Todos estos “sueños” son las peligrosas fantasías que lanzan nuestra ignorancia y soberbia al mundo y que lo convierte en una caverna de miserias y desdichas. Y desde luego no incluimos aquí el “sueño de Ravana” descrito por un autor anónimo en el libro con ese mismo título, donde, ese sí, muestra la verdadera naturaleza del alma y la senda que le puede purificar de sus inercias y errores.
Recordemos que Ravana, uno de los protagonistas de la epopeya del Ramayana, es el gran enemigo del héroe divino Rama, avatar de Vishnu. Ravana, poseído de orgullo sin medida, decide raptar a la “mas hermosa de las mujeres”, Sita, lo que, semejante al rapto de Helena, lleva la guerra a su ciudad y a su reino, que él había imaginado inconquistable. Como la Esfinge egipcia, antes de que el rayo de inteligencia del dios Thot la calmara, cuando era una amalgama de animales de diferentes naturalezas y tendencias; Ravana es un asura (un titán) con 10 cabezas cada una de ellas con sus instintos y pasiones, unidas sólo en su feroz egoísmo. Nos enseña el filósofo Sri Ram que este personaje simboliza muy bien la naturaleza de ahamkara, el aspecto de la mente que se liga a la materia y a la diferenciación, y de donde surge la “herejía de la separatividad”, de considerarnos diferentes del todo-universo del que formamos parte. Ahamkara es, literalmente la producción (kara) del yo (aham), el yo en el sentido peyorativo de ego que le damos actualmente, como raíz del egoísmo y el egocentrismo.
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