Pocas cosas hay tan molestas como un pensamiento obsesivo. Invaden el curso de la actividad mental, resultan apremiantes, son repetitivos, y generan un enorme malestar. “Creo que no he apagado el gas…podría provocar una catástrofe”, “Seguro que durante la cena me entran ganas de insultar a alguien…no podré reprimir el impulso…¡qué horror!”, “¿Habré incumplido alguna norma de tráfico? ¿No habré atropellado a alguien sin darme cuenta?”, “El vaso que me han puesto en ese bar no parecía muy limpio…¿cómo sé que no he pillado alguna enfermedad contagiosa?” Pero, ¿por qué estos pensamientos, que son automáticos y no deseados, acaban por convertirse en un problema?
Existen patrones cognitivos, creencias de base y formas de procesar la información que pueden favorecer la aparición de síntomas obsesivos, y entre ellos, la de pensamientos como los anteriores. En concreto, la investigación psicológica ha señalado que responsabilizarse en exceso de los acontecimientos, tener baja tolerancia a la incertidumbre, y no diferenciar que una cosa son los pensamientos y otra las acciones, son elementos que pueden facilitar la aparición de pensamientos aversivos intrusivos en una persona, característicos del trastorno obsesivo. Típicamente, aquellos que experimentan este problema tienden a hiper-responsabilizarse de las cosas, pensando que pueden provocar o prevenir la ocurrencia de determinadas consecuencias negativas, cuando lo cierto es que muchas veces se trata de hechos que escapan de su control o que están más allá de lo que razonablemente se le puede exigir a alguien. Unido a ello, es también característica la percepción de que “tener todo bajo control” es una necesidad absoluta, y que por tanto no hay que dar margen a la aparición de sucesos inesperados, ya que podrían representar una amenaza. Y las cosas se complican aún más, porque como tercer elemento de esta tríada aparece la “fusión pensamiento-acción”, es decir la creencia de que haber tenido un pensamiento “inaceptable” es igualmente reprobable que haberlo llevado a la práctica, o que el simple hecho de pensar algo amenazante, peligroso o inadecuado hace que su ocurrencia se vuelva más probable.
Como uno puede imaginarse fácilmente, una persona con este patrón cognitivo tiene todas las papeletas para enredarse en un laberinto de preocupación, construido en este caso a partir de pensamientos amenazantes invasivos y generadores de malestar. ¿Cómo salir del laberinto? Las “soluciones” que habitualmente busca la persona con trastorno obsesivo-compulsivo no hacen sino adentrarla aún más en la tela de araña, y así la hiper-responsabilidad, la intolerancia a la incertidumbre y la fusión pensamiento-acción se han relacionado con intentos ineficaces de neutralizar las preocupaciones y la sensación de amenaza o culpabilidad. Para escapar de los pensamientos intrusivos, automáticos y molestos, la persona que los experimenta muchas veces acaba poniendo en marcha conductas de comprobación, de reaseguración y toda suerte de rituales (p.ej. lavarse continuamente las manos, comprobar siempre tres veces que el gas está apagado, etc.), o simplemente…trata de “darle vueltas en la cabeza” al pensamiento por tiempo indefinido, en busca de una salida infructuosa al problema que causa la inquietud y de escapar así de las consecuencias negativas que se anticipan.
Hasta ahora, los investigadores han planteado –desde una aproximación cognitiva al trastorno obsesivo- que son las tres creencias anteriormente señaladas las que favorecen la aparición de la sintomatología característica de este trastorno, siendo en gran medida responsables de la frecuencia y el malestar que causan los pensamientos intrusivos de la obsesión. Un estudio de Graham Davey (@GrahamCLDavey) y sus colaboradores, aparecido recientemente en la revistaClinical Neuropsychiatry, explora el camino inverso. Estos psicólogos de la Universidad de Sussex (UK) tratan de ver si la exposición a una mayor o menor frecuencia de pensamientos invasivos similares a los pensamientos obsesivos (p. ej. “causaré daño a una persona a la que quiero”, “voy a empujar a alguien cuando pase el tren”, etc.) puede inducir cambios en parámetros relacionados con la hiper-responsabilidad, la intolerancia a la incertidumbre y la fusión pensamiento-acción. Para ello, diseñaron dos experimentos.
En el primero, se manipulaba el grado en que los participantes estaban expuestos, mediante un ejercicio de práctica mental, a pensamientos de tipo obsesivo como los anteriormente señalados, empleando un grupo de alta exposición que se comparaba con otro de baja exposición y que actuaba como control. Los investigadores analizaron el efecto que esta manipulación tenía sobre las creencias de base en el trastorno obsesivo (responsabilidad excesiva, intolerancia a la incertidumbre y fusión pensamiento-acción) así como sobre el estado de ánimo. Los resultados indicaron que aquellos que habían participado en la condición de alta exposición a pensamientos obsesivos luego obtuvieron mayores puntuaciones en las medidas de responsabilidad y fusión pensamiento-acción, en comparación con la condición de control.
El segundo experimento consistió en una variante del primero, en la que los investigadores introdujeron una nueva variable: el hecho de que los pensamientos de tipo obsesivo empleados fueran auto-referentes (es decir, percibidos como propios) o no. Se trata de un matiz importante, ya que junto a su carácter automático, intrusivo y generador de malestar, otro de los rasgos de la ideación obsesiva es que la persona reconoce tales pensamientos como suyos. Como era esperable, los resultados del segundo experimento revelaron que la exposición a pensamientos de tipo obsesivo incrementaba las puntuaciones en responsabilidad, intolerancia a la incertidumbre y fusión pensamiento-acción, pero sólo cuando tales pensamientos eran percibidos como propios. En definitiva, los experimentos desarrollados por Davey et al. (2013) ponen de manifiesto que
Mientras existe evidencia experimental de que manipular constructos clínicos como la hiper-responsabilidad, la intolerancia a la incertidumbre y la fusión pensamiento-acción puede afectar a síntomas del trastorno obsesivo-compulsivo como las conductas de comprobación, la urgencia de neutralización, las dudas, la ansiedad, etc., estos estudios también sugieren que manipular algunos síntomas del trastorno obsesivo (en este caso los pensamientos aversivos obsesivos) puede influir en las medidas de dichos constructos” (Davey et al., 2013, 42).
Otro resultado interesante hace referencia al papel del estado de ánimo, como la ansiedad o la tristeza, en todo esto. Los investigadores encontraron que estar expuesto a pensamientos de tipo obsesivo producía un empeoramiento del estado de ánimo. Más aún, en los análisis de mediación realizados hallaron que sus resultados se podrían ajustar a dos modelos alternativos. Por un lado, los pensamientos obsesivos pueden inducir en la persona que los experimenta empeoramientos en su estado de ánimo y esto a su vez influir en constructos como la hiper-responsabilidad, la intolerancia a la incertidumbre y la fusión pensamiento-acción. Por otra parte, también podría ser que el efecto de la ideación obsesiva sobre el estado de ánimo estuviera mediado por los constructos de base en el trastorno obsesivo anteriormente mencionados.
Fuente: Davey et al. (2013)
Finalmente, los autores mencionan alguna posible implicación práctica de sus hallazgos, señalando que
El efecto de los pensamientos aversivos intrusivos sobre las creencias de base en el trastorno obsesivo compulsivo implica que focalizarse en ellas en las intervenciones clínicas puede que no sea una condición necesaria para la recuperación. Si tales creencias de base se activan por los propios pensamientos intrusivos e incontrolables, entonces la intervención directa sobre los pensamientos intrusivos puede ser suficiente para aliviar los síntomas” (Davey et al., 2013, 42)
No obstante, Davey et al. (2013) reconocen también la eficacia de las intervenciones orientadas hacia el tratamiento de las creencias de base en el trastorno obsesivo, y su capacidad para reducir pensamientos aversivos de tipo obsesivo, especialmente cuando tales creencias relacionadas con la responsabilidad, la intolerancia a la incertidumbre y la confusión entre pensamiento y conducta se encuentran arraigadas en el estilo cognitivo de la persona o se desarrollaron tempranamente.
En definitiva, los experimentos de Graham Davey y sus colaboradores nos ofrecen una nueva perspectiva sobre el trastorno obsesivo-compulsivo, que más que contradecir modelos anteriores puede complementarlos o incluso ampliarlos, al sugerir nuevas formas de configurar y relacionar algunos de los elementos implicados en este problema, como las creencias de base, los pensamientos intrusivos obsesivos y el estado de ánimo. Conocer mejor cómo está construido el laberinto de la obsesión sin duda proporcionará una mayor cantidad de rutas alternativas para salir de él.
Recursos sobre el artículo de Davey et al. (2013): Texto completo + PowerPoint
http://psynthesis.wordpress.com/2013/09/02/el-laberinto-cognitivo-de-la-obsesion/