domi Susana Díaz calienta la banda

Un pronóstico: «Vamos a ganar las generales».
Una pregunta: «¿Con Pedro Sánchez de candidato?»
Una respuesta: «Yo no he dicho eso. A eso no voy a responder».

La conversación con un ex alto dirigente del PSOE en la recepción ofrecida en el Congreso de los Diputados por el XXXVI aniversario de la Constitución revela el estado de ánimo de los socialistas con su secretario general, una decepción que se extiende incluso entre los que le apoyaron para el cargo. Sepan que el oráculo que inicia este post fue muñidor de la conjura entre «enemigos íntimos» para que Eduardo Madina perdiera el congreso federal, pero también uno de los principales valedores de Pedro Sánchez desde que éste era concejal en el Ayuntamiento de Madrid.

Que quienes hicieron posible que el actual secretario general ocupara el sillón de mando de Ferraz han pasado en apenas cinco meses del entusiasmo al repudio ya lo contamos en este mismo blog hace unos días. La percepción es prácticamente unánime: pese a su 1,90 de estatura y su imponente físico, Sánchez no da la talla para dirigir un partido con 135 años de historia ni tiene volumen para afrontar la crisis político-institucional que vive España.

Lo que avanzamos hoy es que el PSOE borbota de nuevo y que el epicentro de la cocción regresa a Sevilla. Todos miran otra vez a San Telmo e imploran a la todopoderosa Susana Díaz. La presidenta de la Junta de Andalucía, de momento, no promueve, sólo escucha. Presta oídos a un Zapatero herido en su orgullo mal entendido por la corrección pública que Sánchez osó hacer de su último servicio a los mercados, Merkel y Bruselas (la reforma del 135 de la Constitución); atiende las reflexiones de un preocupado José Bono por el futuro de España y del partido; percibe a un José Blanco frustrado con lo que día sí y día también escupen los sondeos -algunos ya pronostican 60 escaños para el PSOE en 2015- e intercambia impresiones con un Felipe González que no sale de su estupor con la falta de solidez política de los actuales inquilinos de la calle Ferraz.

Por escuchar, esta semana Susana Díaz ha decidido hacerlo incluso con quien, consciente de a lo que se enfrentaba, cortó el paso de la presidenta andaluza a la secretaría general del PSOE no porque fuera ella, sino por negarse a participar en una operación auspiciada por el poder político, económico e institucional del país que pretendía decidir, a espaldas de la militancia, el futuro del socialismo. Eduardo Madina cruzó Despeñaperros para verse con Díaz. No había hablado con ella desde el día que anunció en mayo su candidatura al congreso federal, pero la «reina del Sur» le dijo ven y…

El vizcaíno, cuyo encuentro con Susana Díaz desveló ayer Paula de las Heras en Diario Sur sigue silente. Se comprometió a no «chaconear» después de su derrota frente a Sánchez y, de momento, lo ha cumplido. Ni una declaración, ni una crítica, ni una mala palabra. Y eso que habría materia y que son varios los que vuelven a regalarle el oído, pedirle que no tire la toalla y que piense en un futuro no muy lejano en otro PSOE que no será ya el de Pedro Sánchez. Su hermetismo da pábulo a todo tipo de lecturas, aunque él no haya dicho ni pío. Y, sí, serán cosas de la política, pero cuentan que entre los más interesados ahora en su porvenir están los que le traicionaron, los que le prometieron fidelidad eterna y le dejaron tirado a la primera de cambio para formar parte de una ¿operación de Estado? que pretendió sin éxito coronar a Susana Díaz y acabó con la elección de un secretario general del que ahora reniegan. El repentino y delirante afán de todos ellos por tumbar ahora a Sánchez les ha llevado esta semana a difundir que se había echado en brazos de Rubalcaba, idéntica estrategia a la que utilizaron para la destrucción de Madina. En política, ya se sabe, cabe todo, más cuando lo que se pone por delante es el interés personal y no el del partido y pese a que las funciones de quienes se erigen en guardianes de las esencias del socialismo no consten en ningún párrafo de los estatutos del PSOE.

Del encuentro entre la sevillana y el vasco poco o más bien nada ha trascendido, pero no hay que ser muy lince para colegir que si Díaz ha querido reconstruir los puentes rotos con Madina, será porque no estará muy satisfecha con los resultados de la apuesta que hizo en favor de Sánchez en el último congreso.

La clave, en todo caso, vuelve a estar en Susana Díaz, la única a quien los referentes del PSOE creen capaz de sacar al partido de la insoportable levedad en que la que Sánchez lo ha metido. Si hace semanas pocos creían que la sucesora de Griñán estuviera dispuesta a tomar las riendas en momentos de inanidad para el socialismo, hoy son más los que no descartan que la presidenta de Andalucía se presente a las primarias abiertas que elegirán en junio al candidato para la presidencia del Gobierno. Si no lo hace, su tren habrá pasado para siempre. No es lo mismo reconstruir el partido y hacer política nacional desde el Congreso de los Diputados, que dejar que Pedro Sánchez asuma en solitario la hecatombe que llegue con las generales y optar después al liderazgo federal. La incógnita es si Díaz hará coincidir sus autonómicas con las municipales y aprovechar un buen resultado para competir por el liderato nacional o si llegado el momento de las primarias nombra un sucesor para la Junta de Andalucía y que sea él el que se someta al veredicto de las urnas.

No es lo mismo, claro. En todo caso, el PSOE ha vuelto al punto de partida, al de esperar la decisión de Susana Díaz. Esto aunque a ella le guste decir cuando se le pregunta si irá o no a las primarias: «Ya pasé a secundarias». Y desde Ferraz hagan de sordos y ciegos, sostengan que Sánchez está mejor valorado en las encuestas que la andaluza y adviertan a la federación más poderosa del PSOE que se anden con cuidado. No hay peor ciego que el no quiere ver porque la segunda entrega de la «Operación Susana» está en marcha. Lo dicho: que la «reina del Sur» calienta ya la banda.

http://www.huffingtonpost.es/esther-palomera/susana-diaz-calienta-la-b_b_6284148.html?utm_hp_ref=spain

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