El misterio de Ometepe

 

 Una colaboración de Liana Oprea

En el puesto fronterizo, colgada de la pared, detrás del escritorio, está la foto del Che Guevara, en blanco y negro. Su rostro mira hacia ti, como un abuelo de familia, que, en sus tiempos de juventud, hacia que las chicas se volvieran, cuchicheando, para mirarlo una vez más.

De madrugada, estaba ya entrando en Nicaragua. Esta área de la frontera, pegada a Costa Rica, parece estar siempre cubierta de polvo, ó, quien sabe, tal vez se trata solamente de la luz cenicienta, bailando antes del amanecer.

A menos de diez minutos de la estación polvorienta, de donde se cogen los ¨aviones¨ (antiguos autobuses escolares norteamericanos utilizados en el presente para el transporte público), el camino se convierte en una vía asfaltada con dirección noroeste.

A la izquierda, sobresalen del terreno llano, las turbinas eólicas brillando de tal forma, que parecen hilando luces, y no solo viento.

A la derecha, empieza a crecer un lienzo oscuro de agua: El Lago de Nicaragua.

Después de un tiempo, la tierra se estrecha en el abrazo dulce-salado del agua.

A la izquierda, el Pacifico y San Juan del Sur – el paraíso de los surfistas principiantes  donde el océano deposita berberechos de color rosa y la arena es tan caliente, que te puede resultar imposible atravesar descalzo la distancia entre los caminos peatonales y el agua.

A la derecha, rodeada por el lago de Nicaragua, Ometepe – la isla de los volcanes gemelos. Uno de fuego, el otro de agua: Concepción (1610m), que todavía tose humo, y tiene, hasta en los días soleados, su cono árido coronado por un halo blanco, opaco y Maderas (1394m), cubierto de vegetación, con el cráter durmiente lleno de agua fría, clara, de un verde profundo.

Entre San Juan del sur y San Jorge (que es el puerto más cercano de la salida de los ferry-s hacia Ometepe) encontraras la pequeña ciudad de Rivas. Para la mayoría de los turistas, parece una simple estación de autobuses, cuando quieren cambian el océano por el lago (ó viceversa). Para otros, por el contrario, resulta un excelente pretexto para salir del traje de turista y mirar por debajo de un sombrero de indígena. Rivas cuenta sus historias entre susurros, por lo que resulta difícil atraparlas si vas con la prisa típica del turista occidental. Pero si eres un devorador de cuentos, encontrarás el mejor sitio para ¨pescarlos¨ en el parque central, en el lado opuesto a la gran iglesia de estilo colonial de San Pedro. Los lugares como Rivas me han enseñado que la realidad está siempre en movimiento y que nunca hay un momento en el que no ocurra nada. Incluso en sitios donde creemos que no suele pasar nada.  La recompensa reside en el sentimiento de descubrir por tu cuenta un tesoro inesperado.

En San Jorge, a 4km y 2 dólares (en taxi) del centro de Rivas, un californiano cumplió su sueño de juventud y construyó una pensión llamada Hotel California. No tuve ocasión de ver como es el Hotel California en la imaginación de un fan Creedance, porque salía mi ferry hacia la isla. Por 40-60 córdobas (2 -2.5 dólares) el ferry cubre la distancia hacia Ometepe durante una hora de fuertes balanceos, que poco te permiten gesticular, dado el hecho que tienes las manos bastante entretenidas con agarrarse de cualquier soporte fijo.

El vasto Lago de Nicaragua (8624km^2, el segundo como superficie de América Latina ) envía tal oleaje hacia la orilla, que tus deseos de cruzarlo nadando se esfuman. Si de todas formas insistes, te conviene saber que aquí vive una especie de tiburón de agua dulce – única en el mundo, según dice la gente. Todos se han puesto de acuerdo sobre la existencia de los tiburones, pero las opiniones empiezan a dividirse cuando se trata del comportamiento de los mismos: unos dicen que son perezosos y tiernos, otros que son espantosos y comen hombres. Mientras tanto, los dos volcanes (Concepción es visible desde Rivas) se acercan, balanceando la cuna de su isla, como si Ometepe fuera su mecedora.

Ometepe (¨dos montes¨ en náhuatl) tiene el aspecto de un ocho – con un monte en cada lóbulo. En el centro, donde el ocho se entrelaza en el símbolo del infinito, la tierra de la isla se estrecha en un pequeño istmo flanqueado por las aguas.  En realidad, la isla es el resultado de la actividad volcánica, y, según cuenta una leyenda local, es el fruto del amor entre un rey y una reina. Los herederos gemelos de la pareja real, un niño y una niña, fueron convertidos en dos volcanes para proteger la tribu. La madre, desesperada, se transformó en un huracán y, desde entonces, los sigue buscando. De sus lágrimas nació el lago Nicaragua.

Varias supersticiones de la isla hablan de seres sobrenaturales y extraños acontecimientos que conviven ligeramente con la realidad cotidiana: el engañoso Chico Largo atrayendo a la gente a firmar pactos demoníacos, luces que espantan por la noche a los caballos, hombres que se convierten en animales, según rituales extraños. La riqueza cultural precolombina se transmite con intensidad a los extranjeros más sensibles. De hecho, muchos viajeros que se quedan a pasar la noche en la isla, suelen decir que tienen sueños raros e intensos.

El ferry de San Jorge llega a Moyogalpa, uno de los centros de actividad local. Una carretera que sigue más o menos el perímetro de la isla une los principales pueblos y puntos de interés, por medio de autobuses con horarios relajados. El rumbo tranquilo y aislado de la vida isleña, mezclado  con aquel sentimiento indefinido pero persistente del espacio sacro, dibuja un ambiente atemporal, como si la isla tuviese su proprio tiempo. Quienes han pisado alguna vez Ometepe descubren que se han quedado mas tiempo de lo que planeaban.

Los indígenas de la isla son gente amistosa y acostumbrada a los turistas del mundo entero, y realmente hay cosas que ver y admirar en Ometepe. Escalar volcanes, tomar el sol en la playa, bucear entre los peces de Ojo de Agua, seguir rutas con ó sin guías en la selva tropical, a la cascada San Ramón, los misteriosos petroglifos precolombinos son de obligada visita. Y si buscas tranquilidad y reposo, una siesta en la hamaca, debajo de arbustos florecientes, es todo lo que el médico te recomienda.

El potencial turístico sin explorar de Nicaragua la convierte en una ruta de viaje exótica y de precios muy accesibles. El presupuesto de una semana de vacaciones en Europa te basta un mes en este rincón mágico que lleva el Pacifico en un lado y la isla misteriosa en el otro.

Los nicaragüenses están orgullosos de su país, aunque debido a la pobreza tienen que partir a Costa Rica, ó El salvador a buscar trabajos mejor pagados.

Los habitantes de Ometepe están igual de atados a su isla. Isla que les ha protegido de guerras, incluso del ultimo conflicto civil de lo 80, por su posición aislada, y, según ellos, gracias a los espíritus que persisten en los volcanes gemelos.

Aunque el volcán Concepción sigue activo y, de vez en cuando, estornuda ceniza y humo (la mas reciente fue en 2010) la isla no está afectada. Las corrientes de aire llevan las emisiones del volcán hacia noroeste, encima del lago. Como si la leyenda estuviera aún viva. Como si Concepción y Maderas estuvieran todavía de guardia, protegiendo a su tribu.

5 comentarios en “El misterio de Ometepe

  1. Visité Nicaragua en la transición de Daniel Ortega y Violeta Chamorro. Os dedico este poema para que compartáis conmigo las añoranzas por tan dulce país.

    A NICARAGUA

    Allá arriba arde el volcán.
    El Masaya humea y el Momotombo.
    Vienen Pedro de Alvarado por el norte
    por el sur Pedrarias Dávila
    William Walker por el centro.
    Aires de oriente y occidente
    ondean en sus faldas.
    Hay volcanes que dormitan
    bajo el lago Managua y Nicaragua.
    Pero arriba arde el volcán.

    Huelen a sangre fresca las
    entradas a los hospitales.
    La sangre es más triste los domingos.
    Las guerrilleras llevan pantalones apretados
    pero los guerrilleros tienen vendas en las frentes
    y andan en sillas de ruedas y en muletas.

    Son menos los niños descalzos e iletrados
    por esta Centroamérica
    donde no hay algodón zapotes ni papayas.
    Junto a los monumentos a Rubén Darío
    y al soldado combatiente
    salsa salsa salsa.
    Pero arriba arde el volcán.

    Sube sube Nicaragua
    hasta las cumbres de tu Momotombo y tu Masaya
    hasta encontrar tu flor del Sacuanjoche
    y tu paz y tu armonía eternas.

    De mi libro Poemas a Iberoamérica.

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