El concepto de fuerza de voluntad es muy polémico, tanto en la psicología, como en la filosofía e incluso en las neurociencias. Las posiciones van desde quienes lo consideran un mito surgido de la religión, hasta quienes piensan que se trata de una habilidad que puede desarrollarse y que, de lograrse, permite conseguir cualquier meta.
Por ejemplo, para el psicoanálisis la fuerza de voluntad en muchos casos es el resultado directo del deseo inconsciente. Algunas corrientes de la psicología postulan la idea de que está asociada a la tolerancia a la frustración, pero también depende de la expectativa de gratificación que supone. O sea: si algo es lo suficientemente atractivo, la voluntad se enfoca a conseguirlo.
Las neurociencias han puesto en tela de juicio el tema del libre albedrío y, por tanto, de la fuerza de voluntad. Por más que alguien quiera y se empeñe en estar tranquilo, poco puede hacer si su organismo está plagado de cortisol, la hormona del estrés. Así que no se trata de esfuerzo por sí mismo, sino de condiciones que lo hagan eficiente.
“Oh hermoso instante, versión magistral, jardín salvaje. Doblas la esquina al salir de la casa y en el camino del jardín te sale al encuentro la diosa de la Fortuna”.
-Franz Kafka-
¿En qué consiste la paradoja de la fuerza de voluntad?
Al final del año, muchas personas se proponen objetivos. Muchos de ellos tienen que ver con la adopción de hábitos más saludables o la dejación de otros que no son tan buenos. También determinadas metas asociadas a propósitos de trabajo o personales. El punto es que también son muchos los que no logran nada de esto.
Las dietas se inician, pero no siempre se sostienen. La decisión de dejar de fumar por completo se pospone. El ahorro se gasta y las ganas no alcanzan para seguir haciendo ejercicio de forma regular. Esta es la realidad de muchos. ¿Por qué sucede esto? Muchos dirían que es fruto de la falta de fuerza de voluntad. Sin embargo, otros piensan que no es así.
Es entonces cuando se habla de la paradoja de la fuerza de voluntad. Consiste en la observación de que en muchas ocasiones cuanto más se enfoca una persona en conseguir algo, llegando incluso a la obsesión, más difícil puede resultar de alcanzar. Otros la definen de esta manera: decidir hacer algo provoca que, de alguna manera, comience a decrecer el deseo de hacerlo.
Evidencias muy llamativas
El concepto de paradoja de la fuerza de voluntad no salió de la nada. Hay algunos estudios que corroboran su existencia. Una de esas investigaciones fue dirigida por Ibrahim Senay, de la Universidad de Illinois, y tiene que ver con un experimento muy sencillo.
Se conformaron dos grupos de voluntarios. A ambos se les pidió que escribieran algunos anagramas. Sin embargo, al primer grupo se le solicitó que reflexionara acerca de lo que iba a hacer y que tratara de visualizar cómo sería su desempeño en la prueba. Al otro grupo solo se le dijo que en unos minutos comenzaría la prueba.
El resultado de este experimento fue que quienes pensaron más en lo que iban a hacer tuvieron un desempeño mucho más pobre que los que no repararon en ello. Dicho de otra manera, quienes adquirieron un mayor compromiso con la actividad presentaron peores resultados que aquellos para los que la tarea era apenas un hecho casual.
El mismo investigador pidió luego a un grupo que escribiera una y otra vez la frase “lo haré”. A otro grupo le solicitó que, en cambio, escribiera “¿Lo haré?”. Ambos grupos debían realizar ejercicios físicos tras el trabajo de escritura.
Al final, el grupo que afirmaba tuvo peor desempeño que el grupo que preguntaba. La conclusión fue que, contrario a lo que suele pensar, la fuerza de voluntad entorpece, en lugar de promover.
*En este caso la fuerza de voluntad se entiende como falta de alternativa. La persona no se plantea no poder hacerlo.
Menos fuerza, más fluidez
Es posible que ese enfoque fijo en un propósito no sea la mejor alternativa. Una actitud más relajada podría ser la clave para conseguir un objetivo. El compromiso severo se asume como una imposición, formulada muchas veces por nosotros mismos, pero al fin y al cabo imperativa y, por lo mismo, algo molesta.
Algunos psicólogos han sugerido la idea de que quizás sea más provechoso proponerse los objetivos y las metas en términos de pregunta. Así, en lugar de decir “voy a seguir una dieta más saludable”, podría funcionar mejor preguntar: “¿seguiré una dieta más saludable?” y despreocuparse del asunto.
Tal vez conseguimos más con buena voluntad, que con fuerza de voluntad. Quizás somos más eficientes cuando trabajamos nuestro propio deseo, en lugar del deber. Es posible que funcionen mejor las cosas cuando les restamos obsesión y dejamos que todo fluya.
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La cuestión es que cuando alguien se propone cambiar algo de su vida, existen dos aspectos fundamentales que intervienen.
El segundo es la decisión de cambiar ése algo, hacer más ejercicio, no fumar o hacer dieta. Éste es un planteamiento mental al que ha llegado por el motivo que sea, es una decisión producto de un análisis y un razonamiento.
El primero es que está haciendo aquello que planea dejar de hacer, sedentarismo, fumar o comer mal. Y ésto es el resultado de su voluntad, a nadie le impiden hacer ejercicio o comer sano o no fumar. Es decir, el que fuma, no hace ejercicio o come mal, lo hace porque así lo quiere, nadie le obliga.
Por tanto, en el momento en que nuestro pensamiento planea modificar un aspecto de nuestro comportamiento, en realidad trama un ataque a nuestra voluntad real. Si planeo no fumar es porque fumo, y si fumo es porque quiero ( nadie me obliga ) pero pongo mi fuerza de voluntad en ir contra mi voluntad, lo cual es un sinsentido que aboca al fracaso. Cuanto más fuerza pongo en no hacer lo que hago ( que no olvidemos lo hago porque quiero ) más fuerte es el deseo de seguir haciendo lo que hago, como medida de defensa, de resistencia al cambio, de pérdida de lo que quiero hacer. Estás luchando contra tí mismo y ésa es una batalla que nunca vas a ganar ya que cuanta más fuerza pones más fortaleces al enemigo.
En vez de enfrentar aquello que hacemos, y luchar contra ello, hay que focalizarse en desear aquello que no hacemos. Y cuando el deseo sea grande, nuestra voluntad lo seguirá sin resistencia. Al fin y al cabo hacemos lo que deseamos hacer, así que no te empeñes en algo, simplemente deséalo.