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Introducción
El megalitismo –la construcción con grandes bloques de piedra– es un fenómeno que sigue asombrando a los arqueólogos y que, pese a haber sido objeto de estudio durante más de un siglo, todavía esta lejos de haber sido entendido o interpretado correctamente. En un principio, se creyó que sólo estaba presente en ciertas zonas de Europa y del Mediterráneo, pero hoy en día ya se han identificado numerosas estructuras megalíticas prácticamente en los cinco continentes y con notables similitudes en algunos aspectos, a pesar de estar separadas por miles de kilómetros u océanos enteros.
En cuanto a su origen y cronología, los eruditos del siglo XIX e inicios del XX pensaron que los primeros megalitos procedían de la Grecia micénica y el Egeo, en la Edad del Bronce, y que progresivamente se habrían extendido hacia el oeste como fruto de una especie de colonización por parte de unos supuestos “santones” de la religión megalítica. Así, los grandes megalitos hallados en la fachada atlántica europea no serían más que toscas copias locales (de culturas más primitivas) de los modelos más avanzados del mediterráneo oriental. Todo este escenario difusionista se vino abajo en cuanto los estudios más detallados –y en particular gracias a la introducción de las dataciones absolutas– permitieron desmontar la cronología previa, mostrando que los megalitos occidentales atlánticos eran mucho más antiguos que los famosos tholoi[1] micénicos. Hoy en día la teoría más aceptada –que no necesariamente correcta– es que hubo varios focos o núcleos de megalitismo y que en cada lugar se desarrolló de forma más o menos autónoma.
Así pues, el arranque del megalitismo se dató con cierta fiabilidad en el Neolítico, y se comprobó que tuvo cierto auge durante el periodo calcolítico[2], prosiguiendo –según los territorios– hasta bien avanzada la Edad del Bronce, en que empezó a decaer hasta desaparecer por completo en la Edad del Hierro. No obstante, los estudios más recientes de algunas estructuras han arrojado dataciones aún más antiguas, que se remontarían al Epipaleolítico[3], como el caso de Carrowmore, en Irlanda, datado en 5.400 a. C. Ahora bien, es preciso aclarar que todos estos datos se corresponden con la visión de la arqueología ortodoxa, según la cual el megalitismo está restringido al marco temporal ya citado y a la amplia región europea-mediterránea. Todas las estructuras megalíticas de otras zonas o épocas no han tenido la misma atención y se las suele considerar como “otras cosas” o estructuras aisladas hechas con grandes bloques, utilizando otros términos como “construcciones ciclópeas”.
Aparecen unos asombrosos pilares en Göbleki Tepe
Recinto con pilares de Göbekli Tepe |
Curiosamente, en la mayoría de textos académicos sobre megalitismo –ya actualizados– se omite discretamente el yacimiento prehistórico de Göbleki Tepe, una colina ubicada al sureste de Turquía y que ha causado una auténtica revolución en el mundo de la arqueología. El yacimiento empezó a ser excavado sistemáticamente en los años 90 del pasado siglo por el DAI (Instituto Arqueológico Alemán) y al poco causó gran sensación por la monumentalidad de los restos que iban hallando. Pronto se pudo comprobar que el lugar no era una ciudad o un poblado, ni tampoco un cementerio, pues no había restos de viviendas ni de tumbas sino más bien un conjunto de recintos de piedra[4] de forma más o menos ovoide con un pequeño acceso que contenían en su interior unas grandes estructuras megalíticas en forma de pilares cuadrangulares rematados por una losa superior, o sea, en “T”. Así pues, los arqueólogos interpretaron que estaban ante una especie de templo o santuario, donde tendrían lugar determinadas ceremonias.
Estos pilares tienen entre 3 y 5 metros de altura y pesan varias toneladas; el bloque más pesado se halló en una cantera cercana y se le asignó un peso aproximado de unas 50 toneladas. Otro rasgo muy peculiar es que muchos de estos pilares están decorados con bellos relieves geométricos, antropomórficos –figuras humanas muy estilizadas– y zoomórficos, entre los cuales se puede identificar serpientes (el animal más representado), toros, gacelas, jabalís, zorros, asnos salvajes… En cuando al significado de esta iconografía, realmente no hay pistas claras, y en este caso se ha recurrido a las habituales conjeturas sobre una función ritual, totémica o chamánica. También se han encontrado otros notables restos esculpidos, como estatuas exentas de jabalís o incluso una representación humana itifálica. Por otra parte, algunos estudios alternativos, a cargo principalmente del investigador británico Andrew Collins, parecen demostrar que los recintos y los pilares estaban orientados sobre el terreno para marcar ciertas constelaciones o alineaciones estelares.
Detalle de un pilar decorado |
Sin embargo, lo más espectacular fue el descubrimiento de que –según las pruebas enviadas a laboratorio para datar (por carbono-14)– el yacimiento tenía una antigüedad enorme, que sobrepasaba con mucho lo que los expertos podían esperar. Estamos hablando de un horizonte temporal de 9.500 a. C. – 8.000 a. C., esto es, entre finales de Paleolítico y el Neolítico incipiente (sin la presencia de cerámica), que técnicamente se llama PPN.
Además, tal como se ha podido verificar, las personas que habitaron esta zona enterraron voluntariamente los recintos hacia el 8.000 a. C. y el lugar quedó intacto –y libre de cualquier contaminación que afectara a las pruebas de datación– durante 10.000 años, lo cual añade más incógnitas a la interpretación global de este enclave. Lo que es cierto es que Göbekli no es un caso aislado pues se han hallado otros yacimientos de la misma época en Turquía que presentan rasgos semejantes; el más destacado es Karahan Tepe, con idénticos pilares, pero que apenas ha comenzado a ser investigado.
Por consiguiente, ya podríamos hablar de megalitismo –e incluso de “pre-civilización–en una fecha muy remota e impensable hasta hace poco. De hecho, Göbekli ha venido a romper algunos moldes del evolucionismo cultural más arraigado en la comunidad científica y sigue siendo un dolor de cabeza para las mentes más instaladas en el inmovilismo. Por de pronto, ahora mismo se han parado las excavaciones y se ha procedido a realizar algunas obras de restauración y protección de los restos.
El megalitismo mediterráneo centro-occidental
Templo de Ggantija |
Si dejamos a un lado el “tardío” megalitismo del Egeo, advertiremos que la auténtica eclosión del megalitismo en el Mediterráneo tiene lugar a partir del Neolítico en el Mediterráneo central y occidental, y lo que es más llamativo, con una notabilísima importancia en ciertos territorios insulares como Malta, Cerdeña, Córcega, Mallorca y Menorca. De entre todas estas islas, es de rigor destacar el espectacular megalitismo de Malta (y la cercana isla de Gozo), con unas dataciones que se remontan incluso al 3.600 a. C., muy anteriores a las de otros famosos monumentos megalíticos europeos como Stonehenge. Allí encontramos muestras arquitectónicas tan impresionantes como los complejos templos (Mnandra, Hagar Qim, Ggantija, etc.) realizados con enormes ortostatos y que presentan varias salas y cámaras ovaladas. También son de reseñar el laberíntico hipogeo de Hal Saflieni –que contenía miles de tumbas– o la extensa red de zanjas sobre el terreno o cart ruts (“surcos de carro”)[5] que todavía siguen intrigando a los investigadores. Todo ello por no hablar de otros temas más bien espinosos –pero muy citados por los autores alternativos– como los supuestos templos localizados bajo el mar o la presencia de individuos de cráneos extremadamente dolicocéfalos.
Nuraghe de Santa Sarbana (Cerdeña) |
Si nos desplazamos más al norte, tenemos el megalitismo de las islas del Mar Tirreno, Córcega y Cerdeña. En la primera de ellas, se localiza gran cantidad de monumentos megalíticos, datados entre el Neolítico y la Edad del Bronce, sobre todo los típicos menhires y alineamientos, y algún que otro dolmen. Lo que es muy de destacar es el conjunto de unos curiosos menhires antropomórficos en Filitosa, que fueron esculpidos con rostros humanos, dando como resultado una imagen lejanamente parecida a los famosos moai del Pacífico pero en pequeña escala. En cuanto a Cerdeña, cabe resaltar la presencia de la cultura nurágica (denuraghe, una especie de torreón). Los nuraghi son, en efecto, unos imponentes torreones troncocónicos edificados con grandes piedras y que han sido datados en la Edad del Bronce, si bien los primeros monumentos podrían ser de finales del Neolítico. Este fenómeno es impresionante porque hay miles de estas estructuras en la isla (nada menos que unas 8.000) y algunas de ellas todavía conservan una buena altura. El nuraghe más grande y famoso es el de Su Nuraxi (en Barumini), que incluye varias estructuras (cabañas y pequeñas torres) alrededor de una gran torre principal. En cuanto a su funcionalidad concreta, nada se sabe, aparte de las consabidas especulaciones. Se ha dicho que podrían ser templos, viviendas, residencias de jefes, fortalezas, observatorios astronómicos, etc.
Por otra parte, la tradición popular isleña habla de unas tumbas de gigantes, unas construcciones relacionadas con los nuraghi y que no aparecen en otros lugares de Europa. Se trata de unas edificaciones en planta rectangular rematadas con un ábside realizado a base de grandes losas y presididas en su entrada por una especie de patio en semicírculo y un pequeño menhir u obelisco ritual llamado betile. Lo que es propiamente la tumba consiste en una cámara funeraria de entre 5 y 15 metros de largo, con una altura máxima de dos metros. En todo caso, vistas las proporciones y el tamaño de algunas puertas de los nuraghi, tanta referencia a gigantes –como mínimo– da que pensar… [6]
Finalmente, podríamos citar otros monumentos notables como una estructura piramidal (el monte d’Accoddi), atribuida a la cultura local Ozieri[7], y el llamado Pozo de Santa Cristina, una estructura de factura más pulida que los nuraghi y que ha sido interpretado como un observatorio astronómico.
…Y los pilares reaparecen en Menorca
Tayalot (poblado de Talatí de Dalt, Menorca) |
Si nos trasladamos al Mediterráneo más occidental, tenemos notables ejemplos de megalitismo en la Península Ibérica, como la cultura de los Millares, que floreció durante el Calcolítico, con sus magníficas tumbas de tipo tholoi. Pero, volviendo al mundo insular, es muy destacable el megalitismo que podemos hallar en las Islas Baleares, más concretamente en Mallorca y Menorca, cuna de la llamada “cultura talayótica” (del catalán talayot, torreón), datada desde la Edad del Bronce hasta la Edad del Hierro. Por cierto, es un detalle muy significativo y poco conocido que Menorca constituye el territorio con más concentración de megalitos del mundo (por kilómetro cuadrado), exceptuando la famosa isla de Pascua.
Naveta des Tudons (Menorca) |
En estas dos islas podemos ver claros ecos del megalitismo sardo, corso y maltés, con centenares de restos megalíticos de diverso tipo: poblados amurallados, cuevas artificiales, recintos sagrados y los consabidos torreones, de planta circular o cuadrangular, muy parecidos a los ya citados nuraghi de Cerdeña, aunque aquí se les ha conferido una interpretación casi segura de torres de vigilancia o de defensa. Estos talayots suelen tener, como media, unos 8 metros de altura y unos 15 de diámetro en su base, si bien el de Trepucó (Menorca) tiene casi 26 metros de diámetro de base. Además, es de resaltar que en Menorca aparecen otras estructuras megalíticas con forma de casco de nave invertida –las navetas– de finalidad aparentemente funeraria. La naveta más famosa y bien conservada es la naveta des Tudons, de 13,5 metros de largo y poco más de 6 metros de ancho, con una altura que supera los 4 metros.
Pero lo que es más destacable, y también exclusivo de Menorca, es la presencia de unos grandes pilares en T llamados taulas(“mesas”, en catalán), formados por una losa vertical rectangular, llamada piedra soporte, que puede superar los cuatro metros de altura[8], y una losa horizontal –ligeramente troncopiramidal– encima, la piedra capitel. Estas taulas no estaban aisladas en el paisaje sino que formaban parte de un conjunto arquitectónico delimitado por un pequeño recinto amurallado.
La estructura completa vendría a estar compuesta por un muro, en forma de ábside o de herradura, construido con grandes piedras y con una abertura o entrada[9]. Dicho muro presenta a menudo varios huecos o nichos que han sido interpretados como espacios para situar estatuillas u ofrendas, más unas pilastras adosadas que parecerían formar una especie de “capillas”.
Taula del poblado de Talatí de Dalt. Véase la pilastra caída sobre la piedra capitel de la taula |
En el interior del recinto encontramos una gran taula central o bien tres taulas en línea (lo que se denomina “trío majestuoso”) más otros pilares secundarios o pilastras, cuya piedra capitel es de tamaño muy reducido. En cuanto a su aspecto y decoración, las piedras están bien trabajadas pero –a diferencia de Göbekli Tepe– no hallamos en las losas ningún relieve ni grabado, salvo una nervadura en una de sus caras. Y en referencia al propósito de la propia taula, algunos expertos han especulado con la idea de que fuera un mero elemento arquitectónico funcional, esto es, que fuera la columna de apoyo de una techumbre del recinto, hecha de madera y ramajes, desaparecida con el paso del tiempo. Para otros, en cambio, todo el conjunto estaría al aire libre y podría constituir una especie de santuario, en el cual las taulas tendrían una función específica de tipo simbólico o ritual en el contexto de las creencias de las gentes de aquella época. A este respecto, se han encontrado algunos restos de hogueras y de animales supuestamente sacrificados, lo que reforzaría la idea de que era un lugar ceremonial.
Epílogo
Para complicar un poco más las cosas, el autor alternativo Graham Hancock ha dado a conocer recientemente en su sitio web una noticia que podría tener cierta relevancia con relación a los famosos pilares en T. Hancock se refiere al hallazgo de unas curiosas figuras en una tablilla cuneiforme a cargo de la investigadora independiente Madeleine Daines. Al parecer, la tablilla sumeria, de gran antigüedad (periodo Uruk V, alrededor de 3.500 – 3.250 a. C.), representaría en uno de sus extremos dos pilares megalíticos en T, al estilo de Göbekli Tepe, inscritos en una especie de recinto.
Tablilla sumeria con representación de dos pilares dentro de un recinto (parte superior izquierda) |
Para Hancock, Göbekli Tepe fue posiblemente la creación de los últimos supervivientes de una civilización desaparecida antediluviana que legó su saber a las generaciones venideras a través de sus logros arquitectónicos. De todas formas, y aunque pudiéramos “comprar” esta teoría, aceptando también que las figuras de la tablilla se corresponden con los pilares de Göbekli Tepe, está claro que la tablilla sumeria es muy posterior al abandono y enterramiento de este yacimiento. ¿Quedaba en pie algún otro resto semejante que hubieran podido ver los antiguos sumerios? ¿O simplemente era un conocimiento o culto que se había conservado durante milenios de forma simbólica? Demasiada especulación para tan pocas pruebas y certezas.
Por último, nos queda la conexión inesperada con Menorca. El propio Hancock me comentó en su momento que las similitudes con Göbekli Tepe le resultaban bastante llamativas, y que además no creía que las fechas aceptadas fueran correctas. Asimismo, pensaba que todo el megalitismo formaba un conjunto y que en general su cronología debía ser revisada, empujando su antigüedad muchos miles de años atrás. Pero si damos por buenas las dataciones disponibles, estamos hablando de que las taulas se sitúan en el primer milenio antes de Cristo[10], a muchos miles de años (y de kilómetros) de Göbekli Tepe. También resulta paradójico observar que los dos ejemplos de pilares en T están situados a uno y otro extremo del Mediterráneo, sin que haya ninguna estructura mínimamente semejante entre medio. Ya hemos visto las obvias similitudes y las posibles conexiones entre varios monumentos megalíticos del Mediterráneo, por lo que se hace difícil explicar ese enorme vacío.
Vista general de las excavaciones en Göbekli Tepe |
Así pues, es posible que ambas construcciones fueran completamente independientes y que respondieran a motivaciones distintas, aunque pudiera haber un nexo común inconsciente de tipo ritual. Ahora bien, no se puede pasar por alto que algunos rasgos de las dos construcciones tienen unos claros paralelismos –aparte de la supuesta finalidad simbólica– como la existencia de unos recintos de piedra a los que se accede por una entrada y la presencia en su interior de uno o varios de estos megalitos, de altura muy pareja y con una losa vertical similar en la forma (no así la horizontal).
De todos modos, tenemos que admitir que –como en muchísimas otras ocasiones– los arqueólogos andan perdidos en sus interpretaciones de ciertas formas y estructuras del remoto pasado, y ante las incógnitas suelen recurrir al socorrido cajón de sastre de la religión, las creencias, la superstición, la magia, los rituales, etc. Entretanto, estos curiosos pilares seguirán en ese limbo interpretativo a la espera de que algún investigador dé con la clave para desvelar su misterio.
© Xavier Bartlett 2016
Fuente imágenes: DAI, Wikimedia Commons, www.grahamhancock.com y Jaume García