El matrimonio, en voz de alguien que creyó no necesitarlo

Una madre que no quería casarse desea que su hija viva todo lo bueno del matrimonio (Getty Images).

Nota del editor: Carey Goldberg es la coanfitriona del blog CommonHealth de WBUR. Con Beth Jones y Pamela Ferdinand, es co-autora de Three Wishes: A True Story of Good Friends, Crushing Heartbreak and Astonishing Luck on our Way to Love and Motherhood, que será editada el próximo mes por Little, Brown.

(CNN) — Un par de años atrás, mi hija y yo estábamos jugando Life, el juego de la vida, un clásico juego de mesa, cuando su pequeño auto alcanzó la barricada en la que todos —absolutamente todos— se casan.

No hace falta decir, tras recientes e impactantes estadísticas que la semana pasada mostraron que un mínimo histórico de 51% de los adultos estadounidenses están casados, que Life fue creado hace muchas décadas. El estudio realizado por el Pew Research Center también encontró que el 40% de los nacimientos en la actualidad son de madres solteras, y un porcentaje similar de los estadounidenses dicen que el matrimonio se está volviendo obsoleto.

Mi hija Liliana, que entonces tenía 8 años, dijo, mientras metía la pequeña ficha azul de esposo en su auto: “Cuando sea grande, no creo que vaya a casarme. Creo que simplemente conseguiré algo de semen”.

¡Cómo cosechamos lo que sembramos! Liliana tenía la edad suficiente para conocer la historia de su propio origen: cuando cumplí 39 años, todavía soltera, decidí ser madre por mi cuenta y compré ocho frascos de esperma de un donante. Pero entonces conocí a su padre, Sprax, y acordamos que me ayudaría a tener un bebé a la antigua usanza. Hemos pasado por muchos altibajos, incluso nos separamos durante un par de años, pero finalmente nos dimos cuenta de que nos amábamos, nos reconciliamos y tuvimos otro hijo. Cuando Liliana tenía casi 4 años, nos casamos.

Así que ahí estaba yo —la exmadre soltera por elección, la típica mujer que cree profundamente que hay un centenar de buenas maneras de crear una familia y que la vida también puede ser maravillosa sin una—, y me encontré respondiéndole a mi hija: “Estaría bien si simplemente consigues algo de semen, cariño, pero ya sabes, estar casado también es realmente agradable”.

¿Qué fue lo que me pasó? ¿Qué pasó con la mujer independiente que cuando se casó por primera vez a los 44 años no sentía ninguna necesidad particular de tener un pedazo de papel?

Es esto. Cada día, al empacar el almuerzo, llevar a jugar a los niños y la rutina del baño, me impacta una verdad sorprendente: aunque la crianza de nuestros hijos constituye la actividad central de nuestra familia, es el amor entre Sprax y yo lo que constituye su núcleo inefable.

Eso suena como un punto de vista tradicionalmente religioso, pero no somos religiosos. He llegado a este entendimiento como una simple observadora de mi propio corazón y de la danza de la familia. Es, al parecer, un simple hecho emocional de la vida; por lo menos, de nuestra vida.

Lo que me desconcierta es que yo era perfectamente capaz de tener a Liliana sin estar en una relación comprometida y amorosa con Sprax, y nuestra semivida familiar fue realmente muy feliz durante esa formación. Todos nos llevábamos bien, Sprax nos visitaba dos o tres veces a la semana y Liliana tenía mucho amor y estructura.

Pero desde que él y yo regresamos a vivir juntos, nuestra relación se ha convertido en el centro invisible de la familia, el eje de sus radios. Yo no necesitaba un esposo. Pero lo necesito a él.

Bien, pero ¿qué diferencia hacen los lazos formales del matrimonio? Por lo general, escuchas hablar a la gente del compromiso, pero no puedo imaginar un mayor compromiso que compartir niños que todavía van a necesitar ser criados durante unos cuantos años.

Lo que significa el matrimonio para mí es aceptación, un «sí absoluto» que hace soportable ser visto en tu peor momento: exhausto o enfermo de gripe o arrastrado por una fea racha de egoísmo. Ese «sí» pone en marcha la creación de una entidad, una unión que existe aparte del flujo y reflujo diario de las dificultades y las alegrías. No es más que una abstracción, pero, para mi sorpresa, es lo más hermoso en nuestras vidas.

Así que éste es mi equivalente marital de: “Sí, Virginia, existe Santa Claus”:

“Sí, Liliana, definitivamente puedes quedarte soltera y tendrás mucha compañía. De ninguna manera estás obligada a casarte. Definitivamente puedes tener una vida fabulosa sin un matrimonio, y sin duda sería un gran error precipitarse en cualquier relación.

“Pero no puedo mentir: Te deseo todo lo mejor en la vida, y el matrimonio, cuando es bueno, puede ser una de esas cosas. Y si en realidad te casas, en tu boda voy a llorar lágrimas de alegría, porque sabré que estás a punto de entrar por las puertas de uno de los lugares más mágicos del mundo”.

Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las de Carey Goldberg.

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2 comentarios en “El matrimonio, en voz de alguien que creyó no necesitarlo

  1. depende de muchos factores me enfocaria en lo cultural para escoger un esposo/a pero aun asi ya son cosas que uno debe decidir en el momento ya que si se planea no recogeras los resultados que deseabas en un principio.

  2. Está bueno, me gustó la historia, particularmente pienso que la complicidad, el compañerismo, pero por sobre todo el buen sentido del humor, son aderezos insustituibles en toda relación, si a eso le sumamos la atracción física, quizás sea hora de que suenen las campanas.
    Un abrazo.

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