Los grandes partidos se percatan de que Podemos les puede expulsar del mapa

En la próxima encuesta del CIS, filtrada ya en algunos medios, Podemos aparece en términos de intención directa de voto (es decir, en los resultados de campo en bruto, sin elaborar) en primer lugar. Ya se sabe que esta forma de divulgar los datos es poco expresiva pero, puesto que este nuevo partido irrumpe por primera vez, hay pocos elementos empíricos que permitan realizar una cocina razonable del sondeo.

En cualquier caso, los partidos desayunarán la próxima semana con estos datos.

Como se recordará, la anterior encuesta del CIS, correspondiente al mes de julio, ofreció unos resultados que ya resultaban asombrosos en intención directa del voto. El PP obtenía un 12,8%, seguido por Podemos, con el 11,9 y por el PSOE con el 10,6. Posteriormente, la cocina sociológica de la institución oficial entrego estos resultados ya elaborados: PP, 30,0%; PSOE, 21,2%; Podemos, 15,3%.

Las encuesta del CIS, efectuadas por expertos irreprochables que disponen de medios abundantes, son inobjetables, pero además coinciden con otros análisis. Así por ejemplo, se ha sabido que Llorente & Cuenca acaba de realizar un estudio en el que se concluye que el PP perdería en mayo Castilla-La Mancha, Valencia y probablemente Madrid (UPyD tendría la llave en esta comunidad).

La encuesta del CIS se ha realizado en un período temporal en que ha dimitido Gallardón tras congelarse la ley del aborto, se ha conocido el escándalo de las tarjetas ‘black’ de Caja Madrid y se ha padecido la alarma del ébola. Además, en el aspecto económico, han llegado de Europa vientos de parálisis y quién sabe si no una tercera recesión, mientras se ralentiza levemente el ya de por sí muy leve crecimiento español. No es, pues, extraño que la decepción social esté arraigada y se manifieste con claridad.

La encuesta trimestral del CIS que se conocerá la semana que viene no toma en cuenta la ‘operación Púnica’, que ha soliviantado todavía más a la gente porque ha salido a la luz un operativo que ya no utilizaba siquiera la pantalla de la financiación ilegal: un grupo de políticos ‘selectos’ había organizado una trama para traficar con influencias y percibir cuantiosas comisiones mediante el cohecho en contratos públicos de alcance municipal. Naturalmente, cada nuevo escándalo que aparece es oxígeno para Podemos, que además se nutre de la proverbial tibieza de las respuestas de las organizaciones a semejantes desmanes.

El hartazgo ciudadano

A última hora, más de treinta años después de la instauración del régimen y cuando gran parte de la opinión pública se ha hartado de este estado de cosas, los grandes partidos se percatan de que pueden ser literalmente expulsados de la hegemonía que han ejercido y se disponen a tomar medidas. El PP pide a las demás fuerzas un consenso que, a estas alturas, sería indecoroso por interesado, y encuentra frialdad en el PSOE, que también tiene de qué responder y que no quiere involucrarse en esta solución extrema.

Sin embargo, algo hay que hacer, y cuanto antes, porque lo que está irremisiblemente dañado es el organismo de los partidos pero no el sistema mismo: este país no puede ni debe renunciar a la democracia parlamentaria occidental de que disfrutamos ni embarcarse en aventuras exóticas, por lo que lo ideal es regenerar lo pervertido y no improvisar modelos sin contrastar.

PP y PSOE tienen, en fin, que extremar su celo para salvar lo salvable a corto plazo de este colosal naufragio, con el ánimo de reconstruir todo aquello que no sea posible preservar.

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