Junto al aumento de las protestas por parte de los agricultores y obreros, China ahora se enfrenta a la preocupación de la clase media por una desaceleración del crecimiento y la inseguridad del mercado de valores. El ambiente se ha convertido en demasiado volátil.
Por Walden Bello, 2 de octubre de 2015
Siempre sorprende ver cómo el mercado de valores desconcierta a aquellos que mejor lo conocen.
El gran aumento del precio de las acciones de la Bolsa de Shangai desde mediados de 2014 hasta mediados de este año, con el índice subiendo por encima del 150%, debería haber sido una señal de lo que Alan Greenspan denomina “ exuberancia irracional”, es decir, los signos inminentes de un colapso en el valor de las acciones al encontrarse muy por encima del valor real de los activos que se negocian.
Pero lo mismo que ocurrió con Greenspan durante la crisis de Wall Street en 2008, ni los inversores chinos, ni los inversionistas extranjeros, ni el Gobierno chino, parecían estar preparados cuando el mercado de valores inició un rápido descenso a principios de este verano. El índice compuesto de la Bolsa de Shangai se desplomó un 40% en pocas semanas, lo que provocó un colapso global del precio de las acciones, obligando a Beijing a intervenir para obtener una mejor cuota de mercado, pero cuando esto se vio como insuficiente, optó por devaluar el yuan.
Mediante un estímulo de 585 mil millones de dólares a raíz de la crisis económica de Estados Unidos en 2008 y la crisis de la deuda soberana de Europa el año siguiente, China parecía haber capeado el temporal que sufrieron las economías occidentales durante varios años. Sólo era cuestión de tiempo, pensaban los analistas, para que Beijing y los BRICS ocupasen un primer plano frente a los tradicionales motores de la Economía mundial. Pero este optimismo duró poco.
El colapso del Mercado de Valores de Beijing profundiza una nueva etapa de la actual crisis del Capitalismo global.
La lucha en torno a la estrategia económica
Cuando el entonces Presidente Hu Jintao y el Primer Ministro Jiabao pusieron en marcha un enorme programa de estímulo en China, el mayor llevado a cabo en el mundo teniendo en cuenta el tamaño de su economía, su objetivo iba más allá de proporcionar un alivio temporal a los vaivenes de los principales mercados de exportación, Estados Unidos y Europa. El estímulo se pensó como un acicate para el consumo interno, en lugar de las exportaciones, el centro de gravedad de su economía.
El plan tenía un sentido económico, no sólo porque los mercados de exportación eran muy volátiles, sino también porque el exceso de inversiones en la exportación había dejado infrautilizadas una serie de capacidades de la Economía. Se trataría de favorecer un mayor poder adquisitivo para los campesinos y los obreros, que habían estado desfavorecidos por la prioridad dada a la Industria, orientada a la exportación y la obtención de beneficios. Y desde el punto de vista político, ayudaría a los líderes chinos a defenderse de las denuncias internacionales sobre las grandes cantidades de excedentes comerciales que corrían por el país.
El problema es que este cambio también supondría la transformación de quienes saldrían ganando y perdiendo en el panorama social de la nueva China.
El crecimiento orientado a la exportación ha creado un conjunto de intereses políticos y económicos que se ha traducido en un poderoso grupo de presión durante los últimos 30 años. Incluyen organismos gubernamentales de planificación, como la Comisión de Reforma de Desarrollo Nacional y el Ministerio de Finanzas, los cuales fueron los promotores de la estrategia de industrialización impulsada por las exportaciones; empresas estatales y privadas orientadas a la exportación; Gobiernos locales y organismos del Partido Comunista en las provincias costeras; y las empresas de construcción de propiedad estatal, cuyos proyectos de infraestructura apuntalan la estrategia impulsada por las exportaciones.
Un interés clave de estos grupos de presión (lobbies) ha sido la infravaloración del yuan para que las exportaciones chinas fueran competitivas. Otro ha sido el de mantener unas bajas tasas de interés, de hecho, negativas, si se tiene en cuenta la inflación, manteniendo los ahorros de las personas en unas tasas muy reducidas para favorecer a las empresas orientadas a la exportación y a las empresas de construcción. Los economistas han denominado a esta política “represión financiera”.
Junto a los pequeños y medianos empresarios que atienden al mercado local, los perdedores han sido los trabajadores, los campesinos y la población en general en sus papeles de ahorradores y consumidores. El pocas palabras, como el economista Hongying Wang dijo, “todos los que han sufrido el sistema financiero han sido privados de su parte correspondiente de la riqueza nacional”.
Los grupos de presión de la exportación no se limitaron a neutralizar el plan para hacer del consumo interno la vanguardia de la Economía. También han sido capaces de impedir la aplicación del gran programa de estímulo que tenía la intención de colocar el dinero y los recursos en manos de los consumidores. Según las estadísticas citadas por Wang en Caijing Magazine, alrededor del 70% de los fondos de estímulo fueron a parar a las infraestructuras, mientras que sólo el 8% se destinaron a bienestar social y adquisición de vivienda, atención sanitaria y educación.
La represión financiera provoca especulación
Esta represión financiera ha tenido consecuencias especialmente perniciosas.
Con el poco dinero obtenido de los depósitos bancarios, un gran número de chinos optaron por acudir al mercado de bienes raíces y de la propiedad. Además, esto fue algo alentado por las autoridades, preocupadas por el descontento general ante la falta de opciones para dar salida a los ahorros. Este estímulo también pretendió aliviar los requisitos de los préstamos de los bancos estatales para así permitir a la gente invertir no sólo sus ahorros, sino también el dinero prestado.
La especulación sobre la propiedad fue la inversión elegida durante muchos años. Pero como ocurrió en Estados Unidos con las hipotecas subprime durante la burbuja inmobiliaria, el mercado atrajo a demasiados inversores, dando lugar a una quiebra a principios de 2014. Miles de rascacielos quedaron sin terminar, ciudades fantasma, abandono de proyectos de viviendas y centros comerciales prácticamente desiertos, como el New South China Mall en la provincia de Guangdong, que había sido promovido como “el mayor centro comercial de Asia”. Algo parecido a lo que ocurrió en Tailandia durante la crisis financiera de Asía en 1998, pero a una escala mucho mayor.
Después de esta debacle inmobiliaria, los inversores huyeron hacia el Mercado de Valores. Con el Mercado de Valores de China situado por encima de los 10 billones de dólares y el índice de Shanghai disparado por encima del 150% en la subida entre mediados de 2014 y mediados de 2015, el mercado parecía ser una apuesta segura y gratificante. Cientos de miles de inversores de poca monta se precipitaron al casino capitalista, con dinero muchas veces prestado por los bancos estatales chinos.
Cuando el índice de Shanghai llegó a su punto culminante a mediados de junio, un analista de Bloomberg observó que el aumento del año pasado fue de “5 billones de dólares por encima de la totalidad del mercado de valores de Japón. Ningún otro mercado de valores había crecido tanto durante un período de doce meses”.
Pero vino a continuación un descenso del 40% en el índice de Shanghai. Cientos de miles de inversionistas chinos registraron enormes pérdidas y ahora tienen deudas. Muchos perdieron todos sus ahorros ( una tragedia personal en un país con un sistema poco desarrollado de Seguridad Social).
Consecuencias políticas
Está surgiendo un enorme descontento por el fracaso del Gobierno para evitar este fracaso. Los que han perdido en el Mercado de Valores podrían tomar las calles, y Beijing trata de disculparse echando la culpa a los analistas y corredores de Bolsa. Las autoridades han realizado casi unas 200 detenciones de cara a la galería, e incluso se ha protagonizado una confesión televisada de un analista diciendo que había extendido rumores falsos sobre el Mercado de Valores.
Con la profundización de la crisis económica, el descontento de los han perdido sus ahorros se une al miedo a lo desconocido, algo que acecha a la clase media. De hecho, la moderna clase media china, que ha surgido durante el último cuarto se siglo de rápido crecimiento, no tiene ninguna experiencia con las sombrías perspectivas de una recesión económica real.
Otros ingredientes añadidos a esta volátil mezcla, están aumentado las protestas de los campesinos y los trabajadores, con una gran variedad de quejas, incluyendo la contaminación ambiental, la apropiación de tierras por parte de las autoridades locales, y la falta de derechos de los trabajadores. De acuerdo con el Boletín Laboral de China, las huelgas se han convertido en la “nueva normalidad” en China: hubo 1378 huelgas y protestas de trabajadores en 2014, más del doble de la cifra de 2013 y el triple de las de 2012.
Durante las últimas tres décadas, el Partido Comunista de China ha sustituido el Socialismo como la base de su legitimidad por una apuesta basada en un rápido crecimiento y una Economía Capitalista. De hecho, una de las razones clave para que el Partido no haya podido abandonar el modelo de crecimiento económico basado en la exportación, es que se considera que esta estrategia ha demostrado y ha puesto a prueba que logra un alto crecimiento.
Lo que importa ahora es saber cómo el Gobierno actual de Xi Jinping va a afrontar las expectativas de los ciudadanos en un período de menor crecimiento, lo que aumentará el desempleo, mayor desigualdad, y un creciente descontento. ¿ Continuará caminando en torno al mismo conjunto de intereses que han dominado la sociedad durante los últimos 30 años? ¿ O va reunir el suficiente coraje para liderar el camino hacia un nuevo paradigma de desarrollo, basado en el consumo interno y una mayor equidad?
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Walden Bello escribe en Foreign Policy In Focus, y es analista del Bangkok-based institute Focus on the Global South y representante de Akbayan (Partido de Acción de los Ciudadanos) en la Cámara de Representantes de Filipinas. Puede ponerse en contacto con él enwaldenbello@yahoo.com.
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