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Proyecto A119: “Un estudio sobre la investigación de vuelos lunares”
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Hasta hace poco, muchos japoneses no reconocían la existencia de la depresión como una condición física y psicológica. Las ventas de antidepresivos fueron mínimas hasta que una campaña publicitaria logró que se empezara a hablar de la depresión.
«¡Mi mundo se resquebraja y desaparece! ¡Ni siquiera puedo levantarme ya!», diceWatashi, personaje del manga japonés que ilustra esta nota.
Es lo mismo que empezó a sentir el creador de Watashi y artista del cómic Torisugari hace unos diez años.
Entonces, un único pensamiento le daba vueltas en la cabeza: «Tengo que morirme».
Por aquel entonces no sabía lo que le estaba pasando, y su miedo se hacía más y más grande debido a la incomprensión de aquellos que lo rodeaban.
Intentó suicidarse y no se lo dijo a sus padres. En su lugar, fue a un médico a revisar el estado de su corazón. Pero según le dijo éste, no le pasaba nada.
A los 29 años, Torisugari le rogaba a su madre que no saliera de casa sin él.
Pero su padre insistía en que todo lo que hacía era sólo para llamar la atención.
Su mejor amigo le dijo lo mismo y lo animó a hacer ejercicio.
El mundo se estaba convirtiendo para él en un lugar extraño, y sus relaciones le estaban fallando, sentía.
Finalmente, otro médico le dio un diagnóstico: depresión.
Nunca había oído hablar de ella.
Y esto no era nada raro en el Japón de entonces.
Hasta finales de la década de 1990, en Japón la palabra «depresión» casi no se escuchaba fuera de los círculos psiquiátricos.
Algunos decían que esto se debía a que en el país no la sufrían.
Los japoneses encontraban formas de acomodar ese estado mientras seguían con su vida.
Y expresaban estéticamente esos momentos emocionales en el arte, en el cine, en el disfrute del florecer de los cerezos y de su fugaz belleza.
Pero una razón más probable para este desconocimiento de la depresión es que en la tradición médica japonesa, la depresión se percibía como algo sobre todo físico, en lugar de una combinación de lo físico y lo psicológico.
A la gente que tenía los síntomas clásicos de la depresión sus médicos les decían muchas veces que lo que necesitaban era descansar.
Todo esto hacía que Japón fuera un mal mercado para los antidepresivos, tanto que los fabricantes del famoso Prozac simplemente renunciaron a promocionarlo allí.
Esta situación se dio vuelta a finales del siglo XX gracias a una extraordinaria campaña de marketing de una farmacéutica japonesa.
La depresión se empezó a denominar kokoro no kaze, un «resfriado del alma«.
Podía pasarle a cualquiera y se podía tratar con medicamentos.
La cantidad de gente diagnosticada con un trastorno del estado de ánimo en Japón se dobló en sólo cuatro años y el mercado de antidepresivos floreció.
En 2006 alcanzó un valor seis veces superior al que tenía ocho años atrás.
En un país abierto como cualquier otro a las confesiones de los famosos, todo el mundo estaba dispuesto a decir públicamente que había experimentado una depresión.
Esta nueva enfermedad ya no era ahora solo algo aceptable, sino que también estaba ligeramente de moda.
La depresión llegó incluso a los tribunales.
La familia de Ichiro Oshima llevó a su empleador Dentsu (la agencia publicitaria más grande de Japón) a los tribunales, después de que Oshima se suicidara trastrabajar excesivamente a diario, durante meses.
Los abogados de la familia demostraron con éxito dos cosas. La primera, que la depresión podía ser causada por las circunstancias personales de alguien, incluido el hecho de trabajar demasiado.
Y la segunda, que no era sólo una cuestión de herencia genética, como intentó argumentar Dentsu.
También se vio que la idea que todavía prevalece en Japón de que el suicidio es algo claramente intencionado, incluso noble, era inadecuada.
Los líderes del país estaban inquietos.
Las enfermedades mentales habían pasado de ser un asunto doméstico y escondidoa estar en el centro de un movimiento por los derechos de los trabajadores.
En 2006 se aprobó una ley de prevención del suicidio para intentar reducir las tasas y declararlo un asunto social, no solo un problema privado.
Y desde 2015 se hacen exámenes de estrés en las empresas.
Un cuestionario completo que cubre sus causas y síntomas es evaluado por médicos y enfermeras, y existe apoyo de médicos para aquellos que lo necesitan, quienes mantienen los resultados confidenciales.
Esto es obligatorio para las compañías con más de 50 trabajadores, y a las más pequeñas se las anima también a que hagan lo mismo.
Entonces, ¿cree ya Japón firmemente en la depresión?
Bueno, quizás sí, o quizás no.
Hay señales de que se está produciendo un movimiento pendular en la dirección opuesta.
El aumento de las bajas y ausencias laborales parece estar generando un clima de frustración, e incluso sospechas sobre cómo la gente obtiene y utiliza el diagnóstico.
Algunos japoneses que sufren de depresión opinan que el aumento de conciencia pública sobre la condición les ha aliviado, permitiéndoles hablar abiertamente de ello.
Pero también creen que la recuperación y la vuelta al trabajo se ven obstaculizados por el cinismo de los que están a su alrededor y las menciones a una depresión «falsa» o «inventada».
Por otro lado, las limitaciones de la campaña sobre el «resfriado del alma» son evidentes.
En su momento, recibió críticas por vincular de forma engañosa el resfriado común con una depresión.
Pero, más allá de eso, la experiencia de Japón con la depresión muestra el intenso vínculo que hay entre algunas formas de enfermedad física y mental y lasactitudes culturales; hacia el trabajo, por ejemplo, o hacia los niveles de responsabilidad hacia los demás.
Nadie sabe esto mejor que Torisugari, que todavía tiene que lidiar con su enfermedad y con algunos de los malentendidos a los que se tuvo que enfrentar en aquellas primeras semanas surrealistas.
Por esto ha decidido crear los dibujos que vemos en esta nota, y por eso sus manga tienen una audiencia creciente y agradecida, tanto en internet como en papel.
Para él es algo así como una «terapia del manga», como lo llama su psiquiatra.
Para el resto, es una ayuda para entender esta enfermedad tan mal comprendida hasta hace poco en Japón.
http://www.diariouno.com.ar/afondo/por-que-son-tan-egoistas-los-gatos-20160724-n1196248
Los gatos han tenido desde siempre una reputación de ser egocéntricos, distantes y egoístas, especialmente cuando se les compara con «el mejor amigo del hombre», el perro.
Vuelves a casa y saludas efusivamente a tu gato, pero éste no mueve ni una pata y apenas te mira desde la ventana.
Pero luego, cuando tienes que mandar un importante email, decide ponerse a saltar sobre el teclado de tu ordenador y echarte todo a perder…
¡Ay, los lindos gatitos, tan adorables y desesperantes a la vez!
Lo cierto es que a pesar de ser unas de las mascotas más populares, los gatos han tenido desde siempre una reputación de ser egocéntricos, distantes y egoístas, especialmente cuando se les compara con «el mejor amigo del hombre», el perro.
¿Pero está justificada su mala reputación?
No del todo, aseguran los expertos, quienes creen que los gatos domésticossimplemente han mantenido muchas características de sus ancestros, los gatos salvajes, que eran criaturas solitarias.
El problema, afirman, es que los gatos nunca fueron completamente domesticados desde que empezaron a convivir con el ser humano hace al menos 9.000 años, según indica el hallazgo de los restos de un humano de ese periodo enterrado junto a su gato, descubierto hace unos años en Chipre.
¿Semi-domesticados?
Para llegar a esa conclusión, Wesley Warren, de la Universidad de Washington en St. Louis, Estados Unidos, llevó a cabo hace dos años el mayor estudio genético sobre los gastos domésticos, incluido el gato abisinio, y comparó las diferencias entre el ADN de los gatos domésticos y los gatos salvajes.
Y el estudio concluyó que los genes de los gatos salvajes no difieren tanto de los de los gatos domésticos como los genes del perro con el lobo (el antepasado del perro).
Se estima que los perros empezaron a convivir con los hombres hace unos 17.000 años y se les enseñó a cazar, cuidar rebaños, y proteger sus casas.
Pero, en el caso de los gatos, las primeras sociedades agrícolas simplemente toleraron su presencia porque eran buenos cazadores de ratones, sin exigirles nada más.
En el proceso de domesticación de los perros, se les enseñó a ser sociables, leales y obedientes, algo que nunca se enseñó realmente a los gatos.
El profesor Dennis C. Turner, director del Instituto de Etología Aplicada y Psicología Animal de Suiza y autor de «El Gato Doméstico, Biología de su comportamiento», asegura que los gatos fueron útiles para cazar ratas y ratonesque abundaban en granjas y graneros en los primeros asentamientos agrícolas de hace miles de años.
Turner explica que, dado que los humanos vieron que esto era útil para ellos, «empezaron a darles comida extra, por ejemplo, leche en platos pequeños». Pero poco más.
Y hay expertos que discrepan con el término «semi-domesticado».
Melinda Zender, investigadora del Departamento de Antropología del Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsonian, en EE.UU., asegura que los gatos «están completamente domesticados».
Según Zender, los felinos han sufrido modificaciones genéticas en su cerebro, en relación, por ejemplo, a la agresividad y la interactividad.
«Lo que causa confusión es que se trata más bien de una asociación doméstica, donde ambas partes obtienen beneficios. Pero los gatos salvajes siempre fueron más solitarios, incluso esquivos. Tienen un bajo nivel de sociabilidad que ha perdurado en los gatos de hoy», le dijo a BBC Mundo.
Selección reciente
Otra razón fundamental que explica el aparente «egoísmo» de los gatos, según Turner, es que en el caso de los perros o los caballos, los humanos facilitaron lareproducción de determinadas razas que tenían rasgos que los hacían más afines al hombre.
Sin embargo, la selección de las razas de gatos es mucho más reciente: mientras muchas razas de perro, caballo o ganado tienen más de 500 años, las razas más modernas de gatos han aparecido apenas entre los últimos 50 y 200 años.
El profesor Turner asegura que los gatos «definitivamente no son ‘egoístas’, sino que retuvieron su independencia en cierta forma, principalmente por la falta de selección (de razas) por los humanos.
«Ellos han ‘elegido’ vivir con nosotros», es su explicación.
Como los gatos salvajes
La escasa evolución genética respecto a los gatos salvajes puede explicar por qué los gatos retuvieron ciertas características que les permiten sobrevivir más fácilmente que otras mascotas sin ayuda humana.
Por ejemplo, tienen el rango de audición más amplio de todos los carnívoros y pueden ver por la noche, lo que les permite detectar fácilmente a sus presas.
Y no depender de la comida que les dan los humanos les hace más fácil sobrevivir sin ellos.
Y si alguna vez un gato te trajo un ratón muerto, y te sentiste emocionado porque sintió que pensó que era un regalo, no te emociones.
«Esto está probablemente relacionado con que las gatas traen comida a sus gatitos. Y, en el caso de los gatos machos, porque tienen el estómago lleno», le dijo Turner a BBC Mundo.
Pero el experto dice que hay una forma de hacer que los gatos se interesen más en ti.
«El mejor consejo es esperar hasta que el gato te busque y, cuando lo haga, disfrutar de su compañía. Se quedará más tiempo contigo si es él quien toma la iniciativa».