En 2015 unas 850.000 personas en busca de refugio y trabajo en los países del Norte de Europa pasaron por Grecia, y el flujo continúa.
Sin embargo, la exclusión de Grecia del espacio Schengen resultaría inútil, además de perjudicial para otros países como Italia. La solución a la crisis de los migrantes no se logrará con medidas aisladas como esta, sino con una política comunitaria de amplio y largo alcance.
Por el contrario, la Unión Europea (UE) continúa afrontando sus problemas aisladamente y sin una visión de conjunto, como en el caso griego.
Pero además, expulsar a Grecia del área Shengen no tendría sentido, en primer lugar porque este país no tiene fronteras terrestres con el área Schengen y por lo tanto sus fronteras terrestres ya funcionan como no Shengen.
Asimismo, porque el aislamiento de hecho de Grecia tendría como resultado que los migrantes se concentrarían en su territorio y tratarían de continuar su búsqueda por vía marítima o dirigirse a Italia pasando por Albania.
Por otra parte, el cuestionamiento a la libre circulación en el área de Schengen no alcanza solo a Grecia. Por ejemplo, Austria recientemente ha impuesto controles en su frontera con Italia.
Por lo tanto, con Grecia o sin Grecia, el acuerdo de Schengen está en peligro. Para Italia, el daño económico potencial ha sido estimado en 6.500 millones de euros al año.
Dejando de lado el aspecto económico -que no es poca cosa- se está cuestionando a uno de los pilares de la construcción europea. Se enfrenta la crisis de los migrantes, que es un grave problema humanitario, como si fuese un problema político. Es decir, se trata de seguir las tendencias del electorado en vez de intentar el gobierno del problema.
La única excepción parece ser la de la canciller alemana, Angela Merkel, que se mantiene firme en su posición de apertura a la migración, pese a que se avecinan las elecciones en su país, y por lo tanto está a riesgo su liderazgo.
Es así como se comportan los líderes. Merkel es la única mandataria europea que tiene una visión política. Ella mira y analiza la realidad, en vez de dejarse llevar por histerismos que intentan hacernos creer que oleadas de inmigrantes se aprestan a inundar la UE para perpetrar estupros y crímenes varios.
La verdad es otra y no podemos olvidar que entre 2008 y 2014, cada año y aún en las fases más duras de la crisis financiera, la Unión Europea ha concedido 2,5 millones de permisos de residencia. La mayor parte de la opinión pública piensa erróneamente que se trata en su mayor parte de sirios e iraquíes.
Por orden de mayor a menor se trata de ucranianos, estadounidenses, chinos e indios, que Gran Bretaña, un país que profesa una línea dura en materia de inmigración, acoge sin embargo en masa: 568.000 solo en 2014, según Eurostat, que también nos dice que el país que recibe más permisos de trabajo es Polonia
Recordar estos datos sirve para destruir el estereotipo de una Europa invadida. No hay tal cosa, la UE está en condiciones de recibir inmigrantes y, de hecho, lo está haciendo. Es más, necesita el flujo de inmigrantes para compensar su déficit demográfico
No obstante, una política mezquina y de corto alcance presenta la imagen de un continente de más de 500 millones de habitantes, con máximos niveles de bienestar y esperanza de vida, como si estuviera amenazado por la llegada de un millón de refugiados e inmigrantes.
Si los europeos no somos capaces de confrontarnos con los datos de la realidad y encararlos con una adecuada política comunitaria, ¿cómo nos prepararemos para el año 2050, cuando solo Nigeria tendrá tantos habitantes como la zona euro y la población africana total sumará 4.000 millones?
Editado por Pablo Piacentini
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