¿Fue un artefacto dirigido inteligentemente?
Para comenzar, haré una serie de consideraciones que –tal vez– les hagan meditar al respecto, máxime cuando ni siquiera los científicos, en relación al fenómeno que nos ocupa (y otros tan interesantes como él), aún, hoy día, no se ponen de acuerdo cuando intentan explicar en que consistió realmente.
En lo que respecta a la Biblia, solamente tendríamos que mirarla con nuevos ojos, con los del siglo XXI para evidenciar este fenómeno.
La estrella de Belén, el supuesto astro que guió a los Reyes al lugar del nacimiento de Jesucristo, según se menciona en el Evangelio de Mateo, fue avistada por los Reyes hacia el Oriente, y fuera lo que fuese, los Magos lo asociaron al Rey de los Judíos.
(2:1) Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén (2:2) y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella…y hemos venido a adorarlo».
(2:4) Entonces (Herodes rey de Judea) reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. (2:5) «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta»… (2:9) Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto…iba delante de ellos, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
(2:11) Y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
__________________________________Evangelio según San Mateo
Los científicos han emitido innumerables teorías para intentar explicar el fenómeno, desde una conjunción planetaria hasta la aparición de un cometa. El hecho es que, partiendo de las consideraciones que hago al inico de este reportaje, también existe otra, que no puede ni mucho menos descartarse, por muy inverosímil que parezca. La idea de que pudiera tratarse de un artefacto dirigido inteligentemente:
“…Los sabios viajaron siguiéndola, y ésta se detuvo (observen este importante detalle) sobre el lugar en el que Jesús había nacido…”
Es, como se puede apreciar, una «estrella» que se mueve y que, además, tiene la facultad de detenerse. No es extraño que una estrella esté aparentemente «parada» en el firmamento, ni tampoco que se mueva, como es el caso de las estrellas fugaces o de los cometas. Lo que sí se sale realmente de lo usual es que haga ambas cosas: moverse y pararse. Y que, además, demuestre ser inteligente…
A pesar de que es imposible que un astro marque un lugar tan concreto, se han sugerido diversas explicaciones, incluida la teoría de que el pasaje bíblico sea solo una metáfora referida a los supuestos hechos, como apuntan algunos teólogos y escritores, tanto católicos como protestantes.
Seguidamente, les expongo unas dudas que muchos investigadores y yo nos planteamos desde hace ya tiempo: Si el viaje de los Reyes Magos tuvo una duración aproximada de tres a cinco meses, ¿qué clase de «estrella» pudo ser la que les guió durante todo ese tiempo? Aceptando incluso la hipótesis de W. Keller de que este peregrinaje no rebasó los cuarenta y cinco días de marcha, ¿qué explicación racional podemos aceptar?
Cualquier científico moderado niega en redondo que un fenómeno de este tipo sea capaz de tal hazaña. Y mucho menos un meteoro o meteorito, que se limitan a caer y no a volar horizontalmente durante meses. Para cualquier mente racional y medianamente informada, una «estrella» como aquella, capaz de guiar una caravana durante meses, de desaparecer a la vista de los Magos a su llegada a Jerusalén, de volver a mostrarse cuando éstos abandonan la ciudad y de pararse en el lugar en el que estaba el Niño, no puede ser identificada o asociada con la explosión de una estrella (nova o supernova); con un cometa de larga «cabellera» que se hubiera desintegrado nada más tocar las altas capas de la atmósfera terrestre; con un sol o una estrella, porque la aproximación de cualquiera de esos astros a nuestro Sistema Solar habría destrozado nuestro orden cósmico; con una «conjunción planetaria», como pretendía Kepler y defienden hoy día muchos teólogos y exegetas; Por cierto, se trató de un conjunción de los planetas Júpiter y Saturno. En ella los citados planetas se juntaron ópticamente en dirección Sur, de tal manera que los magos de Oriente, en la ruta que seguían de Jerusalén a Belén, siempre tenían a estos dos planetas formando una sola estrella, delante de ellos. La estrella iba efectivamente, como dice el Evangelio, precediéndoles.
Hasta aquí, todo correcto. Pero si hubieran caminado siempre en la dirección que les indicaba esta conjunción, y dado que se trataba de un fenómeno extraatmosférico que por lo tanto, por mucho que avanzasen los magos, siempre habría estado situado por delante de ellos, a donde habrían llegado es a las aguas litorales del mar Rojo. Sin embargo, se detienen a unos 7 kilómetros de Jerusalén. ¿Por qué? Porque no iban en pos de la conjunción Júpiter-Saturno, sino de un objeto brillante que finalmente se detuvo a baja altura encima del lugar en el que se hallaba Jesús.
Otro hecho importantísimo, no evidenciado por exegetas e hipercríticos: Casi todos los relatos sobre movimientos de caravanas desde la más remota antigüedad, coinciden en un factor elemental: estos viajes, salvo contadas excepciones, se realizaron siempre durante el día. Comerciantes, pastores, guerreros o peregrinos acampaban de noche y, a ser posible, cerca de pozos, ríos y núcleos de población. Los peligros del camino, salteadores, animales salvajes o riesgo de pérdida en medio de la oscuridad, eran tantos y tan frecuentes en aquellos tiempos, que la marcha durante la noche era totalmente desaconsejable.
El propio Esdrás, que siguió la misma ruta que los Magos, lo dice en la Biblia:
“Allí, a orillas del río Ahavá (proximidades de Babilonia) proclamé un ayuno para humillarnos delante de nuestro Dios y pedirle un viaje feliz para nosotros, nuestros hijos y nuestros bienes. Pues me daba vergüenza solicitar del rey tropa y gente de a caballo para protegernos del enemigo en el camino…”
Según esto, y si la marcha de los Magos se efectuó a plena luz del día ¿cómo podía aparecer en el cielo una estrella luminosa?
Por tanto, si ninguno de los fenómenos señalados es capaz de explicar el prodigio registrado hace más de dos mil años, ¿a qué conclusión podemos llegar…? Pues lisa y llanamente a la hipótesis que sugiero en esta narración, podríamos estar ante un vehículo portentoso dirigido inteligentemente. Piensen en esta posibilidad cada vez que coloquen su estrella sobre el árbol de Navidad.