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Aida. Eliminando la programación subliminal de nuestro subconsciente

por David Topí

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En múltiples ocasiones hemos hablado del poder del simbolismo sobre la psique humana, y soy consciente de que tendemos a pensar qué, por mucho que lo sepamos o nos lo expliquen, nos suena a muchos a conocimiento enrevesado con palabras abstractas, y que se arraiga y manipula nuestra mente de forma que solo nos es medianamente comprensible. En muchos casos, nos quedamos con que suena a algo que es interesante saber, pero (por lo leído en los comentarios de otros artículos) decimos algo tipo:“entiendo que me están manipulando a través de los símbolos, subliminales y demás, pero no creo que puedo hacer nada al respecto, ya que trabajan con un nivel de mi psique al cual yo no tengo acceso”. Vamos a ver hoy que esto no es del todo correcto, y que podemos desprogramar en nosotros mismos aquello que los símbolos y mensajes subliminales están intentando instalar, y que podemos eliminar la programación imbuida por estos para que no pueda activarse.

Si queremos que el simbolismo del suelo cuadriculado, el huevo, o la señal de stop que todos obedecemos cuando vamos conduciendo (que es un símbolo en 2D de un hípercubo en 4D que imbuye la orden “obedece”) no imbuyan ni afecten nunca más a nuestro subconsciente, debemos dar ciertas órdenes al mismo para que así sea. Para ello, necesitamos comprender cómo estas órdenes llegan a la mente, y contraprogramarla para que dejen de hacerlo, o se borren diariamente.

Entender como se reciben para poder eliminarlos

El primer paso es comprender cómo se recoge la información desde nuestros sentidos, pasando a la mente pre-consciente, de ahí analizada, y lo que es necesario tener presente, reenviado a la esfera mental consciente para ser operado y racionalizado y, el resto, reenviado a la esfera mental subconsciente para ser almacenado, archivado y usado por otras partes de nosotros o como repositorio de información para otros procesos que no son los básicos de la gestión mental del día a día. La conferencia del año pasado sobre la psique del ser humano entró a fondo en estos temas.

Los conceptos y arquetipos imbuidos por subliminales o símbolos, al ser una información que no es entendible por la mente consciente, pasa siempre directamente de la esfera preconsciente a la subconsciente, donde se ponen a hacer su trabajo sabiendo que el centro intelectual (aquí tienes un repaso de los centros de control) no las va a pasar por su filtro ni analizar para desmenuzar y tratar de ver si tiene sentido lo que está recibiendo y si necesita bloquearlo, ejecutarlo o borrarlo, ya que no entiende lo que se ha introducido, al no estar en su lenguaje, y, por lo tanto, da directamente el visto bueno para que el subconsciente se encargue de ello, pues esta parte de nuestra psique trabaja con el mismo idioma pictórico que todos los símbolos que vemos en nuestra realidad.

Eliminando lo que no sirve

El proceso de borrado entonces tiene que hacerse a nivel subconsciente. ¿Cómo? Dando órdenes para ello especialmente cuando vamos a dormir. Cuando estamos en el proceso de irnos a descansar y entrar en el sueño reparador que nuestro cuerpo necesita cada noche, varios centros de control del cerebro toman el mando y ejecutan sus funciones para que podamos preparar nuestro vehículo físico para otro día de trabajo. El centro instintivo es el que lleva nuestro cerebro poco a poco a entrar en estados más profundos, de beta a alfa, theta y luego delta, de hacernos entrar en la fase REM y de hacernos descansar fisiológicamente y recargar las baterías del cuerpo. Luego, el centro motor es el que se encarga de poner en marcha procesos de limpieza psíquica en las esferas mentales para desechar parte de lo acumulado durante el día, u organizar el resto de datos recibidos en el cuerpo mental, nuestra memoria y nuestros bancos de datos.

Para que los procesos ejecutados automáticamente en la psique por el centro motor del cerebro puedan eliminar la programación subliminal acumulada a lo largo del día, hemos de incluir esta orden dentro de esos procesos rutinarios que se ejecutan sin nuestra intervención consciente. La petición se la tenemos que dar a esas otras partes de nosotros mismos, funcionando en otros niveles de consciencia y vibración, que llamamos nuestro Yo Superior, nuestro Ser, o cómo lo designéis cada uno o sintáis, para que borren, en los procesos de filtrado nocturnos de limpieza de la mente subconsciente, aquellas órdenes, patrones y programas que hayan entrado de forma subliminal sin ser “autorizadas” por el centro intelectual y por la mente consciente, y que estén destinadas a modificar nuestro comportamiento, patrones, actitudes, procesos mentales, carácter, etc. La orden se da hacia nosotros mismos, pero para que sea ejecutada desde otros estratos de la composición multidimensional que poseemos, pues la mente lógica y racional no será capaz de saber que tiene que filtrar y que no, que tiene que almacenar y que puede descartar, pero esos otros niveles de nosotros si, pues recordad que somos mucho más que este simple cuerpo físico y su personalidad, y estamos formados por una estructura multidimensional donde partes de la misma se encuentran en niveles frecuenciales, de vibración, de conocimiento, de sabiduría, etc., mucho más elevados que lo que la personalidad egóica y artificial que poseemos normalmente llega a abarcar.

Dar este tipo de orden antes de irnos a dormir, incluirá en el filtrado y eliminación aquello que hayamos recibido durante el día, y que pueda ser descartado por estar destinado a nuestra manipulación. ¿Cómo lo sabremos? No lo sabremos. Si ahora mismo no sabes que tienes en tu subconsciente, no tendrás forma de saber que se ha borrado del mismo. Así que posiblemente no vayas a notar nada especialmente diferente, excepto el hecho de que verás que no activas ciertos comportamientos automáticos que antes si hacías (si eres dado a auto observarte y auto analizar lo que piensas, haces o dices lo percibirás, sino, es cuestión de entrenamiento) a medida que vas borrando programación y patrones grabados en ti.

Subconsciente en modo mantenimiento y filtrado constante

Esto servirá para lo que vaya entrando en vuestro día a día por los medios de comunicación, la publicidad, los anuncios que veáis en la calle, los símbolos que están repartidos por la arquitectura de vuestra ciudad, los mensajes que captáis sin daros cuenta de múltiples medios energéticos y psíquicos, los egregores bajo los que vivimos, etc. Para lo que ya está imbuido y bien grabado, es necesario usar alguna otra técnica de desprogramación, como puede ser la escritura automática, primero para “vomitar” hacia la mente consciente lo que hay en la subconsciente, la meditación “hacia el interior de uno mismo” para percibir en imágenes o símbolos la misma información, o cualquier otra herramienta que conozcáis que os permita echar “luz” en el almacén de vuestra psique. Una vez hecho, se puede dar la orden de eliminación y desprogramación a vuestro ser superior, o a través del trabajo con vuestra esencia o mónada. Pero, al menos, con el simple hecho de meter ya en los procesos de limpieza nocturna la orden de no grabación ni almacenaje de todo lo dicho, aunque de momento no estemos sacando nada de lo que ya llevemos a cuestas, dejaremos de acumular más, y tarde o temprano podremos empezar a notar como no reaccionamos ante estímulos y cosas que nos hacían reaccionar de cierta forma, o como no ejecutamos ni seguimos automáticamente modas impuestas, costumbres artificiales, patrones de comportamiento destinados a las masas, etc., que se nos traten de imponer de una u otra manera.

Con cosas tan sencillas, vamos ganando la batalla por recuperar nuestro propio poder sobre nosotros mismos, por recuperar el autocontrol de las partes que nos componen, por empoderar el potencial que llevamos dentro, y por ir expulsando y bloqueando, de forma cada vez más tangible y eficaz, todo aquello que nos trata de controlar y someter. Al fin y al cabo, nada externo puede contra alguien que tiene en su mano el potencial que yace en su interior, y que solo está esperando que le pidan que actúe para empezar a hacerlo.

Adriana – Cerebro femenino y cerebro masculino

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Por Koncha Pinós-Pey para Espacio MIMIND.

Todo cerebro empieza siendo un cerebro femenino hasta que ocho semanas después de la concepción se vuelve masculino. El aumento de la testosterona disminuye el centro de la comunicación, reduce el córtex de la audición y hace dos veces mayor la parte del cerebro que procesa el sexo.

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Louann Brizendine es una neuropsiquiatra autora de dos magníficos libros: El cerebro femenino y El cerebro masculino. Como estudiante de medicina le sorprendió que las investigaciones científicas más importantes hubieran excluido a las mujeres porque sus ciclos menstruales arruinaban las estadísticas. Eso quiere decir que grandes áreas de la ciencia se habían visto sesgadas en su visión más profunda, la de las mujeres, áreas como la biología o el comportamiento humano; solo hace pocos años eso ha empezado a cambiar.

La visión más valiente de Brizendine es ese descubrimiento precoz sobre la “desigualdad básica en el cerebro”, intentar comprender cómo las hormonas afectan al cerebro masculino y al femenino, qué forma tienen de fundamentar los estados de ánimo. Lo expuso en su primera tesis, El cerebro femenino, donde disecciona las estructuras del cerebro y la biología hormonal creando un fascinante viaje que abarca las diferentes etapas de la vida.

Las estructuras cerebrales diferentes generan una biología hormonal en el hombre que produce también una realidad diferente en las etapas de la vida. Las personas piensan que el “cerebro masculino” se considera simple, por oposición al femenino. Craso error.

Todo el trabajo clínico y la investigación en muchos campos, desde la neurociencia a la biología evolutiva, muestran un panorama totalmente diferente. La simplificación de que un cerebro es “sencillo” o “complejo” está bien para bromear, pero para nada más.

Cerebros masculinos y femeninos son diferentes desde el momento de la concepción. Parece claro que todas las células del cerebro y el cuerpo son diferentes en profundidad. Una célula masculina tiene un cromosoma Y; la hembra, no. Esa diferencia pequeña pero significativa comienza a establecer un escenario de genes que se amplifica más tarde por las hormonas. Ocho semanas después de la concepción los pequeños testículos comienzan a producir suficiente testosterona como para “marinar” el cerebro y alterar la estructura fundamental.

Hormonas y comportamiento
En el cerebro femenino, las hormonas progesterona y oxitocina predisponen a los circuitos del cerebro hacia los comportamientos típicamente femeninos. En el masculino, la vasopresina y la testosterona serán las que manden. Las influencias en el comportamiento debido a las hormonas masculinas y femeninas son muy importantes. Hemos aprendido que los hombres utilizan diferentes circuitos cerebrales para procesar la información espacial y para resolver problemas emocionales. Sus circuitos del cerebro y el sistema nervioso están conectados a sus músculos de modo diferente, sobre todo en la cara.

Los cerebros masculinos y femeninos oyen, ven, intuyen y evalúan de manera diferente. Aunque los circuitos del cerebro son muy similares, los hombres y las mujeres pueden llegar a lograr los mismos objetivos y tareas utilizando diferentes circuitos.

Los hombres tienen dos veces y media más espacio cerebral dedicado al impulso sexual en su hipotálamo. Los pensamientos sexuales están en el fondo del neocórtex visual de un hombre durando todo el día y toda la noche, estando siempre preparado para aprovechar cualquier oportunidad sexual. Las mujeres se dan cuenta de esto, y afirman “que el pene tiene una mente propia”. Aunque el apareamiento es importante para hombres y mujeres, se vive de forma diferente. Una vez que los circuitos del amor y el deseo están en sincronía en un hombre, no hay quien los pare. Mientras que la mujer aun tiene que empezar.

Nuestra comprensión de las diferencias esenciales de género es fundamental, porque la biología no cuenta toda la historia. Aunque la distinción entre niños y niñas comienza biológicamente en el cerebro, las investigaciones nos dicen que esto es solo el principio. La arquitectura del cerebro no está escrita en piedra en el nacimiento o en la infancia, sino que va cambiando a lo largo de la vida. En lugar de ser inmutables, nuestros cerebros son neuroplásticos y cambiantes.

El cerebro humano es también una máquina de aprendizaje con más talento de lo que sabemos. Así que nuestra cultura y cómo se nos enseña juegan un gran papel en la formación del mismo. Si a un niño se le educa para “ser un macho”, en el momento en que se convierta en adulto la arquitectura y los circuitos de su cerebro ya están predispuestos a ser más “macho aún”. Y una vez que llegue a la edad adulta y se pregunte ¿qué quieren las mujeres?, si nadie le da una respuesta, deducirá que debe de ser fuerte, valiente y aguantarse, haciendo lo que se espera de él. Crece con presión, con miedo y dolor, para ocultar emociones como la compasión. Tanto es así que si se le ofrece amor, cariño o caricias, sus circuitos cerebrales “reflejarán” que el otro es débil o vulnerable, una presa fácil.

Nosotros los humanos somos seres sociales, y nuestros cerebros aprenden todo lo que se hace socialmente en términos de aceptable o no aceptable. En la edad adulta, la mayoría de los hombres y mujeres ya han aprendido a comportarse de una forma determinada. Pero ¿cuánto de este comportamiento es innato y cuánto se puede aprender? ¿Tienen los problemas de comunicación entre hombres y mujeres una base biológica?

Si sabemos que una tendencia biológica de nuestro cerebro está guiando nuestros impulsos, podemos elegir actuar o no actuar en esa vía. Este conocimiento que aquí planteo es solo eso: algo que te puede ayudar a entenderte y entender a los otros. El resto es cuestión de poner atención.

Adriana – Escuchar a quienes se quejan es malo para tu cerebro

Gustavo Aldunate
http://www.accionpreferente.com/

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El estar expuesto a una negatividad constante perjudica el funcionamiento del cerebro. Aquí te mostramos como defenderte. ¿Odias cuando la gente se queja? Resulta que hay una buena razón para ello: escuchar demasiadas quejas es malo para tu cerebro en varias formas, de acuerdo con Trevor Blake, un emprendedor serial y autor de ‘Tres Simples Pasos: Un Mapa para el Éxito en los Negocios y en la Vida.’ (Three Simple Steps: A Map to Success in Business and Life).

En el libro, él describe cómo los neurocientíficos han aprendido a mesurar la actividad cerebral cuando se encuentra con varios estímulos, incluyendo una larga sesión de quejas.

“El cerebro trabaja más como un músculo de lo que pensábamos”, dice Blake. “Por lo que si estás clavado en un rincón por mucho tiempo escuchando a alguien siendo negativo, es probable que actúes de esa misma forma.”

Peor aún, estar expuesto a muchas quejas puede incluso hacerte tonto. La investigación muestra que el estar así por 30 minutos o más—incluso viendo tal material por la televisión—puede despegar las neuronas en el hipocampo cerebral. “Esa es la parte de tu cerebro que necesitas para resolver problemas”, aclara. “Básicamente, esto convierte a tu cerebro en papilla.”

Pero, si estás manejando una compañía, ¿no necesitas escuchar acerca de cualquier cosa que pueda haber ido mal?

“Hay una gran diferencia entre llevar tu atención a algo que está mal y a una queja”, dice Blake.

“Típicamente, las personas que se están quejando no quieren una solución; ellos sólo quieren que te unas a la indignidad de todo el asunto. Casi que puedes escuchar cerebros chocar cuando seis personas se juntan y empiezan a decir ‘¿No es eso terrible?’ Esto dañará a tu cerebro incluso si estás escuchando pasivamente. Y si tratas de cambiar el comportamiento de aquellas personas, tú pasarás a ser el blanco de las quejas.”

Entonces, ¿Cómo te defiendes a ti y a tu cerebro de toda la negatividad?

Blake recomienda las siguientes tácticas:

TOMA DISTANCIA
“Mi padre era un fumador empedernido” Blake confiesa. “Yo traté de cambiar su hábito, pero no es fácil hacerlo. Yo sabía que el humo emanado por el cigarro podía dañar sus pulmones también. Mi única salida era distanciarme. Deberías ver las quejas y reclamos de la misma forma”, explica. “El enfoque que siempre he tenido con ellas es pensar en ello igual como lo es el fumar pasivamente.” Tu cerebro te agradecerá si es que te alejas de los quejumbrosos, si es que puedes.

PÍDELE AL QUE SE QUEJA QUE ARREGLE EL PROBLEMA
A veces, tomar distancia no es una opción. Si no puedes alejarte fácilmente, una segunda estrategia es pedirle a la persona que arregle el problema. “Trata de hacer que la persona que se está quejando tome responsabilidad y busque una solución”, dice Blake. “Yo típicamente respondo a una queja con un: ¿qué harás al respecto?” Muchos quejumbrosos se van mal humorados en ese punto, pero puede que haya algunos que van a tratar de resolver el problema.

¡ESCUDO ENCENDIDO!
Cuando estás atrapado escuchando una queja, puedes usar técnicas mentales para bloquearlas y así salvar tus neuronas. Blake favorece una usada por el fallecido golfista español Seve Ballesteros durante un partido contra Jack Nicklaus — un partido que el público quería a Ballesteros como perdedor. “Él estaba teniendo dificultades para manejar la hostilidad de la multitud”, dice Blake. “Por lo que imaginó una campana de vidrio, que nadie más podía ver, descendiendo del cielo para protegerlo.”

Los lanzadores de la Major League Baseball a veces se les puede ver diciendo “¡Escudo encendido!”mientras se dirigen a la loma. Él agrega que su propia defensa imaginaria es “más como una capa de invisibilidad de Harry Potter.”

Una estrategia relacionada es retirarte mentalmente a tu lugar favorito, algún lugar al que irías si tuvieras una varita mágica.

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“Para mí, era una cinta de hermosa arena blanca como el azúcar que se extendía de forma de herradura desde una isla privada”, dice Blake. “Yo me llevaría a mi refugio privado mientras la gente estuviese despotricando. Yo podía sonreírles y asentir en todas las ocasiones, mientras que me iba por un paseo a mi playa privada.”

La primera vez que Blake vio la foto de la isla fue en una revista, y la imagen se quedó con él. Eventualmente, él tuvo una oportunidad para probarla enserio. “Resultó que la isla estaba en renta, y era la misma que había visto” él dice. “Entonces la arrendé por una semana. Y pude dar aquella caminata.”

COMO ATENUAR EL DOLOR EMOCIONAL

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                                                                                                                                                                             plus.google

Una serie de estudios realizados por los investigadores Ozlem Ayduk de la Universidad de California y Ethan Kross de la Universidad de Michigan, demostró que un simple truco mental puede reducir significativamente el dolor emocional que sentimos cuando reflexionamos sobre experiencias o recuerdos dolorosos del pasado.

En su indagación, los autores descubrieron que la perspectiva a través de la cual recordamos un hecho determina la cantidad de sufrimiento que evoca.

Ayduk y Kross explican que cuando se reproducen y analizan experiencias dolorosas en la mente, la tendencia natural es hacerlo en primera persona, es decir, vemos la escena desarrollándose a través de nuestros propios ojos. Esto, por lo general provoca un dolor emocional significativo, ya que se nos hace revivir la experiencia.

En cambio, el sufrimiento es menor cuando se reproducen recuerdos dolorosos desde una perspectiva en tercera persona, que implica la visualización de nosotros mismos dentro de la escena como si la estuviéramos observando desde el punto de vista de un testigo.

Según los autores, la diferencia entre los dos tipos de perspectivas es profunda. Para comprobarlo, analizaron a grupos de personas que rememoraron experiencias desde los distintas visiones. Quienes reportaron sentir menos dolor, fueron precisamente quienes usaron una perspectiva en tercera persona.

Además, los especialistas explicaron que utilizar un punto de vista psicológico distante también permite reconstruir la comprensión de estas experiencias y llegar a nuevas conclusiones y sentimientos de cierre.

Otro aspecto que impresionó, fue que al monitorear la salud de los voluntarios del sondeo, quienes vieron sus experiencias en tercera persona, presentaron niveles de estrés y presión arterial significativamente menores, además su ritmo cardíaco volvió a la normalidad más rápido que quienes recordaron en primera persona.

Luego, tras realizar un seguimiento de una semana a los participantes, se determinó que quienes reflexionaron en tercera persona meditaron acerca de ellos mismos con mucha menos frecuencia que el resto.

El doctor en psicología Guy Winch, columnista de Pshychology Today, resumió lo señalado por los autores de la investigación en simples pasos que te permitirán cambiar la perspectiva al reflexionar sobre experiencias dolorosas.

  1. Asegúrate de estar sentado o acostado cómodamente.
  1. Alejarte de la escena, hasta verte a ti mismo dentro de ella. Luego reduce aún más la perspectiva para que puedas ver la situación como si fueras un extraño que pasaba por ahí.
  1. Reproduce la escena mientras mantienes la perspectiva en tercera persona.

 

  1. Procura de hacer lo mismo cada vez que reflexiones sobre una experiencia dolorosa.

Aida. Enamórate de ti y de la vida, después hazlo de quien quieras

por La Mente es Maravillosa

Nos hicieron creer que “el gran amor” solo sucede una vez, generalmente antes de los 30 años. No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado.

Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja y la vida solo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en la vida merece cargar en las espaldas, la responsabilidad de completar lo que nos falta.

Nos hicieron pensar que una formula llamada “dos en uno”: dos personas pensando igual, actuando igual, era lo que funcionaba. No nos contaron que eso tiene un nombre “anulación” y que solo siendo individuos con personalidad propia podremos tener una relación saludable. Nos hicieron creer que el matrimonio es obligatorio y que los deseos fuera de término deben ser reprimidos.

Nos hicieron creer que los lindos y flacos son más amados. Nos hicieron creer que solo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad.

No nos contaron que estas formulas son equivocadas, que frustran a las personas, son alienantes y que podemos intentar otras alternativas.

Nadie nos va a decir esto, cada uno lo va a tener que descubrir solo. Y ahí, cuando estés muy enamorado de ti, vas a poder ser muy feliz y te vas a enamorar de alguien.

Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor…aunque la violencia se practica a plena luz del día.

John Lennon

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Hemos olvidado nuestro lugar en el mundo. Tenemos miedo de no cumplir con las expectativas, de no encontrar al amor de nuestra vida, de no triunfar, de no alcanzar metas, de no nacer, crecer y reproducirnos.

En definitiva, nos hemos sometido a lo que los demás esperan de nosotros. Hemos llegado a un punto en el que no sabemos respetarnos ni trabajarnos. Desconocemos cómo destacar lo maravilloso que hay dentro de nosotros.

No puedes vivir sin ti

Aprende a decir “me quiero” antes que a decir “te quiero”. Fortalecerás tu amor.

Recuerda que sin ti no puedes hacer nada. No puedes vivir, no puedes respirar, no puedes sonreír, no puedes enamorarte… Este razonamiento tan obvio y tan sencillo esconde tras de sí una premisa que debería guiar nuestras vidas: cuida de ti mismoy, si es necesario, ayuda a los demás a que se cuiden.

Es decir, conseguimos poco o nada entregando nuestra vida, nuestro coraje y nuestro día a día a que los demás sean felices. Ahora bien, eso no significa que debamos despreocuparnos de los demás, sino que debemos alcanzar un equilibrio y no olvidarnos de la importancia de fomentar nuestro propio crecimiento personal.

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Las raíces de nuestro árbol

Si el amor fuera un árbol, las raíces serían tu amor propio. Cuanto más te quieras, más frutas dará tu amor a los demás y más sostenible será en el tiempo.
Walter Riso

Destacar sobre lo demás nuestro autocuidado no ha de ser fácil, pero merece la pena. Es decir, cuando hablamos de amor todos debemos ganar. Para que esto suceda, tenemos que cuidar nuestras raíces regando nuestro árbol, es la única manera de que se haga grande y fuerte.

Cuando tu Yo interno falla, entonces falla todo a tu alrededor. No te puedes permitir darlo todo por los demás y quedarte vacía o vacío por dentro, pues eso originará un sentimiento de desolación insoportable.

Así que primero enamórate de ti, cuídate y cultívate. Ama la vida para lograr amar en plenitud y sin apegos excesivos. O sea, el objetivo es que cultives tu felicidad para lograr ser capaz de darla. Si mimas tu árbol y lo cuidas cada día, sus frutos crecerán sanos y llenos de energía positiva.

Imagen destacada de AJCass

 

Aida. Los cosquilleos que te produce la música y su relación con la personalidad

por Sott.net

 

© Desconocido
Muchos de nosotros conocemos ese cosquilleo o escalofrío que sentimos cuando escuchamos una música, vemos una película emotiva o una obra de arte que nos llega hasta el fondo de nuestro ser. Es una sensación difícil de explicar que empieza como un leve cosquilleo en la espalda o cuello, y se dispersa a través nuestra cabeza, hombros, brazos, hasta llegar a todo nuestro cuerpo. Es una sensacion emocionante y agradable que nos hace recodar vivencias y experiencias importantes de nuestra vida.
Algunas personas son más propensas que otras a experimentar esas sensaciones. Los investigadores han querido explorar el porqué y una nueva investigación del Psychology Of Music, parece haber encontrado una explicación.

Según sus hallazgos, las personas que son más abiertas las experiencias y a la fantasía, tienen más probabilidades de experimentar los cosquilleos al escuchar música.

El estudio actual fue diseñado por Mitchell Colver, de la Universidad de Utah, en Estados Unidos y Amani El-Alayli, de la Universidad de Washington del Este. Su muestra estuvo compuesta por 97 estudiantes de psicología. A todos se les aplicó el NEO-PI-R para explorar los cinco factores de la personalidad: Apertura a las Experiencias, Extraversión, Neuroticismo, Agradibilidad y Responsabilidad. Luego se les midió la respuesta galvánica de la piel1, mientras escuchaban cinco emotivas piezas musicales. Por último se les pidió a todos los participantes que completarán un reporte sobre su experiencia con los cosquilleos que experimentaron.

Los resultados estuvieron acordes con las predicciones de los autores. La frecuencia de los cosquilleos se relacionó positivamente con el rasgo de personalidad de Apertura a la Experiencias. Así como también con sus seis facetas: Fantasía, Estética, Emociones, Ideas y Valores.

Sin embargo, lo más llamativo fue que la faceta de Fantasía – receptividad al mundo interior de la imaginación – fue la faceta que tuvo la correlación más fuerte con los cosquilleos.

Los estudios anteriores habían explicado las respuestas de cosquilleo únicamente desde las emociones. Pero este artículo nos ofrece una imágen más abaracativa de la complejidad entorno a las sensaciones de cosquilleo que experimentamos al escuchar música o emocionarnos. Las autoras explican que la faceta de Fantasía, Ideas y Valores (en especial a la Fantasía) podrían funcionar como un vínculo entre la atención y otras características cognitivas que permiten experimentar los cosquilleos con más frecuencia y de manera inesperada.

Para leer los resultados detallados de esta investigación, visita la revista Psychology Of Music.

Fuente: Psypost

 

El hombre que piensa que está muerto

http://www.zocalo.com.mx/seccion/articulo/el-hombre-que-piensa-que-esta-muerto-1467506023

Dibujo de silueta de hombre y árbolesImage copyrightTHINKSTOCK
Image captionNo era una metáfora; era un síndrome descrito por primera vez en 1880 por el neurólogo Jules Cotard.

¡Buenos días Martin! ¿Cómo estás?

Igual, supongo: muerto.

¿Qué te hace pensar que estás muerto?

Y a usted, doctor Broks, ¿qué le hace pensar que está vivo?

El doctor es Paul Broks, neuropsicólogo clínico, es decir, alguien que estudia la relación entre la mente, el cuerpo y la conducta.

Y Martin, «un caso muy raro», señala Broks.

Pues yo estoy muy seguro de que estoy vivo porque estoy sentado aquí contigo, estamos conversando, estoy respirando, puedo ver cosas… y parece que tú estás haciendo lo mismo, así que también estoy seguro de que estás vivo.

No estoy sintiendo nada. Nada de esto es real.

– ¿Quieres decir que no te sientes igual que antes o te sientes un poco deprimido quizás?

Nada de eso. No siento nada en absoluto. Mi cerebro se pudrió, no queda nada de mí: es hora de que me entierren.

¿De verdad pensaba que estaba muerto o era una metáfora?

«Entre más indagué, más cuenta me di de que literalmente creía que estaba muerto», cuenta Broks.

Pero estás pensando en esto. Si estás pensando, debes estar vivo. ¿Quién está pensando si no eres tú?

No son pensamientos reales. Sólo son palabras.

Cabeza con huecoImage copyrightTHINKSTOCK
Image captionEl primer caso de Cotard fue una mujer que negaba la existencia de partes de su cuerpo y su necesidad de comer. Creía que había sido sentenciada a la condenación eterna, por eso no tendría una muerte natural. Murió de inanición.

Martin padecía de síndrome de Cotard -también conocido como delirio de negación o delirio nihilista-, una enfermedad mental que lleva a la persona creer que está muerta, que no existe, que se está descomponiendo o que ha perdido toda su sangre o sus órganos internos.

Esa pequeña persona

La enfermedad desestima la más básica intuición que tenemos: aunque no estemos seguros de nada más, al menos sabemos que existimos.

«Es la intuición más profunda de todas«, confirma el doctor.

Todos tenemos un fuerte sentido de identidad, esa pequeña persona u homúnculo (del latín homunculus que significa hombrecillo), que parece vivir en algún lugar detrás de nuestros ojos y nos hace sentir ese Yo que cada uno de nosotros somos.

Ese homúnculo está siempre presente a pesar de que el concepto del Yo es resbaladizo.

Entre más lo pensamos, más difícil es de definir: ¿seremos una colección de memorias? De ser así, ¿dejamos de ser si las perdemos?

Los neurocientíficos nos dicen que no hay nada más que el cerebro y que incluso las decisiones más conscientes tomadas libremente ya estaban hechas, antes de que nuestro Yo se enterara.

¿Cómo sabemos que somos la misma persona cuando nos despertamos por la mañana, después de que nuestro Yo estuvo ausente durante horas?

¿Qué pasa si, como Martin, pensamos que nuestro Yo ya no existe?

Pienso que no existo

Hay un filósofo que tiene la respuesta.

Cogito ergo sum»

René Descartes, filósofo, matemático y físico. (1596-1650)
THINKSTOCK

«Descartes decía que era posible que nuestro cuerpo o hasta nuestro cerebro fueran una ilusión, pero que no podíamos dudar de que teníamos una mente y de que existimos pues incluso dudarlo prueba que estás pensando, y si estás pensando tiene que ser porque existes», dice el neuropsicólogo.

Paradójicamente, aquellos que sufren de Cotard nos pueden ayudar a entender ese Yo.

«Hay otro caso, que en la literatura médica se le conoce como Graham y fue paciente de un neurólogo amigo mío llamado Adam Zeman, de la Universidad de Exeter, Inglaterra», cuenta Broks.

¿Dónde piensa Zeman que está el Yo en el cerebro?

«Yo creo que está representado innumerables veces en el cerebro. Está en todas partes y en ninguna«.

Zeman le explicó a la BBC que entre esas representaciones está la del cuerpo, nuestro Yo físico, tanto por dentro como por fuera; y también nuestro Yo como sujeto de experiencias y nuestro Yo como entidades que se mueven en el espacio y el tiempo.

«Estamos conscientes de nuestro pasado y podemos proyectarnos al futuro. Entonces, tenemos nuestro Yo corporal, nuestro Yo subjetivo y nuestro Yo temporal«, dice Zeman.

«Eso es la conciencia extendida, el Yo autobiográfico, lo que nos lleva a Graham, el paciente con síndrome de Cotard», señala Broks.

Graham

Hombre entre el mar y el cieloImage copyrightTHINKSTOCK
Image captionLos enfermos viven una realidad distorsionada.

«Él había tratado de suicidarse metiendo un calentador eléctrico en la tina, pero no sufrió ningún efecto físico serio», explica Zeman.

«Sin embargo, quedó convencido de que su cerebro ya no estaba vivo. Y cuando uno lo cuestionaba, daba una versión muy persuasiva de su experiencia», agrega.

«Decía que ya no necesitaba comer ni beber ni dormir. La mayoría de nosotros alguna vez nos sentimos terriblemente y lo expresamos diciendo ‘estoy muerto’. Cuando hablabas con Graham era como si lo hubiera invadido esa metáfora».

La manera en la que Graham describía su experiencia era tan intrigante que los neurólogos decidieron observar cómo se estaba comportando su cerebro.

Zeman estaba estudiando el caso con su colega Steven Laureys.

Fue la primera y última vez que mi secretaria me dijo: ‘Es importante que hable con este paciente pues me está diciendo que está muerto»

Steven Laureys, neurólogo
Thinkstock

Laureys trabaja en la Universidad de Liège, donde cuenta con aparatos sofisticados, así que Zeman llevó a Graham a Bélgica.

«Para la sorpresa de Steven y mía, el escáner mostraba que Graham estaba dando una descripción acertada del estado de su cerebro, pues la actividad era marcadamente baja en varias áreas que están asociadas con la experiencia del YO», cuenta Zeman.

«He analizado escáneres durante 16 años y nunca había visto a alguien que estuviera de pie, relacionándose con otra gente, con un resultado tan anormal. La función del cerebro de Graham se parece a la de alguien que está anestesiado o dormido. Ver este patrón en alguien que estaba despierto es, hasta donde sé, muy raro», declaró Laureys.

¿Una especie de zombi filosófico?

«Él mismo decía que se sentía como un muerto viviente y se la pasaba en el cementerio local pues sentía que tenía más en común con los que estaban enterrados«, recuerda Zeman.

cerebroImage copyrightTHINKSTOCK
Image captionLa causa exacta de este síndrome no es conocida, pero ha sido tratado con éxito con medicamentos combinados con terapia electroconvulsiva.

Pero, esas regiones del cerebro que no estaban funcionando normalmente en el cerebro de Graham, ¿eran efectivamente las que tienen que ver con la identidad?

«Curiosamente, el sistema cerebral que recientemente ha sido más asociado con el Yo Extendido es la red neuronal por defecto, que es precisamente la que estaba afectada en el caso de Graham», señala Zeman.

¿Red neuronal por defecto?

«Si pones a alguien en un escáner y le pides que sencillamente se relaje, este es el conjunto de regiones que está más activo. Y resulta que estas regiones están vinculadas a nuestra habilidad para recordar el pasado y proyectarnos al futuro, a pensar en uno mismo y en los otros, y a las decisiones morales«, explica el neurólogo.

«Todas esas funciones están muy asociadas con el Yo».

En el caso de Graham, esa red no estaba funcionando apropiadamente… en cierto sentido, estaba muerto.

Aida. Publicidad manipulativa: ¿estamos al tanto?

por Liberación AHORA

¿Cómo juega la publicidad con la mente humana?

¿Cómo juega la publicidad con la mente humana?

En Ecoportal.net

En la actualidad vivimos en un mundo donde prima la competitividad, el éxito y el triunfo en la cuenta de resultados. Por eso la publicidad goza hoy en día de más importancia que nunca. Tanto es así que incluso divulgadores científicos de la talla de Pere Estupinyá han acuñado sentencias como “Somos seres racionales que usamos nuestra coherencia para tomar decisiones que maximicen los beneficios”, dedicadas a lo que él llama el Homo Economicus.

No cabe duda de que los avances en el mundo de la neurociencia han dado pie a su aplicación en decenas de sectores, y la publicidad no ha sido ajena a ello. De ahí ha surgido el neuromarketing, capaz de aplicar nuevos métodos de mercadeo y técnicas tan avanzadas que son incluso capaces de jugar con nuestras mentes.

Ahora se desvelan nuevas tendencias de marketing y publicidad, capaces de estudiar al consumidor en profundidad para descubrir qué le mueve y motiva. Ya sea de forma inconsciente o emocional, hoy se busca dejar una huella imborrable en la mente de cada persona. ¿Es beneficioso? Probablemente no, pues el bombardeo es constante y las campañas cada día más complejas y provocativas.

La publicidad ya no se centra únicamente en vender las bondades de una marca. Ahora se busca integrar un branding que aúne un buen número de elementos para que resulte más trascendental. Se realizan asociaciones implícitas para mejorar la reputación frente al usuario. Pero también se juega con la imagen para apelar directamente al cerebro humano. Tanto es así que nuestra mente puede experimentar una desconexión por los persistentes impactos que recibe de manera continuada.

El juego visual de la publicidad

Una de las herramientas que más se usan en la publicidad actual es el juego visual. Se buscan efectos visibles capaces de engañar a nuestro propio cerebro a la hora de interpretar la información que se capta a través del ojo.

En realidad, la publicidad usa la interpretación que nuestro cerebro hace de la información en su propio beneficio. De hecho, utilizan las leyes de la Gestalt, que no son precisamente novedosas. Sin embargo, han sabido aplicarlas para obtener resultados brillantes.

Dentro de las Leyes de la Gestalt encontramos algunas como la Proximidad, que enuncia que el ojo tiende a agrupar objetos como un todo en función de la distancia a la que los percibamos. También la Semejanza, donde organizamos elementos de una misma clase, o Continuidad, por la que todo cuanto está en la misma orientación es organizado dentro del mismo grupo por nuestro cerebro.

Como es lógico, la publicidad ha sabido adaptar las leyes visuales para realizar un peculiar juego en nuestro cerebro que permite que se impregnen imágenes que automáticamente asociamos a una marca. ¿No te ha sucedido nunca que una foto te recuerda a un producto en particular? Pues observa estas campañas que cumplen las leyes de proximidad, semejanza y continuidad respectivamente y piensa en los efectos que provocan en tu cerebro.

Imágenes incorrectas

Sin embargo, el juego que la publicidad hace de nuestro cerebro no solo se centre en las leyes de la Gestalt y la forma correcta de interpretar imágenes. También las modifica y utiliza de tal forma que nuestro cerebro las interprete de manera errónea.

¿Qué sucede cuando el cerebro interpreta de forma incorrecta una imagen? Si la organización de objetos es la idónea, pueden formar ilusiones ópticas capaces de “mentir” a la mente humana, algo que logra crear un impacto singular en cada psique.

No es extraño observar campañas publicitarias en las que priman las figuras ambiguas que pueden percibirse de diferentes formas, los engaños visuales que simulan movimiento en una imagen fija o los anamorfismos, que solo se observan de forma correcta con el punto de vista adecuado. Un buen ejemplo nos lo brindó la popular marca de chocolate Snickers.

Las asociaciones y la publicidad

Pero la publicidad ha ampliado su campo de estudio de forma considerable para tratar de optimizar sus resultados. De hecho, incluso la misma Universidad de Harvard ha realizado un estudio según el cual, las decisiones de los seres humanos se matizan según el propio inconsciente.

La técnica de investigación que se implementa en estos casos se ha llamado, TAI, Test de Asociación Implícita. Gracias a este ejercicio se puede conocer la postura y postulados de un ser humano sobre diversas cuestiones.

Los datos que estos test arrojan sobre la forma de pensar individual y colectiva de un individuo o grupo permiten a los publicitarios realizar campañas que apelen directamente a nuestra consciencia, pero también a nuestro subconsciente, promoviendo tendencias e ideas que redundan en el cerebro y pueden hasta modificar el comportamiento de un buen número de consumidores.

¿Se puede decir que estas campañas y estos juegos mentales afectan a nuestra felicidad? Dado que pueden llegar a provocar un consumismo excesivo, lo que desemboca en un problema serio, diría que no. No es el individuo quien se beneficia, sino la marca o empresa. No obstante, las herramientas usadas para ofrecernos productos son cada vez más alambicadas y complejas en pro de unos objetivos.

Es evidente por tanto que el comportamiento del consumidor es una de las máximas preocupaciones de la publicidad. Por ello trata no solo de averiguar cómo pensamos, sino también de modificar nuestras propias conductas. En el proceso se usan todo tipo de técnicas capaces de jugar con nuestro propio cerebro. ¿Nos convierte en seres más felices? No lo creo, pero solo sabiendo esta información podemos estar preparados para protegernos del constante bombardeo publicitario.

Ecoportal.net

La Mente es Maravillosa

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Fuente: Ecoportal.net

Aida. Los niños están hechos para vivir, no para ser competitivos

por Sott.net


Algunas personas, cuando atraviesan
crisis existenciales, vuelven la mirada hacia el modo en el que los niños viven la vida. No es de extrañar; la creatividad, la espontaneidad con la que descubren las maneras más simples y honestas de actuar en cada momento, la mirada limpia de prejuicios… parecen ser una característica de la que gozamos durante los primeros años.

Lo que pasa con este espíritu infantil es, hasta cierto punto, un misterio. No se puede asegurar con firmeza y total seguridad qué es lo que hace que poco a poco se vaya apagando esa llama infantil que una vez hubo en nosotros. Sin embargo, en ciertos aspectos no es difícil imaginar posibles motivos que expliquen qué es lo que mata la infancia de las personas, o que esta abandono nuestro estilo de vida a marchas forzadas. No es un proceso biológico, sino aprendido y cultural: el espíritu competitivo y el estrésque genera.

Estamos creando niños con currículum

Está claro que la toma de responsabilidades y el hecho de empezar a muy largo plazo hace que el estilo de vida (y de comportamiento) de niños no pueda mantenerse inalterable durante el paso a la adultez. Sin embargo, recientemente está ocurriendo algo que antes no pasaba y que hace que los niños sean cada vez menos niños a una edad cada vez más temprana: el espíritu competitivo ha entrado en la vida de los pequeños.

Tiene su lógica, aunque es una lógica perversa. En una sociedad cada vez más individualista donde los problemas sociales son disfrazados de problemas individuales, se repite siempre el mismo tipo de mensajes: «búscate la vida», «sé el mejor» o, incluso, «si naciste pobre no es tu culpa, pero si moriste pobre sí lo es». Se da la paradoja de que, en un mundo en el que el lugar y familia en el que se nace son las variables que mejor predicen la salud y estatus económico que se va a tener en la adultez, toda la presión recae sobre las personas individuales. También sobre los más pequeños.

Y los individuos son forzados a competir. ¿Cómo se puede alcanzar la felicidad? Siendo competitivos, como si fuésemos empresas, para llegar a la mediana edad con cierto estatus socioeconómico. ¿Cuándo se debe empezar a competir? Cuanto antes.

El camino para crear niños con currículum, preparados para la ley de la selva que regirá su vida adulta, ya ha sido allanado. Y, si no se le pone freno, puede suponer la muerte de la posibilidad de disfrutar plenamente de la infancia.

Padres que se extralimitan

Los niños y niñas que terminan adaptándose al estilo de vida que les imponen sus padresestán empezando a mostrar signos de estrés, e incluso se dan crisis de ansiedad. Las obligaciones relacionadas con los deberes y las actividades extraescolares introducen en la vida de los niños tensiones endémicas del mundo adulto que, además, en muchos casos son difícilmente justificables sin tirar de imaginación sobre lo que podría suceder en el futuro.

Es algo relativamente nuevo y no siempre es fácil de detectar, ya que algunos padres y tutores confunden el hecho de que los niños parezcan llegar a los exigentes objetivos que se les fija con un indicador de su estado de salud y bienestar. Así, escolares de entre 5 y 12 años pueden estar rindiendo razonablemente bien en tareas como de aprender a tocar un instrumento o dominar una segunda lengua, pero a largo plazo sufrirán estrés si la presión es demasiado alta.

Los síntomas de este estrés, al no ser siempre muy evidentes y no parecer graves, pueden confundirse como una parte normal del proceso de formar niños competitivos. Pero lo cierto es que su calidad de vida se verá comprometida, y lo mismo pasará con su tendencia a no juzgar cada experiencia que se vive según su utilidad.

Su modo de disfrutar de la infancia quedará eclipsado por unas aspiraciones impuestas por los padres y que, en realidad, solo se sostienen en lo que los adultos interpretan como «signo de una vida exitosa». No se dedican tanto a velar por el bienestar de sus hijos como a imponer sobre ellos una imagen de la persona ideal, ante la que se abrirán todas las puertas.

Miedo a fallar

Pero la presión y el hecho de empujar a los niños hacia lo que se entiende como éxito es solo una parte de la historia. La otra es el rechazo a lo que parece no servir para nada, lo que no aporta un beneficio claro, independientemente de si es disfrutable o no. Invertir tiempo en ser niños parece ser valorado solo como tiempo para descansar, relajarse y coger fuerzas para volver a lo que en realidad importa: la preparación para entrar con buen pie en el mundo competitivo, el mercado de personas.

Del mismo modo, no ser el mejor en algo es percibido como un fracaso que debería ser escondido dedicando tiempo y esfuerzos a otras cosas en las que se destaque más, en el mejor de los casos, o culpando al niño o niña en cuestión de «no querer ganar». Las consecuencias de esto son claramente negativas: se menosprecia la actividad como meta en sí misma y solo se valora el resultado en comparación a los demás.

Mostrar «debilidad» en deportes o en rendimiento escolar es considerado motivo de vergüenza, porque se interpreta como un síntoma de los posibles fracasos que se podrían experimentar en la adultez. Esto hace que la autoestima se resienta, que se disparen los niveles de estrés, y que el niño o niña se sienta responsable por no llegar a unos objetivos que otras personas le han fijado.

Conquistando la infancia de nuevo

Hasta las personas adultas pueden ser capaces de rescatar para sí mismas muchos valores y hábitos propios de la infancia, así que los niños y niñas lo tienen aún más fácil para disfrutar de ella.

Para contribuir a que esto sea posible, los padres y cuidadores solo han de adoptar otra actitud y abrazar un tipo de prioridades que no tengan la competitividad como referente. Este proceso pasa por admitir que, aunque los adultos parezcamos más preparados que nadie a la hora de vivir la vida, los niños son los verdaderos especialistas en su manera de experimentar la niñez. Valga la redundancia.

Cuidado con el que habla mal de los demás: tú no serás su excepción

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Muchos somos confidentes y amigos de personas que continuamente hablan de la vida de los demás, como si algún poder divino les hubiera otorgado esa autoridad. No lo hacen de una forma que podríamos llamar “casual”, sino que para ellos la hipocresía es un recurso habitual en la comunicación, que les sirve de manera indirecta para reforzar sus valores buscando la complicidad del otro en aquello que critican.

Este refuerzo funciona por oposición, si el otro está de acuerdo conmigo en lo que aborrezco también lo estará en lo que defiendo, en lo que considero que soy. Así, este hábito es propio de mentes inseguras, que con palabras sobre otros no buscan otra cosa que espantar fantasmas.

Además, las personas con esta costumbre no hablan de forma general o aludiendo a detalles irrelevantes. Cuentan intimidades, juzgan y narran historias que han sido reveladas por azar o descuido, pero que no dejan de pertenecer a la intimidad de alguien y por lo tanto a un lugar en el que nadie debería entrar sin el consentimiento del otro.

Como detectar la hipocresía de nuestro entorno

No es extraño que creamos que entre nuestro círculo de amigos no hay nadie que nos critica. Si pensáramos lo contrario, no los tendríamos como amigos. Con excepciones por supuesto, porque hay a quienes les gusta el masoquismo también en este sentido. Les encanta que hablen de ellos, aunque sea mal y con intención.

Ahora, lo normal es que no nos sintamos demasiado felices cuando nos damos cuenta de que alguien nos utiliza de saco de boxeo a nuestras espaldas. Más si es alguien con el que tenemos confianza y con el que compartimos cierta intimidad. Esto pasa mucho en las parejas, en las que uno de los dos, para desahogarse con sus amigos o amigas, no es raro que en algún momento ponga al otro “a escurrir”.

“Lo más ofensivo que pueda lanzarte a la cara tu peor enemigo no se compara con lo que tus amigos más íntimos hablan de ti a tus espaldas.”
-Alfred de Musset-

Mujer con la mano levantada

Teniendo en cuenta esto, asumiendo que somos humanos, es demasiado categórico afirmar que todo aquel que habla mal de los demás en algún momento es un hipócrita.

Si ninguno de nosotros contara con un amigo fiel, un apoyo sincero para sobrellevar esos malos momentos, serían doblemente amargos. Por lo tanto, cada uno de nosotros podemos llegar a comentar algo negativo de las personas que nos rodean con alguien que estimamos digno de nuestra confianza.

Contar a otra persona lo que nos sucede con otros no es hipocresía, podría decirse que cumple una función vital en el ser humano. Pero, evidentemente, hay ciertas líneas rojas que nos pueden dar pistas de que empezamos a vivir en un ambiente de hipocresía.

La hipocresía se delata a ella misma si sabes distinguir sus detalles

Toda queja acerca del comportamiento que nos altera de los demás debe pasar por una serie de fases. No son reglamentarias, pero son éticas. Si alguien hace algo que me enerva o me molesta, en primer lugar es bueno que intentemos solucionar ese aspecto con esa persona.

Si en lugar de intentar solucionar el problema de forma directa, empezamos a relatar los fallos de la persona que nos causa malestar con otras personas de nuestro entorno compartido; empezamos a dibujar las líneas rojas de lo que llamamos hipocresía.

Contar a varias personas de tu entorno lo mal que te sientes con alguien y a continuación actuar como si no pasara nada en una reunión social no arregla la situación. Muy al contrario, intoxicas a los demás y a ti mismo.

Puede pasar unas cuantas veces pero si eso se convierte en la tónica general, piensa que estás adquiriendo un mal hábito para frenar tu frustración. Si te percatas de este mala costumbre en alguien de tu entorno, puede ser el momento de estar alerta, que no es estar a la defensiva.

Cuando la hipocresía sube de nivel y se convierte en verdadera maldad

Hemos dicho que existen delgadas líneas rojas para detectar la hipocresía, que a veces es sutil y difícil de asumir. Sin embargo, en otras ocasiones empieza a ser un rasgo tan evidente en los demás que ya no vale con estar en alerta. Es le momento de dejar de ser ilusos, por mucho que cueste, por mucho que duela.

Por mucho que nos cueste creerlo, hablar mal de los demás vende. Engancha, da juego. Existen personas que por sus déficits en verdaderas habilidades sociales, utilizan conversaciones referidas a la vida de los demás para atraer y lograr la atención del resto.

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Mentiras totalmente elaboradas, rumores infundados, detalles íntimos contados en una mesa de bar sin el más mínimo decoro. Ya no hay líneas rojas, ya se han desdibujado los límites: descubrimos que no solo se trata de hipocresía. Esa persona que consideramos amigo, empieza a hablar de otras personas de nuestro entorno de una forma verdaderamente dañina, sin mostrar el más mínimo grado de arrepentimiento.

Esa persona que consideramos amigo, empieza a mostrar su lado más oscuro con los demás, pero nos negamos a pensar que eso pueda suceder con nosotros. Hasta que nos damos cuenta de que habla con verdadera saña, ante un atento público, de una persona que guarda la misma relación de confianza que la que tú compartes con él/ella. Ya ha pasado el momento de ser vigilante: aléjate de esta persona.

Vivir y rodearte de personas auténticas es la recompensa por no practicar la hipocresía

Nadie va a premiarte por intentar deshacerte de la hipocresía de tu entorno. Nadie te va a condecorar con una medalla por no entrar en un juego sucio que alguien te pone en bandeja de plata. Muy al contrario, correrás el riesgo de perder contacto con ciertos conocidos, serás presa de la duda y muchos pondrán en tela de juicio tu actitud.

Poner límite a relaciones con personas totalmente tóxicas, que no solo practican la hipocresía sino que hieren cuando pueden y quieren es difícil, mas cuando esa persona ha formado parte de tu intimidad. No es casualidad que en el maltrato psicológico el que se aleja nunca resulte vencedor.

Lo más conveniente en estos casos, por propia salud emocional es no entrar en un juego aún más sucio: no intentes revelar a los demás la hipocresía del otro, cada quien debe ser lo suficientemente responsable para quitarse “la venda de los ojos” con autonomía e independencia. Ya has tenido suficiente.

Amigas unidas por un abrazo

Al fin y al cabo, vivir sin estar rodeado de hipocresía tiene una recompensa implícita en sí misma: vivirás más rodeado de lo contrario. Personas sanas con corazones limpios a tu alrededor, tendrás mucho más espacio para ellas. Con el tiempo, la ira desaparecerá y hasta un sentimiento de cierta compasión te embargará. Habrás pasado el duelo de la cólera para llegar a la más absoluta de las indiferencias.

Aprenderás una gran lección: hay que tener cuidado con quien habla y hace daño a las espaldas de los demás. Pronto podrías verte con ese mismo puñal en la espalda, sin saber quién te ha hecho sangrar; pero la experiencia es un grado y sabrás dar la vuelta a tiempo para mostrar tu corazón con valentíaante el ataque del otro. Puede ser que solamente en ese momento sea consciente de la bajeza de sus actos.

Aida. Un niño que lee será un adulto que piensa

por La Mente es Maravillosa

Un niño que lee será un adulto que piensa

Fomentar la lectura a cualquier edad siempre es sinónimo de enriquecimiento, pero hacerlo entre los más pequeños de la sociedad es una garantía total de un futuro mejor. Un niño que lee se irá convirtiendo a medida que crezca en un adulto con unas ideas propias y una mentalidad firme, capaz de cuestionar lo que le rodea y de comprender más fácilmente su lugar en el mundo.

Un niño que lee será un adulto que piense, porque no hay un dominio más amplio de conocimiento que aquel que nos ofrecen los libros. Cuando leemos nos nutrimos de la imaginación y el razonamiento que los demás han depositado en hojas en blanco y somos más receptores cuanto más nos abramos a ello: los niños, sin prejuicios, son capaces de leer con todo su abanico de emociones puesto en ello.

Un niño que lee será libre para siempre

Leer nos ayuda a pensar y pensar nos hace libres, así que si a tu hijo le gusta pasar tiempo entre historias escritas es muy beneficioso que siga haciéndolo. De hecho, esa será la forma más eficaz que vaya a tener de ver la variedad de situaciones, de opiniones y de conductas que la vida ofrece: seguramente formará al niño en tolerancia y ganará en respecto y solidaridad.

“Leer es amueblar tu propio departamento interior”
-Jastin Gaarder-

Niño leyendo debajo de un árbol

En muchas ocasiones, como adultos, nos ha ocurrido que aquello desconocido para nuestro pequeño mundo habitual nos sorprendía o, incluso, incomodaba. Estas sensaciones provienen sobre todo de querer creer que lo de cada uno es lo válido y lo ajeno no puede serlo, pensamiento que deriva sobre todo de la ignorancia.

Leer es como viajar en todos sus sentidos, pero sobre todo porque nos ayuda a abrir la mente: un niño que lee descubrirá otras culturas, otros modos de vida, otras costumbres diferentes a la suya y sabrá, mucho antes que el que no lee, que hay otras cosas más allá de su vista cotidiana. Ser consciente de esto le hará un adulto que escapará a juicios de valor gratuitos yse sentirá menos atado a pautas predispuestas por otras personas.

El refugio contra las miserias de la vida

Por suerte o por desgracia, el mundo lo manejan los que creen estar cuerdos pero lo viven aquellos a los que se les cree locos. Ya le ocurría a nuestro querido Don Quijote: el leía y leía hasta que encontró la forma de vivir en base a sus creencias e ilusiones que le permitían ser feliz, mientras su alrededor continuaba sujeto a una realidad convencional que juzgaba la de aquel.

Libro lleno de mariposas

Los “locos” que leen son capaces de encontrar el refugio a las miserias de la vida mientras los que no lo hacen viven en ellas sin si quiera ser conscientes. Por eso, a un niño que lee hay que dejarlo llorar y reír con un libro, hay que permitirle enamorarse de una historia, hay que apoyarle si decide entrar en todo ese campo de imaginación al alcance de cualquiera.

“Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee”
-Miguel de Unamuno-

De lo contrario, a la mínima que lea se sorprenderá con lo que encuentra y es probable que sufra más con lo que recibe, ya que será para él como un ente extraño que quiere cambiar su conformismo. Las palabras de Unamuno, ciertamente, piden niños que crezcan leyendo porque de esa manera serán adultos menos vulnerables, menos indefensos y más humanos.

La lectura: la fábrica de la imaginación

Existen diversas actividades que ayudan de desarrollar y potenciar la imaginación independientemente de la edad que tengamos, entre las cuales una de las más bonitas es la lectura: toda una fábrica donde se forja y se recoge la creatividad del ser humano. 

Un niño que lee y crece su conocimiento

Un niño que lee será un niño que piensa, lo dijo algún genial pensador y no se equivocaba. Leer es juego, es entretenimiento, es construir sueños, es reflexionar, es un estado de ánimo, es aislamiento y compañía, es placer. Leer brinda recuerdos cumplidos y otros que cumpliremos y mueve las inquietudes más internas para acercarnos a ellas.

“Leer es como pensar, como rezar, como hablar con un amigo, como exponer tus ideas, como escuchar las ideas de los otros, como escuchar música (sí, sí), como contemplar un paisaje, como salir a dar un paseo por la playa”
-Roberto Bolaño-

Aida. Causas y efectos: la responsabilidad de lo ejecutado

por  David Topí

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El mundo en el que vivimos está conformado por múltiples niveles que nos permiten estar conectados y sintonizados con una u otra sub-realidad. El mundo del día a día que cada uno percibe depende de a qué nivel de frecuencia o vibración estás conectado, así que cuando alguien ve la vida de forma completamente diferente a ti, como ya sabéis y hemos explicado muchas veces, es porque posee unos componentes psíquicos, energéticos y mentales que le hacen decodificar las cosas de forma completamente distinta al resto.

Hasta aquí, nada nuevo, ahora, ¿que sucede cuando te manipulan tu percepción de la realidad para que creas o hagas ciertas cosas, y para que tomes una determinada acción que luego tendrá unas repercusiones por aquí y por allá de las cuales no podrás escapar, ya que tu mismo las has puesto en marcha, aun cuando hayas sido, supuestamente, manipulado o inducido o simplemente dirigido para ello? Hace unos días, viendo la película Eye in the Sky (Espías desde el Cielo), me di cuenta que mostraba perfectamente este tipo de situaciones, y lo ridículo que es el ser humano cuando intenta evadirse de las responsabilidades de sus acciones, o manipula a otros para que tomen la misma, en la película, en un contexto bélico.

El ejecutor de la acción, el receptor del efecto

El ser humano es la fuente co-creadora de la realidad en la que existe, y por eso hemos de apechugar con aquello que nosotros mismos manifestamos en nuestro mundo particular, ya que, te hayan inducido a crearlo o no, las leyes cósmicas no eximen de responsabilidad a quien generó algo por el hecho de haber sido empujado o engañado a hacerlo, consciente o inconscientemente.

Aquel que ejecuta la acción de hacer algo es el responsable máximo de lo ejecutado y, energéticamente, el instigador o manipulador, si lo hay, y si acaso, se lleva a lo sumo otro tipo de “karma” o efecto asociado mucho menor. Los que ejecutan físicamente las órdenes de otros proveniente de niveles percibidos como superiores en la escala de poder, sean soldados, policías, personas de a pie, empleados, subordinados, o lo que sea, son los que se llevan las consecuencias “energéticas” y efectos de aquello que se pone en marcha, de ahí la importancia de la responsabilidad personal ante lo que hacemos en todo momento.

Por mucho que un teniente coronel mande a batallones de soldados a una guerra y se maten miles de personas de ambos bandos por ello, son los soldados los que cargan con la responsabilidad de la causa y el efecto por lo ejecutado (p.ej. la muerte de otra persona), y no el teniente coronel, aunque de cara a nuestra sociedad, y sus leyes, quizá también se juzgue al impulsor de la idea o de la orden. Pero, a nivel energético, quien va a recibir el paquete de vuelta, ahora o dentro de 50 años, siempre es el ejecutor el que lleva el peso, y quien cargará con las consecuencias de ello en su camino personal y proceso evolutivo.

Excusas que eluden la responsabilidad

Cuando alguien se escuda en que hice esto o aquello por que me lo mandó mi jefe, mi amigo, mi padre, mi profesor, mi superior, etc., la responsabilidad de cara a la galería es posible que pase públicamente hacia esa persona que instigó tal o cual acción, pero la responsabilidad de cara a las leyes cósmicas, a los procesos evolutivos, a las consecuencias que tendrá la acción ejecutada, si es evidentemente contraria al bien mayor de aquellos que la sufren, es siempre e inequívocamente para los que la ejecutan. Así, sabiendo esto, aquellos que dirigen el cotarro en el centro del sistema de gestión humana, nunca toman acción directa ellos mismos, pues saben que así evitan la repercusión en sus vidas y en sus procesos evolutivos de cualquier efecto producido por lo que ellos han maquinado, instigado, pero no han ejecutado. Es un conocimiento que se dispone desde hace siglos entre los que mueven los hilos, y por ello siempre serán otros los que “paguen” principalmente por las causas puestas en marcha y los daños sufridos hacia terceros, sean del tipo que sea, pues energéticamente, el que induce a otro a cometer un acto negativo sobre un tercero, no tiene la responsabilidad al mismo nivel que el que se deja inducir y ejecuta el acto.

Volver a tomar el control de las causas y efectos

El hecho de retomar el control de nuestros propias acciones requiere ser conscientes de que uno es el último responsable de todo, y será el receptor de todo efecto que aquello que realiza tenga, y que, para las dinámicas que existen por debajo de todos los eventos, situaciones, procesos y sistemas bajo los que vivimos, el que recibe el bumerán de vuelta siempre es quien lo ha lanzado, no quien te dijo que lo lanzases.

Si todo el planeta fuera consciente de esto, y supiéramos ver las repercusiones personales y evolutivas de aquello que hacemos, no acataríamos órdenes ni directrices de los demás sin tener claro que tipo de consecuencia traerá para con aquellos que son receptores de nuestros actos, ni para con nosotros mismos. El hecho de que el efecto de nuestra causa puesta en marcha ahora no nos llegue hasta dentro de un cierto tiempo, sean días, semanas, meses, años o vidas, no exime de que así sea el 100% de las veces. Somos inconscientes por naturaleza y programación de que vivimos en un mundo donde no existe nada que hagamos que no tenga una repercusión a muchos niveles, como no hay piedra lanzada a un estanque que no genere ondas de reverberación, las cuales, si las comprendiéramos, nos abrumarían al ver cuanto llegan a abarcar e influenciar lo que nos pasa a cada uno de nosotros. El efecto mariposa es real, en infinitos gradientes, y la sola emisión de pensamientos, emociones, palabras y actos tiene consecuencias, nimias o importantes, buenas o malas, pero siempre las hay.

No hay poder más importante sobre uno mismo que recuperar la capacidad de poner en marcha solo aquello que deseamos poner en marcha, es decir, hacer, sentir, pensar, decir y ejecutar solo lo que realmente uno desea y siente como correcto, y no lo que hacemos, decimos o ejecutamos porque nos lo imponen otros, sean personas directas, sean estructuras sociales, financieras, jurídicas, sanitarias, políticas o económicas.

El hecho siempre es igual, las fuerzas (y son fuerzas conscientes de alto nivel jerárquico, no es una mera metáfora) que mantienen las dinámicas de la manifestación de la realidad en marcha no juzgan, no interpretan, no hacen juicios morales, sino que atienden únicamente a los procesos energéticos que cada uno de nosotros ponemos a rodar, y así se aseguran de que empecemos a ser conscientes de la responsabilidad que conlleva ser el conductor de nuestra propia vida. De no ser así, siempre tendríamos la excusa para darle la responsabilidad de nuestros actos a otros, que nos dijeron que hiciéramos tal cosa, que nos dijeron que hiciéramos tal otra…

No existe la idea de “pobrecito, se dejó engañar o fue manipulado, o no sabía lo que hacía”, cuando se trata de este tipo de mecanismos, ni siquiera existe el concepto asociado a los mismos para aquellos niveles que los rigen. Es todo cuestión de causa y efecto, y por eso la responsabilidad siempre es individual y hacia el ejecutor o manifestador final del acto. Mientras no comprendamos esto, seguirán saliéndose con la suya aquellos que nos mandan a luchar en sus conflictos, nos mandan a hacer tal o cual cosa, nos empujan a pensar esto o aquello, no abruman para que nos movamos para aquí o para allá, etc., sin “pagar” directamente nunca por ello, pues sus vidas, al no ser los ejecutores finales, no se verán afectadas en el consecuente grado que les tocaría por las leyes que subyacen bajo los procesos de la causalidad.