El presente texto ha llegado hasta mis manos cuando tuve que dirigirme “personalmente” al autor para comunicarle que el archivo en que lo compartió estaba infectado….accedió a su publicación en el blog con la promesa de no dar uso jactancioso a sus hallazgos ni menos seducir mozuelas impactadas a costa de sus citas mediante…(actualizado)
“Tírate en el sofá, en el suelo, siéntate como te de la gana, y disponte a estar con alguien sin límite de tiempo. Ese alguien eres tú.
Tómate el tiempo preciso para hacerte a la idea de llevar a cabo un inventario bastante inusual de tí mismo.
Nadie te observa; estás solo y decidido a averiguar que es ese “tú mismo”, que te acompaña, allí a donde vayas, como contenedor de aquello se supone eres.
No hay necesidad de testigos, y menos, de que como tal quieras ejercer. Lo eres, sin necesidad de que un nuevo fragmento tuyo asista externalizado al evento integrador, en que sujeto, objeto, y acto han de ser la misma cosa.
Libremente has decidido comprobar la sustancia de que estás hecho; aquello que subyace a la persona que con tanto trabajo has construido, y que lejos de ser tu verdadera identidad, es algo a lo que te apegas por convención como verdadero fruto de toda una vida, pues huyes de la misma vergüenza primigenia que dio lugar a su construcción.
Recrea, si quieres, a Adán y Eva pillados de marrón en el Edén, y expulsados del mismo, no sin antes haberse dado por vez primera cuenta, bajo la furibunda mirada de Yaveh, de hallarse completamente en pelotas. Es esa vulnerabilidad básica, la que merece atención.
La persona, es nuestra cosecha de plusvalías en el marco del espacio-tiempo, y opera básicamente bajo premisas de productividad, rendimiento y eficacia. Al darse éstos en un contexto de relación con otros semejantes, olvidamos la referencia inicial respecto a la cual establecer su valor, o sea, la mirada inocente del niño desde la que partió.
En sustitución de ello, todo valor pasa a ser una medida establecida con respecto a patrones externos aprendidos, y representados en el mundo que habitamos, junto a aquellos semejantes implicados en procesos similares, dentro de una obra colectiva absurda. Ésta reclama para si todo el potencial de la existencia puesta en juego, cuya finalidad no es otra, sino la perpetuación de la maquinaria capaz de regenerar cíclicamente el espejismo colectivo, en cuyo superficial reflejo, el ser de la persona resulta explícito para la mirada confinada dentro de las expectativas de las que obtiene razón de si misma.
Basándose en la obviedad sensitiva y cognoscitiva con que la persona se maneja por lo que cree ser la vida, contempla la muerte. Toda alusión a ella, es emocional e intelectualmente rechazada, pues implica, en cualquier caso, la cesación de la impostura de la persona, y la vuelta a la mirada a través de la cual observa el Ser.
Dado que la persona, usualmente acota el ejercicio de su imaginación dentro de los márgenes que delimitan su propia existencia, carece de verdadera libertad para imaginar aquello que tampoco puede alcanzar a comprender.
La maquinaria del espejismo emanado, por y para el colectivo consenso en torno a la necesidad de existencia de la persona, detecta las zonas donde percibe amenazas a su integridad, y coloniza los ámbitos que puentean éstas con objeto de procurar su propia supervivencia. La forma mas recurrente de hacerlo, consiste en convertirlo en negocio. Así, consigue nutrirse de todo aquello que la amenaza.
Desde esa perspectiva, la vida por entero, ha de suponer una inversión cuya rentabilidad pueda ser entendida desde la propia maquinaria que la propicia, por tanto, cualquier intento de escape, ha de revertir en la propia amplitud del mercado en que tal negocio opera.
Cualquier camino colectivo fuera del ámbito de la creación de personas conscientes de serlo, está intervenido. El orgullo en todas sus dimensiones, es la recompensa. Para ello, hasta el más nimio atisbo de vanidad es explotado, y conducido hacia el horizonte de la lucha contra la finitud, haciendo que cada cual se tome como medida del coste empleado en acceder a las metas impuestas, y haciendo parecer que sean éstas las que brotan espontáneamente de la naturaleza de cada uno en forma de deseo. En el mundo normal, de las personas normales, es esta forma de desear la que se establece como único posible camino para alcanzar la libertad, en su faceta personal.
Quienes se hallan incapacitados para experimentar sin conflicto, la vida como producto, pasan a formar parte de un gueto virtual, con muros invisibles, pero explícitos en su trazado y consistencia.
El libre albedrío, viene a ser expresado como la capacidad con que cada uno pone precio a su facultad de existir. Uno mismo, o bien se aviene a ser convertido en un producto del cual es su propio consumidor, o bien deja de existir. Al menos, dentro del mundo mercado.
Eso, que resulta en extremo doloroso, es utilizado por la propaganda establecida en torno a la realidad-producto, para fortalecerlo. Cuenta, con que los infiernos personales de quienes por inadaptación natural, voluntaria, o forzada, hablen por si mismos.
No es una simple adicción la que produce la persona; es algo bastante más intenso. Quienes no formen parte activa del ciclo regenerativo de la maquinaria de la vida como producto, habrán de quedar expuestos a una carencia de valor individual tal, que vagarán como muertos vivientes, deshauciados de toda ilusión, y aborreciendo su existencia.
Resulta cómico, sin embargo, contemplar ese periplo agónico en el que la mayor de las fortunas no llega a ser comprendida. Al fin y al cabo, es tan simple como liberarse de la persona; eso, que parece imposible, consiste solamente en sacársela como si fuera una ya innecesaria escafandra.
Aquel aire irrespirable y tóxico que había de extinguirnos fuera de su protección, simplemente extingue la necesidad de dar continuidad al reflejo condicionado destinado a protegernos de la finitud de la ilusión de ese algo que toma forma en el espacio-tiempo como entidad personal.
Es una ilusión recreada por la propia mirada, que pone en juego todos sus recursos con la intención de fomentar, a través de las miradas externas, un reflejo confirmador del valor sintetizado, tanto de si misma, como de la operatividad de los medios para ello desplegados. El contexto, es la simple pauta normativa de relaciones interpersonales a tal modo dispuesta dentro del mundo como producto.
Aquello que es su pretensión: hacerse tan real como la realidad misma; pasa por tolerar pésimamente cualquier posible antítesis, así que simplemente transforma ésta en enemigo. Para ello, busca la implicación de la inteligencia, que extorsionada desde el campo emocional, e inducida desde la razón, elabora la justificación de la existencia de aquel enemigo, ensamblando los argumentos con que éste cobra obviedad, dentro de un sentido alienado como una nueva capa de ilusión operante como realidad.
Toda esta defectuosa síntesis, se convierte en una cadena de despropósitos, que oculta la simplicidad de su raíz: El no-ser.
Todo se construye en base al no-ser, pero de modo encubierto.
Cuando algo es deseado, la forma de conseguirlo, no es creándolo simplemente, sino previamente dando lugar a su propia negación. Cada cosa es el vacío que la precede.
¿Qué, pudiera acaso existir como algo absoluto?.
De esta manera, ese mundo-mercado, conjura el hecho de que todo va al encuentro de su no-ser, anticipándolo.
El concepto de obsolescencia intrínseca, apuntando en esa dirección, pasa a ser incluído en todo diseño como obsolescencia planificada, y no solamente en el desarrollo de objetos, sino de cualquier realidad-producto en el ámbito de la persona.
Se vacía al indivíduo en su infancia, gracias a la complicidad de quienes en su entorno aspiran a su perfecta perso-normalización, y después se le vende relleno de por vida, en cómodos paquetes.
De este modo, se mantiene el automatismo de la maquinaria mediante la cual, la opción de reducirse a persona, se asemeja a la máxima amplitud de aquello a que aspira convertirse el indivíduo, y donde la opción de cambio, puede ser adquirida a modo de libertad personal de elección.
En nuestra cultura, no tiene cabida el concepto del no-ser en el contexto de su propia naturaleza. Con ello se pretende desactivar la realidad de la que es parte integral e indisoluble. Aceptado como concepto aislado, e incluso como foco generador del reflejo en que, sin salirse del ámbito de la persona, pues permanece apegado y dependiente de él, es el mismo espejo en que se contemplan hipnotizadas las élites que manejan la maquinaria del mundo-producto.
Consumidores del producto-realidad resultante, y grandes conocedores de los diversos grados de las capas que lo constituyen, encuentran la manera de dotarse de todos aquellos privilegios que existen en el mundo que ellos mismos han creado mediante la hipnosis cíclica del consenso colectivo, para poder asegurarse la garantía de su disfrute.
Van más allá de la mera satisfacción de sus personas, pues ni ellos mismos llegan a identificarse con tal cosa; simplemente las usan para disfrutar de su propia creación. Continuamente reinventan aquellas reglas de juego que permitan a la maquinaria seguir operando para que su deleite no encuentre merma alguna. Son los creadores del juego de la realidad-producto, e implementan los cauces de sus satisfacciones, articulando su deseo como órdenes de producción, que requieren de toda la maquinaria en servicio y plena operatividad.
Para facilitar el que tal hecho se perpetúe, crean todas las facetas del temor necesario para impedir la noción de posibilidad de vida más allá de la persona, sembrando ésta, según una escala de proporcionalidad dentro del contexto holístico universal, de la miseria que pretenden externalizar encubriéndola mediante el agasajo de supremas ambiciones; una proyección de su propia finitud.
Así, viene a ser, que obtienen el adictivo producto con que satisfacen un deseo ilimitado de inmortalidad, vaciando todas cuantas vidas queden a su alcance.
Lo relevante no es si lo consiguen, o si fracasan, sino el hecho de que, la inmortalidad a la que aspiran, solamente puede tener sentido dentro del statu quo desde el cual es deseada. Si buscáramos en que se basa aquél, encontraríamos los diversos grados en que intervienen, con la entrega de su energía a la creación del engaño por consenso, quienes constituyen elementalmente el mundo-producto desde la identidad de la persona.
El condicionamiento mediante el que opera, es indesligable de su propia finalidad, pues pertenece a un ciclo que se retroalimenta a si mismo, y cuya dinámica implica, que la Nada sea impensable como constitutiva de la realidad.
Bajo este condicionamiento, se obliga a que el individuo, en el intento de cobrar conciencia de su ser, encuentre productos-personalizados en los que embutirse como identidad, de manera que pueda ir revistiéndose con sucesivas capas mediante diseño prsonalizado de si mismo.
El coste de la elaboración de la persona, es el precio de toda una vida, más su valor efectivo es ridículo al margen del parámetro de importancia personal.
No obstante, nada es desperdiciado en el universo, ni siquiera los vanos intentos de negar su propia constitución. Así, y de forma ajena a la comprensión que de ella se tiene, la vida cumple su función, yendo al encuentro de su no-ser, aún a pesar de la oposición ejercida desde la persona y su mundo. Todo esto, es entregado a la Nada de donde todo proviene, y transformado en energía.
Es ese momento, el que vale toda una vida, pues en él, lo liberado es la medida de interpenetración en el Ser.
Lo vivido, en el no-espacio, no-tiempo, tal que una trama extendida, e interconectada infinitamente, carece de principio y de final. No puede ser contemplado, sino mediante asimilación desde dentro de ello mismo; esto es, un darse cuenta infinita, cuyo cauce es el abandono a la infinitud misma de toda instancia previa y ajena a ella.
Todo y Nada son indivisibles expresiones recíprocas de una dinámica, que es el pulso de la Eternidad; esa es la verdadera medida en que lo vivido es la energía fruto de su liberación.
Es por ello, que el constructo personal, tiene sentido.
No es un sentido que provenga de habitarlo del modo en que lo hacemos en el plano en que halla su razón de ser, pues aquel valor que le otorgamos cuando nos es vendido como escala de la valía de nuestra existencia, es falso; sino por su cesación en el límite de su propia dimensión al inútilmente pretender la expansión de ésta.
De suerte, soñamos; y con ello, gran parte de ese cuerpo que habremos de habitar como luz que recorre todas sus conexiones, se acomoda a no ser una chapuza ocasionada por la persona, con su hambre convertido en precio. Es el modo en que se equilibra la trama que nos da la existencia, para que en el momento en que seamos ese mismo tejido de lo vivido, y hayamos de iluminarlo, no nos de un pasmo.
Quizá sea eso el infierno, un trozo de tejido cósmico que se abrasa, combustido por la luz, pues no conocía el vacío.
Según vamos derivando hacia los aspectos más sutiles de la existencia, podemos comprobar como es la realidad de la persona la que establece barreras y límites, pero que al margen de ella, lo real sigue siéndolo aunque opere sin las leyes habituales que rigen aspectos como la gravedad.
Si ya hemos comenzado a notar como el suelo que pisábamos comenzaba a hacerse inestable; en vez de aferrarnos a algo, vamos a dar un gran salto, sin miedo de que la razón pueda o no seguirnos. Quizá hace ya rato, que ésta se ha convertido en una cama elástica.
Perder la razón, mientras se rebota en ella, ascendiendo voluntariamente en la locura, resulta gozoso.
Podemos practicarlo durante un buen rato; al fin y al cabo,
solamente desde un cierto punto de locura podemos continuar, pues en lo que sigue, apenas si ha de intervenir la lógica.
Ese que cree estar observando, o bien dando soporte a la observación, va hacia las voces conocidas de si mismo, aquellas que han sido suficientes, cualesquiera que fueren, para conformar los límites de la persona. Solamente cuando ésta comienza a ser experimentada como una prisión, podemos ser capaces de experimentar la incertidumbre primordial mediante la que recobrar el sentido. El sentido radica en la aproximación al Ser.
Felicidad y dolor sirven para crear la dinámica de base para la construcción de la experiencia vital, pero hay cierto tipo de circuito que opera más allá del tiempo, y permite formar parte de la expansión del universo en la nada.
En este mismo momento, ya no existe sociedad a la que pertenecer, ni cultura que manifestar en modo alguno. No existe nada en que creer, nada que atacar, nada de que defenderse.
Cualquiera de las razones por las que has llegado hasta aquí carece de valor, pues por nada podrán ser intercambiadas: La nada es su medida.
Ganar o perder está a punto de dejar de marcar la línea del horizonte, ya que recogeremos éste en el punto original del que parte como ilusorio plano de sustentación de todo lo que hemos venido considerando era el suelo que pisábamos.
El núcleo de la luz, que ilumina y no se combuste, es la nada. Su sustancia, Amor.
Cuando puedas ser el propio vacío de ti mismo, y atrás quede el eco del sufrimiento-goce de la persona y sus expectativas, apegos y medidas, el ser se hará patente.
Cada cosa es el vacío que le precede.
Llámate gilipollas con convicción, y estudia tu reacción. En lo más profundo de tu mente, sabes que lo eres, y que llevas una vida entera huyendo del momento en que habrías de hacerle frente.
Siéntete como un auténtico imbécil haciendo algo ridículo, e inútil, y date plena confianza para experimentarlo.
No te odias, ni acudes al encuentro de lo imperdonable que hay en ti por hecatombe alguna que haya causado. Simplemente deseas conocerte en una plenitud de ser que de ningún otro modo has llegado a experimentar.
Hazlo, e insiste aunque te de la risa, otorgándote la oportunidad de sentirte tan cretino como puedas. Eructa, échate un pedo, hazte una paja, abofetéate, hurga en la nariz, haz muecas, o lo que te apetezca.
Suelta las riendas, y con ellas, todo lo que crees saber de ti mismo, pues en verdad nada sabes, salvo lo suficiente para experimentar ahogo dentro de la escafandra del yo social en que te has venido paseando por el mundo.
Por lo que sea, has decidido llegar al final de la huida, dejando de interponer cosas entre tú, y quien en realidad eres. Hay un mundo entre ambos, y es ese el que habrá que diluir en la nada, ni más, ni menos.
Vamos a conocer el vacío en expansión, y para ello seremos energía de amor liberada gracias a una conciencia indistinta del perdón. Es por eso, que tomaremos la más valiosa herramienta a nuestra disposición: El demérito.
Deja que tu imbécil se muestre en toda su magnitud, con todos sus miedos, chanzas, bravuconadas y vergüenzas, mientras vas incorporando a él la insensata preocupación por ocultarlo a tus propios ojos.
Ilumina los caminos que llevan al surgimiento de cada tic de pensamiento, saborea cada uno, y asimila su desvanecimiento.
Respira mentalmente y sin preocupación alguna mientras continúas llamando dulcemente al idiota en todas sus facetas.
Incorpora con todo su ajuar, al pureta mojigato, incapaz de admitir su existencia; al cobarde, que todo lo concibe en clave de castigos y condenas; al clasista vanidoso, sonrojado hasta la médula; al codicioso miserable, preocupado de perder alguna recompensa; al razonador tenaz, cuyo cabezón es la medida de las cosas; al justo, siempre dispuesto a ser injusto en pro del orgullo; a todos y cualquiera de esos otros que sobradamente componen la orquesta de tus polifonías.
Se sincero ante ellos como el niño que los contempla estupefacto y divertido. No te arrugues, tampoco te apiades ni excuses.
Si acusas y zarandeas, detecta a quien lo hace. Contempla, reconoce, admite, y calla.
Suple el saber algo, por el darte cuenta de lo que va surgiendo en las profundidades de tu entendimiento; certeza contundente, pero difusa, de algo carente de nombre, que va estableciéndose como marco de tu conciencia, y que va ocurriendo a destellos, mientras continúas con la labor.
Deja que el idiota se incremente, que crezca con cada voz que lo intenta frenar, explicar, etiquetar o dirigir, succionándolas directamente; abduciéndolas.
Rebusca en tu vida sin piedad, entregando todos los vestigios de idiotez posible, así como los imposibles, incluyendo fundamentalmente a ese tu mismo que sopesa a cada paso si algo es idiota, o no lo es.
Todo es indistintamente idiota, y debe ser bombeado con decisión y ritmo hasta los confines del majadero supino que tu propia voluntad está creando como pulsante monumento a la idiotez.
Usa toda la inteligencia para eludir la confusión, manteniendo una desestructurada y humilde actitud, pero sin abandonar la firmeza precisa con que que enviarás a donde ya sabes, a quien dentro de tu mente intente liarla; ¡Yuup!.
Algunas acuden solas, otras huyen espantadas, pero no hay por que seleccionar: Todas caben en nuestro propósito; ¡Todas!
Así es, que van llegando en parejas, donde toda la experiencia queda manifiestamente polarizada, facilitando la tarea de disolverla en su no ser; el idiota.
Van desfilando como en un carnaval, la del ignorante y el vanidoso; la del el pecador y el santo; la del fracasado y el triunfador; la del el culpable y el inocente; la del escéptico y el creyente; el gafe y el afortunado; el mártir y el indolente; el torpe y el arrogante; el adefesio y el vanidoso, el tímido y el exhibicionista…
Procura detectar, y entregar al idiota todo lo que se mueve, revuelve o habla, e incluso a quien pide clemencia. Verás que si lo haces, el idiota no puede parar de crecer, y que cuanto más lo hace, más aún lo puede seguir haciendo.
En un momento estás fuera, contemplando lo que va ocurriendo a medida que las oleadas de perdón y amor llegan desde la disolución de cada voz, y en otro estás implicado en vaciar a la persona que les daba cobijo y asiento en la constitución de su ser. Ambos eran, la misma cosa, y aún lo siguen siendo; finalmente lo comprendes. Estás en el ámbito de los misterios sagrados, cuyo acceso estaba bloqueado por ritos, liturgias y textos erigidos en guardianes.
Eres tu mismo asistiendo a la muerte de tu concepto de ti mismo, y experimentando la liberación que conlleva, por el peso que te abandona, por la resistencia que cede. Aquello en lo que menguas, es la medida en que te expandes.
No hay responsabilidad alguna a que hayas de dar atención, simplemente experimenta la plena libertad, que en ejercicio, es lo que eres; una mera dinámica de liberación que se efectúa donde está siendo efectuada.
Admite que no es penoso en absoluto, sino más bien bastante grato.
El Ser solamente se experimenta en el vacío; el idiota se convierte así en la herramienta propuesta para lograr vacío de uno mismo. Así que, cuando ni siquiera puedas encontrar ya idiotas en ti, habrás de recurrir a toda la idiotez ajena, individual y colectiva, permitiendo que entre a formar parte de la obra, pudiendo hacer salir incluso a los necios más esquivos e indetectables.
Vas a vaciar el mundo, comprobando que la maldad que creemos que en él existe, es simplemente abrumadora y apabullante estupidez.
No existe el pecado, pues nada, ni siquiera un dios contra el que pecar, está fuera de uno mismo.
Masifica exponencialmente el caudal, hasta que no necesite ya de tu control, y dedícate a contemplar con asombro genuino, y exento de toda expectación, el vórtice que estás creando.
Mantén tu atención inmersa en la propia dinámica, que abarca simultáneamente, la descomposición paso a paso de la persona, así como la experiencia de ser algo cuya silenciosa presencia, brillando en su pálpito, se expande proporcional- mente hacia los confines del vacío generado.
Estás reseteando tu sistema, y previamente haciendo un trasvase de datos a un servidor que los convierte en Amor. Esta es la energía que estamos consiguiendo liberar.
Es el corazón de tu corazón, desplegado hasta el infinito, desde donde miran infinitos idiotas como uno solo, y simultáneamente como ninguno.
Permite que suceda la anulación de toda escala de proporción; desconéctate como sujeto que hace algo, y lánzate a su centro, ahogando el último suspiro de existencia independiente del idiota, y date cuenta como, al hacerlo, pierde su nombre junto al tuyo, y al de todas las cosas conocidas, desvaneciéndose todo concepto como pompas de jabón.
Saborea ese inconmensurable, ilimitado, e infinito momento perfecto.
Cuando hayas conseguido disolver tu yo en la experiencia, deja que tu voz verdadera hable, y haga vibrar la Nada, creando el espacio que de ella emerge en forma indistinta de quien eres, pronunciando serenamente: SOY ESTO.
Contempla la belleza en estado puro, y llora como si fuera la primera vez que lo haces. Es tu propia gestación, por medio de la cual sales a la luz de la luz que eres. Compactado en un átomo, emerges.
LIBERA todo el contenido de tu corazón tan largamente como necesites.
Llora ríos; se el torrente donde se vierten todas tus lágrimas de golpe; babea. Ni te interrumpas para enjuagarte ni sonarte los mocos; olvídate de todo, y déjalos correr. Mana liberado de toda forma, como una cascada que aflora desde el interior de lo Eterno.
Pon toda tu atención en el punto más simple, más obvio de lo que está ocurriendo: Contemplas al dolor trenzarse en la dicha a medida que se va liberando. Uno asciende; el otro desciende. Aquello que sale, está en perfecta proporción a lo que en su lugar entra. La expansión de ambos es recíprocamente alimentada; uno hace lugar, y admite su desplazamiento; el otro ocupa su lugar desplazando.
No es un torbellino en el que puedas conocer zozobra sin su correspondiente emergencia. Flotas al hundirte; vuelas al caer; te mantienes cohesionado al descomponerte; e inversamente igual.
Ningún extremo conoce fin.
Deja que te llegue risa de genuina alegría, desde dentro del mismo núcleo del llanto, pues por fin estás excretando el lastre de tu propia identidad, la alegría toma el lugar que el dolor va dejando. Todo lo que creías a cerca de cualquier cosa, es tan pura y genuinamente absurdo como un chiste de proporciones universales.
Aprehende ese misterio: Lo que te abandona mientras penetra hasta tu centro, es aquello que jamás ya olvidarás que ERES.
Liberado de su reclusión, por una mirada que no lo oculta, aquello, se observa a si mismo en la misma mirada.
Recibe nombres, pero ni los posee, ni atiende a ellos.
Tan sencillo; tan obvio. Simultáneamente; tan complejo e inaccesible por esa sencillez y obviedad.
Contracción y expansión en un orgasmo infinito de dimensiones cósmicas.
Aquello que se pudiera llegar a saber o ignorar, acontece como la bruma de un sueño en el que se estuvo atrapado; un remoto acordarse; un simple darse cuenta de distancias sin medida posible.
Plenitud en el vacío. Acceso a la conciencia profunda de Ser.
Amor. Belleza abrumadora. Paz. Silencio: Renacimiento.
…………………………
Si has conseguido llevarlo a efecto, enhorabuena: Disfruta de tu nueva de-identidad, y pégate un bailecito si quieres, pero simplemente de pura alegría, sin nada de triunfalismos. Ahora no necesitas ser esclavo del payaso listo, y puedes ejercer de augusto todo lo que te apetezca. Temer equivocarte, o hacer el ridículo ya no limitarán tu existencia, y ningún engaño hará presa de ti indefinidamente, así que no lo estropees tomándote en serio.
Y ya que has descubierto la manera de perdonar los excesos y carencias del mundo, tanto como los tuyos propios, ve, vive, e ilumina allá por donde pases, pues el Amor no te ha de abandonar mientras mantengas el vacío en que su energía brilla sin consumirse.
Eso es lo que eres; algo que permanece incólume incluso si tu expediente ciudadano, y la persona a la que mediante él está adscrito fueran destruidos ¿Te importaría en realidad?¿Crees acaso que algo se perdería lamentablemente en el Universo? Todo lo vivido permanece, forma parte del ser de la creación en su infinito retorno a la nada en que se originó.
Si no lo has conseguido, no dejes de intentarlo; al fin y al cabo es algo que deberás hacer cuando tu organismo no pueda seguir proporcionando condiciones de habitabilidad, para no quedarte pillado de este lado de la realidad, algo poco recomendable, pero que ocurre con demasiada frecuencia.
Experimentar la vida como algo que ocurre solamente a nivel de realidad general, sin haber llegado a cobrar conciencia de la realidad subjetiva a lo largo de todo su transcurso, tiene, de alguna manera, su mérito. Se haga lo que se haga en la realidad general, invariablemente lleva hacia la nada. En la realidad subjetiva que parte desde ella, la más mínima fluctuación se convierte en totalidad. Nada y todo, no pueden existir separados; ni siquiera los momentos a que dan origen, lo están. Así viajan las ondas, mediante flujo y reflujo.
Cread belleza de cualquier cosa sin hacer nada deliberadamente bello, y dejadlo partir, pues sin duda llegará hasta el preciso lugar que le corresponda en virtud.
Si la existencia como persona puede llegar a axfisiar, los frutos de su desempeño interactivo, y en comunidad, por el espacio-tiempo a través del algoritmo Dolor-Felicidad, pueden dar lugar a diseños bastante aberrantes en el Abstracto. Desde la perspectiva de que ese diseño se corresponda con el próximo cuerpo que vamos a habitar, es interesante implementar cierto tipo de conexiones liberadas, y esa es una manera de poder hacerlo. No obstante, cualquier intento de llevarlo a cabo de forma que redunde en una ritualización, perderá el sentido original, y muy probablemente no pase de convertirse en tosca maraña.
Esa es la historia de una vida; tejerla para después de finalizada, habitarla, repasarla, transitarla, conocerla, e iluminarla, dinamicamente en su expansión infinita.”
Haced prudente uso de vuestras facultades, amados clowns anónimos, así como de las herramientas que gracias a ellas seáis capaces de ir descubriendo en la vida.
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