«Una persona que no lograba liberarse de sus angustias vino a pedirme consejo. Y le dijo: «Ya que nada de lo que ha probado le ha funcionado, ahí tiene un remedio en el que nunca ha pensado. Cada día, póngase en armonía con las entidades luminosas del universo. Dígales: «Os amo, estoy en armonía con vosotras, quiero cumplir la voluntad de Dios…» y poco a poco sentirá una mejora.»
Si los humanos están tan inquietos, tan perturbados, es porque han dejado penetrar el desorden en esta organización interior que la naturaleza ha instalado en ellos y reciben lecciones para que aprendan a volver a poner orden. Todo el universo es armonía, todo el universo canta en armonía y a aquel que no respeta esta armonía se le rechaza y sufre. Por eso debemos buscar la armonía por el amor a la armonía, por la necesidad de fundirnos en este orden cósmico creado por Dios. Así abriremos las puertas a las fuerzas y a las entidades luminosas de la naturaleza. Porque armonizarse es abrirse y esta apertura es la condición para que todas las presencias benéficas vengan a habitar en nosotros.»
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