Viktor Frankl cobró notoriedad después de que sobrevivió cerca de tres años en campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de sus experiencias y meticulosas observaciones, el doctor Frankl creó un método terapéutico conocido como la logoterapia, la cual está basada en el sentido o propósito existencial. Su libro El hombre en busca de sentido se convirtió en uno de los clásicos de la psicología del siglo XX y en una obra sumamente leída en su época.
Si bien la situación que vivimos, por más dura que sea, difícilmente se compara con lo que experimentó Frankl, es evidente que su trabajo puede servirle actualmente a muchas personas para encontrarle sentido a la existencia y tomar una perspectiva más sana ante la pérdida, la adversidad o incluso el prospecto de la muerte.
El razonamiento del doctor Frankl es sencillo. No es la voluntad de poder ni la voluntad de placer, sino la voluntad de sentido la que hace al ser humano. El sentido –o, mejor aún, el significado– es suficiente para una buena vida.
Desde cierta perspectiva podría decirse que toda la obra de Frankl es un comentario, basado en la experiencia, de una famosa frase de Nietzsche: «Para quien tiene un por qué, nada es insoportable» (El ocaso de los ídolos). Una frase que Frankl leyó desde el más puro humanismo y el espíritu de solidaridad.
La voluntad de sentido es la única determinación del ser humano y la causa de la auténtica felicidad, una felicidad que no está basada en el hedonismo y por lo tanto no está sujeta a la voraginosa impermanencia de los deseos autorreferentes.
En la psicología filosófica de Frankl, basada en el sentido (o significado, meaning en inglés), lo central en la constitución de una buena vida humana. Aquello en donde se encuentra no sólo la esencia sino el potencial de una persona es en el sentido o la capacidad de vivir con lo que Frankl llama «valores experienciales».
Un aspecto de esto es la cualidad moral o estética de la experiencia, fundamentalmente los tres grandes valores de la tradición occidental: la experiencia de la belleza, de la verdad y del bien. Al respecto, Frankl refiere un momento conmovedor observando un atardecer en un campo de concentración con un grupo de prisioneros. Esta sola experiencia de belleza es capaz de proveer sentido.
Un segundo aspecto está relacionado con el amor y la atención. Tiene que ver con la posibilidad de experimentar a un ser humano en su cualidad única, la manifestación de su persona, lo irrepetible que es cada ser. Esto es la revelación del ser del otro, pero, según Frankl, esto sólo puede ser visto por alguien que ama, que ve no sólo la humanidad de la persona sino su potencial y, por lo tanto, se acerca a ella para aliviarla y ayudarla a actualizarse. Pero esta actualización únicamente puede ocurrir automáticamente como subproducto de encontrar sentido, dice Frankl
Otro aspecto es actitudinal. Frankl señala que incluso cuando las personas han perdido una cierta disposición a experimentar la belleza o la capacidad de hacer un trabajo, generalmente por estar sumidas en una circunstancia trágica, de todas maneras existe potencial de hallar significado, y el más profundo, en la medida en la que acepten esa situación trágica, en la actitud ante el sufrimiento, la aceptación y la dignidad.
A continuación, una serie de frases que muestran la sencilla sabiduría de Frankl:
La vida nunca es insoportable debido a las circunstancias sino sólo debido a la falta de sentido y significado.
Cuestionar el sentido de la vida es la expresión más verdadera de lo que es ser humanos.
Todo le puede ser despojado al ser humano menos su capacidad de elegir una actitud dadas ciertas circunstancias, elegir el propio camino.
Cuando no somos capaces de cambiar una situación, nos vemos desafiados a cambiar nosotros mismos.
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