La palabra filosofía carga desde su acepción un sentido paradójico, o al menos así lo anuncia su etimología. La palabra «filosofía» está compuesta por dos vocablos griegos: philos, que significa amor, y sophos, que significa sabiduría.
Me gustaría pensar que, al llamarse «filósofo», Pitágoras —aquel primer hombre que, según cuentan, se aventuró a nombrarse como tal—, pensaba en su labor como algo que consistía en más que un mero ejercicio racional o intelectual, como una labor que estaba fundada en un deseo por aprender, en un amor por saber, lo cual exige también una disposición de ese otro polo humano que algunos filósofos han despreciado a lo largo de los siglos: las pasiones, lo irracional. Pitágoras era un «amante de la sabiduría». Seguir leyendo Sin amor no hay filosofia