Hace mucho tiempo, por alguna razón, los seres que habitaban este planeta se pusieron a levantar grandes estructuras de piedra. Movilizaron decenas, cientos y miles de toneladas de rocas para construir estructuras que hoy suponemos tenían diversos fines, como sepulcros, templos y centros astronómicos. Construyeron durante miles de años, y luego, sencillamente dejaron de hacerlo.
La ciencia actual nos permitió determinar la existencia de un cataclismo devastador hace 250 millones de años, descifrar el código genético del ser humano, llevarnos a la Luna, crear el Colisionador de Hadrones (acelerador de partículas), y hasta determnar la edad del universo (por si no lo saben tiene 13.700 millones de años).
Pero curiosamente no tenemos la más remota idea de que sucedió hace unos pocos miles de años, desconociendo cabalmente las civilizaciones que habitaron nuestro planeta antes que nosotros, y que dejaron como prueba fehaciente de su existencia una cantidad impresionante de monumentos megalíticos absolutamente descomunales.
Estas obras megalíticas, que hoy no podemos explicar ni replicar, están desparramadas por todo el mundo y se encuentran sin buscar demasiado. Sus constructores las levantaron con algún propósito y función, pero su conocimiento, creencias y organización, por alguna razón, no han llegado hasta nuestra civilización, la cuál tiene registros escritos – y por tanto historia – de los últimos 6.000 años, digamos de los sumerios en adelante.
Quienes realizaron estas obras desaparecieron hace mucho tiempo, no sabemos ni cómo ni porqué, y con ellos se perdió el significado de las gigantescas estructuras. Sólo perduraron las construcciones en sí, y algunos objetos y sujetos depositados cerca, en algunos casos contemporáneos a las estructuras y otros posteriores. Lo que sabemos acerca de estas gigantescas obras de piedra sigue siendo un conocimiento vago e irresoluto. Sigue siendo una suposición en vez de una certeza. El megalitismo sigue siendo un misterio.
Queda claro a esta altura que desconocemos todo en general, pero específicamente, ignoramos por completo quienes, por qué, para qué y cómo construyeron, entre otras cosas:
Los alineamientos de Carnac, Francia; y Cairn de Gavrinis
Stonehenge, Reino Unido: la obra cumbre de astronomía
Dólmenes, cromlech, túmulos y menhires: miles de ellos por todo el mundo
La colosal Baalbek, Turquía: una plataforma pétrea desmesurada
Gobekli Tepe, Turquía: fuera de toda cronología posible
Las colosales y enigmáticas Cabezas Olmecas, México
Las perfectas esferas de piedra de Costa Rica y del resto del mundo
Los templos de Malta y las Taulas de Menorca, Epaña
Los Moais de Rapa Nui (Isla de Pascua): sus grabados y escritura proto-índica
La fortaleza sumergida de Yonaguni, Japón
El enigma de las construcciones pétreas de Nan Madol, Estados Federados de Micronesia
Por supuesto que la lista se amplía, y mucho, incluyendo los monumentos de las Civilizaciones Andinas (Tihuanaco y Puma Punku, Sacsayhuamán, Ollantaytambo y Machu Picchu, El fuerte de Samaipata) y Egipto (La Pirámide de Giza, La Gran Esfinge, Saqqara, Abydos y el Osirión).
Al analizar estas construcciones megalíticas ancestrales me surge la idea de que cuanto más antiguas son, más pesadas y grandes son las rocas que utilizaban y más compleja y sofisticada su construcción. Como que en vez de pensar en donde habrían de dormir a la noche para que la lluvia no los mate de un resfriado o no los devore una fiera, su principal preocupación fuera levantar monumentos absolutamente desmesurados, con un método constructivo no develado aún por la ciencia actual, para un concepto tan abstracto como un panteon de dioses ancestrales.
Sin rueda para transportar, sin metales para tallar, sin escritura para planificar y organizar… con que herramientas y con que conocimientos (y donde los obtuvieron) construyeron estas proezas arquitectónicas?
Bajo que creencias y con que motivación movilizaban a cientos o miles de hombres – tras una empresa constructiva que no era ni siquiera la de sus propias viviendas -, empleando sus limitados (?) recursos para levantar descomunales monumentos?
Que tipo de organización, planificación, presupuesto y documentación técnica disponían para realizar proyectos que tardarían varias generaciones en terminar, con el nivel de precisión astronómica que requerían, y en una época en la que teóricamente vivían al día, amenazados por las enfermedades, el hambre, el frío, el calor, los mosquitos y varios etc. más?
Que es lo que hizo que las diversas y distantes culturas ancestrales tuvieran la misma visión arquitectónica y se pusieran a construir los mismos o similares monumentos líticos?
Como es que de repente se pusieron a tallar la piedra, sin herramientas, ni cursos, ni práctica, y de un día para el otro eran todos Michelangelo?
Como es que desde Perú, hasta Egipto, pasando por Inglaterra, todos conocían los movimientos de los astros, los eclipses y hasta la precesión de los equinoccios, movimiento que dura 25.776 años y para lo cual se debe partir del entendimiento que la tierra es redonda
Es a todas luces evidente que la teoría predominante de la evolución de la civilización humana, acumulativa, graudal y continua, es incorrecta. Las evidencias, entre ellas las que acabamos de mencionar, de civilizaciones anteriores a la nuestra nos indican que hubo un nivel de desarrollo superlativo, y que por razones ajenas a nuestro conocimiento, quizás diluvio de por medio, desaparecieron de la faz de la tierra.
Al constatar el grado de conocimiento que detentaban estas civilizaciones ancestrales, luego de apreciar la maestría de sus artesanos, la técnica de sus arquitectos y lo descomunal de sus obras, es imposible seguir adhiriendo al convencionalismo actual de que vivimos en el año dos mil y poco, que hasta hace 500 años el hombre creía que la tierra era plana (y por tanto apenas podría considerarse un ser pensante), y que formamos parte de la sociedad del conocimiento, cuando precisamente lo desconocemos todo acerca de nosotros mismos y de nuestros orígenes.
Tomar contacto con esta evidencia modifica necesariamente la visión, no solo del pasado de la humanidad, sino y sobretodo, de nuestro paradigma actual de que todo pasado fue más primitivo que el presente, y que la era dorada está siempre por venir de la mano de la evolución tecnológica, lo que hace que cada minuto de nuestro tiempo valga cada vez menos porque el que viene será mucho mejor (y durará menos aún).
Los restos de civilizaciones ancestrales siempre han estado allí, son parte del paisaje.
La gente los ve pero ya no se fija en ellos, y nadie puede recordar quien los hizo ni para qué. Nos ha llegado parte de su historia, a veces distorsionada, a veces incompleta.
El resto de ella se ha perdido para siempre, por lo que ya no podemos comprender su verdadero mensaje ni su significado.
Vivimos en un planeta repleto de evidencias que bajo el paradigma actual no tienen explicación – usualmente se distorsiona su origen o utilización para que calce dentro del estándar – y que nos indican que lo que enseñamos y aprendemos como historia es incompleto y en algunos casos incorrecto, pero aun así preferimos no verlas, unos para no tener que replantearse su sistema de creencias, y otros para no perder la manija de la sartén.