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El Papiro Westcar nos ofrece la serie de cuentos de maravillas más antigua del mundo cuya existencia conocemos; pero también ha aportado pistas acerca de una repentina revolución en la historia de Egipto. Así escribía James Baikie en un artículo de 1913 para la revista National Geographic, en una época en la que estaba surgiendo el interés del público por el antiguo Egipto (nueve años más tarde, Howard Carter descubriría la tumba del faraón Tutankamón). Aunque se ha revelado una gran cantidad de información sobre el antiguo Egipto y el resto del mundo en los más de cien años que han pasado desde que fue publicado este artículo, las palabras de Baikie aún nos hablan de las maravillas que evoca este manuscrito. Se cree que habría sido escrito durante el período Hicso del antiguo Egipto, una época caótica comprendida entre el final del Imperio Medio y el principio del Imperio Nuevo: la antigüedad del documento es de por lo menos 3.500 años.
El Papiro Westcar contiene cinco historias de milagros dispuestas en doce columnas de escritura hierática. Según el texto, estas historias eran contadas ante la corte real del faraón Keops por sus propios hijos. Estos cuentos, por tanto, se remontarían a la dinastía IV del antiguo Egipto, la llamada ‘Edad de Oro’ del Imperio Antiguo. El documento ha sido utilizado como fuente literaria para comprender la vida en la corte durante la dinastía IV, como sugiere el artículo de Baikie. Los cinco cuentos del Papiro Westcar son La Historia de Imhotep; La Historia del Cocodrilo de Cera; La Historia del Colgante Turquesa; La Historia de Khufu y el Mago; y La Historia del Nacimiento de los Tres Faraones.
Estatua del faraón Khufu (Keops), Museo del Cairo
Habida cuenta de la antigüedad del texto, no debería sorprendernos que algunos de los relatos estén incompletos. Por si no hubiera sido suficiente con el desgaste producido por el paso del tiempo, el documento se estropeó aún más debido a la deplorable manipulación a la que fue sometido en el siglo XIX por arqueólogos que aplicaron técnicas muy rudimentarias a la hora de examinarlo y conservarlo. Por ejemplo, el primer cuento, La Historia de Imhotep, apenas conserva unas pocas líneas que nos narran el relato de un milagro realizado por un sacerdote durante la Dinastía III, posiblemente el propio Imhotep (Imhotep fue tesorero del faraón de la Dinastía III Zoser, y se le considera además el diseñador de la Pirámide Escalonada de Zoser):
“Entonces su majestad, el Rey del
Alto y
Bajo Egipto
Khufu, dijo: ‘que se haga una ofrenda de mil hogazas de pan, cien tinajas de cerveza, un buey y dos bolas de incienso al rey del
Alto y
Bajo Egipto
Zoser, justificada, y que le sean dados un pastel, una jarra de cerveza, una gran porción de carne y una bola de incienso al sacerdote lector jefe [Imhotep], ya que he visto una muestra de su conocimiento’. Se hizo en todo como su majestad había ordenado.” (Hill, 2016)
La famosa pirámide escalonada de Zoser
Debido a la baja calidad de su caligrafía y a los numerosos errores, algunos investigadores creen que el Papiro Westcar fue una copia de práctica realizada por un estudiante. Este hecho podría encajar con la teoría de que las cinco historias eran textos de propaganda creados por los antiguos reyes-sacerdotes del Imperio Nuevo para legitimar su poder.
Se ha desentrañado una gran cantidad de información respecto al origen y el propósito del Papiro Westcar, pero la naturaleza de su hallazgo aún sigue envuelta en el misterio. El texto fue descubierto en la década de 1820 por el aventurero británico Henry Westcar a lo largo de sus viajes por Egipto. Aunque parezca extraño, Westcar no anotó las circunstancias de su descubrimiento ni anunció públicamente un hallazgo tan notable.
Pasajes del Papiro Westcar
Un egiptólogo prusiano llamado Karl Richard Lepsius afirma haber recibido el documento en 1838 de la sobrina de Westcar tras reconocer su escritura como hierático (esta es la historia que se menciona brevemente en el artículo de National Geographic). Lepsius asegura haber expuesto el papiro en la Biblioteca Bodleiana de Oxford. Sin embargo, no aparece registrado el nombre de Lepsius en ninguno de los documentos de la Biblioteca. La cosa no queda ahí, ya que además el Papiro Westcar, como acabó siendo conocido, nunca fue visto por el público. De hecho fue hallado poco después de la muerte de Lepsius oculto en su ático. Los historiadores creen que Lepsius robó el papiro a Westcar e intentó borrar las huellas de su delito. En cualquier caso, el egiptólogo alemán Adolf Erman compró el documento en 1886 al hijo de Lepsius y lo donó a continuación al Museo de Berlín. Allí estuvo expuesto como curiosidad hasta que el interés por el antiguo Egipto resurgió a principios del siglo XX.