Las dos bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, en 1945, inauguraron una nueva era en la que la posibilidad de una aniquilación nuclear ha mantenido al mundo en un precario equilibrio. A Julius Robert Oppenheimer (1904 – 1967) se le recuerda sobre todo como el «padre de la bomba». Fue un físico judío estadounidense y el director científico del proyecto Manhattan. Fue él quien encabezó la mayor colección de sabios nunca vista, que colaboraron en la construcción de la primera bomba atómica en los laboratorios secretos de Los Álamos, en las apartadas montañas de Nuevo México. Muchos le recuerdan también como el científico que fue empujado prematuramente a la tumba por la caza de brujas anticomunista del senador republicano Joseph Raymond McCarthy.El doctor Robert Oppenheimer, que tenía un amplio conocimiento de la literatura sánscrita y las leyendas hindúes, recordó, cuando la primera explosión desgarró el cielo de Nuevo México, unos versos del antiguo Mahábhárata, compuestos hace miles de años en la India, pero extrañamente aplicables a la era nuclear: “Si el fulgor de mil soles estallara de repente en el cielo, sería como el esplendor del Poderoso. Ha llegado a ser la Muerte, la destructora de mundos“. Albert Einstein lo dijo menos poéticamente, pero de modo más directo al observar: “El hombre tiene ahora un poder de destrucción contra el que no tiene medios de defensa”. Sólo siete años después de la primera explosión atómica en Nuevo México, el doctor Oppenheimer estaba dando una conferencia en la Universidad de Rochester. Luego, en el turno de preguntas y respuestas, un estudiante hizo una pregunta a la que el doctor Oppenheimer contestó con una extraña reserva. El estudiante preguntó: “La bomba que se hizo estallar en Alamogordo, durante el proyecto Manhattan, ¿fue la primera en hacerse explotar?“. El doctor Oppenheimer respondió enigmáticamente: “Bueno, sí. En tiempos modernos, sí, claro“. Quizá el doctor Oppenheimer recordaba un pasaje que había leído en el Mahábhárata sobre una antigua guerra en que se introdujo una nueva arma aterradora: “(Era) un solo proyectil cargado con toda la fuerza del Universo. Una columna incandescente de humo y llamas brillante como diez mil soles se elevó en todo su esplendor. Era un arma desconocida, un relámpago de hierro, un gigantesco mensajero de muerte, que redujo a cenizas a toda la raza de los Vrisnis y los Andhakas. Los cadáveres quedaron tan quemados que no se podían reconocer. Se les cayeron el pelo y las uñas. los cacharros se rompieron sin motivo, y los pájaros se volvieron blancos. Al cabo de pocas horas todos los alimentos estaban infectados. Para escapar de ese fuego los soldados se arrojaban a los ríos, para lavarse ellos y su equipo”.
Pero, ¿quiénes eran los Vrisnis y los Andhakas? Los vrisnis fueron un antiguo clan indio que se consideraban descendientes del rey Vrisni, a su vez descendiente del rey Iadú. Según el Mahábhárata (texto épico-religioso del siglo III a. C.), Vrisni era hijo de Sátuata, descendiente del rey Iadú, hijo de Iaiati. En el marco de la mitología hinduista, Iadu es el nombre de un rey, cuyos descendientes se llamaban iadus, uno de los cinco clanes arios mencionados en el Rig-veda (fines del II milenio a. C.). El texto épico Mahábhárata y también los Puranas se refieren a un rey Iadú, hijo mayor del rey Iaiati. Iadú tuvo cuatro hijos: Sastra Yit, Kroshta (o Kharahostes), Nala y Ripu. Los reyes entre Rishi Buddh y Iaiati se conocen como Soma vamshi, el clan descendiente del dios de la Luna. Según el Sanskrit-English Dictionary del británico Monier Monier-Williams (1819-1899), Iadú fue un antiguo héroe, que en los Vedas (hacia el siglo XV a. C.) se menciona frecuentemente junto con Turvasha (o Turvasu). Según las leyendas, Indra lo salvó de una inundación, algo que se parece al caso de Noé. En la poesía épica es hijo del rey Iaiati y hermano de Purú y Turvasu. En una ocasión, el rey Iaiati le pidió a su hijo que le regalara su juventud. Iadú se negó, por lo que su padre lo desheredó. Por eso él no mantuvo el mismo clan que su padre (el clan lunar). El único clan que mantuvo el nombre de Soma-vamshi fue la que descendía del rey Purú, hermano menor de Iadú. El rey Iadú ordenó que las futuras generaciones de descendientes se llamaran iadus o iádavas y el clan tomaría el nombre de Iadu-vanshi. Vrisni tenía dos esposas, Gandhari y Madri. Con la segunda tuvo un hijo llamado Deva Midusha. Vasudeva, el padre del dios Krisná, era el nieto de Deva Midhusha. Krisná pertenece a esta rama vrisni de la raza lunar, por lo que recibe el nombre de Varsneia (descendiente de Vrisni). Todos los vrisnis terminaron viviendo como residentes en la ciudad de Duaraká (o Duarka), una ciudad de la India en el distrito de Devbhoomi Dwarka (Guyarat), estado de Guyarat. Se la considera una de las ciudades sagradas de la India. Según el texto épico mitológico Mahábhárata (siglo III a. C.), Duarka era una inmensa y riquísima ciudad construida sobre una isla por el dios Krisná, luego de convertirse en rey, mientras que en su adolescencia era un pastor de vacas. Él había escapado de Mathura (en el centro de la India) con su pueblo, después de los repetidos ataques del poderoso rey Yarasandha. Debido a una maldición que pesaba sobre Krisná y su familia (los iadus), la isla se hundió en el mar, algo que se parece al caso de la Atlántida o de Lemuria. Basándose en estas leyendas, en los años noventa, el arqueólogo S. Rao realizó investigaciones frente a las costas de la actual ciudad de Duarka, y encontró algunos restos, anclas antiguas, y antiquísimas vasijas de la cultura del valle del Indo, del III milenio a. C.
El matemático e historiador uzbeko Al-Biruni (973-1048) la menciona como Baruwi, una ciudad que fue un nido de piratas. Fue saqueada por el sultán de Guyarat en 1473 en venganza por un ataque pirata contra el negociante Mawlana Mahmud al-Samarkandi. Tras ser arrasada, fue reconstruida. El sultán Muzaffar III, último sultán de Guyarat, perseguido por las tropas imperiales mogoles, se refugió allí en 1592. Fue refugio de piratas hasta el siglo XIX en que aparecieron los británicos. Formó parte entonces del principado de Baroda. En 1901 tenía 7.535 habitantes. Su puerto era Rupan, a unos 2 km al norte. Fue sede del batallón de Baroda, que tenía como misión controlar a los vaghers. Y cuando estas tribus se rebelaron en 1859, la ciudad fue asaltada por los británicos, que colocaron al mando un oficial político a las órdenes del residente de Baroda. A fines del siglo XIX se convirtió en municipio. Krisná, cuando era un joven pastor, había aprovechado su competencia en artes marciales para matar al rey Kamsa de Mathurá, usurpando el trono. El rey Yarasandha, suegro de Kamsa, invadió Mathurá con un gran ejército, y aunque Krisná destruyó su ejército de demonios, otro asura llamado KalaIávana, rodeó Mathurá con otro ejército de nada menos que treinta millones de demonios monstruosos. Entonces Krisná consideró adecuado abandonar Mathurá y mudarse con todos sus habitantes a Duáraka. Krisná se casó con Rukmini, la hija de Bhismaka, el rey de Vidarbha. También se casó con Mitrabinda, Satiabhama, Yambavati y otras, ganando cada una mediante grandes hazañas. En una ocasión, cuando un demonio llamado Narakasura secuestró y ocultó a 16.100 mujeres, Krisná lo persiguió y lo mató, y también recibió a las mujeres en su casa. Con cada una de sus esposas Krisná tuvo diez hijos y una hija. Mientras Krisná gobernaba en Duaraka, el príncipe Duriodhana oprimía a los Pándavas en Jastinápur y trató de planear su muerte. Krisná y Balarama fueron a darles ayuda. Mientras Krisná fue invitado de los Pandavas se casó con Kalindi, hija del Sol. Después de la muerte de Duriodhana en la guerra de Kuruksetra, su madre Gandhari lloró su muerte y la de sus amigos. Cuando dedujo que la causa principal de todo era Krisná, ella lo maldijo por haber dejado que todas estas catástrofes acontecieran. Esta fue su maldición: que todos los parientes de Krisná, los vrisnis, fueran destruidos, y que Krisná muriera miserablemente solo. Y estas cosas sucedieron a su debido tiempo. Los habitantes varones de Duaraka hicieron licor y se asesinaron entre ellos, junto con todos los hijos y nietos de Krisná. Solamente permanecieron vivos las mujeres, Krisná, su hermano Balarama y su padre Vasudeva. Krisná envió un mensajero a la ciudad de Kuru, para colocar a las mujeres de Duaraka bajo la protección de los Pándavas. Después se despidió de su padre, y partió al continente, donde Balarama lo esperaba en un bosque. Krisná descubrió a su hermano sentado bajo un gran árbol en el borde de la selva, sentado como un yogui. De su boca salió la serpiente Ananta, de mil cabezas, que se arrastró hasta el océano y desapareció. El propio océano personificado, los ríos sagrados y muchos nagas divinos vinieron a su encuentro.
Krisná, tras ver la muerte de su hermano, se apartó de mundo de los humanos, y vagó solo por el bosque. Pensó en la maldición de Gandhari y todo lo que había sucedido, y él sabía que había llegado el momento de su partida. Se acostó bajo un árbol y absorbió sus sentidos mediante el yoga. Vino un cazador y pensó que Krisná era un ciervo. Le disparó una flecha, pero cuando se acercó vio que le había atravesado el pie a un hombre vestido con un pantalón-dhoti amarillo practicando yoga. Sabiéndose un criminal, le tocó los pies. Krisná lo consoló, y él mismo ascendió al Cielo. El Mahábhárata dice que el cazador era la reencarnación de Vaali, personaje del Ramaiana que fue muerto cobardemente por el dios Rama escondido detrás de un árbol. Por lo tanto se le dio la oportunidad de vengarse de manera similar contra el mismo Rama, encarnado como Krisná. Días después el pándava Áryuna llegó a Duaraka y partió hacia Kurukshetra con todas las mujeres, los ancianos y los niños de la familia Vrisni. En el camino, una banda de la tribu ábhira atacó la caravana. Áryuna, acostumbrado a acabar con ejércitos completos él solo, no pudo evitar que los ábhiras secuestraran a todos sus protegidos. En otros textos se dice que Rukmini y las principales esposas de Krisná escaparon del secuestro, y con la ayuda de Áryuna realizaron el suicidio ritual satí, quemándose en una inmensa pira funeraria. Las aguas del océano, abrumadas por la ausencia de Krisná de su isla Duaraka, avanzaron sobre la tierra y la cubrieron sin dejar ningún rastro. En la mitología hinduista, Andhaka es un malévolo ásura (‘demonio’, en el hinduismo tardío). Para matarlo, el dios Shivá asumió la forma monstruosa del extraordinario guerrero Virabhadra. Su leyenda no aparece en el Rig-veda, el texto más antiguo de la India, de mediados del II milenio a. C. En el Mahábhárata (texto épico-religioso del siglo III a. C.) Andhaka aparece como hijo de Diti y Kashiapa. Su leyenda aparece mencionada en varios textos puránicos, como el Matsiá-purana y el Shivá-purana. Según elBhágavata-purana (siglo XI d. C.), fue un rey de la Dinastía Iadú, y ancestro del dios Krisná. Mientras vivían en el monte Mandhar, el asceta Shivá estaba meditando y su esposa Párvati, sexualmente excitada, se le acercó por detrás con picardía, cerrando los ojos. El bebé fue concebido a partir de la transpiración de ambos padres. Shivá le explicó a Parvati que, puesto que ella había tenido los ojos cerrados, el bebé había nacido ciego. Lo llamaron Andhaka (‘ciego’). Puesto que en la adultez desarrolló cualidades demoníacas, fue llamado Andhakásur (‘demonio ciego’). El problemático demonio Jirania Aksha hizo intentos para complacer al dios Shivá. Quería concebir un hijo que poseyera inmensos poderes y pudiera conquistar el mundo. Conociendo su naturaleza asúrica, Shivá se negó a concederle tal bendición. En su lugar, le ofreció su hijo Andhaka a Jirania Aksha, diciendo que Andhaka poseía todas las cualidades que él buscaba, y le pidió que lo empezara a considerar su propio hijo.
Andhaka quería más poder e hizo intentos para complacer al dios Brahmá. Entre muchas bendiciones, pidió que se le otorgara una visión extraordinaria y la inmortalidad. Brahmá le concedió todo excepto la inmortalidad, ya que él mismo, a pesar de ser la criatura más longeva del universo, no es inmortal. En lugar de ello, Brahmá le pidió que escogiera cuándo quería morir. Como bendición capciosa, Andhakasur pidió la bendición de morir solo si deseaba a una mujer a la que nunca debería aspirar. Esto lo convertiría en virtualmente inmortal. Con el tiempo, Andhakasur se volvió más materialista y menos interesado en realizar intentos para complacer a dioses. Para entonces él ya había conquistado la tierra y el cielo. En un viaje de placer junto con sus compañeros arribaron al monte Mandhar, donde vivían Shivá y Párvati. Sus compañeros le contaron que allí vivían un asceta y su bella esposa. Andhaka envió a sus compañeros a que se la trajeran. Shiva les explicó a los hombres que ellos dos eran los padres de Andhaka. Los compañeros creyeron que se trataba de una estratagema y obligaron a Andhaka a pelear. Shivá y Párvati desempeñaron un papel horrible en el campo de batalla adoptando muchas formas diferentes. A la mañana siguiente, el ejército de Shivá llegó al campo de batalla y se enfrentó con el ejército de Andhaka. Andhaka quería que Párvati fuera suya. Shivá hizo aparecer su forma como el demonio guerrero Virabhadra, que mató a casi todo el ejército de Andhaka. Virabhadra mató a la mayor parte de los soldados, pero no logró matar al propio Andhaka. Cada vez que Virabhadra dejaba a Andhaka sangrando por sus manos, brazos, cabeza, tronco, piernas y pies, aparecía una nueva expansión de Andhaka. Virabhadra intentó acabar con él una y otra vez pero no pudo, Párvati y Shivá se indignaron al ver la estratagema de Andhaka y sus expansiones, ya que les parecía una manera tramposa e innoble de no aceptar la derrota. Párvati entonces invocó a sus ocho expansiones, a saber, Brahmani, Vaishnavi, Maheshwari, Kaumari, Indrani, Varahi, Narasinghi y Chamundai para ayudar a Virabhadra en el campo de batalla. Las ocho diosas madre mataron al resto del ejército de Andhaka. Después se juntaron, todas alineadas en el cielo, para ver la batalla final. Parvati tomó la forma de la horrorosa diosa Bhadrakali para ayudar a Virabhadra. A gran velocidad, Virabhadra empezó a cortar en dos a cada expansión de Andhaka mientras Bhadrakali les sorbía toda la sangre, dejándolas secas. Andhaka fue derrotado y se acercó a sus padres suplicando el perdón. Después de que Virabhadra volvió a entrar en el cuerpo del Señor Shiva, también lo hicieron las ocho diosas madre, y después de que Bhadrakali se absorbió en Parvati, también ingresaron en su cuerpo. Fue perdonado y se convirtió en uno de los hombres de Shiva.
Algunos millones de años más tarde, tres de los generales de Andhaka, Duriódhan, que no es el conocido rey Duriódhan del Mahábhárata, Vighasa y Hasti, tropezaron con Shiva y Parvati en una cueva, pero no los reconocieron. Ellos pensaron que la mujer era lo suficientemente hermosa para su rey, por lo que se apresuraron de nuevo a darle la buena noticia. Andhaka les pidió que regresaran y pidieran la mujer en matrimonio. Shiva se negó y Andhaka corrió a la cueva para matarlo. Después se produjo una batalla que duró cientos de años e involucró a muchos otros dioses y demonios, pero finalmente Shiva mató a Andhaka empujando su tridente Trishula en el pecho de su hijo. En algunas versiones, el Señor Shiva levantó a Andhaka clavado en su tridente hasta que el Sol secó los pecados de Andhaka. Después de ese tiempo, Andhaka se purificó y se convirtió en uno de los ganas (asistentes) del dios Shiva y de la diosa Parvati. El mito subraya la lujuria antinatural de Andhaka, producto de su ceguera y su incapacidad para reconocer los errores morales. Volviendo al tema de las armas utilizadas en el Mahábhárata, vemos que las dimensiones de esta arma legendaria tenían cierta semejanza con los proyectiles tácticos nucleares de hoy día: “Un tallo fatal como la vara de la muerte. Medía tres codos y seis pies. Dotado de la fuerza del trueno de Indra, la de mil ojos, destruía toda criatura viva“. Los poderosos efectos de la explosión y el calor producidos por esa arma se describen de una manera imaginativa y lírica, pero una forma que se podría aplicar (salvo por los elefantes) al lanzamiento de una bomba atómica: “Entonces (el dios de esa poderosa arma) se llevó por delante multitudes de Samsaptakas con corceles y elefantes y carros y armas, como si fueran hojas secas de los árboles. Llevados por el viento, oh Rey, parecían hermosos allá arriba como aves en vuelo arrancando de los árboles“. Y después añade: “Vientos de malos auspicios llegaron a soplar. El Sol pareció dar la vuelta, el Universo, abrasado de calor, parecía tener fiebre. Elefantes y otras criaturas de la tierra, abrasados por la energía del arma, huyeron corriendo. Las mismas aguas al calentarse, las criaturas que vivían en ese elemento, empezaron a arder. Hostiles guerreros caían como árboles quemados en un fuego furioso. Enormes elefantes quemados por esa arma, caían por tierra lanzando terribles gritos. Otros, abrasados por el fuego, corrían de acá para allá mientras, en medio de un incendio de bosque, los corceles y los carros también quemados por la energía de esa arma, parecían como copas de árboles quemados en un incendio de bosque“. Los Samsaptakas eran un grupo de guerreros en la guerra de Kurukshetra que fueron constituidos para matar a Arjuna, el más famoso guerrero de los Pandavas . Este ejército se componía de miles de carros y elefantes, y decenas de miles de caballos y guerreros de infantería. Todos ellos eran muy valientes, difíciles de ser vencidos. Prometieron luchar hasta la muerte para cumplir con su objetivo de matar a Arjuna y así traer la victoria a Duryodhana, el mayor de los cien hijos de rey ciego Dhritarashtra y la reina Gandhari.
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