Generalmente nos pasamos la vida ofendidos por lo que nos puedan haber dicho, nos puedan haber hecho, o por lo que puedan pensar de nosotros y esto solo sucede porque les damos poder a todos los demás y dejamos de creer en nosotros mismos. Es como si lo que viene de fuera tuviera más importancia, más credibilidad, mas autenticidad que lo que pensamos de nosotros mismos.
Con esta actitud son muchas las personas que viven influenciados por lo que los demás hagan o digan.
Si elegimos tomarnos las cosas de manera personal, estamos dando la razón a quien nos dice o hace. En esta situación, en la que nos creemos continuamente ofendidos, nuestra vida se vuelve irritable y terminamos viviendo en continuo conflicto, intentando justificarnos de forma continua por demostrar a todos los demás que somos dueños de la razón y que los otros son los mentirosos y equivocados.
Todo radica en la necesidad que tenemos de la aprobación de los demás, cuando en realidad lo que debemos hacer es aceptarnos a nosotros mismos. Nuestros complejos de inferioridad alimentan continuamente estas situaciones y desde que despertamos nos encontramos a la defensiva ante el mundo, y ante todo lo que se cruce ante nosotros.
Si queremos sentirnos bien, no podemos permitir que este tipo de cosas nos afecten y tenemos que terminar entendiendo que lo que hacen los demás, lo hacen por ellos mismos, no por nosotros. Tienen sus opiniones, desde donde ellos lo ven, como las nuestras, desde nuestra propia óptica y lo que para unos funciona, no tiene que funcionar en todos.
Hemos oídos infinidad de veces la frase de que “No ofende quien quiere, sino quien puede”, pues esta es la clave, ya que tenemos el poder de dejar o no, que las cosas nos afecten. Hagan lo que hagan, digan lo que digan no nos están identificando a nosotros, se identifican los demás. Cada uno tiene su punto de vista y está condicionado por sus experiencias o educación y seguramente es lo que les hace vivir cargados con una gran mochila de prejuicios. No tenemos porque asumir la responsabilidad de estos, si hemos aprendido a desprendernos de los nuestros.
Recuerdo algo que resulta bastante explicito y sugerente. Si alguien llega y nos ofrece un regalo, algo que no sabemos lo que es, porque esta perfectamente escondido en su envoltura, tenemos la responsabilidad de aceptarlo o no. Bien, si decidimos aceptarlo, el regalo pasa de las manos de quien nos lo entrega a las nuestras, de manera que el regalo pasa a ser de nuestra propiedad. Pero si decidimos no aceptarlo ¿de quién es el regalo? ¿a quién le pertenece? Podemos y debemos manejar la situación a nuestro antojo, lo que puedan o no pensar, no es asunto nuestro, sino de los demás.
Las palabras ofensivas, la violencia verbal, el comportamiento agresivo, definen claramente a los que las emplean, quedando en una evidente situación, ante quien las recibe.
No podemos vivir con la sensación de que todo el mundo está en contra nuestra, o que no nos comprenden. Eso debe darnos igual, porque de otra forma perdemos la perspectiva y la capacidad de analizar, escuchar e interpretar lo que vivimos desde una reflexión calmada y sosegada, desde donde poder poner en la balanza lo mejor y lo peor.
En realidad somos nosotros nuestros peores enemigos, al valorar que alguien nos aprueba o nos rechaza, por lo que somos, sin pararnos a pensar que es la otra persona la que ha visto en nosotros algo que se niega a aceptar en si mismo.
Incluso los elogios no deben confundirnos, ya que deberíamos conocernos a la perfección y sabemos lo valiosos que somos, por lo que no necesitamos que nadie nos lo diga, no tenemos necesidad de creerlo.
Cada persona es un mundo y desconocemos que tipo de situación vive cada uno, no podemos pretender imponer un punto de vista de una persona en otra y mucho menos creernos con la suficiente experiencia como para aconsejar a los demás sin que ni siquiera nos lo hayan pedido. El ego nos domina infinidad de veces, haciéndonos creer el ombligo del mundo y es lo primero que debemos aprender a controlar.
Tenemos la capacidad de elegir la forma en que queremos interpretar lo que nos llega de fuera y por tanto, de dejar que nos afecte en la medida que solo nosotros deseamos, el poder es nuestro y solo nuestro. No necesitamos depositar la confianza en los demás cuando confiamos en nosotros mismos. Quien este en nuestra vida debe estar porque nos acepta tal como somos, es cuenta suya si le apetece o no acompañarnos y responsabilidad nuestra saber valorar en qué medida nos afectarán ellos y sus acciones.
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