A veces un relato nos llega mucho más al alma de lo que podrían llegar otro tipo de reflexiones. Esta vez traemos un antiguo relato africano que habla acerca de esa forma de vivir en la que las acciones van por un lado y el corazón por otro, debido a que no hay un tiempo para el encuentro. Dice así.
Se cuenta que un hombre se aventuró a internarse en territorios inhóspitos de África. Solo lo acompañaban sus porteadores. Todos ellos llevaban un machete en la mano y se abrían paso por entre la vegetación espesa. Su objetivo era avanzar a cualquier precio.
“Una de las grandes desventajas de la prisa es que lleva demasiado tiempo”.
-Gilbert Keith Chesterton-
Si aparecía un río, lo cruzaban en el menor tiempo posible. Si había una colina, apuraban el paso para no perder ni un minuto. Sin embargo, de repente los porteadores se detuvieron. El expedicionario se sorprendió. Llevaban tan solo unas cuantas horas de marcha. Así que les preguntó: “¿Por qué habéis parado? ¿Acaso ya estáis cansados con apenas unas horas de camino?”
Entonces uno de los porteadores lo miró y le dijo: “No señor, no estamos cansados. Simplemente hemos avanzado muy de prisa y por eso hemos dejado nuestra alma atrás. Ahora tenemos que esperarla hasta que nos alcance de nuevo”.
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