Aunque muchos de nosotros nos rebelamos en la infancia y en la adolescencia, con el tiempo cualquier persona se da cuenta que la disciplina es la clave del proyecto que es cada vida individual. Estrictamente, sin disciplina es imposible desarrollar hábitos positivos y sin estos es imposible lograr cualquier objetivo sustancial y duradero. El talento y la buena fortuna pueden servir en algunos casos pero indudablemente agotarán su efecto benéfico tarde que temprano si no se ven acompañados de una disciplina. Quizá la mayor fortuna en realidad no es el talento, sino «querer lo que uno quiere», cambiando el sentido de la la famosa frase de Schopenhauer. En gran medida somos nuestros propios verdugos y saboteamos nuestra vida justamente por no poder aplicarnos a aquello que despunta en nuestra vida, nuestra vocación, nuestro amor… con consistencia.
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