Carmen Inda se planta frente la puerta de su casa en el neoyorquino barrio de Williamsburg y me dice: “acabas de ver esta puerta por primera vez. En tu hipocampo se empieza a conformar un recuerdo. Si vienes dentro de una semana y ves la puerta de nuevo, tus neuronas recuperarán esa memoria y habrá un proceso de reconsolidación que la hará más firme. Esto es lo que yo estudio. Pero si en ese mismo momento te inhibo la síntesis de proteínas en el cerebro mediante fármacos, te bloqueo algunos genes, o te suministro un electroshock, podría ser capaz de extinguir ese recuerdo. De eliminar la puerta de mi casa de tu memoria”.
¡Toma ya! Os prometo que yo iba sólo a ver si Carmen me subalquilaba su piso mientras se iba de vacaciones a su Huelva natal. Ni siquiera sabía que estaba haciendo un postdoctorado en neurociencia en el Mount Sinai School of Medicine.
Tras insinuarme lo de la puerta Carmen dijo que se tenía que ir ¡Eso sí es dejarle a uno a medias frente la puerta de tu casa! Le pedí que me enviara bibliografía científica, y a los 4 días ya me tenía en su laboratorio interrogándola sobre cómo se puede emular al doctor de la gran película “¡Olvídate de mi!” (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Gondry 2004) y borrar para siempre recuerdos que puedan atormentarnos.
La película
“Eternal Sunshine of the Spotless Mind” es un alegato al amor de verdad y a las segundas oportunidades. Kate Winslet y Jim Carrey se enamoran, al tiempo su relación decae, y deciden separarse. Pero sus cerebros todavía se aman.
El dolor del recuerdo de lo que pudo ser es tan grande que ambos deciden -cada uno por su lado- acudir a un doctor para que borre de sus memorias a su expareja y todo lo que pudiera recordarla. Reviviendo recuerdos con fotos y objetos y suministrando pequeñas descargas eléctricas consiguen ir eliminando todo rastro de suamor. O casi.
Carmen quiere dejar bien claro que si bien la idea básica de Gondry coincide bastante con el objetivo final de estas investigaciones (en una ocasión le llegaron a preguntar y el director reconoció que había concebido la historia como pura ficción sin tener ningún asesoramiento científico), hoy por hoy estas técnicas para borrar recuerdos no se pueden utilizar todavía en humanos. En su laboratorio Carmen sólo reconsolida memorias de ratas, e investiga métodos para eliminarlas. ¡Que no es poco!
El experimento
Pones una rata en una caja con luz. Dejas que explore. Entonces abres una puertecita que comunica con una habitación oscura. La rata, que es curiosa por naturaleza y en realidad prefiere la oscuridad, entrará casi de inmediato a la habitación. Entonces le suministras una pequeña pero dolorosa descarga eléctrica. Lo repites 4 veces. Y con varias ratas.
Dos días más tarde coges un tercio de esas ratas y vuelves a repetir el experimento. Estás reactivando y consolidando el recuerdo de que en la habitación oscura recibes descargas eléctricas. Si más adelante pones de nuevo las ratas en una caja con una puerta abierta hacia una habitación oscura, el tercio que ha repetido el experimento tardará más tiempo en entrar a la habitación que el otro tercio que actúa de control y no ha sufrido reconsolidación de memoria. Lógico hasta aquí.
¿Pero qué ocurre con el último tercio de las ratas? Con ellas también repites el experimento de las descargas eléctricas en oscuridad, pero con una diferencia: les inyectas un inhibidor de síntesis de proteínas llamado anisomicina en sus cerebros. Resultado: te acabas de cargar el recuerdo inicial de que en la habitación oscura dan descargas eléctricas. Cuando vuelves a poner a las ratas por tercera vez en la caja, entran significativamente más rápido a la habitación oscura que las ratas control que recibieron descarga sólo el primer día. Impresionante.
Dos consideraciones importantes para asumir esto:
1- A nivel molecular los recuerdos son lábiles; dinámicos. Esto es fundamental para entender la base fisiológica del proceso. Cuando tú reactivas la memoria, las neuronas en las que está codificado ese recuerdo se activan de nuevo; entran en un estado inestable en el que son susceptibles a cambios. Pueden reforzarse, modificarse… o eliminarse.
2- El carismático Eric Kandel recibió su premio Nobel de fisiología por sus estudios con un molusco marino llamado Aplysia, con el que demostró que la síntesis de proteínas era un paso imprescindible en la formación de memorias a largo plazo. Sin ella no hay recuerdo.
Uniendo ambos conceptos, si tú puedes reactivar las neuronas implicadas en un recuerdo e inhibir la síntesis de proteínas mediante anisomicina o propanolol, bloqueando la expresión de ciertos genes con ADN mensajero, o con electroshocks que saturen todas las vías moleculares, podrás quizás eliminar el patrón de actividad neuronal y por tanto extinguir el recuerdo asociado. En ratas se ha conseguido. Y en humanos, intentado.
Lento camino hacia la extinción de recuerdos traumáticos
A un humano no le puedes inyectar anisomicina porque es tóxica. Ni bloquearle tan alegremente la expresión de ciertos genes. Y los shocks electroconvulsivos para distorsionar memoria sólo estaban permitido en ciertos pacientes hace algunas décadas. Esta es la principal limitación para trasladar estos experimentos en ratas a humanos. De momento continúa siendo mucho más eficiente una terapia psicológica conductual, donde sin saber qué está pasando a las neuronas, también las reactivas y alteras modificando la experiencia asociada al recuerdo doloroso. Pero el propanolol que he citado en el párrafo anterior no es tóxico, y muchos tests en animales de laboratorio han demostrado que sí es capaz de borrar recuerdos. De aquí a que ya se hayan realizado algunos estudios con pacientes con trastorno de estrés postraumático. Los resultados iniciales fueron esperanzadores, pero Carmen Inda explica que las últimas revisiones en la bibliografía indican que el valor terapéutico del propanolol es prácticamente nulo. Se deberá buscar otra vía.
¿Para qué olvidar?, podrías estar pensando. Desglosemos la respuesta en dos partes. Primero en la propia comprensión básica de cómo reforzamos, modificamos o eliminamos los recuerdos. Carmen ya sabe que su vía de investigación no va a derivar directamente en un fármaco porque la anisomicina es un producto tóxico. Pero le puede acercar a comprender a nivel básico cómo funciona el sistema, y a partir de allí, explorar otras posibilidades. Por ejemplo, su jefa Cristina Alberini ha demostrado que haciendo lo contrario (estimulando la síntesis de proteínas con un factor de crecimiento llamado IGF-II), es capaz de reforzar la memoria en ratas; hacer que sus recuerdos sean más fuertes y tarden más a olvidar. Esto puede tener implicaciones en aprendizaje, y dicen que quizás en enfermedades neurodegenerativas o evitar el deterioro cognitivo con la edad. Muchas vías no previstas a priori se abren cuando vas experimentando y comprendiendo la ciencia básica detrás de los procesos naturales.
Lo segundo es más dirigido. Las aplicaciones que se vislumbran son, por ejemplo, adictos en fase de recuperación a los que eliminar recuerdos condicionados que les hacen recaer en el consumo de drogas. Pero la principal ventana son los pacientes con Trastorno de Estrés Postraumático: Intentar manipular el recuerdo de una traumática violación o el fatal accidente de un ser querido.
¿borrar como en la película el recuerdo de nuestro amado o amada porque nos amarga? No se llegará a eso, y posiblemente es una opción cobarde. La moraleja de “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” es clara: nunca querrás olvidar el amor de verdad. Y merece la pena luchar por él por mucho que te haga sufrir. Muá!
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