Para redondear el artículo del evangelio de Judas, creo que es interesante comprender cómo era la realidad de la época en la que vivió Cristo y los años inmediatamente posteriores. En este documental de National Geographic se relatan las historias de otros profetas coetáneos de Jesús, como Apolonio de Tiana que al igual que Jesús tenía el don de sanar las enfermedades y de resucitar a los muertos. O como Simón el mago, que es mencionado incluso en la Biblia.
En aquella época en la que el imperio romano dominaba media Europa y el norte de África, se vivió un largo periodo de paz (la pax romana) y el nuevo imperio estaba compuesto por un crisol de civilizaciones. Estos hechos constituían el caldo de cultivo ideal para que aparecieran nuevos profetas pugnando por convertirse en la única religión verdadera.
Las hazañas de los profetas eran relatadas de boca a boca en reuniones en las que los más iniciados explicaban las historias a los más noveles. Estas historias ocasionalmente eran escritas en libros de papiro, o códices, que eran copiados a mano por los seguidores de estos evangelios.
Algunos de los códices de la biblioteca de Nag Hammadi descubiertas a mediados del siglo XX en Egipto, o el propio evangelio de Judas, muestran a un Jesús mucho más humano que lo que nos cuenta la doctrina oficial. ¿Por qué tuvo entonces tan buena acogida? Quizá porque era una religión humilde muy dirigida a los pobres, y de eso en aquella época había en abundancia.
Constantino I, emperador romano del principio del siglo IV, legalizó el cristianismo y unificó las diferentes doctrinas religiosas en el concilio de Nicea, en el año 325, proclamándose él mismo su líder. El objetivo de esta medida era el de evitar las luchas internas debidas a las discrepancias religiosas. El imperio romano no estaba pasando por su mejor momento y apenas podía mantenerse unido en aquella época.
Constantino y los obispos nominados por él y que por tanto le debían lealtad, decidieron qué evangelios formarían parte del Nuevo Testamento y cuáles se prohibirían. ¿Por qué no podría habérsele atribuido a Jesús alguno de los atributos de otros profetas de aquella época, como Apolonio, Simón, o tomado elementos como la comunión de Mitra, con el objeto de que cada uno de los seguidores de las diferentes religiones se viesen identificados en la nueva?
El sucesor de Constantino, Teodosio, no solo estableció el Cristianismo como religión del imperio, sino que persiguió a las otras.
Los siguientes siglos del Cristianismo, estarían llenos de luchas de poder, censura de opiniones discrepantes, atemorización a los súbditos, opulencias mientras que se pregona la pobreza, torturas, ajusticiamientos, etc. que ya nos son más cercanas.
La existencia o no de Jesucristo es algo que nunca podremos saber a no ser que utilicemos la máquina del tiempo de JJ Benitez. Pero de lo que prácticamente podemos estar seguros es que no existió como nos lo han contado.
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