LA SOLUCIÓN

Una colaboración de Pauline

Carta de un ciudadano de Ciudad de Mexico a un amigo en Puerto Vallarta.
Estimado Panchote:
 

Te escribo con rabia. Me han colmado los atracos en la calle, los asaltos y robos en mi casa y en mi estancia. La policía no logra su objetivo

(o no los dejan), los jueces son corruptos y sueltan “por falta de pruebas“ a los ladrones, los asaltantes, los asesinos, pirómanos y a los de la mafia.

 
Por ello he decidido tomar mi destino en mis manos y he ejecutado las siguientes medidas:
 

1)      He terminado con el servicio de vigilancia electrónica de la empresa que me instaló la alarma. Las alarmas las desconectan o las burlan

(con o sin complicidad) los que quieren entrar.

2)      En mi casa he colocado 3 banderas grandes y visibles:  dos banderas paquistaníes en el frente de mi casa junto a la reja  y la otra de color negro de ISIS en el centro de mi antejardín.
3)      En mi campo he desplegado varias banderas en los límites con mis vecinos:  la de los Talibanes, la de Al Qaeda, la de Hamas, la de la Farc. En la casa patronal, al igual que en la capital, 3 banderas: dos de ellas paquistaníes y la infaltable negra de ISIS junto a la piscina medio a medio del jardin.
 
Estoy feliz con el resultado:

Tengo visita permanente (24/7/365), custodia y control de cuates de la CIA,

FBI, M15,

M16, la policía federal, el servicio de inteligencia local y algunos camuflados del ejército, todos muy preocupados de los que  entran y salen de mi casa  y lo mismo sucede en la estancia. Dado que no hay actividad alguna nuestra  relacionada con las banderas

(obvio), el nivel de intriga y curiosidad de los entendidos en inteligencia,  de saber que pasa, es absolutamente máximo. Nadie se quiere perder nada y por consiguiente gozamos alrededor de nuestras propiedades, de una nutrida compañía de puros Rambos, que nos permite vivir y dormir muy tranquilos (además gratis). Y para colmo de mi felicidad siguen a mi esposa cuando se va de shopping, a m

í me siguen a mi oficina y de vuelta y a mis hijos también los siguen hasta su colegio.     La seguridad de Obama es una alpargata vieja al lado de la mía.
             ¡¡Nunca nos hemos sentido más seguros!!

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