Una colaboración de lipe2000
Érase una vez, una muchacha de nombre Nadia cuya belleza atraía a todos los hombres que la conocían, sin embargo y aún a pesar de ello, se encontraba turbada y sola. Sucedía que Nadia tras los primeras alegrías del encuentro con sus encantadoras parejas, no tardaba en encontrarles defectos tan evidentes que decidía postergar la propia entrega definitiva que ella ansiaba. Y así pasaba el tiempo en el que Nadia, por una u otra razón, no lograba satisfacer su deseo más ferviente: crear una familia feliz y disfrutar de ella.
Tanto sus padres como sus propias amistades, habían celebrado grandes festejos para apoyar su amor con algunos pretendientes, pero ella, al poco tiempo de tratarlos, sentía como su amor se marchitaba para seguir anhelando su ideal de pareja perfecta.
Algunas personas le decían que ello no dependía tanto de las cualidades de sus parejas, sino que el problema estaba en ella. Sin embargo, Nadia no podía creerlo, ya que los defectos que acababa viendo en sus consecutivos compañeros eran tan evidentes que cualquier paso adelante significaría forzar demasiado las cosas.
Un día, oyó hablar de un sabio que, según se decía, a todos conmovía por el consejo y lucidez que encerraban sus palabras. Aquella noche, Nadia, sin poder dormir, decidió acudir a su presencia e interpelar acerca de su propio problema. “Tal vez”, -se decía-, “me pondrá en el camino de ese hombre ideal con el que sueño”.
A la mañana siguiente, llegó hasta él y tras exponerle su mala suerte, le dijo: “Necesito encontrar la pareja perfecta, se dice que vuestras palabras son sabias, y yo tras muchos intentos frustrados, anhelo una solución ¿qué podéis decirme? Supongo que una persona de vuestra fama y cultura, sin duda habrá encontrado la pareja perfecta”.
Aquel anciano, mirando con un brillo intenso en sus ojos, le dijo. “Bueno, te contaré mi historia: A decir verdad, pasé también mi juventud buscando a la mujer perfecta. En Egipto, a orillas del Nilo, encontré a una mujer bella e inteligente, con ojos verde jade, pero desgraciadamente pronto me di cuenta de que era muy inconstante y egoísta. A continuación, viví en Persia y allí conocí una mujer que tenía un alma buena y generosa, pero no teníamos aficiones en común. Y así, una mujer tras otra. Al principio de conocerlas me parecía haber logrado el “gran encuentro”, pero pasado un tiempo, descubría que faltaba algo que mi alma anhelaba”. “Entre una y otra, fueron transcurriendo los años, hasta que, de pronto, un día…” dijo el anciano haciendo una emocionada pausa, “La vi resplandeciente y bella. Allí estaba la mujer que yo había buscado durante toda mi vida… Era inteligente, atractiva, generosa y amable. Lo teníamos todo en común”.
“Y, ¿Qué pasó? ¿Te casaste con ella?” replicó entusiasmada la joven.
“Bueno…” contestó el anciano, “es algo muy paradójico… La unión no pudo llevarse a cabo.” “¿Por qué? ¿Por qué?”, dijo incrédula la muchacha. “Porque al parecer”, dijo el anciano con un gran brillo en sus ojos: “Ella buscaba la pareja perfecta”.
El coaching hace esta reflexión.
¿Te has dado cuenta que las personas que nos rodean son como espejos en el sentido de que lo que vemos en ellas es parte de lo que somos?
Sin duda, TODAS las personas que llegan a nuestra historia, ya sea para contribuir con uno o varios capítulos de nuestra vida o para quedarse a lo largo de nuestro trayecto, llegan para enseñarnos algo; pero es necesario que nosotros nos percatemos de ello.
Tanto aquellos a quienes amamos como aquellos por quienes sentimos rechazo, son nuestros espejos. TODAS las personas que han formado parte de tu historia las has atraído para aprender algo; sobretodo esas de quienes tanto te molesta algo.
Llámese relación de amistad, familiar, compañeros laborales, amigos de infancia, de estudio, las relaciones interpersonales en general se basan en personas que nos marcan, nos hacen avanzar o nos dejan un sin sabor y algunos hasta se convierten en una gran decepción. Pero lo bueno es que cuando creas consciencia de que esa persona te vino a ayudar a crecer, a mejorar, a experimentar alguna situación para ser mejor en la vida, pasamos de criticarla -y por lo general de no soportarla- a agradecerle eternamente.
Si sentimos rechazo hacia las personas, es porque nos reflejan características que negamos en nosotros mismos (analízalo con la mano en el corazón y compruébalo). Si sientes una fuerte reacción negativa hacia alguien, puedes estar seguro de que tú y esa persona tienen características en común, situaciones, modales, carácter, momentos, carencias, que no has querido aceptar. Y te aseguro que cuánto más insoportable te parezca un comportamiento, más refleja una actitud propia, sólo que la tenemos tan arraigada, que como dicen popularmente: «el ojo nunca ve para adentro, sólo para afuera» y entonces nos concentramos en criticar a los demás sin analizarnos nosotros mismos.
Es importante aprender que esas «personas espejo» -a quienes yo llamo maestros de aprendizaje-, esos mismos que de pronto nos hacen ver la vida de cuadritos o que nos sofocan, no son más que nuestro reflejo. Si realmente analizas, todo lo que criticas de una persona no es más que algo que resistes a aceptar que tú tienes que cambiar o modificar de tu vida, o bien, te puedes llegar a identificar tanto con alguien que simplemente caes en cuenta que todo en lo que esa persona debe crecer, mejorar, trabajar, es algo que tú mismo debes esforzarte por hacer.
Es una situación maravillosa, por ejemplo, en cada sesión de coaching que comparto, SIEMPRE, me identifico con algo de lo que mi coachee desea trabajar. Es decir, me deja pensando a mí que yo también tengo una asignatura pendiente en ese aspecto que tenemos en común.
Cuando reconocemos que podemos vernos en los demás, cada relación se convierte en una herramienta para evolucionar como seres humanos.
Analiza en el círculo de quienes te rodean, qué te atrajo de esas personas o que te molesta, y verás que sea lo que sea, que te atrajo o incomode, esa característica también está presente en ti.
Definitivamente un encuentro con una persona que no te agrada es una gran oportunidad para aceptarte a ti mismo, para conocerte y empezar a trabajar; mejorar esa actitud que tanto no soportas de la otra persona y que no habías reconocido, habita en ti.
Ten claro qué es eso que te molesta de quienes te rodean, o bien, de los que estén cercanos a tu vida.
¿Qué de los demás ves reflejado en tu vida?
Lo más probable es que te cueste reconocerlo y si no lo haces, ten por seguro que será un patrón de conducta repetitivo en tu vida, seguirás atrayendo personas con la misma característica hasta que decidas abrir lo ojos hacia adentro y dejes de ver sólo lo de afuera. Hasta que reconozcas que tú también alojas ese defecto.
Lo más probable es que te cueste reconocerlo y si no lo haces, ten por seguro que será un patrón de conducta repetitivo en tu vida, seguirás atrayendo personas con la misma característica hasta que decidas abrir lo ojos hacia adentro y dejes de ver sólo lo de afuera. Hasta que reconozcas que tú también alojas ese defecto.
Esto es muy notorio en las relaciones de pareja, que solemos atraer el mismo patrón de persona y hasta que no crees una conciencia no va a cambiar.
Piensa detenidamente y anota de cada persona de tu entorno que te propongas analizar: qué te impacienta, qué te enoja, qué te exaspera, qué no te gusta, qué te irrita, qué no soportas, qué te causa molestia, qué te desespera, por qué reaccionas a la defensiva y qué te saca de tus casillas.
Créeme que es un buen ejercicio si lo haces honestamente. Sólo tienes que mirar el espejo de tu realidad: los demás y a través de ellos, a ti mismo.
La otra opción es permitir, que sigas viendo sólo para afuera, criticando, enfocándote en los defectos de los demás, dejando pasar el propósito que cada quien tiene para reflejar en nuestras vidas, con la garantía de que hasta que no entendamos vamos a atraer gente sana a nuestra vida. ¡Tú eliges!
Cuanto más nos abrimos a los otros, más profundizamos en nuestra propia interioridad. El verdadero yo se descubre con el tú.
Las «personas espejos» nos ayudan a revelar el secreto, pues saben que éste produce una herida que no sanará hasta que lo reconozcamos y seamos conscientes de él. Este tipo de personas, que en un principio tanto odiamos, son nuestros grandes maestros. Una vez que los has identificado agradece porque están en tu vida y no dejes de mirarte a través de ellos.
Recuerda: sonríe, agradece y abraza tu vida.
En la búsqueda de pareja desconocer este principio puede ser el principal obstaculo.
http://lipe2000.blogspot.com.es/2014/11/cuento-como-buscar-la-pareja-perfecta.html
La perfección no existe pero nuestra «alma gemela» sí, y se presenta el día menos pensado.
Yo tambien lo creo Domi