La filosofía de la información va cobrando más y más relevancia. Se presenta como un nuevo ámbito del saber filosófico que busca emplear la idea (o las ideas) de información para dar cuenta de diversos problemas abiertos independientemente de su índole. En «Información y significado. Una introducción a la filosofía de la información», se analiza su historia y su desarrollo.
La idea de información es imprescindible para comprender nuestra realidad presente. A nadie le extrañaría hoy día escuchar o leer afirmaciones tan rotundas como que «la información es poder» o expresiones populares como la de «la sociedad de la información». Toda esta jerga que llamaríamos «informacional» forma parte de nuestra cotidianeidad.
No obstante, adquirir un mínimo de inquietud intelectual acerca de estas ideas en las que nos encontramos inmersos nos llevaría a hacernos la pregunta socrática de qué queremos decir con «información». La idiosincrasia de esta pregunta reside precisamente en que, mientras que conceptos como el de la verdad, la belleza o el bien llevan siendo objeto de reflexión filosófica desde hace más de veinticuatro siglos, la noción de información únicamente ha sido puesta bajo el escrutinio de filosóficos desde los años cincuenta del siglo pasado.
La centralidad de la información
A diferencia de los conceptos filosóficos tradicionales, la idea de información ha ido adquiriendo en las décadas recientes un papel protagonista, debido principalmente al enraizamiento sociocultural de las tecnologías relacionadas con las telecomunicaciones (teléfono, televisión, WhatsApp, etc.) y la computación. Por tanto, comprender qué es la información se ha convertido a día de hoy en una tarea filosófica realmente urgente. Es precisamente por esta urgencia que en los últimos años ha surgido lo que se conoce como «filosofía de la información».
Consolidada como una disciplina autónoma por el filósofo italobritánico Luciano Floridi a principios de siglo, la filosofía de la información nos la presenta este autor como un nuevo ámbito del saber filosófico que busca emplear la idea (o las ideas) de información para dar cuenta sistemáticamente de diversos problemas abiertos independientemente de su índole.
Entre los problemas a los que se enfrenta la filosofía de la información, muchos de ellos tan antiguos como la propia filosofía, pero con un carácter totalmente actualizado, se encuentran la naturaleza moral del ser humano y de los agentes artificiales, los fundamentos digitales de la realidad, el origen del conocimiento en los datos o, incluso, en qué debe consistir el propio método filosófico. De esta manera, la tarea que Floridi emprendió hace ya dos décadas de elaborar todo un sistema filosófico (lo que, proviniendo de la tradición analítico-anglosajona, es sorprendente) a partir de la idea de información constituye sin duda uno de los proyectos filosóficos más intelectualmente ambiciosos de las últimas décadas.
Mientras que conceptos como el de la verdad, la belleza o el bien llevan siendo objeto de reflexión filosófica desde hace más de veinticuatro siglos, la noción de información únicamente ha sido puesta bajo el escrutinio de filosóficos desde los años cincuenta del siglo pasado
Información y significado: dos caras de la misma moneda
Uno de los principales objetivos del libro Información y significado. Una introducción a la filosofía de la información (Herder Editorial 2024) es presentar de manera sistemática la obra filosófica de Floridi, divulgada hasta ahora por y para lectores anglo o italohablantes, por primera vez en el ámbito hispanohablante. Pero para ello, en esta primera parte de una trilogía sobre la historia y filosofía del pensamiento informacional se buscará entre otras tareas situar el proyecto de Floridi (llamado Principia por la obras de Newton y por la de Russell y Whitehead) dentro de un contexto histórico-intelectual más amplio.
Aunque la filosofía de la información de Floridi efectivamente se consolidó como disciplina en la última década, en Información y significado se defenderá la tesis de que las primeras reflexiones filosóficas sistemáticas acerca de la información tuvieron lugar a comienzos de los años cincuenta a manos de los filósofos Yehoshua Bar-Hillel (padre de lo que ahora conocemos como sistemas de traducción automática) y Rudolf Carnap.
Desde entonces y durante siete décadas otros tantos autores provenientes de distintas escuelas y tradiciones filosóficas también han emprendido este labor. Así, desde esta novedosa perspectiva, la filosofía de la información de Luciano Floridi quedaría resignificada en Información y significado no como una propuesta individual e aislada, sino como una obra cumbre que se nutre intelectualmente de una riquísima tradición de pensamiento filosófico articulada en torno a reflexionar sobre qué es o cómo debe entenderse la información.
Además de reconstruir una historia de la filosofía de la información, el otro de los principales objetivos de Información y significado es mostrar que no existe una única idea de información, sino una amplia variedad de ellas, cada una con sus peculiaridades. Una manera preliminar de clasificar esta diversidad conceptual sería distinguiendo entre la información con significado o en términos más técnicos «información semántica», es decir, información que refiere o trata sobre hechos de la realidad; y la información sin significado o «asemántica», la cual no refiere a nada en absoluto.
Por un lado, la manera más sencilla de explicar qué es la información con significado es apelando a cómo hablamos. Por ejemplo, cuando alguien afirma que «Juan tiene información sobre Alicia», eso que tiene Juan trata sobre algo (en este caso, Alicia), y por tanto, tiene un significado.
Este tipo de frases manifiestan lo que se llama el «concepto cotidiano de información», que no es otra cosa que la manera en la que entendemos la información en el día a día. Pues bien, el concepto cotidiano de información es el paradigma de lo que llamaríamos una noción semántica de información: siempre que hablamos de información, hablamos de algo que es significativo y que podría tratar sobre un aspecto de la realidad.
Por otro lado, si queremos entender qué es la información sin significado deberíamos retrotraernos a la historia de las telecomunicaciones en la Segunda Guerra Mundial. Usando lo aprendido como encriptador para el bando aliado, el ingeniero Claude Shannon buscó crear una medida matemática de la cantidad de información que transmitía al enviar un mensaje entre un emisor y un receptor, con el fin último de mejorar la eficiencia en las telecomunicaciones. Este fue el origen de la teoría de la información.
Pero como él mismo reconoció, la medida de información de Shannon únicamente nos dice con qué frecuencia sucedían los símbolos de un mensaje, no qué significan los mensajes. Por ejemplo, si en un chat en español recibimos un mensaje como «xykk», este contendría mucha información según la medida de Shannon únicamente porque las letras «x» o «y» ocurren con muy poca frecuencia en mensajes escritos en español. Es decir, según Shannon la información que tiene un mensaje como «xykk» es independiente de lo que significa. Es justo por esta razón que el de Shannon es un concepto de información sin significado o «asemántica».
La teoría de Shannon tuvo un éxito sin precedentes. Esta comenzó a aplicarse en los años cincuenta en un sinfín de ciencias y ámbitos más allá de las telecomunicaciones, desde la física térmica hasta la teología pasando por la lingüística e incluso la biología molecular. Por otro lado, filósofos como Yehoshua Bar-Hillel se dieron cuenta de que una noción de información asemántica como la de Shannon, aunque técnicamente sofisticada, resultaría enormemente inútil para realizar tareas filosóficas, puesto que todas ellas se relación en mayor o menor medida con el problema del significado.
Además de reconstruir una historia de la filosofía de la información, el otro de los principales objetivos de Información y significado es mostrar que no existe una única idea de información, sino una amplia variedad de ellas, cada una con sus peculiaridades
El desarrollo de la filosofía de la información
Fue en los años ochenta cuando el filósofo norteamericano Fred Dretske pretendió mostrar que era posible utilizar la teoría estadística desarrollada por Shannon para describir con precisión matemática las diversas estructuras de significado que habitan en la naturaleza. De hecho, una parte sustancial de la filosofía de la información de Floridi surge directamente como respuesta a la teoría de Dretske y a su visión de la filosofía.
Si para Dretske la filosofía es naturalista en el sentido de que debe restringirse a seguir cómo las ciencias naturales nos describen la red de significados de la realidad, para Floridi, quien adoptará una postura neokantiana, los filósofos tienen la capacidad creativa para construir significados nuevos y reciclar sentidos ya inservibles. Esta colosal tarea de entender qué es y cómo funciona el significado a partir de la idea de información es la principal línea maestra que sostiene a la filosofía de la información desde hace ya siete décadas.
Curiosamente, una gran parte del interés de esta rama de la filosofía contemporánea por reflexionar sobre en qué consiste la información se ha alimentado de la creencia cotidiana de que la información, sea lo que sea, es algo mucho más básico que el conocimiento. Normalmente cuando decimos que «Juan tiene información sobre Alicia», asumimos que eso que tiene Juan no es del todo conocimiento en un sentido profundo, sino que son meros datos acerca de Alicia (por ejemplo, cuál es su horario de trabajo, a qué se dedica, etc.).
Es decir, si esta intuición de que la información es algo más básico o fundamental que el propio conocimiento es de algún modo correcta, entonces entendiendo qué es la información podremos empezar a construir teoría acerca del conocimiento, es decir, una epistemología. Sin duda, esta búsqueda constante de una epistemología informacional ha articulado la filosofía de la información al menos desde Dretske, cuyo popular libro de 1981 Conocimiento e información comienza con la contundente frase de «Al principio era la información».
La idea central de Dretske fue que la teoría estadística de Shannon era necesaria para explicar en sintonía con las ciencias naturales (o más propiamente con las ciencias cognitivas) como los seres humanos generamos conocimiento al procesar la información que obtenemos mediante la percepción del entorno. En palabras de Dretske, el conocimiento no es otra cosa que una creencia que ha sido producida o causada por una pieza de información. Por poner un ejemplo, mi creencia de que el cielo es azul es realmente conocimiento únicamente si esta creencia ha sido causada por la información que me ha llegado a través de la vista de que el cielo, efectivamente, es azul.
Para Dretske, la filosofía es naturalista en el sentido de que debe restringirse a seguir cómo las ciencias naturales nos describen la red de significados de la realidad. Para Floridi, los filósofos tienen la capacidad creativa para construir significados nuevos y reciclar sentidos ya inservibles
Generar conocimiento
Tres décadas después, Floridi desarrollará una epistemología alternativa a la de Dretske, donde también se colocaba a la información en la base de la pirámide del conocimiento. Para Floridi, los seres humanos no solo generamos conocimiento a partir de recolectar información de nuestro entorno, sino también de otras muchas fuentes, como otros individuos (sujetos de conocimiento o técnicamente «agentes epistémicos») o incluso con la capacidad de inferir nuevas piezas de información a partir de otras.
De este modo, Floridi definirá el conocimiento como cualquier pieza de información susceptible de que un agente puede dar cuenta de ella dentro de un entramado de datos. Ilustrativamente, la pieza de información de que «la Tierra es esférica» constituye conocimiento en el momento en el que un agente es capaz de recopilar un conjunto de datos (como desaparecen los barcos en el horizonte, la sombra que proyecta la Tierra en la luna, etc.) de manera que esa información queda de algún modo respaldada o justificada por toda esta evidencia. En última instancia, las teorías del conocimiento de Dretske y de Floridi constituyen dos de los principales pilares sobre los que se sustentan la filosofía de la información.
Pero, como se defiende en Información y significado, comprender la historia de la filosofía de la información no solo nos permite entender cuales han sido sus méritos, sino también cuáles son sus flaquezas. Particularmente, desde la filosofía de la información se ha tendido de algún modo (y aunque de manera involuntaria) a sobreintelectualizar la idea misma de información, asumiendo que esta corresponde a lo que contiene aquello que los lógicos llaman «proposiciones».
Esta forma de intelectualismo ha impedido a los filósofos de las décadas pasadas pensar que la información también puede ser clave a la hora de explicar otras formas de conocimiento más implícitas o menos susceptibles de reconstruir racionalmente, como es el caso de lo que Gilbert Ryle llamó «saber hacer» (saber montar en bicicleta, saber construir un mueble, etc.).
Como novedad en esta corriente filosófica, en Información y significado se presentará una teoría del «saber hacer», basada sobre un concepto de información semántica en el que el significado que tiene un dato se entiende en relación a un tipo de acción: a saber, la acción de permitirnos inferir otros datos.
Como se defiende en Información y significado, comprender la historia de la filosofía de la información no solo nos permite entender cuales han sido sus méritos, sino también cuáles son sus flaquezas
Finalmente, la filosofía de la información nos permite reivindicar que la tarea del filósofo no debería ser exclusivamente analizar en la historia del pensamiento como las ideas han evolucionado en el pasado, sino también reflexionar críticamente acerca de cómo deben ser los conceptos que usaremos en futuro. Por ejemplo, aunque cotidianamente decimos que una información puede ser imprecisa e incluso falsa («el espía me dio información falsa»), es importante seguir la estela de filósofos como Dretske o Floridi al defender que deberíamos pensar en la información únicamente como algo que es verdadero, en tanto que refiere a hechos de la realidad.
De lo contrario, al asumir que no es problemático creer que la información pueda ser también falsa, podríamos a la larga creer que fenómenos como las fake news, la posverdad o la desinformación pueden llegar a ser tolerables. En definitiva, construir un concepto de información que sea más preciso, eficaz y, sobre todo, justo es una tarea urgente tanto para comprender la realidad en la que nos encontramos inmersos como para crear las condiciones para una mejor realidad.