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DEFINICIÓN DE LA RELIGIÓN EN LA ANTIGUA GRECIA

La religión de la Antigua Grecia abarcaba la colección de creencias y rituales practicados en la Antigua Grecia en forma de prácticas culturales, homólogas de la mitología. Por otra parte, en el mundo heleno, la práctica religiosa variaba tanto que se podía hablar de «religiones griegas».
Fundamentalmente, la religiosidad griega fue plasmada en el ámbito público como una religión cívica, muy ligada a la vida de las polis griegas y, en lo privado, como una práctica religiosa de múltiples caminos que, con el paso del tiempo, fue apartándose cada vez más de los dioses oficiales de la ciudad-estado para acercarse a creencias, anhelos o temores más íntimos de un individuo.
Como todas las antiguas religiones, la religión de los antiguos griegos abordaba el asunto de las relaciones de los hombres con el más allá desde una práctica piadosa muy diferente a la que caracterizó a las religiones monoteístas, que contemplan la salvación como la máxima preocupación.
Las prácticas culturales de los griegos se extendieron más allá de la Grecia continental, a las islas y costas de Jonia (en Asia Menor), a la Magna Grecia (Sicilia e Italia meridional), y a las colonias griegas dispersas por el Mediterraneo occidental. Así pues, ejemplos griegos moderados son el culto y las creencias etruscas y la religión romana.
EL COMIENZO DE LA RELIGIÓN EN LA GRECIA ANTIGUA
Hay una creencia generalizada entre los eruditos de que la primera de las religiones griegas provino de, o estuvo muy influenciada por el chamaismo de las estepas centrales del continente asiático hasta la colonia griega de Olbia (Escitia), en la orilla norte del Mar Negro, y de allí hacia occidente.
La antigua sociedad griega no conocía la religión con los mismos parámetros definitorios que se conoce comúnmente hoy en día. Los conceptos que nos sirven para describir los fenómenos religiosos contemporáneos no están adaptados para el análisis de lo que era para los griegos lo divino.
En la antigua Hellas lo esencial de las creencias y de los ritos se estructuró en la Época Arcaica (siglos VIII – VI a.C.). La base para ello fue una forma de organización política bastante particular: la polis o ciudades-estado independientes con características propias, que tuvo como consecuencia directa el redescubrimiento y la difusión de la escritura (800 – 700 a.C.).
A partir de este momento aparecieron los personajes dominantes de la religión griega. Se dio así un politeísmo de nuevas divinidades, de dioses antropomórficos provistos de atributos que los caracterizaban de forma permanente (rayo, tridente, arco y flechas, égidas, etc.), gozando de poderes pletóricos, teniendo sectores de intervención, modos de acciones propias, y dotadas de mitos. Pero cada una de estas deidades no existe más que por los lazos que las unes con el sistema divino global.
Los griegos honraban principalmente a los dioses (theoi) y a los héroes, la mayoría de ellos considerados semidioses. Cada uno de ellos podía ser invocado bajo diversos aspectos en función del lugar, del culto y de la función que cumplía. Estas divinidades dotadas de poderes sobrenaturales, bajo el mismo nombre podían presentar una multitud de aspectos. Los epítetos cultuales (las epíclesis), señalaban su naturaleza y su ámbito de intervención: Zeus era Kéraunos («tonante»), Polieo («guardián del orden político, de la polis»), Horkios («garante de los juramentos y de los pactos»), Ktésios («protector de la propiedad»),Herkeios («guardián del cercado»), Xenios («protector de los huéspedes y de los extranjeros».

CABEZA LAUREADA DE ZEUS
Tetradracma griego
360 – 340 a.C.
Lámpsaco
COSMOGONÍA
Para los griegos los dioses no se encontraban en el exterior del mundo. Ellos no habían creado ni al universo ni a los mortales, pero si se habrían creado a si mismos. No habían existido desde siempre, no eran eternos, sino sólo inmortales. Nacidos unos de los otros y siendo muy numerosos, los dioses formaban una extensa familia, una sociedad fuertemente jerarquizada.
Esta imposibilidad de morir se traducía en un estilo de vida verdaderamente particular. Se alimentaban con ambrosía, una sustancia sumamente deliciosa, nueve veces más dulce que la miel, de néctar y del humo de los sacrificios religiosos que los mortales les concedían. No corría sangre alguna por sus venas, sino el icor. Estaban sometidos sin excepción alguna al Destino e intervenían constantemente en los asuntos humanos.
El nombre de la mayoría de deidades aparece en tablillas de la civilización micénica, después en los textos homéricos y en los escritos de Hesíodo.

Además, parece ser que el panteón griego estaba ya constituido en el siglo VIII a.C. A finales de este siglo, Hesíodo, un poeta beocio en su Teogonía presentó una ordenación de los ritos y de los mitos relativos al nacimiento del mundo divino. Redactaba así una historia de sucesión de las generaciones divinas que al término de los múltiples conflictos por la soberanía desembocaba en la colocación de los dioses del Olimpo alrededor de la figura de Zeus, el padre de los dioses, el soberano absoluto de los cielos.

Se trataba, en primer lugar, de hacer nacer el mundo (kosmos) a partir de tres poderes: el Caos («el vacío que ocupa un hueco», Gea (la Tierra) y Eros («la renovación»), quienes dieron, cada uno, nacimiento a otros poderes de manera absolutamente independiente.

  • De la unión de Gea, la Tierra, y de Urano, el Cielo, nacieron los Titanes (siendo el más joven y poderoso de todos ellos Cronos), los tres Cíclopes y los tres Hecatónquiros de cien manos.
  • Cronos castró a su padre y reinó con Rea, su hermana, sobre los demás dioses. Para que ninguno de sus hijos le sucediese quitándole el poder los tragaba nada más nacer.
  • Sin embargo, Zeus escapó de estas terribles intenciones y una vez adulto obligó a su padre Cronos a vomitar a sus hijos, lo destronó y lo incitó, con la generación de sus hermanos (los llamados Olímpicos) a un combate contra los Titanes (la llamada Titanomaquia).
  • En adelante, los dioses se organizaron esencialmente en torno a Zeus, soberano del Olimpo (del cielo, de la región etérea donde los dioses vivían), quien repartió  a suertes el mundo con sus hermanos. Mientras el rey de los dioses gobernaba los cielos, Hades era el soberano del inframundo y Poseidón el rey de los mares. Luego repartió entre los demás Olímpicos todos los honores (timai) e inauguró un reinado de justicia y paz.
Por otra parte, los relatos míticos, tales como los del propio Hesíodo, explicaban las prácticas culturales (sacrificios, fiestas y competiciones) y los ritos que acompañaban la vida social y política del momento. Así pues, justificaban las reglas fundamentales que regían la colectividad, las volvían inteligibles a los hombres y aseguraban su perennidad.
LA CASTRACIÓN DE URANO
Giorgio Vasari y
Cristofano Gherardi
1560
Fresco del Palazzo Vecchio, Florencia
LA CAÍDA DE LOS TITANES
Peter Paul Rubens
1637
Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica, Bruselas
LA PIEDAD EN LA ANTIGUA GRECIA
En la antigua sociedad helena la religión estaba completamente imbricada en todos los dominios de la vida (familiar, pública y social). La oposición entre lo «profano» y lo «sagrado», los límites establecidos entre lo «laico» y lo «religioso» eran inciertos. Los gestos, comportamientos y ritos de la vida familiar, social y política casi siempre compartían un aspecto religioso.
La religión griega no se apoyaba en ninguna revelación. La ciudad no conocía ni instituciones que dirigieran la religión ni dogma. Las conductas religiosas, la piedad (eusébeia, respeto de las obligaciones hacia los dioses) e impiedad (asébeia, ausencia de respeto a las creencias y a los rituales comunes de los ciudadanos) no tenían un carácter definido o rígido. La piedad parece haber sido el sentimiento que tenía un grupo o un individuo, algo como ciertas obligaciones.
En primer lugar, las obligaciones de la comunidad concernían al respeto a la tradición ancestral. Las del individuo eran, en cambio, multiformes. La participación en los cultos de la polis, la abundancia de ofrendas en los santuarios dedicados a diferentes deidades, la devoción hacia la muerte de los parientes y las divinidades protectoras de la familia, la generosidad para permitir que los rituales se desarrollaran en las mejores condiciones, son ejemplos de manifestación de piedad.
En general era considerado impío todo lo que iba en contra de la tradición. En materia de la religión sería toda innovación: la introducción en la ciudad de dioses que no eran oficialmente aceptados, las concepciones que ponían en duda las creencias tradicionales, la modificación de ritos ancestrales, cualquier atentado contra la integridad del patrimonio divino (como por ejemplo el robo de un templo, la mutilación o el cultivo de árboles sagrados), toda profanación, imitación o falsificación de alguna ceremonia, las violencias cometidas contra los sacerdotes de un culto, etc.
La piedad no era la expresión de un sentimiento de relación directa e íntima con una divinidad. No era sólo la observación escrupulosa y estricta de los ritos prescritos. Ser piadoso era creen en la eficacia del sistema de representaciones establecidas por la ciudad para organizar las relaciones entre los mortales y los dioses, y también participar en ellas activamente.
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