Lo de Cataluña es un despropósito soberano, una especie de imposible metafísico con dos vencedores únicos, las derechas nacionalistas de CiU y PP.
Ambas formaciones consiguen salvar los muebles ante su electorado más ultra con la no-convocatoria consultiva o refrendaria del 9N. CiU cumple consigo misma atreviéndose a la llamada del referendo y el PP hará lo suyo interponiendo el cantado recurso ante el Tribunal Constitucional.
Ni Rajoy ni Mas desean que el pueblo catalán se pronuncie. Mas juega al nacionalismo histórico de CiU como manera de encubrir sus políticas y neutralizar con el derecho a decidir y el sentimiento patriótico a las izquierdas transformadoras, mientras que Rajoy y el constitucionalismo españolista tapan sus vergüenzas sociales propias frente al enemigo foráneo catalanista.
El enfrentamiento amaga pero nunca llega a desbordar el río de lo pactado entre bambalinas, con el pueblo catalán como rehén de un teatro de operaciones emocional del que solo sacan rédito las derechas representadas por CiU y PP.
Lo sencillo y legítimo, dadas las manifestaciones multitudinarias en Cataluña por el referendo y/o la independencia sería realizar una consulta abierta con todos los pronunciamientos favorables. Que el pueblo decidiera libremente, sin más acaloramientos dialécticos bizantinos. Y después, con el resultado de las urnas, negociar el futuro en concordia democrática.
El escenario descrito sería el natural en un sistema democrático de verdad. Pero para el régimen actual, lo mejor es mantener una tensión de baja intensidad que permita desviar la atención de los problemas reales de la sociedad catalana, de esta manera, el mensaje de las izquierdas transformadoras queda diluido en el falso dilema independentista.
Solo hay dos formas de alcanzar la independencia política, a través del voto democrático o por la revolución, ésta última opción completamente impensable hoy en día. La primera alternativa también está cegada porque ni CiU ni PP la desean, menos aún los intereses empresariales y transnacionales que representan sendas formaciones políticas.
En el marco global de la actualidad, las secesiones o independencias políticas solo se han dado y se darán en función de la geopolítica diseñada por USA, la Unión Europea y los mercados internacionales. Si políticamente es rentable trocear los territorios por razones estratégicas para el imperio yanqui y sus aliados, así será. Caso contrario se esgrimirán razones de Estado peregrinas para mantener el statu quo vigente. Ejemplos existen para dar y tomar: el desmenuzamiento de los Balcanes para desmembrar el poder de Yugoslavia, el mantenimiento de ficticias naciones en África por razones colonialistas o étnicas, los pequeños y artificiales países del Golfo Pérsico para así dominar mejor el oro negro petrolífero por parte de USA y Occidente en medio de unos reinos de Taifas minúsculos e irreales… Los territorios nacionales han sido creados y se redibujan ad lib en función de los intereses geoestratégicos del gran capital internacional.
En ese tablero, CiU no es más que el principal gestor de los intereses capitalistas en Cataluña y el PP su compinche a escala española. Sumando fuerzas a las tácticas de conveniencia de CiU, la izquierda catalana está abocada a un harakiri muy estético y estéril.
Una vez que CiU y PP escenifiquen su cordial discordia jurídica y política, solo resta convocar elecciones a corto plazo. CiU se presentará como la campeona independentista frente al ogro españolista y el PP como el baluarte de la unidad sagrada de España. Y, mientras tanto, las políticas antisociales del neoliberalismo habrán saqueado a conciencia a la clase trabajadora, que es la misma en Barcelona y Madrid. Idéntica aunque con acentos diferentes.
http://www.diario-octubre.com/2014/09/27/9n-quienes-ganan/