LAS EXTRAÑAS TEORÍAS DE UN RECONOCIDO ASTRÓNOMO.
Sir Fred Hoyle fue un reconocido astofísico británico que desarrolló la teoría de la nucleosíntesis estelar –por la cual estuvo cerca de ganar el Premio Nobel– y que en sus últimos años ideó extrañas y controversiales hipótesis sobre el origen de la vida. Le debemos a Hoyle la noción hoy aceptada de que la gran mayoría de los elementos se producen en los núcleos de estrellas –es decir la comprobación de que estamos hechos de “polvo de estrellas”.
Hoyle, quien acuñó el nombre “Big Bang” de manera despectiva, ya que no consideraba que había evidencia para sustentar esta teoría, fue también precursor de lo que se conoce como el principio antrópico, que sugiere que es altamente improbable que las leyes de la física se hayan afinado de manera aleatoria para producir la vida en el universo. Hoyle escribió que “un super-intelecto debería de haber diseñado las propiedades del átomo de carbono, de otra forma la probabilidad de que yo encontrara un átomo así siguiendo las fuerzas ciegas de la naturaleza es absolutamente minúscula”.
Hoyle quien también escribió novelas de ciencia ficción –y seguramente tenía una gran imaginación– trabajó en el controversial concepto de la panspermia, junto con su alumno Chandra Wickramasinghe. Sus cálculos señalan que que la probabilidad de obtener las enzimas para la forma de vida más sencilla sin la panspermia es de 1040,000 lo que hace palidecer al número de átomos del universo conocido 1080 y por lo tanto, en su opinión, pone seriamente en duda la teoría de la abiogénesis. La comparación que usaba Hoyle era que la vida sin la panspermia eran tan improbable como que un tornado ensamblara un Boeing 747 soplando en un basurero.
Hoyle no es el único científico reconocido en trabajar la hipótesis de la panspermia, también el descubridor de la doble hélice del ADN, el biólogo Francis Crick, creía que la vida había sido sembrada desde el espacio. En el caso de Hoyle su visión era un poco más radical. Hoyle creía que los cometas contenían una gran cantidad de moléculas orgánicas –algo que es cierto y fue bastante adelantado para su tiempo– incluyendo virus y bacterias que constantemente influían en la evolución de la vida en la Tierra.
La vida en la Tierra se deriva de lo que parece ser un sistema viviente ubicuo en la galaxia. La vida terrestre tiene sus orígenes en el gas y las nubes de polvo del espacio, que más tarde se incorporaron y amplificaron dentro de cometas. La vida se derivó de fuentes exteriores a la Tierra y sigue haciéndolo.
Hoyle consideraba que los virus del espacio eran los responsables de producir las mutaciones que llevan a organismos a dar saltos evolutivos –en esto coincide con varios escritores de ciencia ficción: William Burroughs que decía que “el lenguaje es un virus del espacio” y de otra forma con su amigo Arthur C. Clarke, quien en sus novelas en repetidas ocasiones desarrolló la idea del diseño inteligente y de la evolución asistida por extraterrestres que buscaban guiarnos hacia la madurez cósmica.
En los últimos años de su vida, Hoyle seguía publicando artículos científicos, pero había sido marginado de la comunidad académica por expresar ideas como la siguiente:
Los seres humanos son solamente peones en un gran juego de ajedrez que está siendo jugado por mentes alienígenas que controlan los movimientos de la humanidad… Están en todas partes, en el cielo, en el mar y en la Tierra… No se trata de una inteligencia de otro planeta. En realidad es de otro universo que entró al nuestro desde el principio del tiempo.
Lo anterior seguramente es una idea poco científica, difícilmente aspira a soportar el escrutinio racional. Pero más allá de esto, la teoría de la panspermia dirigida o no dirigida es fascinante. Actualmente la ciencia no descarta la posibilidad de que la vida haya podido originarse a través de bacterias extremofílicas que pudieran haber logrado superar las condiciones adversas del espacio. Estas bacterias podrían haber surgido simplemente de las condiciones aleatorias y combinatorias de los elementos de otro planeta u algún otro objeto espacial y no necesariamente del diseño inteligente. Pero tampoco resulta científicamente riguroso descartar la posibilidad de que seres inteligentes más avanzados podrían estar creando sistemas de vida en mundos distantes –esto, bien visto desde la perspectiva de la conciencia y el deseo de expansión, también resulta bastante natural.
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