“Si queremos sobrevivir como especie debemos alcanzar otras estrellas”. Stephen Hawking cree que para perdurar, la civilización humana debería encontrar otros mundos habitables. Argumenta el astrofísico británico que nuestro planeta es vulnerable a amenazas como la nuclear, los virus genéticamente modificados o el calentamiento global. Aunque también ha advertido del peligro que supondría contactar con civilizaciones inteligentes extraterrestres, Hawking ha estado reflexionando sobre cómo podríamos llegar a otros planetas potencialmente habitables sin emplear los miles de años que serían necesarios con la tecnología actual. Y ya tiene un plan, que presentó el martes en Nueva York junto al magnate de las telecomunicaciones ruso Yuri Milner y el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, dispuestos a aportar los primeros 100 millones de dólares para empezar a estudiar la viabilidad de ese viaje interestelar.
El proyecto, denominado Breakthrough Starshot (literalmente, disparo a la estrella), consiste en desarrollar un ejército de minúsculas naves (tan pequeñas que tendrían el tamaño de un chip de ordenador) que serían lanzadas hacia el sistema estelar Alfa Centauri a la búsqueda de planetas que, como el nuestro, puedan albergar vida. Pese a su reducidísimo tamaño, esas nanonaves espaciales podrían albergar los sensores, cámaras y componentes necesarios para hacer su trabajo y enviar la información de vuelta a la Tierra. Casi nada.
El sistema estelar Alfa Centauri es el más cercano a la Tierra, pero con los sistemas de propulsión convencional empleados por los cohetes en la actualidad, que se basan en combustibles químicos, harían falta, al menos, 30.000 años para llegar allí. Starshot reduciría dramáticamente el viaje hasta los 20 o 30 años años, pues las naves viajarían a 60.000 km/segundo, que es un 20% de la velocidad de la luz.
Para lograrlo, utilizarán la luz. Recurrirán a naves con velas fotónicas que serían impulsadas por un gigantesco láser que se instalaría en un lugar de la Tierra situado en altitud y con poca humedad, como el desierto chileno de Atacama. De hecho, el concepto sería parecido al radiotelescopio ALMA instalado allí.
La nave espacial más veloz construida hasta la fecha es la sonda New Horizons, de la NASA, que visitó Plutón en julio tras una década de viaje. “New Horizons va a una velocidad de casi 60.000 km/hora, lo que le permitiría llegar al sistema de Alfa Centauri en 78.000 años”, calcula Pedro García Lario, responsable de la misiónHerschel en la Agencia Espacial Europea (ESA).
Parece el guion de una película de ciencia ficción, aunque en la espectacular iniciativa están involucrados, además del propio Hawking, científicos de prestigiosos centros de investigación y de la NASA. Como director científico ha sido elegido Pete Worden, ex responsable del Instituto de Investigación AMES de la agencia espacial de EEUU, que contará con el respaldo de un panel de expertos entre los que están Martin Rees, Freeman Dyson (Princeton Institute of Advanced Study) o Avi Loeb (Harvard).
La comunidad científica coincide en subrayar el enorme desafío, tanto tecnológico como económico, que supondría enviar esta misión a un sistema estelar en el que, como admite el propio Hawking, es difícil que haya planetas que alberguen vida. Los propios miembros del equipo son conscientes de “los importantes retos de ingeniería” a los que tendrán que hacer frente. Porque no sólo se trata de construir en tres décadas naves capaces de llegar a Alfa Centauri o a otra estrella cercana, sino también de transmitir la información que recaben a la Tierra. Y de conseguir los más de 10.000 millones de dólares que calculan que harían falta.
Sobre su viabilidad hay división de opiniones. Por ejemplo, Alan Stern, investigador principal de la misión New Horizons a Plutón, sí considera posible la misión. Según señala a EL MUNDO, una vez lanzadas, cree que las micronaves tardarían 20 años en alcanzar su destino.
Miniaturización de componentes
“Los desarrollos tecnológicos que se van a hacer, como la miniaturización de componentes, seguro que van a ser muy interesantes y, si logran resolver los desafíos que tienen, tendrán muchas aplicaciones útiles en la Tierra, pero dudo de que en este siglo pueda llegar a lanzarse alguna nave”, señala David Barrado, investigador del Centro de Astrobiología (CAB/CSIC-INTA). “Por ejemplo, necesitan meter en una nave de pocos gramos detectores que ahora pesan decenas de kilos, cámaras, su propia fuente energética y el instrumento que sirva para devolver la información en la Tierra”, enumera.
Uno de los grandes retos a resolver, señala Barrado, es conseguir y/o almacenar la energía para las naves: “Uno de los aspectos innovadores es que no usarán combustible. El impulso lo proporcionará un láser superpotente que necesitará unos 100 gigavatios de energía, una cantidad equivalente a la que producen 100 centrales nucleares grandes”. Esa gran cantidad de energía será proyectada a una vela solar de unos 2×2 metros, que llevará cada nanonave y que le permitiránavegar por el espacio.
“Otro problema es que los satélites sobrevivan al viaje de 20 años, en un ambiente tan hostil como el interestelar, y a los impactos con partículas de polvo. Por pequeña que sea la partícula, al viajar la nave a 60.000 km/segundo puede destruirla. Y también hay rayos cósmicos que pueden interactuar con la electrónica y hacer que dejen de funcionar”, explica Barrado. El control de la navegación, añade, tampoco es un asunto trivial: “Aún no sabemos si hay planetas allí, pero tienen que entrar en la órbita adecuada para pasar cerca”.
Barrado admite que cuando se enteró de la propuesta fue escéptico, aunque al leerlo con más detalle vio que “hay un grupo sólido de científicos y tecnólogos que son conscientes de los problemas a los que se enfrentan. Aunque no tienen soluciones, tienen ideas sobre cómo intentar resolverlos”, explica.
“Obviamente, la misión no es viable con la tecnología actual, y sus promotores son bien conscientes de ello. Pero entiendo que lo que se pretende al anunciar este proyecto es precisamente lanzar un desafío tecnológico, con el objetivo de atraer a los mejores científicos e ingenieros de todo el planeta, y resolver conjuntamente con ellos y en el menor tiempo posible los numerosos problemas de ingeniería que se plantean”, apunta Pedro García Lario.
“No obstante, conceptualmente la idea no es tan descabellada, y posiblemente en algunos aspectos relacionados con el diseño de la misión, estamos en posición de avanzar significativamente en la dirección que el proyecto requiere en poco tiempo, debido a los últimos avances tecnológicos”, añade García.
“La miniaturización de satélites, por ejemplo, es un campo en el que se avanza día a día y hoy es relativamente normal lanzar al espacio minisatélites con pesos del orden de un kilogramo. Lo que este proyecto requiere es pasar ananosatélites que pesarían solo unos gramos. Igualmente, el concepto de una vela solar que sea capaz de recoger la energía producida por el viento solar y de este modo acelerar continuadamente una nave interplanetaria ha sido considerado seriamente como un método de propulsión tecnológicamente viable, y existen prototipos que han volado ya, confirmando que la tecnología es viable, pero proporcionar este empuje desde un sistema de láseres situados en la Tierra es algo muy diferente”, afirma.
“El proyecto en sí es un desafío tecnológico de primer orden que exigirá décadas de desarrollo, probablemente 50 o 100 años”, señala Antonio Ruiz de Elvira. El catedrático de física de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) recuerda que “la tecnología para las nanonaves no existe en la actualidad. En su opinión, “el mayor problema es la retransmisión de información desde Alfa Centauri a la Tierra. Recibir información enviada con nanovatios de potencia, descodificarla y convertirla en imágenes no es posible hoy, y es difícil que lo sea el día de mañana”, apunta. “Sería una triste gracia enviar la naves y darse cuenta después de que lo que envían, si lo detectamos, no tiene utilidad”, argumenta el físico.
Objetivo: Alfa Centauri
Alfa Centauri se encuentra a una distancia de 4,3 años-luz (a 40 billones de kilómetros, que es 270.000 veces la distancia de la Tierra al Sol). Según explica Pedro García, Alfa Centauri es un conjunto de tres estrellas cercanas entre ellas y asociadas gravitacionalmente: “Que Alpha Centauri A y B forman un sistema binario es conocido desde 1689, mientras que Proxima Centauri fue reconocida por primera vez como la estrella más cercana a la Tierra en 1915”. Aunque es una de las estrellas más brillantes en el cielo, relata, no es visible desde nuestras latitudes, sólo desde el hemisferio Sur.
Hace tiempo que los astrónomos buscan planetas en este sistema, de momento sin éxito: “En 2012, usando el instrumento HARPS instalado en uno de los telescopios que el Observatorio Europeo Austral (ESO) tiene en el Observatorio de La Silla en Chile, se intentó la detección de posibles planetas. Midieron lo que parecían ser pequeñas variaciones en la velocidad con la que se mueven las estrellas que componen el sistema, que parecían indicar que podría haber un planeta orbitando Alpha Centauri B, solo un poco más grande que la Tierra, dando una vuelta alrededor de esta estrella cada 3,24 días”, recuerda el astrónomo.
“Desde entonces, otros grupos han intentado verificar la existencia de este planeta utilizando otros métodos (buscando tránsitos del planeta que ocultaran mínimamente la luz de la estrella al pasar) sin éxito. De hecho, un nuevo análisis de los datos originales usados en el estudio que dio lugar al hallazgo parece indicar que la detección no fue tal”, explica.
Pese a los resultados poco alentadores hasta la fecha, el científico de la ESA considera que “debido a su cercanía, Alfa Centauri parece el sitio ideal al que viajar si uno quiere comprobar in situ si otras estrellas similares al Sol podrían albergar planetas de tipo terrestre”.
Por otro parte, David Barrado considera que la motivación del programa planteada por Hawking para lanzar la misión es errónea: “Una misión así no nos va a salvar porque es imposible colonizar esos posibles planetas”, reflexiona. “Lo que tenemos que hacer es cuidar la Tierra, con independencia de que invirtamos en tecnología y en averiguar qué hay más allá. El conocimiento es necesario pero no para que la Humanidad sobreviva”.
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Pobre gente, dioses del dinero, de la soberbia y de la crueldad. No van a llegar a ninguna parte, ellos no, el universo los vomitará.
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