En plena campiña inglesa, al sur de Oxford, una antigua base área militar de 800.000 metros cuadrados alberga uno de los proyectos científicos más ambiciosos y de mayor colaboración internacional de la historia. Flanqueado por imponentes muros y estrictas medidas de seguridad, el centro británico para la fusión de Culham encierra la gran promesa de futuro para la humanidad de desarrollar unafuente de energía inagotable, segura y limpia a partir de hidrógeno.
El planteamiento suena demasiado idílico, pero su desarrollo no está exento de un complejo, extenuante y costoso proceso de investigación. El objetivo de este centro, en el que trabajan más de 350 europeos, radica en demostrar la viabilidad de la fusión nuclear, un tipo de energía similar al que se produce en las estrellas, como el sol, que a partir de un gramo de materia es capaz de producir lo que ahora suponen ocho toneladas de petróleo.
La esperanza de «crear un sol en la Tierra» reside en el JET (Joint European Torus), el reactor más grande del mundo para la fusión por confinamiento magnético, un proyecto de 40 millones de libras anuales, financiado por la Comisión Europea.
«Hace levitar la materia»
«Este horno circular, de 18 metros de altura, construido a base de pequeños azulejos de berilio y tungsteno, es el auténtico motor de las investigaciones del centro de Culham. En su interior, la temperatura alcanza los 200 millones de grados centígrados, una cifra inmanejable que los físicos tratan de contener con campos magnéticos que hacen levitar la materia que está muy caliente y aislarla del exterior», explica el director de JET, Francesco Romanelli, con un acento italiano inconfundible, durante una visita guiada con motivo del 30 aniversario de su puesta en funcionamiento.
La energía se genera a través de la colisión de potentísimos átomos, el proceso inverso a la fisión donde las partículas se separan. Pero quizá lo más significativo es que esos átomos se extraen del agua ordinaria y el litio, un metal común que se encuentra fácilmente. Por lo tanto, sería capaz de proveer energía al mundo no sólo durante miles, sino millones de años.
A pesar de que su viabilidad científica ha quedado avalada, desde que se inauguró JET en 1983, el proyecto ha atravesado numerosos altibajos debido a la escalada de su coste y la falta de compromiso de algunos gobiernos. «El desarrollo de las investigaciones ha estado desde siempre supeditado al precio del petróleo y la demanda de energía en cada momento. Además de conocimiento, hace falta dinero. Si no inviertes dinero no puedes progresar», expone Romanelli.
Esta máquina, que estuvo parada recientemente durante 22 meses para ejecutar labores de mejora y mantenimiento, es además la única capaz de manejar la mezcla de combustible de deuterio y tritio que emplearán las centrales de energía de fusión comerciales y que previamente se pondrán a prueba en ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor). «Actualmente se está construyendo en Cadarache (Francia) un reactor nuclear experimental quemultiplicará por diez la energía que se le suministra y que previsiblemente estará listo para 2020», explica Ana Manzanares, doctora en Física e investigadora española del centro de Culham.
El ITER no permitirá encender ni una bombilla y no será rentable como negocio, pero arrojará la información necesaria para construir el primer reactor comercial, DEMO, que está previsto para 2035. Los científicos esperan que quince años más tarde, en 2050, las personas aprieten el interruptor en casa y la luz provenga de las primeras centrales eléctricas de fusión nuclear que alimenten la red nacional.
La «energía perfecta»
La energía de fusión, además de presentarse como una fuente prácticamente inagotable en el tiempo, no genera residuos y es segura. En palabras del entusiasta científico Steve Cowley, director del programa de fusión británico, se trata de «una energía perfecta». «A diferencia de los combustibles fósiles, no contamina, no provoca problemas medioambientales y, al contrario que la fisión, tampoco es radiactiva, ni genera residuos de larga duración», comenta a ABC. Al no utilizar uranio, un accidente de las dimensiones de Fukushima sería impensable. «Si todo falla, esa altísima temperatura de 200 millones de grados, se enfría y la reacción se apaga. Es imposible que salga de control. Solo trabajamos con un gramo de materia», continúa.
Si los experimentos en Francia demuestran que es posible la construcción de reactores de fusión comercialmente viables, entonces podría convertirse en el experimento que inyectó energía al mundo, en un momento en el que la demanda energética se ha triplicado y se espera que aumente un 60% más antes de 2030.
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