Si como de una película de ciencia-ficción se tratara diéramos en reducir nuestros tamaños y ser inoculados en el sistema circulatorio para ir de paseo por el corazón humano, correríamos muchas aventuras y aprenderíamos cómo funciona este maravilloso órgano. Un desafío tan interesante no será fácilmente rechazado, así que te tomo de la mano y nos vamos de viaje por el motor impulsor del cuerpo.
El corazón: músculo en movimiento
Una vez que el torrente sanguíneo nos lleve hasta la cavidad torácica, justo en el centro del pecho, veremos aparecer una gran masa. Cuidado no chocar: es el corazón humano, una bomba gigante en forma de cono compuesta de tejido musculoso, que se encarga de impulsar la sangre, el oxígeno y los nutrientes necesarios por todo el organismo. Sin él no estaríamos vivos, ni nosotros, visitantes, ni nuestro anfitrión.
Como somos tan diminutos, debe asustarnos ese ruido ensordecedor. ¿Por qué todo retumba y se mueve? No es un terremoto biológico, simplemente esas cavidades que observamos, atrios y ventrículos, están realizando su labor rítmica y constante. Propulsan la sangre hacia todos los órganos y sus contracciones y expansiones son ondas que llegan a nuestros sensibles oídos. El bombeo que las cavidades realizan se llama ritmo cardíaco y ocurre 72 veces por minuto en toda la vida humana.
Atrios y ventrículos, labor a dos voces
Nos hemos colado ya dentro del corazón y muy de cerca observamos que, como si un gran palacio fuera, hay dos niveles diferenciados, en cada uno dos recámaras. Las superiores son los atrios izquierdo y derecho; las de abajo, ventrículos izquierdo y derecho. Quedémonos en esta esquinita indagando, para no comprometer la labor que aquí se realiza.
Debe haber una vía a través de la que llegue la sangre al atrio derecho. Pues sí, es ese conducto llamado vena cava. Hay dos, uno superior y otro inferior. El de arriba recibe la sangre procedente de la cabeza y las extremidades superiores; el de abajo, del tórax, el abdomen y las extremidades inferiores.
La sangre poco oxigenada que llega al atrio derecho sigue entonces hacia el ventrículo derecho, impulsada a su vez hacia los pulmones por las arterias pulmonares, donde se realiza el intercambio de gases, se desecha el dióxido de carbono y la sangre se oxigena.
Con paciencia, esperamos a que el ciclo continúe: la sangre oxigenada regresa al atrio izquierdo, de donde pasa al ventrículo izquierdo con total sincronía. No tenemos tiempo para admirarnos pues ya esta última cavidad bombea la sangre que recibe hacia la aorta, que la llevará diligentemente hacia las distintas partes del cuerpo.
A simple vista notamos que el tejido que conforma los ventrículos es mucho más grueso que el de los atrios. Estos últimos facilitan la circulación evitando que se interrumpa el flujo sanguíneo, pero los ventrículos son los encargados de bombear la sangre, de ahí que sean tan fuertes como los vemos de cerca.
Especialmente la pared muscular del ventrículo izquierdo es la más gruesa de todas, ya que necesita mucha fuerza para bombear la sangre oxigenada hacia el sistema circulatorio.
Aunque no lo vemos, por estar alejados, la sangre destinada a alimentar los distintos órganos del cuerpo retorna pobre en oxígeno. Por eso observamos que se reinicia el ciclo, una vez más por las cavas el atrio derecho recibe sangre y el maravilloso e incesante espectáculo vuelve a comenzar.
Contracciones en las cavidades del corazón
Esa contracción de los atrios derecho e izquierdo que hemos visto ya un montón de veces desde que llegamos, se llama sístole auricular. Fíjate que una vez que la sangre que se bombea hacia los ventrículos ha sido expulsada, las válvulas comunicantes se cierran.
¿Por qué será? Obviamente para que no se produzca un reflujo de la sangre. Escucha: justo entonces tiene lugar ese sonido familiar que llamamos latidos. Así de cerca ya no nos resulta tan querido, sino atemorizante. Tranquilos, solo dura 0,1 segundo aproximadamente.
También los ventrículos se contraen cuando expulsan sangre hacia el sistema circulatorio, esto se llama sístole ventricular. Para vencer la presión elevada que hay en las arterias pulmonares, los ventrículos primero se contraen y no hay paso de sangre. Como observamos, la eyección ocurre en un segundo momento.
Como llevamos varios minutos de visita, hemos presenciado varios ciclos cardíacos. Finalmente se produce una relajación del músculo llamada diástole. Este descanso permitirá la llegada de una nueva ronda de sangre.
Nuestro paseo llega al final, sabiendo que necesitaremos regresar al reino del cuerpo para profundizar el sinfín de detalles que lo hacen funcionar como una máquina cuasi perfecta. Por hoy el paseo por el corazón humano ha sido fascinante.
Aprovechemos sus sístoles para ser impulsados afuera y tomar nuevamente nuestros tamaños reales. ¡Hasta la próxima aventura!
http://www.ojocientifico.com/3688/de-paseo-por-el-corazon-humano
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