Nunca tengas miedo de las lágrimas. La llamada civilización te ha hecho sentir mucho miedo de las lágrimas. Ha creado una especie de culpa en ti. Cuando las lágrimas llegan empiezas a sentirte avergonzado. Empiezas a sentir, ‘¿Qué pensarán los demás? ¡Soy un hombre y estoy llorando! Se ve tan femenino e infantil. No debería ser así’. Tú detienes esas lágrimas… y matas algo que estaba creciendo en tu interior.
Las lágrimas son mucho más hermosas que cualquier cosa que llevas contigo, porque las lágrimas son el producto del desbordamiento de tu ser. Las lágrimas no son necesariamente de tristeza; a veces son el resultado de una gran felicidad y a veces vienen de una gran paz y a veces surgen del éxtasis y del amor. De hecho no tienen nada que ver con la tristeza o la alegría. Cualquier cosa que comprima demasiado tu corazón, cualquier cosa que te posea, cualquier cosa que sea demasiado, que no puedas contener y empiece a desbordarse trae lágrimas.
Acéptalas con gran alegría, deleitate con ellas, nútrelas, dáles la bienvenida, y a través de las lágrimas aprenderás a rezar.