En los últimos meses se han dado a conocer signos cada vez más alarmantes de la realidad de la crisis ecológica que enfrenta el planeta como resultado de las actividades del ser humano, específicamente su modo de vida basado en la industrialización. Hace poco, por ejemplo, compartimos la nota de una manada de osos polares empujados a una zona urbana de Rusiadebido a la ausencia de alimento en su hábitat natural, o el caso de una ballena que murió en una playa de Filipinas con 40kg de plástico en su estómago.
En esta ocasión, la imagen que compartimos proviene de la serie documental Nuestro planeta (Our Planet, Alastair Fothergill, 2019), difundida recientemente por Netflix. En esta serie, en cierto momento se muestra el destino de un grupo de morsas en una región entre Alaska y Rusia, donde han tenido desde siempre su hábitat natural.
En diversas escenas se ve cómo las morsas escalan con dificultad un acantilado para mantenerse en su cima, igualmente con complicaciones, pues sus cuerpos no parecen hechos para caminar y ascender por una superficie pedregosa como aquella donde se encuentran. De hecho, el desafío es tal que cada tanto uno de los animales pierde el piso y cae estrepitosamente, de una altura que a la distancia se sospecha considerable. El resultado son decenas de morsas muertas o heridas fatalmente yaciendo al pie del risco.
Quizá el comportamiento de las morsas nos parezca absurdo, sobre todo cuando se observa que nada a su alrededor las amenaza. Ningún depredador se encuentra al acecho y no parece haber una razón real para emprender la escalada. ¿Entonces?
La respuesta es sencilla. En condiciones normales, las morsas no estarían batallando contra un suelo de tierra sólida, sino que estarían descansando sobre un bloque de hielo macizo. Pero de un tiempo para acá, en esta época del año ya no hay hielo en esa zona del planeta.
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