Archivo por días: julio 1, 2016

El ciclo infinito: el laberinto de la catedral de Chartres

http://cuadrivio.net/artes/el-ciclo-infinito-el-laberinto-de-la-catedral-de-chartres/

UN LABERINTO CRISTIANO

El periodo gótico fue sumamente enriquecedor por su innovadora estética, sus estructuras imponentes y majestuosa arquitectura. Dentro de su amplia evolución en el área de la arquitectura, especialmente en Francia, la Catedral de Chartres se erige como una de las más bellas e interesantes manifestaciones góticas.

Daria Moreno Davis

El periodo gótico fue sumamente enriquecedor por su innovadora estética, sus estructuras imponentes y majestuosa arquitectura. Dentro de su amplia evolución en el área de la arquitectura, especialmente en Francia, la Catedral de Chartres se erige como una de las más bellas e interesantes manifestaciones góticas. De igual forma, se inserta en un largo conjunto de laberintos eclesiásticos. La inclinación hacia este símbolo universalmente desarrollado recae principalmente en sus amplias representaciones y su constancia a lo largo del tiempo. Los alcances de este concepto han trascendido las disciplinas y las creencias, integrándose en sistemas de sincretismo y adaptación, fungiendo como alegoría y metáfora. Por lo tanto, gracias a la catedral de Chartres ubicada en Francia, nos acercaremos al caso del laberinto contenido en ella.

Tratemos definir qué es un laberinto. Puede parecer confuso en primera instancia, ya que el uso metafórico de la palabra es ampliamente utilizado. Desde Platón la imagen está presente, sin embargo, ésta no siempre se plasma en un dibujo trazado. La expresión pictórica aparece en determinados períodos históricos, lo cual habla de momentos de florecimiento del concepto. En un intento definitorio, el Oxford Dictionary habla de un «camino complicado, irregular, con muchos pasadizos, a través o alrededor de los cuales es difícil encontrar el camino sin un guía»; del Dizionario de Nicola Zingarelli, edición 1963, recogemos que es un «sitio en el que no encuentra manera de salir. Embrollo, Enredo, Lío, Confusión». Sin embargo, ninguna definición resulta completamente satisfactoria, ni para Méndez Filesi ni para Santarcangeli, estudiosos de estas estructuras. Esto se debe a que hay laberintos de los cuales siempre se puede salir, no siempre es un sistema de caminos y la meta no siempre es salir de él, a veces es llegar al centro, al corazón del laberinto.

Por otro lado, el camino no siempre es tortuoso ni engañoso. Tampoco necesita de muros de concreto o de plantas, puesto que puede estar dibujado. Nuestro objeto de estudio resulta laberíntico, y sería engreído buscar dar una definición final. Santarcangeli concluye en llamarlo un «Recorrido tortuoso, en el que a veces es fácil perder el camino sin un guía». Asimismo, este escrito sólo pretende ser un acercamiento a un caso preciso dentro de las muchas expresiones laberínticas.

4. Maze (2)Primero, cabe recordar un poco la tipología de esta expresión. No siempre es construida por el hombre, pues existen laberintos naturales, otros artificiales y otros más, mixtos por sus condiciones de desarrollo y construcción. Los hay casuales, secundarios e intencionales, curvos, mixtos, rectangulares… y la lista continúa. Tratando de ser someros, nos reduciremos a dos principales estudiados por Méndez Filesi: dando predominancia al elemento de un recorrido seguido en el camino que separa el inicio de la meta, habla primero de uno donde no se debe tomar ninguna decisión pues sólo existe una vía posible. Sin encrucijadas, aunque dé muchas vueltas, estos son llamados laberintos unidireccionales, en inglés labyrinth. Al contrario, cuando el recorrido se bifurca en senderos que pueden terminar en callejones sin salida, habla de laberintos multidireccionales, llamados en inglés maze o en alemán, irrgarten. La diferencia radica en la naturaleza del reto propuesto por el recorrido. En el primer caso, es necesaria la voluntad y la perseverancia, a menos de que se integre la presencia de una criatura terrible, pues en ese caso, no hay donde esconderse. Los segundos, necesitan de herramientas como la inteligencia, la memoria o incluso, la fortuna. Entonces, el monstruo sería el propio laberinto, pudiendo existir sin lógica alguna. Mientras que estos fueron más usados a partir del Renacimiento, los primeros se presentan más cercanos de la religión cristiana pues suponían la fortaleza de la fe para superar adversidades y tentaciones, lo cual habla de un gran uso durante la Edad Media. Este es el caso que nos interesa.

Así como existió –y aún existe- una fuerte asociación en el pensamiento romano, del nombre de Troya con el laberinto, una identificación similar sucedió con la ciudad de Jerusalén. Esta última se desarrolló durante el Medioevo, donde el hombre consideraba dos urbes como las ciudades antiguas por excelencia, Roma en el sentido histórico-temporal y Jerusalén en el religioso-místico. La primera se ubicada al centro a causa de la creencia de que el mito de Teseo había tenido lugar en Grecia de la época más remota. Esta Grecia era relacionada con el ciclo de leyendas homéricas, que funcionaban bajo el centro impulsor de Troya. Cnosos y Creta fueron relegadas y Atenas no conoció su apogeo hasta los humanistas.

Por otro lado, la identificación con Jerusalén reside en tres factores según Santarcangeli. Primero, el carácter de ciudad santa y sagrada, centro de vicisitudes terrenales y de las enseñanzas del Redentor. Segundo, por su calidad como meta última del peregrinaje a Tierra Santa. Tercero y último, por reconocerse como símbolo terrestre de la cuidad perfecta, celestial, lugar de redención del alma y de la presencia de Dios. A las representaciones de fe se agrega la cercanía y paralelo con dos peregrinaciones: una física, la del viaje hasta el Jerusalén terrestre, peligrosa y a veces mortal; y una espiritual, la del camino del alma, llena de tropiezos y tentaciones, monstruos y demonios, para llegar con gracia a la Jerusalén celestial.

Otro factor de suma importancia, es el de las condiciones políticas del Mediterráneo que dificultaron e incluso prohibieron el viaje hacia Jerusalén. Por lo cual, se llegaron a crear, inventar, nuevos espacios de peregrinación en Europa. Muchos cobraron fama instantánea, como lo fue Roma, pero muchos creyentes en situaciones limitantes no podían considerar estas peregrinaciones. En un recurso intelectual típicamente medieval y desde la acepción de la peregrinación impedida se consideró la construcción en catedrales de recorridos de áreas delimitadas que contuviesen un camino material y simbólicamente largo y engañoso. Es así que nacieron los laberintos en las iglesias. El centro se mantuvo como Jerusalén, y el trazado era incluso llamado chemin de Jhérusalem lieu de Jhérusalem.

Es esencial recordar que gran parte de la influencia laberíntica en Occidente proviene del mito griego de Teseo y del Minotauro. Sin tardar demasiado en narrar la historia, recordemos simplemente que de todos los hombres que entraban al laberinto donde Minos había confinado al hijo de Pasífae, Asterión el Minotauro, solamente el príncipe de Atenas, Teseo logró salir con vida. Esto gracias a la ayuda de Ariadna, hija del rey de Creta, a través del famoso hilo. Ahora bien, tanto la imagen de la lucha como la del laberinto han atravesado siglos y sufrido transformaciones interesantes. Dentro de las catedrales se exponen los casos de las que derivaron de la religión cristiana.

Los romanos transportaron el concepto del laberinto a lo largo del Imperio y, para entonces, éste había adquirido un fuerte carácter protector y también se había consolidado su identificación con el mundo de los muertos, como se percibe en la Eneida de Virgilio. Al igual que sucedió con la cultura, el laberinto casi desaparece cuando, a finales del siglo V, el Impero romano de Occidente se desmoronó ante la presión de los pueblos bárbaros. Empero, la cultura sobrevivió en una transición donde regresó a sus formas más primitivas. Así, el laberinto resistió camuflado en alegorías cristianas y hacia el siglo XIII, resurgió con nuevos significados.

Desde el siglo XII se acostumbró en Italia incluir laberintos como partes fundamentales de la decoración de los edificios religiosos, hecho que se repitió en muchas catedrales francesas en el siglo XIII. En el capítulo dedicado a los laberintos católicos, Méndes Filesi hace un recorrido por los primeros laberintos de este tipo. El más antiguo es el de la iglesia de Saint Reparatus, en Orléansville, Argelia: Tras la caída del Imperio romano, esta basílica del siglo IV quedó abandonada y sufrió graves desperfectos. En uno de los mosaicos se encontró posteriormente, un laberinto inspirado en los modelos romanos, adoptando la habitual planta cuadrada dividida en cuatro partes. El mosaico tenía un sorprendente juego de letras al centro que formaban un ingenioso artificio literario conocido como el cuadrado Sator. En forma de cruz partiendo desde el centro se puede leer repetidas veces la frase: sancta eclesia. El mensaje por lo tanto es que todos los caminos conducen a la santa iglesia y a Dios. La presencia de este talismán al centro de un laberinto puede ser explicada por las propiedades apotropaicas de los ejemplares romanos, reforzando la magia del cuadrado central.

Sin embargo, suponiendo un sincretismo, se puede seguir una evolución en el mensaje trasmitido por este laberinto. Los laberintos son mencionados en los textos de los primeros autores cristianos como metáforas del error, de la confusión, denotando en el ámbito cristiano herejía y pecado. El autor propone que el origen de esta metáfora puede provenir de la ahora perdida obra de Hipólito, e ilustra su conjetura con una cita significativa de San Jerónimo: «Pasamos de la oscuridad a la oscuridad más grande y, como a Moisés, nos envuelve la tiniebla; el abismo invoca al abismo con el sonido de las cataratas de Dios; y, en círculos, el espíritu debe girar hacia delante y hacia atrás en sus propios giros. Sufrimos errores laberínticos y avanzamos pasos ciegos gracias al hilo de Cristo».

La idea de confusión sugiere también un sincretismo con el mito de Midas. Así, el significado inicial de los laberintos medievales fue el concepto de la confusión, el error, el pecado y la herejía, simbolizando las dificultades del camino recto de la virtud. En medio del abismo parece alzarse la Santa Iglesia como protectora del mal, buscando que no se pierda la fe para así encontrar la salvación. El segundo laberinto está en un templo de Cnido, al sur de Turquía. Rodeado de símbolos cristianos como la cruz, la palmera, las letras alfa y omega y la inscripción en griego: Kytrie boethei (Dios, sálvanos). De esta forma, los laberintos sobrevivieron en el bagaje cultural occidental habiendo experimentado nuevos significados. Cuando se incluyeron en las decoraciones de las iglesias ya llevaban tiempo en el simbolismo cristiano medieval. De esta forma, fueron adquiriendo nuevos matices en cuanto a sus significados alegóricos.

Gracias a la recopilación laberíntica del investigador Hermann Kern se encontró un laberinto en cuyo centro se encuentra Teseo luchando contra el Diablo, imagen interesante que ha dado el lugar del Minotauro a Satanás y el de Teseo a Jesús, derivando el laberinto en el infierno. No obstante, esto no es excepcional, el laberinto medieval adquirió diferentes significados y el del Infierno es uno central. El sincretismo pudo haberse dado de varias formas, aunque la verdadera permanece incierta. Sin embargo, cuando cayó el Imperio romano, la Iglesia condenó por paganismo a muchos autores clásicos, entre ellos, Virgilio. Pero a raíz de varias contradicciones y dificultades terminaron por convertir al cristianismo los textos paganos, buscando en ellos metáforas y alegorías sobre los inicios de la fe cristiana. Finalmente, el mito de Teseo fue interpretado como una alegoría de la lucha entre Jesús y Satanás.

Otro ejemplo de dicho sincretismo es el del laberinto de Saint Omer cerca del Canal de La Mancha en Francia, donde un laberinto de planta cuadrada que presentaba en su centro una cruz erigida, terminó por representar el descenso de Jesús al Infierno, es decir el laberinto, donde la cruz existe como marca de triunfo. Victoria sobre Satanás y sobre la Muerte, pues narra la resurrección del Hijo de Dios.

Para llegar a Chartres es necesario empezar con los laberintos relacionados con las festividades de Pascua. Muchas de las elaboraciones5.Detalle de mosaico que muestra la batalla entre Teseo y el Minotauro laberínticas sirvieron para la calendarización y regulación de ciertas fiestas religiosas. Así como lo muestra el ejemplo de Saint Omer en su relación con los días de la resurrección. El Domingo de Pascuas, el día de la resurrección de Jesús, debía ser calculado con consideraciones astronómicas que comprendieran una comparación entre el calendario solar de Occidente y el lunar de los hebreos. En muchos de los libros que recopilaban las tablas que llevaban estas inscripciones se encontraron ilustraciones de laberintos. Por otro lado, la investigadora Penélope Reed Doob menciona una relación con la Pascua a través de rituales de danza semiclandestina de algunas catedrales francesas como la de Auxerre. Última que contenía un laberinto casi replicado del presente en Chartres donde varios monjes celebraban una danza en Pascuas. Prohibida en 1538 por sus tintes paganos, no ha sido bien documentada. Mas existe información que habla de esta conmemoración como clérigos que danzando en torno a un laberinto, se pasaban un balón entonando la canción de la Victima paschali laudes, en la que serecordaba la victoria de Jesús contra la Muerte.

No es posible afirmar que esta ceremonia se llevara a cabo en catedrales como Chartres o Sens (donde el laberinto fue destruido en el siglo XVIII). Pero las danzas pueden ser interpretadas nuevamente bajo el sincretismo entre Teseo y Jesús en su victoria sobre el Diablo –Minotauro-.

La catedral de Chartres

La antigua catedral de Chartres fue destruida por un incendio en 1194 y lo único que sobrevivió fue la cripta, protegiendo así la reliquia que se mantenía en su interior, la Sancta Camisia, un trozo del vestido que llevaba la Virgen María al alumbrar al niño Jesús. Agradecidos por el milagro, el rey, el obispado y varios gremios ciudadanos promulgaron la reconstrucción de la catedral. Aunque la inauguración final fue en 1260, la construcción fue rápida para la época.

El resultado fue admirable y presentaba una catedral gótica de hermosas proporciones. La planta cruciforme se organiza en tres naves. La cabecera, al este, contiene un deambulatorio radial con cinco capillas semicirculares. Por su lado, la bóveda es de las más altas construidas hasta la fecha. Retomando características de la arquitectura gótica, la catedral está soportada por un sistema de arbotantes en el exterior. La tribuna fue suprimida dejando tres niveles en el alzado de la nave, las arcadas, el triforio y los ventanales. El Triforio tiene cuatro arcos por sección. Los ventanales constan de dos vanos y un imponente rosetón que repite la estructura de la puerta principal. Las vidrieras son famosas por sus colores azules, especialmente en la llamada Ventana de la virgen azul (Notre Dame de la Belle Verrière). Tanto la fachada principal como el pórtico real y las fachadas son elementos de gran interés… Pero regresemos a nuestro laberinto. Éste está ubicado cerca de la entrada y justo en la nave central de Chartres. La planta está inspirada en los modelos circulares de los códices del siglo XI, mide 12,88 por 12,9 metros de diámetro con un ancho de 40 centímetros (aunque las medidas son un elemento de polémica discusión), para llegar al centro el recorrido consta de once niveles.

El centro solía albergar una placa de bronce que representaba la lucha de Teseo contra el Minotauro, sin embargo, esta fue destruida a finales del siglo XVIII durante la Revolución francesa. El camino hacia el centro se forma por 276 baldosas blancas de piedra caliza, que se delimitan por pequeñas piedras de mármol de color azul oscuro, casi negro. El sendero se interrumpe cada noventa grados, de forma que los muros arman una cruz que preside el laberinto. En el centro se distribuyen seis semicírculos que parecen ilustrar un árbol o una flor de pétalos lobulados.

Este diseño circular es representativo de la mentalidad e ideología de la época. Los intelectuales cristianos daban gran importancia a las matemáticas y a la geometría por ser manifestaciones de la sabiduría divina en la creación del Universo, y decidieron incorporarlas al mundo simbólico. El círculo devino en una figura preponderante asemejando la eternidad de Dios que no tiene ni principio ni fin (es el alfa y el omega). De igual manera se creía que el Universo era constituido por una estructura circular que giraba en torno a la Tierra, que permanecía estática al centro. Dicha visión geocéntrica del cosmos se mantuvo durante siglos, hasta que Copérnico demostrara lo contrario en el siglo XVI. Además, era creído que los astros y los cuatro elementos se ordenaban en doces esferas concéntricas. Bajo la Luna, estaría la tierra, el agua, el fuego y el aire. Sobre la Luna-considerada como planeta- estaría Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno. Cubriendo la bóveda celeste estarían las estrellas inmóviles.

10. Laberinto de la catedral de Chartres (2)Hablemos ahora de las interpretaciones del laberinto. Primero, y puesto que este consta de once vueltas- número imperfecto- cuando se agrega el centro o los semicírculos, la cifra aparece más cercana al doce, así como las esferas en el cielo. Esta visión propondría la simbolización del Universo. Una segunda acepción es la del laberinto apocalíptico. Por su forma y su tamaño, este laberinto se relaciona con el rosetón ubicado en la pared oeste de la catedral. Incluso la distancia muestra una relación matemática precisa que forma un triángulo isósceles. Ya sea coincidencia o voluntario, tanto el rosetón como la puerta principal del pórtico y el laberinto forman una unidad visual donde los tres puntos crean una puerta de entrada al altar para el creyente. Así como en el rosetón, en el centro del pórtico de la fachada destacan escenas del Apocalipsis. En la fachada, aparece Jesús sentado sosteniendo en la mano un libro cerrado con siete sellos. Al romperlo, sucederán los acontecimientos que llevarán a la instauración del reino de Dios. Por lo tanto el pasaje llena de simbolismo y metáforas a la catedral.

Esta posible relación del pasaje del Apocalipsis con el laberinto puede terminar de adquirir sentido si se vincula con otra catedral en la antigua abadía de Nuestra Señora de San Remy, en Rochefort, Bélgica. Ahí, se reprodujo en 1991 una réplica casi exacta del laberinto presente en Chartres. Con el ligero cambio de que en el centro, en lugar de encontrar a Teseo luchando contra el Minotauro, vemos una ciudad amurallada con varias puertas, tres de cada uno de los cuatro lados. Como hemos mencionado, los romanos relacionaron la ciudad de Troya con los laberintos, pensamiento que fue transferido en la Edad Media a la relación con otro ciudad legendaria, Jerusalén- otras de las ciudades laberintizadas fueron Babilonia y Jericó-. Desde la Biblia se propone la visión de dos Jerusalén, una terrenal y una celestial, y el Apocalipsis cuenta que esta última bajará cuando el reino de Dios se haya instaurado en la Terra para que los hombres justos vivan felices. San Juan describe en sus textos esta ciudad de forma semejante a la representación central del laberinto. Esta deviene entonces en el triunfo universal de Jesús después del fin, ilustrado como la Jerusalén celestial en Saint Remy y como la victoria de Teseo en Chartres.

Por lo tanto, el mensaje de Chartres podría ser, sucesivamente, el del fin de los tiempos, la condena eterna para los pecadores y luego la solución tras el Juicio: El laberinto sería un espacio maravilloso para aquel fiel que no se perdió en el camino y que logró recorrerlo completo con fe y perseverancia. Incluso ahora, la relación con las Pascuas y el laberinto se ven justificadas ya que ambos casos tratan del logro de Jesús sobre el mal y la muerte. Incluso cabe mencionar que Jesús se describe en el pasaje del Apocalipsis de Juan como un cordero sacrificado, así como narra la letra de la canción que mencionamos, la Victima paschali. Esto es porque muriendo es cómo derrota a la muerte, abre las puertas del Cielo y permite a los hombres alcanzar la Jerusalén celestial, el centro del laberinto, la meta.

Un eco final al sincretismo de la fe y por lo tanto de sus diversas expresiones radica en la celebración de Pascuas que conmemora la resurrección de Jesús. Méndes Filesi nos recuerda que, celebrada en primavera, es el regreso de la fertilidad agrícola tras la muerte del invierno, es cuando Perséfone huye del Hades con la danza del géranos, la danza de Auxerre. La victoria de la vida sobre la muerte del sacrificio de Jesús y su celebración en la Pascua no sincroniza de forma gratuita con el periodo fértil de la tierra. Por su parte, los griegos festejaban este triunfo vital con la danza de géranos, donde evocaban el regreso de la primavera tras el invierno, es decir, después de que Teseo hubiera derrotado al Minotauro en el laberinto, reino de la muerte. Los clérigos de Auxerre, Sans y Chartres seguramente retomaron parte de este concepto para la Pascua. De esta forma, gracias al laberinto, la muerte de Jesús y la derrota de Satanás traen la vida, el Universo se renueva y con ellos el laberinto (siempre) infinito.

El laberinto cristiano ha sufrido varias transformaciones en la historia del arte, desde sus orígenes y sincretismos griegos y paganos asumiendo en el camino nuevos significados alegóricos. Así, Jesús toma el lugar de Teseo como héroe frente a la oscuridad, el error y la confusión, y la lucha del Minotauro se convirtió, en parte gracias a La Eneida, en el enfrentamiento entre Jesús y Satanás. El laberinto entra a escenificar el infierno, el mundo del pecado y muerte, incluso el mundo entero o el Universo, donde Jesús triunfa también tras el Apocalipsis y el descenso a la Jerusalén celestial.