«La creencia de que, en el fondo, la naturaleza humana es egoísta sólo sirve para justificar el comportamiento humano egoísta. Lo cierto es que la evolución nos ha legado la capacidad de ser generosos y bondadosos.»
Cathryn Townsend, antropóloga.
«El famoso abismo entre el hombre y los animales presuntamente «inferiores» se reduce de improviso a nada, con la salvedad de que, en el caso que nos ocupa, de la comparación sale mejor parada la mayor parte de los animales inferiores, que manifiestan muchas más cualidades humanas que los ik.» Colin Turnbull, antropólogo. (The mountain people).
Personas crueles y egoístas, que no cuidan de los niños ni atienden a los ancianos, y con calma les roban el último bocado. Tal idea ha estado circulando sobre la comunidad ugandesa ik desde la década de 1970 debido al trabajo del antropólogo Colin Turnbull.
Los Ik viven en la esquina lejana noreste de Uganda, cerca de sus fronteras con Kenia y Sudán del Sur. Eran un pueblo de tradición nomada, que se desplaza en bandas y vivía de la caza. Pero tras el trazado de fronteras entre Sudán, Kenia y Uganda cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, su territorio se redujo a Uganda. Después, se creó el Parque Nacional de Kidepo justo donde encontraban sus presas, y además, las tensiones político-militares entre los Estados vecinos limitaban más sus desplazamientos. Terminaron viviendo de la agricultura en una zona con laderas escarpadas de una montaña de tierras poco fértiles y clima desfavorable y sequía continua. Cuando el antropólogo llegó en 1965, se impuso una grave escasez alimentaria, y vio como poco a poco desaparecía cualquier rasgo de solidaridad. Era una época en que una tribu vecina todavía le llama el «año de una taza», en referencia a las escasas raciones anuales. Recibieron del gobierno:una taza de maíz por persona.
Ancianos que morían en aislamiento, agonía de los más débiles, robos, tratos
crueles… Y sin embargo, les describía como “personas sin amor” que profesan una “cultura de egoísmo” en su libro «The Mountain People», publicado en 1972. Peter Brook, uno de los hombres claves del teatro del siglo xx, decide hacer una obra a partir del libro. Se venden los derechos para el cine. Margaret Mead lo califica de «hermoso».
Según Turnbull, los Ik eran la prueba que buscaba: «Nos enseña que nuestros valores humanos no son en modo alguno inherentes a la humanidad». Sacrificaron todos los valores humanos en la dura lucha por la supervivencia: amor, amabilidad, altruismo, faltaban honestidad y sentimiento en sus vidas. Ninguno de estos valores eran inherentes a la naturaleza humana. Propuso dispersar a sus decenas de miles de personas que viven en el noreste de Uganda en las fronteras con Kenia y Sudán del Sur, para que el mal que irradia de ellos ya no se pueda heredar. Abogó por que fueran forzados y al azar «reunidos en algo parecido a una operación militar» sin tener en cuenta «la edad, el sexo o el parentesco» «en pequeñas unidades de unas diez» y luego «llevados a partes de Uganda lo suficientemente remotas como para que no puedan regresar” a su hogar como una forma de eliminar los rasgos culturales, incluido su idioma, que él creía que los llevaba a ser tan egoístas.
En la década de 1970, The New York Times describió a los Ik como «una flor inquietante del mal» en «su rincón del jardín de la civilización». El médico y periodista científico Lewis Thomas argumentó, en 1973, que la «repelencia compulsiva e incesante» de estas «criaturas brutales y desapegadas» era el resultado de una «cultura explotada» en la que cada Ik era una «tribu de un solo hombre». Se argumentó ampliamente que los Ik revelaron cómo los humanos son esencialmente maliciosos cuando se los despoja de los efectos restrictivos de una civilización decente. Ejemplificaron ‘cuán poca bondad natural hay en el fondo del corazón humano’, como advertencia para el mundo civilizado sobre la fragilidad de la bondad humana.
La antropóloga Cathryn M. Townsend estuvo realizando trabajo de campo en el año 2016 con los Iks y luego regresó brevemente en 2017 y 2018. Ella alega que su cultura contiene varias peculiaridades que, de hecho, promueven la generosidad. Entre otras cosas, creen que su comportamiento es monitoreado por espíritus llamados llamados kí ʝ áwik a, que literalmente significa hijos de la tierra, quienes recompensan a los generosos y castigan a aquellos que no comparten. Después de todo, uno de los dichos más populares es “Tomora maráŋ», que significa “es bueno compartir”.
Y escribe: «La ‘temporada de hambre’ seca en Ikland es un momento en el que las personas deben unirse para ayudarse mutuamente compartiendo los alimentos recolectados con los más necesitados. Los Ik también se enfrentan a una amenaza constante de ataques violentos por parte de grupos de guerreros asaltantes. Como pueblo desarmado y habitualmente pacífico, los Ik están en gran medida indefensos frente a los ataques y robos de alimentos y tierras. Su única defensa es confiar unos en otros para obtener ayuda.»
Turnbull era famoso gracias a su libro anterior, The Forest People, que trataba sobre los mbuti del bosque de Ituri. Si bien Turnbull había representado a los Mbuti de manera muy favorable, argumentó que los Ik, por el contrario, eran las personas más egoístas, malas y antisociales de la Tierra. No tuvo en cuenta suficientemente el hecho de que se estaba moviendo entre ellos durante unas severas hambrunas. Así interpretó el anómalo comportamiento causado por la desesperación de la hambruna y la pura supervivencia como una parte normal de su cultura tradicional.
Incluso Richard Dawkins se refirió al relato de Turnbull en el capítulo final de «El gen egoísta»:
«La selección de parentesco y en favor del altruismo recíproco pudo actuar sobre los genes humanos para producir gran parte de nuestras tendencias y de nuestros atributos psicológicos básicos.
Estas ideas parecen satisfactorias hasta este momento, pero encuentro que no afrontan el formidable desafío de explicar la cultura, la evolución cultural y las inmensas diferencias entre las culturas humanas alrededor del mundo, que abarcan desde el total egoísmo de los Ik de Uganda, según la descripción de Colin Turnbull, hasta el gentil altruismo del Arapesh de Margaret Mead.»
Charles Oodong, un joven líder de la comunidad Ik, denuncia:
“La descripción incorrecta de Turnbull del estilo de vida Ik convenció a mucha gente de que los Ik somos antipáticos, desagradables y egoístas. Esa representación incorrecta debe corregirse para cambiar la opinión de las personas”.
Mucho antes que Townsend, en 1987, vino el testimonio de un antropólogo afroamericano: Joseph Towles, pareja de Turnbull. Él y Colin Turnbull pasaron un tiempo en África realizando trabajo de campo no solo entre los Ik, también Mbuti y Mbo. Habló de una acogida cordial y amistosa de los Ik, pero que pasó a ser desesperación y estoicismo cuando llegó la hambruna. Explicó las razones macrosociales de la escasez, y constató: el individualismo se convirtió en virtud para sobrevivir. De hecho, las describió como «un comportamiento y una visión de las cosas sorprendentemente no africanos.» Recordó que un agente de policía le dijo «Esta gente no se comportan como ugandeses. Son como los europeos».
“La ciencia no es simplemente la acumulación de conocimientos. En cambio, avanza a trompicones y lo hace a lo largo de un camino sinuoso» escribió la antropóloga Cathryn Townsend. «La investigación que es defectuosa, como la de Turnbull sobre el Ik, juega un papel importante en ese proceso. Los científicos, como todo el mundo, aprenden tanto de sus propios errores como de los de los demás. Un nuevo prólogo o introducción transformaría a The Mountain People de lo que es ahora, una etnografía defectuosa que continúa engañando a las personas sobre los Ik y sobre las causas del comportamiento humano, en una lección importante sobre el proceso desordenado, imperfecto, pero aún muy importante de la investigación científica.”
«(…) si podemos aprender algo de los Ik sobre cultura y civilización, es que incluso cuando las convenciones de generosidad colapsan debido a condiciones de estrés extremo, como ocurrió, es posible que resurjan por completo dentro de 50 años, a pesar de las condiciones crónicas de escasez y privación. La resiliencia de la generosidad Ik frente a condiciones perennemente duras, hambrunas extremas, epidemias, ataques de guerreros hostiles y marginación política dentro de la civilización a nivel estatal es motivo de optimismo, no de desesperación.»
«Pero la aceptación acrítica de la idea de que la competencia despiadada es la respuesta inevitable a las crueldades de la naturaleza, está impulsada por una historia mítica que no resiste las pruebas empíricas. En su peor forma, este mito sustenta el darwinismo social, la eugenesia y la política delirante de la derecha. En su forma más inocua, respalda la creencia popular chovinista de que el amor y la bondad son un lujo que solo los ricos o los ilustrados pueden permitirse. Nada de esto es propicio para la buena ciencia o para una sociedad abierta y reflexiva. La creencia de que, en el fondo, la naturaleza humana es egoísta sólo sirve para justificar el comportamiento humano egoísta. Lo cierto es que la evolución nos ha legado la capacidad de ser generosos y bondadosos.»
Fuentes:
Didier Fassin. Por una repolitización del mundo.
https://aeon.co/essays/why-were-the-ik-people-vilified-as-selfish-and-nasty
Setting the record straight on The Mountain People: An open letter to Simon & Schuster
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2022/05/los-ik-de-uganda-tomora-mara-es-bueno.html