutorio telefónico de su pueblo, le leen el número asociado al crédito de la tarjeta, de modo que el operador del locutorio pueda añadirlo a su propia cuenta telefónica, y después le piden que el montante del crédito, en efectivo, se lo den a un familiar que tengan en el pueblo, por ejemplo, una hermana. «Sente» significa dinero en Uganda, pero también «enviar dinero para cargar saldo»»
(En Japón parece ser el medio de pago común en transporte público y máquinas de vending).
«En Ghana observamos que los usuarios suelen comprar dos o más tarjetas SIM, una para cada operador telefónico. Allí, algunos clientes disponen de una pequeña placa de metal con unos circuitos. Cogen la tarjeta SIM, le quitan el plástico, conectan dos circuitos integrados de tarjeta SIM para convertirlos en uno y vuelven a instalar esa tarjeta “dual” en el teléfono.»
Quizás el ejemplo más extremo de uso alternativo del móvil, y que no cuentan estos diseñadores, es la que se da en la sociedad Ambonwari de Papua Nueva Guinea. Los nativos creen que los teléfonos celulares son extensiones de sus dueños y se pueden utilizar para estar en comunicación con los difuntos.
«Es una convicción general», escriben los antropólogos Telban y Vavrova, «que una vez que la gente sabe los números de teléfono de sus familiares difuntos, pueden llamar y pedir a los espíritus que pongan dinero en sus cuentas bancarias.»
Cuando un proveedor de red de telefonía móvil comenzó a introducir los teléfonos celulares a la aldea en 2007, la abrazaron con entusiasmo. A pesar de que su servicio era, y sigue siendo, esporádico (deben viajar a las colinas de pueblos cercanos para tratar de obtener cobertura, y rara vez pueden juntar suficiente crédito para una conversación real) han encontrado otros usos para sus teléfonos: de relojes, antorchas, reproductores de música o simplemente juguetes. «Les encanta jugar con los teléfonos», dice Telban. No tienen crédito suficiente para una conversación real. Pero no importa. «Se limitan a decir hola.»
Fuentes:
http://academic.evergreen.edu/curricular/evs/readings/itoShort.pdf
http://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO0606220153A
http://www.seer.ufrgs.br/intexto/article/download/3457/4131
http://www.newrepublic.com/article/118216/cell-phones-papua-new-guinea-used-call-dead-people
http://www.quo.es/tecnologia/jan-chipchase/algo-mas-que-un-medio-de-comunicacion
http://bifea.revues.org/3054
Mercados emergentes, innovación y antropología: telefonía movil
http://w2.bcn.cat/bcnmetropolis/arxiu/es/page9763.html?id=21&ui=278
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es/2014/08/no-estoy-aqui-no-estoy-en-ninguna-parte.html
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