Por: Alejandra Bluth Solari.
Una tribu de alta Vibración
Mucho se habla de lo Esenios, pero es casi nada lo que se sabe a ciencia cierta de esta secta o fraternidad judía del siglo II a. C., dedicada a la oración, la vida austera y monacal en comunión con Dios y la naturaleza, a servir al prójimo y a iluminar las conciencias en el camino hacia Dios. Sin embargo, los Esenios están mucho más cerca de lo que pensamos, presentes en infinidad de oraciones, costumbres, creencias, ritos y filosofías de vida propias del Cristianismo que han perdurado hasta nuestros días. También muchas creencias místicas y esotéricas derivan de ellos. Prácticamente, todas sus enseñanzas y mensajes han cruzado nuestra cultura y forma de vida. Es inabarcable lo que se puede aprender de su cultura, considerando que muchos dicen que Jesús mismo, y otras grandes personalidades del Cristianismo, fueron Esenios.
Son muchos los estudiosos y expertos que sostienen que Jesús descendía de los Esenios, una tribu o secta judía de ascetas monásticos y origen semítico sirio que había tenido su origen en Palestina, en el tiempo de los Macabeos, entre 300 y 150 años a.C., y que vivía apartada de las otras tribus predominantes de la época –los saduceos y fariseos- y dedicada a la artesanía y a la práctica de la caridad y santidad.
Se dice que su misión fue neutralizar, con la fuerza de sus pensamientos y poder vibratorio, las bajas vibraciones del entorno en el área donde habría de nacer el Mesías. Pero aunque hoy se considera a la tribu esenia como la precursora de la Iglesia Cristiana, como la cofradía que plantó la semilla para que las enseñanzas de Jesús cayeran en tierra fértil, esta permaneció oculta al conocimiento profano por lo hermético de su enseñanza, por la elevada misión que les correspondió cumplir y por no ser mencionada en la Biblia. Recién se hizo conocida en nuestra cultura a partir del hallazgo, en el año 1947, de 800 rollos de Evangelios Apócrifos, conocidos hoy como los Papiros de Qumram o los Rollos del Mar Muerto. Fueron descubiertos en vasijas de arcilla ocultas en 11 cuevas ubicadas a un kilómetro, aproximadamente, de un lugar denominado Chirbet Qumram, en la ribera noroccidental del Mar Muerto, y que desde mediados del siglo pasado es conocida como El Paraje en Ruinas por ser una zona desértica e inhóspita, pocos kilómetros al sur de la ciudad mítica de Jericó.
De hecho, el historiador romano Plinio el Viejo ubica a los Esenios en el borde occidental del Mar Muerto, en el oasis de Engandi y en otras regiones entre Asiria y Palestina. También en Egipto, en el canto del Lago Maoris: “Los esenios habitan en la costa occidental del Mar Muerto. Son gente solitaria y muy superior al resto de la humanidad. Carecen de dinero y las palmeras son su única compañía. Se renuevan de continuo merced a la incesante corriente de refugiados que acuden a ellos en gran número, hombres hastiados de la existencia a quienes las vicisitudes de la fortuna impulsaron a adoptar tal género de vida. Así un pueblo se ha perpetuado, por increíble que parezca, en un lugar donde nadie ha nacido. Muy útil para acrecentar su número es el disgusto de otros hombres por la vida”.
El capítulo 17 del libro quinto de La Historia natural de Plinio el Viejo, en la traducción de Philemon Holland hecha en 1601, dice: “Los Esenios son una nación de las más admirables y maravillosas de todo el mundo. Mujeres no se ve ninguna: La lujuria carnal no se conoce: No manejan dinero: Dirigen su vida ellos mismos, y mantienen compañía solamente con árboles de dátiles. Aún más, el país está bien poblado, y numerosos extraños de otras partes lo recorren diariamente: Y a saber, tal como están cansados de esta vida miserable, van por las oleadas emergentes de fortuna traída acá, de juntarse con ellas en su forma de sustento. Así por muchos miles de años (cosa increíble pero verdadera) un hato de gente estuvo sin suministro alguno de recién nacidos y de generaciones. Tan poderosamente se incrementaban, por la agotadora hacienda y arrepentimiento de otros hombres. Bajo ellos, se levantaba Engadda, para fertilizar el suelo y hacer florecer las arboledas de palmeras datileras, considerada como la siguiente ciudad de toda Judea, a Jerusalén. Ahora, dicen, sirve como lugar para enterrar a sus muertos. Además es un castillo o fortaleza situada en las rocas, y lo mismo no lejos del lago de los Asphatites de Sodoma. Y así en lo tocante a Judea”.
Philo de Alejandría, filósofo neoplatónico judío que escribió en las primeras décadas de la Era cristiana, da las cuentas más tempranas de los Esenios en sus libros Quod Omnis Probis Liber Sit y Apología pro Judaeis. El segundo está perdido pero el pasaje sobre los Esenios está citado por Eusebius de Cesarea. Philo dice en el primero: “Los Esenios están completamente dedicados al culto de Dios. No ofrecen sacrificio animal. Huyen de las ciudades y viven en pueblos. En su mayor parte trabajan en los campos. Otros practican oficios tranquilos. No amontonan dinero o compran o alquilan la tierra. Viven sin bienes o propiedad. Nunca fabrican armas o cualquier objeto que pueda ser utilizado para mal propósito. No se involucran en ningún comercio. No tienen esclavos y condenan la esclavitud. Evitan la metafísica, la lógico, y toda filosofía exceptuando las éticas que estudian en las leyes divinamente ancestrales dadas a los judíos. Cada séptimo día es considerado santo y no hace trabajo alguno sino que pasan su tiempo en reuniones religiosas sentados estrictamente según su rango, y escuchan la exposición de sus libros sacros clarificados según el sistema simbólico antiguo. Estudian la devoción, la santidad, la justicia, la ley sacra, y las reglas de su orden, toda conducción para el amor de Dios, de la virtud, y de los hombres, a los cuáles dedican completamente sus vidas. Rehúsan a tomar juramentos y nunca mienten. Creen que Dios es la causa única del bien, nunca del mal. Convidan a todos los hombres con igual bondad y cohabitan en una forma comunal. Nadie posee su propia casa. Sus casas están siempre abiertas a las visitas de los miembros. Comen conjuntamente una comida común y toman sus ropas de un almacén común. Cuidan de los enfermos, la gente joven, y los ancianos”.
En su Apologia pro Judaei, Philo añade: “Viven en varias ciudades de Judea y también en pueblos en grandes compañías. No hay niños entre ellos. [Esto es una contradicción de su anterior fragmento] Su variedad de ocupaciones los hace autosuficientes. Aquellos que ganan salarios en el ”mundo” dan su dinero para el capital común. No se casan”.
Filón, también historiador, inspirado en los Esenios, ilustró la tesis de su Tratado para probar que todo hombre bueno es también libre. Señala de esta comunidad: “Hay 4.000 Esenios residiendo en muchas poblaciones de Judea. Evitan las ciudades y prefieren vivir en los pueblos. Tienen todos sus bienes en común y un administrador hace las compras y maneja el dinero. Cultivan la tierra y se dedican a oficios pacíficos, son granjeros, pastores, vaquerizos, agricultores, artesanos y artífices. No deben fabricar instrumentos de guerra ni ocuparse del comercio. Entre ellos no hay esclavos ni señores por estar convencidos que la fraternidad humana es la relación natural de los hombres. Poseen el don de la predicción del futuro, son extremadamente limpios y visten siempre de blanco. No dan importancia al tiempo ni lo usan como excusa para no trabajar. Vuelven gozosos de sus tareas, como quien regresa de un concurso atlético. Los Esenios se han reunido a causa de su celo por la virtud y la pasión de su amor a la humanidad”.
El historiador judío Flavio Josefo, autor de La Guerra Judía entre los años 70 y 75 d.C. dijo de los Esenios: “Los Essenes son célibes pero adoptan niños y los crían en la orden. Dan toda sus propiedades para la orden y viven una vida común sin pobreza o riqueza. Consideran el aceite como una profanación y no ungen sus cuerpos. Siempre traen puestas prendas de vestir blancas. Sus tesoreros y otros oficiales son elegidos por la comunidad entera. Ellos ni compran ni realizan ventas entre ellos mismos. Cada hombre da para cualquier necesidad y recibe a cambio lo que fuere que él requiriere. [De cada cual según su habilidad, a cada cual según sus necesidades. ]”.
Se levantan, rezan a la salida del sol, trabajan hasta casi las 11 de la mañana,se bañan, vestidos, en agua fría, y van a su comida comunal de pan y un plato de comida. Antes y después de comer un sacerdote bendice la comida y dice una oración. Después todos ellos dan gracias a Dios, apartan las prendas de vestir que han traído puestas para la comida, ya que son prendas de vestir sagradas. Trabajan hasta la puesta del sol, y entonces van a la cena de la misma forma que la comida. La mayor parte de sus acciones les son ordenadas por sus administradores pero la ayuda y la piedad a los demás son iniciativa del individuo. No prestan juramentos. Estudian sus libros antiguos y las hierbas y los minerales que curan la enfermedad. Un postulante para la orden espera un año y es sometido a juicio y probado. Si se le acepta recibe un hacha, luego un paño, y una túnica blanca [como en la Hermandad Pitagoreana]. Por dos años él sirve a un noviciado y puede tomar parte en los ritos purificatorios. Si pasa este período de prueba, entonces él es aceptado en la orden, admitido para las comidas comunes, y por única vez en su vida jura su lealtad a la orden en el más solemne de los juramentos.
Los culpables de las faltas más serias son expulsados y, todavía sujetos a su juramento, perecen por falta de comida. La justicia es dispensada en asambleas enteramente comunales, no menos de cien. No sólo no trabajan en el Sabbath; sino que no prenden fuego, ni mueven cualquier objeto, o hacen sus necesidades. Alguno usa su hacha para cavarse una letrina y vaciar sus intestinos cubiertos por sus ropas. Durante la guerra con los romanos fueron brutalmente torturados, pero soportaban sus dolores impasiblemente, y rehusaban blasfemar o comer alimentos prohibidos. Creen en la inmortalidad del alma, que los buenos van a las Islas de la Divinidad y los malos al Hades. Alguno de ellos, estudiando sus libros sagrados, se hizo experto en predecir el futuro”.
“Constituyen de hecho una hermandad que tiene algo de común con los pitagóricos. Identifican el placer con el vicio, se ejercitan en la temperancia y la autodisciplina. Los Esenios renuncian también a la riqueza, comen solo los alimentos necesarios. Usan las ropas y el calzado sin lujos. La mayor parte de ellos viven más de 100 años y leen los escritos de los antiguos. Su silencio da la impresión de un tremendo misterio. Sostienen que el cuerpo es cosa corruptible pero el alma es imperecedera. El espíritu emana del más puro éter, un hechizo natural lo arrastra hacia abajo y queda atrapado en la prisión del cuerpo; pero, una vez puesto en libertad por la muerte, se alegra y es llevado a lo alto. Triunfan sobre el dolor gracias a una voluntad resuelta. La guerra con los romanos probó sus almas de cuantas maneras era posible: Estirados en el potro, retorcidos, destrozados, quemados, sometidos a todos los instrumentos de tortura para blasfemar de su Legislador o comer alimentos prohibidos, no consienten en tales demandas y ni una sola vez adularon a sus perseguidores ni derramaron lágrimas.
Sonriendo en la agonía y perdonando a los torturadores, exhalaron el alma con júbilo, pues confían que la recibirán nuevamente. Cualquier palabra de ellos tiene más fuerza que un juramento no causan daño a nadie ni por propia determinación ni bajo órdenes; en el caso de obtener autoridad jamás abusará de ella; será un amante de la verdad; mantendrá sus manos alejadas del robo y su alma pura de toda ganancia pecaminosa; no ocultará nada a los miembros de la comunidad y tampoco descubrirá ninguno de sus secretos a los extraños, aun cuando sea torturado hasta la muerte; transmitirá las reglas tal como las recibió y preservará con cuidado los libros grupales”.
Considerados como uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del siglo XX en la validación y revisión de los textos bíblicos del Antiguo Testamento, los papiros del Mar Muerto están reconocidos como uno de los descubrimientos papirológicos más importantes de la historia, al contener la colección de textos hebreos más antigua y completa que se ha encontrado, por lo que se los considera el mayor tesoro manuscrito jamás encontrado.
La mayoría de los estudiosos han identificado a la hermandad Qumran precisamente como los Esenios, calificándolos como una secta religiosa a principios de la era cristiana que privilegió un regreso a la vida de la comunidad primitiva que había precedido a la cultura helenística y aun la hebrea, altamente ritualizado en una rebelión consciente contra la vida de la ciudad y la estructura sacerdotal de los templos y el reinado militarista.
El monasterio de Khirbet Qumrán, en el noreste del Mar Muerto, era una zona que el erudito romano Plinio (24-69 d. de C.) había descrito como sede de una numerosa colonia de Esenios, una secta judía del siglo I a. de C. que se llamaba a sí misma Nueva Alianza. A partir de esto, muchos científicos e investigadores sostienen que los orígenes del Cristianismo ya no se deben buscar entre los fariseos y los talmudistas, sino entre los Esenios.
A partir de los Rollos del Mar Muerto, sobre ellos se dijo que eran budistas, Magi o pitagóricos o miembros de un culto oculto eremítico egipcio. En el siglo XIX, Ernest Renan hizo la especulación más equilibrada sobre las relaciones entre los Esenios, Juan, Jesús, y los primeros Cristianos. Sus ideas tuvieron gran influencia en la imagen de la Cristiandad primitiva en la mayoría de los socialistas radicales tras la publicación de su libro “Vida de Jesús”.
El contenido de los papiros el Mar Muerto indica claramente que los autores eran un grupo de sacerdotes que mantenían una vida comunal estrictamente dedicada a Dios, liderados por el «Maestro Justo» y opositores al llamado «Sacerdote Cruel», un alto sacerdote judío en Jerusalén que, probablemente fue uno de los legisladores Macabeos que ilegítimamente asumió la posición de alto sacerdote entre los años 150 y 140 a.C.
Por otro lado, uno de los hallazgos más fascinantes fue un pergamino de cobre, que tuvo que se cortado en tiras para poder ser abierto, y que contenía una lista de 60 tesoros localizados en varias partes de Judea (ninguno de los cuales encontrado hasta ahora). Otro pergamino, recuperado por arqueólogos israelíes en 1967 de las manos de un vendedor de antigüedades en Belén, describe con lujo de detalles un elaborado templo para rituales donde participaba la comunidad judía. Este ha sido llamada «El Pergamino del Templo».
La Iglesia, que se había opuesto en un comienzo a la divulgación de estos textos herejes, levantó la interdicción y, previa traducción, autorizó que fueran publicados. De esa lectura surge que Jesús era Esenio y que el Nuevo Testamento era su Obra Divina, apoyándose por ejemplo en el hecho de que Jesús hablaba arameo, la lengua asirio babilónica usada en todo el Asia occidental y propia de los Esenios, y en la que fueron transmitidos los Evangelios. Puesto que se dice que Jesús no hablaba griego y el hebreo no lo comprendía bien, posteriormente, los Apóstoles Juan, Mateo, Marcos y Lucas vertieron los escritos a otros idiomas, de donde surgieron diversas interpretaciones.
Las excavaciones que siguieron al descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto demuestran que la elaborada estructura jerárquica de la comunidad de Qumran no es solamente una iniciación de la orden religiosa. Es militar. El término común de “ secciones locales ” y los asentamientos de la comunidad se traducen normalmente por “ campamentos.” No sólo Khirbet Qumran con sus tiendas de campaña y sus cabañas que rodeaban a los edificios en las excavaciones tienen la apariencia de un viejo fuerte, como un campamento militar, sino que era uno de los cuarteles generales del ejército de salvación implicado en una guerra santa, la guerra del Hijo de Dios en contra del Hijo de las Tinieblas. En esa guerra cada hombre tenía su lugar y su rango, en un ejército pensado para pelear junto con los anfitriones del cielo. La batalla ocurría en la eternidad, en el tiempo en el que la comunidad estaba aguardando la orden para atacar al enemigo.
Jesús, ¿uno de ellos?
Se dice que los Esenios eran poseedores de un modo de vida excelente y virtuoso, llevaban una vida en total ostracismo, dedicada al trabajo agrícola y la oración, apegada al estricto cumplimiento de la Ley de Moisés. Esta fraternidad de hombres y mujeres santos vivían juntos en una comunidad, y fueron las semillas de lo que más tarde sería la Cristiandad y la civilización occidental. Habitaban con máxima modestia en cuevas, cabañas o en celdas, como los antiguos hebreos, y sólo se reunían en el monasterio para realizar sus actos sagrados comunes, para orar y para las comidas. Practicaban la humildad, y por ello las tumbas de su cementerio eran de gran sencillez, sin adornos, inscripciones ni ofrendas.
De hecho, al investigar en las ruinas de Qumran se descubrieron bodegas, acueductos, baños rituales y un salón de asambleas. Uno de los cuartos más interesantes fue el escritorium, identificado por dos tinteros y algunas bancas para los escribas.
Como secta, los Esenios se habían separado del Templo de Jerusalén, una especie de monjes que se regían por un consejo de 12 personas a cuyo mando estaba un enigmático personaje llamado Maestro de Justicia, un sacerdote de la estirpe de Zadok. Tras la muerte de su líder, pocos discípulos sobrevivieron y, al llegar Herodes el Grande, algunos quisieron reintegrarse en la sociedad judía puesto que la profecía de Jacob en el Génesis hacía referencia expresa de que el Mesías llegaría cuando el cetro de Israel ya no se hallara en manos de un judío (curiosamente, Herodes no era judío, sino idumeo). Lo cierto es que Herodes defraudó a los Esenios, y cuando le sucedió su hijo Arquelao en el año 152 a.C., descontentos con la frivolidad y decadencia del sacerdocio hebreo dominado por los fariseos y saduceos, se retiraron de la ciudad de Jerusalén hacia el desierto, a Qumrán, donde se mantuvieron como uno de los principales grupos religiosos en que se dividía el judaísmo anterior a la destrucción del Templo de Jerusalén, en el año 70 d.C.-Allí se mantuvieron hasta que en el año 68 a.C., las tropas romanas destruyeron el monasterio de Qumran y parte de su comunidad posiblemente como parte de las guerra entre romanos y rebeldes judíos.
Se dice que la evolución tanto espiritual como material de los Esenios causó envidias de otras comunidades y generó una feroz persecución por parte de los romanos. Al acercarse la décima legión romana a Judea para acabar con la revuelta judía de los años 66 a 70 d.C. y reducir a los rebeldes judíos, los Esenios huyeron, no sin haber ocultado antes su riquísima biblioteca en las cuevas de los alrededores con el fin de preservar sus conocimientos y tradiciones. Las fechas coinciden, ya que los escritos más antiguos datan del siglo II a.C.,y los últimos de la primera mitad del I d.C. Los sobrevivientes de esta comunidad se vieron obligados a emigrar a otros países.
Lo anterior se encuentra avalado por las excavaciones realizadas en las ruinas entre 1953 y 1955, y que condujeron a descubrimientos que asombraron a la ciencia. Tras descubrir una tinaja muy parecida a la encontrada en la primera cueva, los arqueólogos encontraron monedas de la época de los procuradores romanos, de lo que se puede deducir que el monasterio había sido ocupado por los romanos en el año 68 d. de C. Para ciertos estudiosos, los textos del Qumrán no habrían sido conocidos por Jesús y sus apóstoles, aunque muchos de la comunidad tras la destrucción del monasterio podrían haber huido con copias de sus manuscritos, de modo que los autores de los Evangelios habrían tenido acceso a su contenido, o bien a personas que conociesen los textos.
Sin embargo, no existe ninguna prueba que indique que los Esenios influyeron directamente sobre los primeros cristianos. A pesar de las teorías de algunos investigadores que difieren con la comunidad científica, como Carsten Peter Thiede (en relación con el famoso papiro «7Q5»), aun no se ha demostrado vinculación alguna entre Jesús de Nazareth y los Esenios, y muchos expertos afirman que estos escritos han tenido poca o ninguna significación en lo que respecta al origen y la creación del Nuevo Testamento. De hecho, salvo porque tanto la comunidad esenia como el movimiento original de Jesús eran grupos mesiánicos contemporáneos, que creían que «El Reino de Dios» (o sea un mundo perfecto en donde reinaría un rey justo y divino) estaba cerca, nada más los relacionaría.
No obstante, todo esto no ha impedido que muchos pretendan retrotraer la época de redacción de los Evangelios Canónicos a los tiempos en que la comunidad esenia todavía existía, haciendo de los descubrimientos de Qumran un valuarte para la verificación histórica de los orígenes del Cristianismo. De hecho, los escritos Esenios señalan que antes de Cristo existió un «maestro de la virtud», un ser quizás elegido por Dios y redentor del mundo, como un predecesor de Cristo, que predicó, como el Hijo de Dios, la humildad, la caridad y el amor al prójimo. Después, al igual que él, fue condenado y ajusticiado a causa de la hostilidad de los sacerdotes y de la casta judía dominante, como también le ocurrió a Cristo. Por tanto, los científicos opinan que el esenismo fue un precursor del Cristianismo, y se dice que de los manuscritos se sacan numerosos y decisivos paralelos con los sermones de Cristo. Es especialmente importante la similitud de los textos con el Evangelio del apóstol Juan.
En el documento llamado el Manual de la Disciplina o Ley de la Comunidad, encontrados entre los papiros del Mar Muerto, se establece que el creyente debe continuar viviendo bajo la ley «hasta la llegada del profeta y los ungidos de Aaron e Israel». En otro documento, encontrado en la cueva cuatro y conocido como el Testimonio, se mencionan un número de pasajes del Antiguo Testamento, concretamente una cita de Deuteronomio 18:18-19, donde Dios le dice a Moisés: «profeta levantaré de en medio de sus hermanos, como tú». Después, se incluye una cita de Números 24:15-17, donde Balaam prevé el levantamiento de un príncipe conquistador. «Y se levantará cetro de Israel, y herirá las sienes de Moab». El tercer pasaje es la bendición pronunciada por Moisés sobre la tribu de Leví en Deuteronomio 33:8-11. Por la forma como estos pasajes están agrupado, se cree que el escritor esperaba el advenimiento de un gran profeta, un gran príncipe o un gran sacerdote.
Algunos teólogos sostienen que Juan el Bautista, el profeta que anunció la venida de Cristo, también habría pasado algún tiempo con la comunidad Qumran, ya que los Evangelios Canónicos dicen que estuvo un tiempo considerable en el desierto cerca del área donde ésta se localizaba. (Mateo 3:1-3, Marcos 1:4, Lucas 1:80; 3:2-3). Otros de los principales fundadores de lo que luego se denominó la Cristiandad, y considerados faros de la civilización actual, se dice que fueron Esenios, como Santa Ana, y José y María, los padres terrenales de Jesús.
El mismo Jesús habría vivido algún tiempo con los Esenios practicando la meditación; si así fue, Jesús habría leído probablemente estos y otros rollos de los escribas Esenios y, si al final no tuvo una relación directa con ellos, es seguro que si estuvo cerca de ellos cuando oraba en el desierto. Por otra parte, ciertas ideas como » la justificación por la fe» y » la paternidad de Dios», que parecían originales del Cristianismo, ahora se sabe que provienen de la cultura religiosa de la época de los Esenios. Asimismo, determinadas prácticas litúrgicas como las inmersiones en el agua para purificarse eran corrientes durante el siglo I, y ello demuestra que el cristianismo no traía un mensaje completamente nuevo e innovador, sino que podría haberse inspirado en otro anterior.
Algunos autores, incluso sostienen que Jesús de Nazareth, como esenio, fue el fundador de la comunidad del Qumrán. Se sabe que el Maestro de Justicia, si bien fue de suma importancia para el desarrollo de la misma, no fue su fundador. Nunca se atribuyó a si mismo la identidad del Mesías, y lo que realmente hizo fue crear un sistema de ritos, reglas y conductas dirigidas al cumplimiento estricto de la Torah. Jesús, en cambio, habría aprendido de los Esenios el dominio de los sentidos y el desapego a lo externo, desarrollando su elevado nivel de Conciencia suprahumana en la materia. De este modo, habría vencido todas las limitaciones del plano temporal y recibido la Cuarta Iniciación, la más grande jamás dada ni recibida en la Tierra. Muchos historiadores sostienen que cuando el Mesías inició su misión, los Iniciados Esenios se dan cuenta que su tarea ha dado el fruto deseado, y Jesús queda liberado de todo lo que lo unía a ellos. Los Esenios se marginan y Él continúa solo como el Mesías que es, descubriendo en Sí mismo lo que el Padre le encomendó y llegando a ser Jesucristo o la energía del Padre. Se dice que, cumplida su misión de preparar el terreno para la venida de Jesús, los Esenios, a los 50 años de haber Este desencarnado, se dispersaron.
Mentalidad esenia
En la antigüedad, todos conocían a «Los Hermanos y Hermanas Vestidos de Blanco». Los hebreos los llamaban «La Escuela de los Profetas», y para los egipcios, ellos eran «los Sanadores, los Médicos». Tenían propiedades en casi todas las grandes ciudades, y en Jerusalén había incluso una puerta que llevaba su nombre: Puerta de los Esenios.
Vivían repartidos en numerosas ciudades, y cada vez que un miembro de la secta llegaba de otro lugar se le ofrecen los bienes comunitarios para que hiciera uso de ellos y se le daba alojamiento. Por ello, los Esenios viajaban sin llevar encima absolutamente nada, sólo armas para defenderse de los bandidos. En cada .ciudad se nombra por elección a una persona para que se ocupe de la ropa y de los alimentos de los huéspedes de la secta.
Las personas sentían en general respeto y estimación por los Esenios, por su honestidad, su pacifismo, su bondad, su discreción, y su talento como sanadores mediante la entonación de sonidos, dedicados tanto a los pobres como a los ricos. Las gentes sabían que muchos grandes profetas hebreos provenían del linaje de la Escuela esenia.
La forma de vida esenia era sencilla, austera, casi monacal, y la mentalidad y costumbres también eran de estricta santidad. Los Esenios rechazaban los placeres como si fueran males, y consideraban como virtud el dominio de sí mismo y la no sumisión a las pasiones. Entre sus costumbres se destaca la necesidad de purificarse constantemente, física y espiritualmente, lavándose los pies, las manos y el cuerpo. Lo hacían antes de entrar a la casa de alguien, al comenzar el día, y antes de cenar, o de orar. También lavaban a otros los pies en señal de amistad, y cultivaban la idea de que tenían que cuidarse los unos a los otros, como mismo el Padre de todos cuidaba de ellos. También se bendecían unos a otros imponiendo las manos sobre la cabeza, para poder siempre estar unidos en la luz y reforzar el amor que fluía entre ellos.
Desde la infancia aprendían a hablar en tono suave y a controlar sus palabras. Ser esenio significaba ser un ejemplo de moralidad; moderaban muy bien su ira y sus impulsos, guardaban fidelidad y en forma natural aprendían a controlar toda pasión y deseo. Jamás apetecían las cosas temporales, y sin egoísmo, servían a los demás desarrollando sus valores espirituales. Mediante técnicas y disciplinas lograban transformar el conocimiento recibido en sabiduría, que desde lo interno brota con su luz hacia afuera.
Se abstenían de jurar ya que creían que sería condenada toda persona que no pudiera ser creída sin invocar a Dios con un juramento. Estudiaban con gran interés los escritos de los autores antiguos, sobre todo aquellos que convienen al alma y al cuerpo, y estudiaban, entre otras disciplinas, los secretos de las plantas y minerales con sus aplicaciones para beneficio humano, descubriendo sus maravillosos poderes curativos contra las enfermedades.
Los Esenios vivían solos y se servían entre sí. Elegían hombres buenos como administradores de sus ingresos y de los productos de la tierra, y sacerdotes para la elaboración del pan y de (otros) alimentos. Reticentes al matrimonio, se casaban sólo con fines de procreación y no por placer, y sí la adopción de hijos de otros. Es tal la importancia de la procreación, que antes del matrimonio las mujeres eran sometidas a una prueba de purificación durante tres años para asegurarse que fueran fértiles. Mientras están embarazadas, se abstenían del sexo, y siempre se bañaban vestidas y los hombres con sus partes cubiertas.
Despreciaban la riqueza y compartían absolutamente todo los bienes. Entre ellos nadie era más rico que otro, pues una ley los obligaba a entregar sus posesiones a la orden, de modo que el patrimonio de cada uno formaba parte de una comunidad de bienes, como si todos fueran hermanos. No se cambian de ropa ni de calzado hasta que no estaban totalmente rotos o desgastados por haberlos usado mucho tiempo.
Los Esenios hacían una vida comunitaria que estaba perfectamente organizada como jerarquía. Por encima estaba el Maestro de la Corrección, seguido por los sacerdotes y Levitas, y más abajo por la comunidad en general. A pesar de esta estructura la comunidad fue una democracia completa; en las materias teologales la autoridad de los sacerdotes parece haber sido absoluta, pero el consejo gobernante constaba de doce laicos y de tres sacerdotes, enmarcados en el gobierno de Israel en las tierras Salvajes, y las decisiones de este consejo estaban sujetas a la reunión (o asamblea) de toda la comunidad en la que cada hombre tenía un voto. La teología de la comunidad era una clase de interpretación apocalíptica, milenarista y rigurosamente escatológica de la vida y la historia.
Algunos Esenios llevaban una vida simple, austera y piadosa al ritmo de las estaciones en villas rodeadas por una pared baja, completamente separados de las ciudades, en medio de la naturaleza.
Otros vivían en las ciudades, en grandes edificios que pertenecían a la Comunidad y que les servían al mismo tiempo como vivienda, albergue y hospital. dedicados principalmente a sanar enfermos y a dar hospitalidad a los extranjeros, recorrían los caminos, circulando las noticias y llevando las informaciones a todos los centros en cada país. Se dice que fue así como el Maestro Jesús pudo llevar su mensaje a todo el mundo, gracias a la detallada y perfecta organización esenia.
También estaban los que residían en la escuela-monasterio, situada en lugares escogidos según el conocimiento de la tierra de la luz, y de las puertas que existen entre ésta y la tierra Los Esenios que vivían en estos templos eran casi siempre célibes.
Tanto los activistas como los más contemplativos, se destacaban como albañiles, carpinteros, tejedores y orfebres. Después de Dios honraban con una gran veneración el nombre de su legislador, y si alguien blasfema contra él, es condenado a muerte. En los asuntos judiciales son muy rigurosos e imparciales. Si algún miembro de la comunidad era sorprendido en un delito grave, se lo expulsaba y ni siquiera se le daba comida. Sin embargo, muchos se compadecían de los moribundos cuando estaban a puntos de expirar de hambre ya que creían que la tortura de haber estado a punto de morir era suficiente castigo por sus pecados.
En una época en que se imponía el despotismo de los gobernantes de Judea y los celos de los sacerdotes corruptos, los Esenios se refugiaban en sus quehaceres agrícolas y artesanales, ya que no practicaban el comercio, y entre ellos nada se vendía o se compraba, sino que cada uno daba y recibía lo que necesitaba. Su objetivo primordial era curar enfermedades físicas y morales, sirviendo al Dios único con piedad y humildad. A pesar de vivir enclaustrados eran libres, trabajando los unos con los otros, sin admitir ninguna clase de servidumbre o esclavitud por considerarla ilícita.
Para los Esenios, el Hado dominaba todas las cosas, y todo cuanto sucede a los hombres es por decisión suya. Toda su doctrina está referida a Dios y postulaban la inmortalidad del alma. Se trataban entre ellos de hermanos –como haría luego Jesús con los demás en sus prédicas- y oraban tanto de rodillas al estilo de Salomón; con el rostro en tierra, como de pie a la usanza de David; en los casos de súplica, extendían las manos como el Patriarca y volvían el rostro hacia el Santuario de Jerusalén. Antes de salir el sol, no decían ninguna palabra profana, y rezaban algunas oraciones aprendidas de sus antepasados. A continuación, cada uno era enviado por los encargados a trabajar en lo que sabe. Aunque no hacían nada si no era por orden del encargado, dos aspectos dependían sólo de ellos mismos: la ayuda a los demás y la compasión. Se les permitía prestar auxilio a las personas que ellos consideren oportunas, cuando éstas se lo pidan, y entregar alimentos a los necesitados, pero no podían dar nada a sus familiares sin la autorización de sus superiores.
Después de haber hecho su tarea diligentemente hasta la quinta hora, se reunían de nuevo en un mismo lugar y con un paño de lino atado a la cintura se lavaban el cuerpo con agua fría. Tras esta purificación, entraban al comedor como a un recinto sagrado, ya que la comida comunal tenía un carácter sacramental como señal física exterior de una realidad espiritual interior, como una anticipación del banquete mesiánico celebrando la victoria en la guerra santa y la inauguración del nuevo reino. La comida comienza con la bendición del pan y el vino por un sacerdote y por el administrador laico, quién son referidos en los textos litúrgicos como el Padre Mesías, el descendiente de Aarón, y el Rey Mesías, el descendiente de David. Los Hijos de la Luz, el ejército victorioso del Señor, está sentado en la mesa, cada uno en su lugar establecido. En silencio, cada uno comía un pan y un plato con un único alimento. Antes de comer, el sacerdote rezaba una oración y no estaba permitido probar bocado hasta que no concluya la plegaria. Al acabar la comida, se pronunciaba otra oración y luego se quitaban la faja blanca y regresaban a sus trabajos hasta la tarde. Al regreso de sus faenas, cenaban de la misma forma, sin gritos ni agitaciones, y cediéndose la palabra por turno entre ellos.
El sábado, el día sagrado para los judíos, no encendían fuego, ni movían objetos. Ni siquiera iban al baño.
Los Esenios se consideraban separados del resto del mundo porque la iluminación de su vida interna y su conocimiento de los ocultos misterios de la naturaleza eran desconocidos para otros hombres. Eran un grupo rigurosamente iniciático y esotérico, con tres niveles para la Enseñanza regidos por rigurosas leyes de silencio. Su sabiduría mística les había enseñado a diferenciar entre las almas dormidas, las medio despiertas y las despiertas. Su tarea era ayudar, consolar y aliviar a las almas dormidas, tratar de despertar a las que estaban a medias, y dar la bienvenida y guiar a las almas despiertas dentro de su comunidad.
Pese a que la Fraternidad era muy estricta sobre las leyes secretas en relación con su doctrina interna, cultivaban muchos puntos de contacto con las personas, principalmente a través de los sitios donde daban alojamiento a peregrinos, proporcionando ayuda en los períodos difíciles, y especialmente a través de la sanación de los enfermos. Estos sitios donde se impartían las enseñanzas básicas y se practicaba la sanación estaban localizados en lugares que tuvieran acceso público para que todas las personas pudieran acudir.
La mayoría de los Esenios superaba los 100 años de edad debido a su disciplina y simplicidad de su forma de vida. Despreciaban el peligro, acababan con el dolor por medio de la mente y creían que el cuerpo es corruptible y de que su materia perece, mientras que el alma permanece siempre inmortal. Ésta procede del más sutil éter y atraída por un encantamiento natural se une con el cuerpo y queda encerrada en él igual que si de una cárcel se tratara. Cuando las almas se liberan de las cadenas de la carne, como si salieran de una larga esclavitud, ascienden contentas a las alturas. Así, al igual que los griegos, sostenían que las almas buenas irán a un lugar más allá del Océano, donde no hay lluvia, ni nieve ni calor, sino que siempre le refresca un suave céfiro que sopla desde el Océano. En cambio, para las almas malas, hay un antro oscuro y frío, lleno de eternos tormentos, por lo que exhortaban siempre a buscar la virtud y a alejarse del mal.
Los Esenios se consideraban herederos de la antigua y gran civilización de los hijos e hijas de Dios, ya que poseían avanzados conocimientos y trabajaban arduamente en secreto por el triunfo de la luz sobre las tinieblas en la mente humana como guardianes de las Divinas Enseñanzas. Poseían un gran número de manuscritos muy antiguos, algunos de los cuales databan del inicio de los tiempos. Una gran parte de los miembros de la Escuela pasaban el tiempo dedicados a la sagrada tarea de descifrar sus códigos, traduciéndolos a varias lenguas y reproduciéndolos para perpetuar y preservar este avanzado conocimiento.
Gracias a los libros sagrados de los profetas y ritos como purificaciones, algunos Esenios podían predecir el futuro. Pero su misión era la fundación del Cristianismo y la civilización occidental, apoyados en este esfuerzo por seres altamente evolucionados que dirigían la fraternidad. Hoy, se los considera verdaderos santos, maestros de sabiduría y de las antiguas artes maestras. Se dice que poseían infinidad de revelaciones y que, de este modo, sabían cómo comunicarse con los seres angélicos y conocían la causa del origen del mal en la tierra.
Por lo mismo, una de sus grandes preocupaciones era protegerse de cualquier contacto con espíritus del mal para preservar la pureza de sus almas. Sabían que estarían en la tierra durante un corto período de tiempo, y no querían prostituir sus almas eternas. Fue esta actitud de estricta disciplina, esta absoluta negativa a mentir o a comprometerse, lo que les hizo objeto de muchísimas persecuciones a través del tiempo.
Los Esenios no se limitaban a una sola religión, sino que estudiaban todas para poder extraer de ellas los grandes principios científicos. Consideraban que cada religión era un estado diferente de una misma manifestación. Así, le daban gran importancia a las enseñanzas de los antiguos caldeos, de Zoroastro, de Hermes Trismegisto, a las secretas instrucciones de Moisés -uno de los fundadores de su Orden, que había trasmitido técnicas similares a las del Budismo- así como a las revelaciones del profeta Enoch.
Mucho de lo que se ha especulado en torno a los Esenios fue confirmado o rechazado a partir de los descubrimientos del Mar Muerto, que incluían grandes partes o fragmentos de casi todos los libros del Antiguo Testamento y de las escrituras apócrifas pseudoepigráficas, así como comentarios, himnos, escrituras apocalípticas y proféticas peculiares de la secta, y un extensivo y detallado Manual de Disciplina o de regla monástica. Por este motivo fueron reivindicados los relatos de los tres autores clásicos. El hecho de que se encontraran muchos esqueletos de mujeres en el cementerio de Qumran indica que, o la secta no fue célibe, o estaba dividida en una orden célibe y una asociación de laicos casados como todavía se encuentra entre los franciscanos.
Por otro lado, dentro del cerco comunal los arqueólogos descubrieron un gran número de jarras cuidadosamente enterradas llenas con huesos de ovejas, cabras, y vacas, cada animal estaba sepultado individualmente. Hay pocas dudas de que éstos son restos de banquetes sacrificatorios de la comunidad, así que la información de Josefo debe ser reinterpretada como que los Esenios rechazaban el culto sacrificatorio del templo de Jerusalén y seguían el suyo propio (como los Falasha de Etiopía hacen hoy). Esto es importante porque significa que la comunidad esenia no se consideraba solamente una secta judía más, sino un Nuevo Jerusalén que reemplazaría al antiguo.
La iniciación
Los Esenios se consideraban un grupo en el centro de todos, porque cualquiera que hubiera puesto en marcha un completo proceso del despertar del alma y estuviera listo para ascender las escaleras del sagrado templo de la humanidad podía formar parte de su Fraternidad tan pronto pasaran con éxito las pruebas selectivas y severas penitencias junto a un estricto ascetismo, no sólo en el primer año de su iniciación, sino en los subsiguientes períodos, donde comenzaban a ser invitados a los ágapes o cenas íntimas.
Sólo las almas despiertas de 21 años como mínimo podrían recibir la iniciación en los misterios de la Fraternidad, y comenzar el sendero de evolución sin fin a través del ciclo de sus encarnaciones.
Antes de ingresar a la secta, el candidato recibía una pequeña hacha, un paño de lino y un vestido blanco. Después de haber dado tiempo pruebas de su fortaleza durante un año, avanzaba aún más en su forma de vida y participaba de las aguas sagradas para sus purificaciones. Tras demostrar su constancia y poner a prueba su carácter durante dos años era admitido en la comunidad. Antes de empezar su primera comida colectiva, debía pronunciar juramentos ante los demás hermanos de la secta, prometiendo venerar a la divinidad, practicar la justicia con los hombres, no hacer daño a nadie ni por deseo propio ni por orden de otro, abominar siempre a las o personas injustas y colaborar con las justas, y ser fiel siempre a todos, sobre todo a las autoridades. Si llegaba a ocupar un cargo de poder, debía jurar que nunca se comportaría de forma insolente ni trataría de sobresalir ante sus subordinados por su forma de vestir o por alguna otra marca de superioridad.
Juraba, también, siempre amar la verdad y a aborrecer a los mentirosos, mantener sus manos limpias del robo y su alma libre de ganancias ilícitas; no ocultar nada a los miembros de la comunidad ni revelar nada sobre ella a las personas ajenas, transmitir las normas de la secta de la misma forma que ellos las han recibido, y abstenerse de participar en el bandidaje.
Solamente una vez verificadas las aptitudes para la vida interna del candidato, éste tenía que practicar una especie de meditación. En completa calma, examinaba su vida pasada con toda claridad, para poder hacer un recuento objetivo de la sabiduría adquirida. Tenía que discernir entre los impulsos que había recibido del «cielo» y los de «su ángel» durante su infancia y a través de su vida, y observar la forma en que había respondido. ¿Trató de alejarse de ellos o se mantuvo fiel?
Mediante ese análisis, se forjaba un nueva relación con el mundo superior del espíritu en libertad, y el candidato era llevado a conocer sus propios errores, la causa de todo su sufrimiento. De esta forma, podía efectuar cambios dentro de sí, tomar el control de su vida, hacerse responsable en el sentido iniciático de la palabra, y prepararse en forma efectiva y con plena conciencia para entrar en la Comunidad de la Luz.
Las comidas comunitarias eran la primera incorporación del aspirante. En ellas se leían e interpretaban las Sagradas Escrituras en su esencia y no en su forma, de modo que el Iniciado recibía el conocimiento de las Sagradas Leyes, comprendía la divinidad del hombre septenario con el alma que permanece en una etérea región entre el espíritu y el cuerpo corruptible y transitorio que la ayuda a crecer.
Así, entraba al mundo sagrado del sendero real y se convertía en un Hermano (o Hermana) de la Comunidad. Junto con sus blancas ropas de lino, recibía la misión que debía desempeñar durante su vida, con un propósito y una orientación que nunca debería abandonar y que era una forma de unirse a Dios y hacerse útil para la tierra y la humanidad. Nunca debería separarse del hilo conductor de esa misión, que le daba un significado positivo a su pasaje en la tierra y lo convertía en un verdadero ser humano. Para los Esenios, ser hombre era llevar dentro de sí una hermosa luz, para ofrecerla a la tierra, a sus habitantes, y a sí mismo.
Las ropas blancas eran la materialización del poder del bautismo y de la pureza del alma, que lo protegerían de las muchas contradicciones del mundo. El cayado o bastón simbolizaba el conocimiento de las leyes secretas de la vida y su capacidad para utilizarlas armoniosamente por el logro exitoso de su tarea. Los iniciados se dividían en cuatro clases. Los más recientes, considerados una categoría inferior, debían lavarse si tocaban a algún veterano.
Otro requerimiento de todo esenio era jurar respeto por la tierra como ser viviente, sagrado e inteligente. Para mantenerse en contacto con ella, para honrarla y participar en su sana evolución, debía tener sus pies en contacto con la tierra –y algunas veces, incluso su cuerpo entero- por lo que frecuentemente los Esenios frecuentemente andaban descalzos.
El conocimiento viviente de las leyes de la reencarnación (las leyes de la evolución y la compasión) y las leyes del destino (las leyes de causa y efecto) permitían a los hierofantes escoger la misión que correspondía exactamente al trabajo que cada alma que venía a la tierra tenía que desempeñar. Para cumplir esta misión en particular, la persona debía enfrentarse a sí mismo, interrogarse y buscar la asistencia del Espíritu Santo. Periódicamente tenía que revisar su vida , observar la forma en que ésta transcurría ante sí, como las páginas de un libro, y preguntarse si lo que veía era digno de ser incluido en el Gran Libro de la Vida. Cada pensamiento, cada sentimiento, cada acto, y también sus motivaciones, tenían que estar claramente delineados «en blanco y negro».
Los Maestros Esenios conocían por experiencia cuán pronto uno puede desviarse del sendero de la luz y perderse, por lo que la tarea del neófito era simplificar todo dentro de sí para convertirse en uno con su ideal. Si este ideal solamente brillaba en forma intermitente, como si quisiera llamarlo al orden, no era una buena señal, y de inmediato debía esclarecer su vida para poder mantener vivo y puro su vínculo con el Altísimo, la fuente de toda sanación.
Oración Esenia pronunciada por la Virgen María
Dentro del Altísimo, mi alma florece,
se regocija ante la vista del sendero ascendente.
Lo que está arriba se une con lo que está abajo,
y el Altísimo ha impregnado mi alma con su radiante mirada.
De todas las generaciones, la mía ha sido bendecida,
porque el Todopoderoso hizo grandes cosas por mí,
impregnó mi alma con su rayo.
Sagrado es su nombre, a través de los siglos su bendición se extiende
a todos aquellos que, por amor, siguen siéndole fieles.
Sublime e intocable es el Altísimo.
Todopoderosa es la fuerza de su brazo.
El dispersa a los orgullosos, destruye
a aquellos que sólo piensan en sí mismos,
derriba el trono de quienes sólo creen en su propio poder,
y eleva a su Reino a los corazones humildes, sencillos, puros y amorosos.
Regala sus dones a quienes permanecen en silencio ante su presencia.
El Altísimo nunca abandona a sus hijos que le sirven con sabiduría y amor.
http://www.andesenios.net/espiritu/espiritu.htm
Pienso que el mensaje que nos dejó Jesus es: el sentido de la vida es vivir, tratando de llegar a ser feliz, desarrollando la capacidad de amar.
Las pruebas de la vida giran en torno a estas dos cosas:
desarrollo de los sentimientos y eliminación del egoismo, ambos están relacionados con la capacidad de amar.
Para lograr esto es importante sentirse libre y perder los miedos.