En los últimos años, muchas palabras del “vocabulario psicológico” han pasado a formar parte de la cultura popular, de manera que no es extraño escuchar frases como “estoy estresado” o “me siento ansioso”. A menudo ambos términos se usan indistintamente, pero es importante conocer la diferencia entre estrés y ansiedad porque, aunque los síntomas se parecen, no son lo mismo, por lo que la manera de abordarlos también difiere.
¿Qué es el estrés?
El estrés es esa sensación de agobio, preocupación y agotamiento que todos hemos experimentado en algún momento. Es una respuesta natural a situaciones que percibimos como desafiantes o amenazantes cuando nuestros recursos psicológicos no son suficientes para afrontarlas con eficacia.
Es habitual que se desencadene por presiones académicas o laborales, como cuando se acerca un examen o la fecha de entrega de un proyecto. De hecho, la vida está llena de situaciones que pueden activar el estrés, desde el exceso de trabajo o un conflicto interpersonal hasta la inestabilidad económica o una enfermedad. Plantearse objetivos muy ambiciosos o lidiar con cambios vitales positivos, como un matrimonio o la llegada de un hijo, también pueden convertirse en fuentes de estrés.
¿Qué es la ansiedad?
Todos podemos sentirnos preocupados, nerviosos o estresados ocasionalmente, pero eso no implica que suframos ansiedad. La ansiedad es un estado de aprensión, tensión o inquietud que surge de la anticipación de un peligro, que puede ser interno o externo, real o imaginado.
Cuando se vuelve desproporcionada y dura más de seis meses se convierte en un trastorno de ansiedad, como explican desde “El Gabinete”, especialistas en el tratamiento para la ansiedad. En ese caso, las personas se sienten nerviosas y preocupadas, experimentando una sensación de angustia permanente que afecta su calidad de vida.
El estrés es una de las causas más comunes de la ansiedad, aunque no es la única. Un accidente de coche, por ejemplo, puede desencadenar la amaxofobia, el miedo a conducir. Una enfermedad crónica o grave, el consumo de sustancias, la depresión, situaciones de abuso o simplemente preocupaciones por el futuro también pueden generar ansiedad generalizada.
¿Cuáles son las principales diferencias entre el estrés de la ansiedad?
Cuando nuestro cerebro percibe un peligro, activa ciertos circuitos neuronales que nos preparan para entrar en acción. Sin embargo, esos circuitos pueden desencadenar respuestas diferentes, de estrés o de ansiedad, con efectos muy distintos en nuestro cuerpo y mente.
1. La causa del estrés es más evidente, la de la ansiedad no
Como regla general, el estrés aparece en presencia de factores estresantes, como el exceso de trabajo, una ruptura de pareja, conflictos interpersonales o una enfermedad. Al contrario, la ansiedad es un estado de carácter más difuso que puede producirse sin un desencadenante específico. En práctica, sabemos de dónde proviene el estrés porque hay una o varias situaciones que nos preocupan, pero resulta mucho más difícil determinar qué nos causa la ansiedad.
2. En la ansiedad prima el miedo, en el estrés la preocupación
Otra diferencia entre el estrés y la ansiedad radica en los sentimientos y sensaciones que ambos estados generan. Aunque a primera vista pueden parecer idénticos, lo cierto es que la ansiedad actúa como una bola de nieve y con el tiempo tiene la tendencia a convertirse en un miedo de carácter generalizado, cuya máxima expresión son los ataques de pánico.
Al contrario, cuando padecemos estrés lo que suele primar son las preocupaciones, que generalmente giran en torno a la situación desencadenante, así como una sensación de nerviosismo y frustración. En la ansiedad también pueden estar presentes las preocupaciones, pero tienen un carácter más vago y general.
3. La ansiedad es un exceso de futuro, el estrés un exceso de presente
Una de las diferencias entre el estrés y la ansiedad es su proyección a lo largo del tiempo. La ansiedad suele ser la respuesta ante la anticipación de situaciones, la idea de que algo malo pueda ocurrir, por lo que es más un mirar con miedo hacia el futuro, un temor por algo que aún no ha pasado. De hecho, el propio miedo a sentirnos ansiosos es uno de los principales factores que dispara la ansiedad.
En cambio, el estrés suele ser un exceso de presente ya que normalmente se acompaña de la sensación de no poder lidiar con las situaciones que estamos atravesando. Se dispara cuando creemos que no tenemos los recursos para afrontar determinado evento.
Un ejemplo muy sencillo para comprender la diferencia entre estrés y ansiedad: nos estresamos cuando vamos con retraso a una reunión importante y se nos derrama el vaso de café sobre la camisa justo al salir de casa. Al contrario, sentimos ansiedad cuando pensamos continuamente en todas las cosas que podrían salir mal y que nos impedirían llegar a tiempo a la reunión.
4. El estrés suele estar provocado por factores externos, la ansiedad se alimenta de factores internos
Aunque es difícil establecer una distinción entre los factores externos e internos, el estrés suele ser el resultado de eventos que nos resultan difíciles de gestionar. La situación que los causa suele escapar de nuestro control, por lo que acaba sobrepasándonos.
Al contrario, la ansiedad se alimenta fundamentalmente de los factores internos ya que implica una anticipación angustiosa de hechos que en muchos casos aún no han sucedido. Es una expresión de pensamientos anticipatorios catastróficos.
La diferencia entre los factores e internos y externos es importante pues si conocemos exactamente qué nos preocupa y angustia, podremos dar los pasos necesarios para lidiar con esa situación, ya se trate de un evento externo o un problema que estamos alimentando en nuestra mente.
5. El estrés desaparece cuando acaba la situación estresante, la ansiedad suele perdurar
Una de las principales diferencias entre el estrés y la ansiedad se refiere al tiempo de duración. Lo usual es que cuando solucionemos la situación que nos preocupa, el estrés desaparezca o al menos disminuya bastante. Por ejemplo, cuando terminamos un proyecto y lo entregamos, nos deshacemos del pesado fardo de tensión y agobio que cargábamos sobre nuestros hombros.
Sin embargo, la ansiedad suele nacer con vocación de perdurar a lo largo del tiempo. Al no estar causada por un hecho puntual o no poder atribuirse a una situación especifica, a veces es necesario recurrir a la terapia psicológica para aprender a lidiar con este estado y lograr relajarse.
6. El estrés genera tensión, la ansiedad síntomas vegetativos
Aunque el estrés y la ansiedad pueden afectar de manera distinta a las personas, como regla general el estrés genera una gran tensión a nivel físico, por lo que cursa con síntomas como fatiga, dolores de cabeza y tensión muscular.
En cambio, los síntomas físicos que acompañan la ansiedad suelen ser de carácter vegetativo, como latidos cardíacos acelerados, sudoración, mareos, náuseas, molestias inexplicables, problemas epigástricos, vértigo, sequedad de boca y sensación de falta de aire.
7. El estrés genera irritabilidad, la ansiedad causa inseguridad
Cada persona responde de manera distinta, pero el estrés suele manifestarse a nivel emocional como un estado de irritabilidad y frustración. En contraposición, la ansiedad suele generar un estado de temor, inseguridad y desesperanza.
Si estamos estresados, es probable que reaccionemos de manera exagerada e incluso agresiva ante los estímulos del medio, ya que tenemos los nervios a flor de piel. En cambio, si nos sentimos ansiosos, es posible que reaccionemos con miedo, sobresaltándonos y sintiéndonos inseguros.
8. El estrés nos empuja a buscar soluciones, la ansiedad a evitar lo temido
Las estrategias de afrontamiento que asumimos ante el estrés y la ansiedad también suelen variar. Como norma general, solemos lidiar con el estrés adoptando enfoques más activos para eliminar lo que nos está causando ese malestar. Por tanto, podemos trazar un plan de acción, dividir las tareas en pasos más manejables o pedirle a alguien que nos eche una mano.
Sin embargo, como en la ansiedad no siempre podemos encontrar una causa o desencadenante, a menudo conduce a la evitación. Es probable que comencemos a evitar situaciones que consideramos amenazantes, aunque no representen un peligro real. Por ejemplo, una persona con ansiedad social puede evitar los grupos, lo que a su vez intensifica su miedo, aislamiento y preocupación.
9. El estrés puede mejorar el desempeño, la ansiedad lo afecta
Tanto el estrés como la ansiedad pueden afectar considerablemente nuestro desempeño cotidiano, sobre todo cuando el estrés se vuelve crónico y no nos abandona. Sin embargo, dado que generalmente experimentamos situaciones de estrés puntual, podemos recuperar con relativa facilidad nuestro nivel de desempeño.
De hecho, cierto nivel de estrés incluso puede beneficiar nuestro rendimiento. El eustrés puede mantenernos alertas, concentrados y con más energía gracias a la adrenalina. La ansiedad, al contrario, suele interferir de manera más significativa en las actividades cotidianas, afectando nuestra concentración y la capacidad para tomar decisiones. Las preocupaciones excesivas y los pensamientos rumiativos también suelen disminuir el rendimiento.
10. El estrés puede reforzar nuestra autoestima, la ansiedad la destruye
En situaciones de estrés, solemos concentrar nuestra energía y recursos en superar un desafío puntual y, aunque podemos sentirnos sobrepasados o frustrados, rara vez afecta nuestra autoestima de manera duradera. La respuesta al estrés suele ser temporal y orientada a la acción, por lo que cuando resolvemos el problema, recuperamos la autoconfianza e incluso podría salir reforzada nuestra autoimagen, si pusimos a prueba con éxito nuestras capacidades.
En cambio, el impacto de la ansiedad suele ser más devastador, afectando tanto la autoestima como la autoconfianza. Al ser más difusa y prolongada en el tiempo, la ansiedad puede generar un estado de inquietud y duda persistente, porque la mente tiende a ver obstáculos donde no los hay.
Si sufrimos ansiedad, podemos cuestionarnos continuamente si seremos capaces de enfrentar los desafíos futuros, lo que va erosionando poco a poco nuestra seguridad. Con el tiempo, la ansiedad puede desarrollar un bucle tóxico en el que la falta de confianza reduce la acción, lo que a su vez refuerza la sensación de incapacidad, creando una espiral de impotencia e indefensión que afecta nuestra autoimagen.
¿Cuándo hay que preocuparse y buscar tratamiento psicológico?
Es importante saber que tanto el estrés como la ansiedad son respuestas normales a los contratiempos y obstáculos de la vida. No son negativos en sí mismos sino más bien señales de alarma y mecanismos naturales que nos ayudan a afrontar situaciones desafiantes.
El problema comienza cuando estos estados, que deben ser transitorios, se alargan en el tiempo. En este punto nuestro organismo se sobrecarga y los sistemas endocrino y nervioso comienzan a dar las primeras señales de saturación e incluso pueden llegar a colapsar. Por eso, aunque se trata de reacciones normales, es importante ponerles freno cuanto antes.
Cuando sientas que el estrés te desborda, prueba algo rápido y sencillo: respira profundamente, cambia de ambiente o sal a estirar las piernas durante unos minutos. Esas pausas te ayudarán a relajarte y disminuir la tensión, dándote un respiro antes de seguir adelante.
Si padeces ansiedad, puedes practicar técnicas como la visualización, el mindfulness o incluso escribir un diario sobre la ansiedad para ir soltando esas preocupaciones. No obstante, recuerda que si se ha instaurado, es posible que se trate de un trastorno que requiera tratamiento psicológico para abordar las causas subyacentes y trabajar con mayor profundidad los patrones de pensamiento que la están alimentando.
Si el estrés o la ansiedad empiezan a interferir en tu vida diaria, quizá haya llegado el momento de buscar ayuda profesional. Recuerda que tomarte unos minutos para mirar dentro de ti y reflexionar sobre tu estado emocional es un acto de autocuidado esencial. La salud mental merece la misma atención que cualquier otro aspecto de tu vida. Si sientes que algo no está equilibrado y el estrés o la ansiedad amenazan con convertirse en invitados indeseados, habla con un buen psicólogo que puede ayudarte a encontrar estrategias de afrontamiento más eficaces para lidiar con los desafíos.
Referencias Bibliográficas:
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